16: La perfecta obra de arte

Yuri

¿Cómo es que acepté esto? Los últimos días iba bien rechazándolo, pero no pude evitar esta cena, estoy segura que tiene segundas intenciones y no una disculpa por tratarme como su sirvienta.

"No me vuelvas a decir eso que me excito".

No puedo creer que no me moleste eso cuando se trata del ámbito sexual, o sea me quejo de cocinar y limpiar la casa, que use la habitación que tengo de sobra ¡¿Pero no de que me imagine con un traje de sierva?! Maldigo mis malditos fetiches. Cuando estaba con Manuel no podía ni pensarlos, porque a él no le gustaban, cumplía algún que otro capricho mío, porque me amaba y lo hacía, pero esto es otro nivel, con Clow es otra cosa, de hecho le parece divertido el asunto.

¡No es correcto!

Flexiono las piernas mientras me mantengo sentada en la silla del restaurante, el corazón palpita rápido y mis mejillas arden, no puedo disimular mis pensamientos, por suerte él está concentrado en la comida, sino esto sería muy vergonzoso. No puedo creer que esté pensando en sexo, soy una pervertida. Es estrictamente prohibido que piense en esas cosas con este hombre, es un loco, mi socio y además ya lo rechacé, no está en consideración por ningún motivo.

Alza sus ojos grises hacia mí y trago saliva. Que no se dé cuenta, que no se dé cuenta. Mi rostro es un libro abierto, es imposible que no se haya percatado. Me sonríe entonces me sobresalto.

―¿Q... ¿Qué? ―pregunto nerviosa.

―Me gusta tu vestido rojo ―Se muerde el labio inferior ―me enciende.

Ruedo los ojos.

―No empieces ―Necesito disimular.

―Y me encanta tu cabello recogido ―Insiste.

Por favor, cállate.

―¿A quién le importa? Termina de comer y vámonos ―digo al yo haber acabado hace ya un rato pero él pidió un poco más.

Sonríe de lado, oigo que mueve su pie debajo de la mesa ¿Se ha quitado el zapato? De repente me sobresalto cuando apoya la planta en el borde de mi silla, y trago saliva ¡¿Cómo es que no lo vi venir?! Es obvio, estaba esperando que hiciera algo.

Clow... ―susurro ―no te atrevas.

―¿Qué cosa? ―Apoya el codo en la mesa y la mano en su mejilla, mira hacia un costado ―¡Camarero! Tráiganos el postre ―pide mientras su pie se desliza dentro de la falda de mi vestido.

―¿Cuál se les apetece? ―pregunta el hombre sacando una libretita.

―No, no queremos ―le indico entonces siento los dedos tocar la tela de mis bragas y me sobresalto ―ya... ya nos vamos.

―Oh, entiendo.

―Yo sí quiero ―aclara Clow mientras presiona su pie en la zona de mi intimidad ―¿Tiene de chocolate?

Respiro con agitación, tengo calor.

―¿Es necesario? ―pregunto presionando los dientes.

El cobrizo me sonríe ampliamente.

―Sí, me gusta lo húmedo ―expresa indirectamente sobre lo que ocurre debajo de la mesa.

―Tenemos... ―Agarra el menú el camarero y se lo entrega ―esta variedad de postres de chocolate que podrían tener lo que busca.

―¿Y algo caliente no tiene? ―Sonríe con malicia.

Cubro mi boca antes de que se me escape un jadeo.

―¿Se encuentra bien señorita? ―pregunta el hombre ante mi reacción.

―Sí... sí ―Intento cerrar las piernas pero el pie de Clow se interpone en mi acción, no ha sido buena idea, me ha excitado más ―yo... yo cambie de opinión ―le aclaro y alzo la vista sonrojada mirando al muchacho ―quiero algo frío.

―Disculpe a mi acompañante ―expresa Clow ―es un poco indecisa, creo que se siente mal ¿Dónde está el baño?

