Epílogo
Tyner
Una semana después.
Se escucha una fuerte explosión, entonces Cassidy y yo, bajamos con el arnés a alta velocidad. Cielos, nunca había usado algo como esto, pero tampoco pensé que lo haría para explotar la sede de Cenizas Ocultas. Una vez en suelo firme y nosotros ocultos, lejos de los que podrían descubrirnos, nos terminamos besando apasionadamente en ese callejón.
No solo me deshice de un peso de encima, que era que por culpa de Drew me había convertido en administrador y vendía mujeres, algo que juré no ser jamás, que por mi odio me terminé convirtiendo en lo que más aborrecía, no solo eliminé ese peso, sino que también puedo estar con la mujer que ahora me atrae.
Alejo tan solo un poco mi rostro del de ella.
―Ya no puedo con esta tensión sexual, dime que ya acabamos con todos los asuntos pendientes y ya podemos sentirnos el uno al otro.
Sonríe.
―Bueno, si me lo pides así. ―Apoya su dedo en mi labio―. Sí, ya acabamos con todos nuestros asuntos pendientes.
~~~
Llegamos a su apartamento, besándonos y golpeándonos con cada pared que nos cruzamos para llegar a la habitación, mientras nos quitamos la ropa apresuradamente y tirándola por cualquier parte. Caemos en la cama sin soltarnos. Ya solo me quedan mis bóxers y a ella su sostén y bragas blancas. Somos tan rápidos que notamos que nos necesitamos hace tiempo. Esa tensión sexual se hacía de rogar, por eso la tenemos que atender pronto.
Beso cada parte de su cuerpo, sintiendo su piel, termino bajando hasta sus bragas, las desciendo un poco para mimar la zona y ella se excita, así que mueve la pelvis, agarra mi cabeza mientras disfruta de mi deleitante cortejo a su intimidad.
Vuelvo a subir y nos besamos otra vez de manera ferviente. Siento los dedos de Cassidy aprovechar para tocarme, el suave tacto de sus dedos me estimula, deslizando sus yemas en toda mi piel. Su lengua besa mi cuello generándome un chupón. Aprieto su pecho en agradecimiento, por la buena sensación que me está generando.
Siento una erección con todas sus caricias y se ríe al presionar mi pene, utilizo mis dedos, entonces le disfruto su zona genital también. Así es como nos damos placer mutuamente, ambos jadeamos sin control, es el mar de la lujuria.
Al fin se pierde lo último, nuestra ropa interior, aunque ya nos estábamos toqueteando debajo de estas, sin importar que se mojaran con nuestros líquidos creados por la pasión. Esas últimas ropas quedan en el suelo, mientras las caricias continúan sin detenerse. Ni me doy cuenta cuando nos unimos, solo sé que es mágico, el restriegue de nuestros cuerpos tenía que ser impresionante y lo es. Cada embestida es un bombeo que me vuelve loco, cada movimiento es una sensación que me hace estallar y cada estímulo que surge con las arremetidas es mucho más de lo que esperaba, es mejor de lo que imaginé.
La cama se mueve y empujo de manera consecutiva, no paro ni cuando la giro de costado. Ella alza la pierna para sentirme más profundo, entonces mi miembro se hincha cada vez más. Hay jadeo tras jadeo, uno tras otro, no dejamos de mirarnos mientras nos movemos. Ambos estamos extasiados con esto y no deseamos parar nunca.
Cassidy se agarra del soporte de la cama y empuja sus caderas hacia mí, su voz jadeante es un deleite. Su rostro sonrojado me vuelve loco, no sé de dónde salió, pero debe ser una diosa de la lujuria. Es hermosa y disfrutar esto con ella me emociona todavía más.
―Oh, Tyner ―expresa excitada.
Cierro los ojos sintiéndola mientras continúo el movimiento y sosteniendo sus caderas para tener todavía más placer.
―Cass, eres preciosa. ―Me muerdo el labio inferior―. Uf, Cassidy.
