32: Voz seductora

Vinicio

Me mantengo mirando la habitación vacía de la clínica. Un segundo me fui y Keyla ya no se encuentra. Es una inconsciente ¿Qué no se da cuenta que no está en condiciones de irse? Me giro, volviendo al pasillo, entonces me dirijo a recepción, la enfermera dice que no sabe y un paciente me indica que la vio salir hace poco. Me apresuro a dirigirme a la calle, entonces la encuentro con sus muletas haciéndole señas a un taxi, pero la detengo, tomándola del brazo.

―¿Qué estás haciendo? ―exclamo firme.

Me observa con una mirada fría.

―¿Qué es lo que parece? Me largo, me cansé de estar en esa cama, creo que ha sido más de una semana, ya es suficiente.

―No hasta que el especialista lo diga.

―Me importa una mierda el médico, no estoy de humor.

Aflojo mi agarre en su brazo.

―¿A dónde irás? Ya no eres la administradora. ―Se aleja, por lo tanto las muletas le fallan, así que la agarro otra vez―. Cuidado ―expreso con preocupación.

Un rubor crece en sus mejillas y mantiene la mirada en el suelo.

―Tú no entiendes, ¿cierto?

―Comprendo que hay que pensar de forma más calmada, generar un plan.

―Me voy a mi casa ―responde a la pregunta que le hice antes.

―Es peligroso, debes mudarte, mientras tanto la clínica es la mejor opción.

―Tyner es el administrador ahora y es mi culpa ―expresa pensativa.

―Deja que Tyner haga con su odio lo que se le cante, ahora lo importante es tu salud.

Se queda callada un momento, creo que le dolió lo que le dije. Alza la vista furiosa, entonces se aparta de mí de nuevo, pero esta vez con buen equilibrio en sus muletas.

―¿Cuándo piensas decirle que estás vivo? ―me recrimina.

―No es mi prioridad, aunque es probable que lo sepa, Drew Marconi seguro ya le lavó el cerebro en contra de mí también.

―Cierto, le disparaste ―recuerda cuando la salvé de ese desgraciado.

―Vamos, volvamos a la clínica ―insisto.

―No ―expresa firme y ahora mantiene la mirada en la mía de manera desafiante, sin dejar de observarme ni un segundo.

―¿Quieres venir conmigo? ―pregunto sin titubear y se sobresalta.

He notado esas reacciones para conmigo desde que descubrió que estoy vivo, creí que era el shock del intento de violación de Marconi, pero ahora siento que estoy equivocado, es otra razón que no logro descifrar.

―No hay enfermeras ahí ―dice sin importancia.

―Puedo contratar a una.

―Deja de hacerte el héroe.

Me río.

―¿Qué te pasa?

―Soy una persona temperamental, cambio de opinión todo el tiempo.

―Sí, claro ―expreso con sarcasmo. Ofrezco mi mano―. Ven conmigo, Keyla.

Mira mis dedos un momento, mueve los suyos hasta los míos y estos se rozan. Ella echa un pequeño suspiro, luego se suelta rápido.

―Vámonos.

Keyla

Con el costado de mi frente apoyada en el vidrio, mirando en esa dirección, me mantengo callada hasta que el coche de Vinicio frena en donde al parecer se estuvo hospedando mientras estuvo desaparecido. Bajo del vehículo y él intenta ayudarme, pero yo ignoro su ofrecimiento, solo tomo mis muletas.

Siento que ambos hemos cambiado, aunque no sé si sea para bien, para el bien de mis objetivos.

Quiero ser un arma letal, como el juego de ajedrez, la reina se mueve para todas las direcciones, usa los movimientos de todas las fichas. No necesito un alfil ni un caballero, tampoco la torre, solo me necesito a mí, la reina.

Entramos a la casa y él me abraza por detrás de repente.

Me desconcentro.

Las muletas caen, se escucha un eco cuando golpean el suelo. Me estremezco, me hace olvidar por completo en lo que estaba pensando, ya que siento su respiración. Solo puedo concentrarme en su nariz que la noto próxima a mi cuello.

―Keyla... ―susurra posando sus labios húmedos en mi piel―. ¿Por qué pones una distancia entre nosotros? ¿Tanto me odias? ¿Ya no te sirvo? Juro que puedo servirte de muchas maneras.

Su voz me seduce, esto está mal, muy mal. 

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