―N... no es necesario ―Siento como refriega su pie en mi intimidad, mis bragas están por completo empapadas ―solo tomaré algo frío y ya.

―Insisto ―dice mi socio ―necesito ver si estás bien.

―¿Quiere que llame a un médico? ―pregunta el hombre.

―Oh no, no es necesario, conozco la manera de ayudarla, siempre le pasa cuando estamos con mucha gente, sus ataques de pánico son muy frecuentes, si podría conseguir un momento a solas, estaría mucho mejor.

El rey de la mentira.

―Comprendo, veré que puedo hacer, creo que el baño está ocupado y hay bastantes personas allí, no será adecuado ―aconseja ―. Síganme, buscaremos un lugar donde haya aire para la señorita.

—Muchas gracias ―Clow disimula pero logra ponerse el calzado sin que se dé cuenta, luego se levanta, camina hasta mí y me ofrece su mano para ayudarme a pararme, lo miro mal pero acepto su gesto ―. Ven cariño, te daré tu medicina.

Lo mato.

Acompañamos al camarero hasta el patio, me ofrece una silla, le agradezco y me siento allí, veo como se retira, luego me enfrento a Clow.

―¿Se puede saber qué crees que estás haciendo?

―¿Qué? ―Pone la mano en la barbilla ―¿No te gustó?

―Eso no te importa.

Sonríe y baja los dedos, camina hasta mí y apoya sus manos en el apoyabrazos, ahora no puedo levantarme porque estoy rodeada, aunque mis pierdas aún sienten la fricción del momento anterior, así que no planeaba moverme mucho.

―O sea que sí.

―¿Qué sí qué? ―Alzo una ceja.

―Que te gustó lo que hice ―Afirma ―¿Extrañaste mi toque?

Suspiro.

―Clow, dijiste que no pasaría nada.

―De hecho no pasó nada ―me aclara ―, solo estuve imaginando cómo vestirte de sirvienta, follarte, y se me puso dura, nada más, eso fue todo parte de mi imaginación, nada ocurrió ―Sonríe ampliamente cuando no puedo evitar que mi gesto muestre calor ―. Creo que te gusto la idea.

―Cállate ―Ruedo los ojos.

No tengo un traje de sierva, mierda.

―Tu silencio dice muchas cosas ―susurra cerca de mis labios ―¿De verdad deseas eso Chinita?

Muero de calor.

―N... no... ―Bajo la vista.

―Claro que quieres ―Me besa y le correspondo.

Sus manos recorren mi vestido y tironean mis bragas mojadas, me las quita pero yo no pongo objeción alguna, guarda la ropa interior en su bolsillo, luego me sobresalto cuando me obliga a pararme.

―¿Q... ¿Qué haces? ―me quejo porque no me puedo sostener mucho en pie al sentirme todavía excitada.

―Vamos a un sex shop a comprar uno ―declara.

―Un... ¿un traje de mucama?

¡¿Es broma, cierto?!

Clow me guía para volver a nuestra mesa, le paga al camarero y nos retiramos del restaurante, subimos a su coche mientras me mantengo callada.

―Chinita, eres tan sumisa cuando se trata de sexo ―acota él mientras arranca el vehículo y comienza a manejar.

Bajo la vista avergonzada.

―Tú no entiendes mis gustos sexuales ―le aclaro y se ríe.

―Creo que comienzo a comprenderlos ―Apoya su mano en mi pierna y me estremezco recordando que no llevo mis bragas puestas.

De hecho está fresquito ahí abajo.

Sigue sonriendo mientras conduce y me revela algo.

―Estuve revisando tus muebles.

―¡¿Qué?! ―digo indignada.

―Vi una caja con objetos raros y me dio curiosidad. Estaba aburrido, no me culpes. Dentro había vinilos, ropa de tu difunto y lo que jugabas con él al parecer. Bueno, en realidad no, se notaba que estaban sin uso ―Se ríe.

―¿Cómo te atreves a revisar mis cosas? Respeta a los muertos.