―¡Oh, cielos, me corro!
Abro los ojos y me sigo moviendo, aprovecho para observar cómo llega al clímax. El gesto que le provocó el orgasmo es como una de esas pinturas que ella crea, es una obra de arte. Es hermosa excitada, y yo soy el culpable de esa sensación, me encanta.
Mi pene se hincha todavía más y me aguanto, pronto voy a eyacular. El clima entre los dos es perfecto, quiero sentirla un poco más. Los espasmos son evidentes, mi cuerpo está al límite, pero lo disfruto como si no hubiera un mañana. Estoy vibrando por completo.
―Me encantas, Tyner. ―Me besa.
La abrazo con fuerza mientras me muevo.
Es tan hermosa.
Ella rodea sus piernas en mi cintura y ambos seguimos golpeando nuestras pelvis la una con la otra. El refriegue es continúo y muy excitante.
―Lléname ―me susurra de manera cachonda, entonces me muerdo el labio inferior.
Cielos.
No sé si fue una provocación, pero hay demasiado calor. Cierro los ojos y expulso todo sin control.
―¡Ah! ―gime sintiendo las llamas que me estaban quemando por dentro.
Ahora sabe lo mucho que quemo, el fuego que hay en mí por su culpa. Ahora mi volcán está dentro de ella sin poderlo detener. Puede vibrar conmigo, a la par de mí, nuestro éxtasis se ha fundido en uno solo.
La transpiración sigue en aumento, pero me vuelvo a mover un poco más, un movimiento lento y unos besos suaves, caricias tranquilas, pero deleitantes.
―Me gustas mucho, Cassidy.
―Y tú a mí, Tyner.
Mi corazón se acelera, no sé qué le depara a esta relación, pero creo que va por buen camino. Después de todo, acaba de comenzar. Sin embargo se siente la buena conexión que hay entre ambos, sin ningún problema, y eso me encanta.
Años después.
Pongo las manos en los bolsillos y me mantengo parado en aquel parque, mi hijo Geo, juega en los columpios. A unos cuantos metros se encuentran Keyla con Vinicio hablando, sentados en la banca, además se toman de la mano. Ambos tienen una sortija en su dedo anular, se casaron ya hace tiempo. Su otro hijo Mael, está subiendo al tobogán. Sonrío, porque son medio hermanos, pero se llevan muy bien, es una alegría enorme. La gente decía que se iban a llevar mal, pero fue pura palabrería, puro mito sin sentido, falacias. Soy feliz de que solo sean patrañas.
―¡Papi, papi, papi! ―Veo a mi hija venir y me agacho para levantarla―. Mamá me compró un helado ―dice feliz.
―Pero hace frío, Linny.
―Deja de lloriquear. ―Visualizo como Cassidy camina hasta nosotros, entonces agarra a la niña y me da un leve beso―. ¿Nos vamos?
Asiento.
―Sí, deja que aviso.
Me acerco a los tortolos y les recuerdo que hoy es mi día, entonces Vinicio bromea.
―Próximamente serás la guardería y yo tendré fiesta. ―Se ríe.
―No necesitas dos niños para que se te arruiné la fiesta ―lo provoco.
―Ya te ha pasado, veo.
―No te lo puedo negar. ―Sonrío y luego miro a mi hijo―. ¡Vámonos, Geo, Cassidy compró helado!
―¡Yo quiero ir! ―grita Mael.
―Parece que sí serás guardería. ―Se ríe Keyla.
―Por mí no hay problema, pero recuerden ser puntuales cuando los vengan a buscar ―les aclaro.
―Olvido ser puntual cuando estoy de fiesta ―expresa Vinicio haciéndose el ganador y Keyla lo golpea―. ¡Auch! ¿Qué?
La rubia sonríe y me responde:
―Seremos puntuales, además les prometimos ir al cine.
―Ah, cierto. ―Reacciona su marido―. Parece que yo también seré guardería.
Nos comenzamos a carcajear entre todos.
Qué linda es la normalidad.
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