―No creo que le moleste, si no los utilizaba.

―Tú... tú, ¿qué sabes? ―expreso nerviosa ―Pu... pude haberlos lavado muy bien.

―Porque están nuevitos ―Hace una carcajada.

―Eres idiota ―me quejo y miro hacia un costado de la ventanilla.

―Que tu vida sexual no era como la querías no es malo, solo que no tuviste la oportunidad de mejorarla ―Detiene el coche ―. Oh mira, llegamos ―Gira su vista al sex shop y lo observo ahora que está distraído.

Se ve animado.

Bueno, es obvio, es un depredador sexual, está feliz, al fin va follar. Creo que estoy pensando esto demasiado. No puedo creer que el tipo vaya a comprar algo así, ni yo que lo acepte. Aunque sinceramente me cuesta mucho admitir mis fantasías sexuales, recuerdo muy poco haber hablado de esto con Manuel o alguien más.

Qué vergüenza.

Clow se gira a mirarme y me sobresalto, de su bolsillo saca mis bragas mojadas, entonces me regala una sonrisa.

―Ya sé tu talle ―Las mueve y luego las guarda ―. Quédate aquí, ahora vuelvo, elegiré uno bien sexy y con tirantes como te gusta a ti.

―No seas asqueroso ―Frunzo el ceño ―¿Y tú qué sabes lo que me gusta? ―Ruedo los ojos pero él se ríe, luego veo como se baja del coche, dirigiéndose al sex shop.

Me quedo esperando en silencio y de vez en cuando observo que nadie pase, viendo en frente de donde estoy ¡Qué vergüenza! Sería más fácil ir a comprar un preservativo. Intento distraerme, así que reviso lo que hay en la guantera, encontrando los objetos que tenía en la caja ¡Ese aprovechado hasta se los guardo, que atrevido! Cierro la cajuela y me quedo quieta.

De repente mi celular suena, el número es desconocido, pero contesto igual por sí es Kei, me agarra desprevenida la persona cuando habla.

―Hola, Yuri.

Me sobresalto.

―Guillermo.

Dejo que hable.

―Estoy indignado, y dolido, te la pasas todo el tiempo con un hombre que no sé quién es, ninguna base de datos lo registra, que peligro y que decepción ¿Tan rápido olvidaste a Manuel? Lo remplazaste por un fantasma, ni siquiera me consideraste, ni opinión me pediste.

Frunzo el ceño.

―¿Y desde cuando tengo que pedirte permiso a ti?

―Eres una obra de arte, y yo el pincel que se utiliza para pintarte y terminar el trabajo, claramente tengo que tener ese control sobre ti si quiero crear un perfecto cuadro, así que sí, necesitas mi permiso.

―Estás loco ―especto estupefacta ante tal declaración.

―Puede ser, pero yo pienso tratarte siendo todo un caballero ¿Quién lleva a una honorable dama a un sex shop y la deja esperando? Eso es ridículo ―opina.

Quedo paralizada.

―¿Dónde estás?

Se ríe.

―¿Pensaste que me había olvidado de ti? Te he estado vigilando muy de cerca, solo espero el momento adecuado, así poder vernos, quizás con más calma, todavía te noto alterada al escuchar mi voz.

―¡¿Dónde estás?! ―repito y bajo del coche, mirando a todas partes ―¡¡Dime dónde estás!! ―insisto.

―Te llamare querida, no te preocupes ―de repente me cuelga.

Mierda, quizás si no me hubiera alterado me lo decía, es un demente, tengo que pensar como uno, tranquila y metódica.

―¿Chinita? ―Regresa Clow con una bolsa y lo observo ―¿Sucede algo?

No serviría de nada decirle sobre la llamada, solo lo alteraría a él también, así que sonrío tranquila.

―Nada, vamos.

Me mira desconfiado, pero aun así acepta mi gesto y nos retiramos a nuestro siguiente destino, que creo que es un hotel.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top