11: Actitud obediente
Yuri
Me duele el cuerpo, cada parte de este, siento que no voy a poder caminar en días, ni siquiera sé cómo llegué a mi departamento. Peor aún, estar recostada en la cama con Clow, abrazándome por detrás, mientras noto su respiración en mi nuca al estar dormido. Técnicamente luego de tener sexo, nos vestimos y regresamos aquí, no hablamos mucho sobre el tema, de hecho se repitió un momento más, ya que seguimos en el colchón, pero ni sé que se me cruza por la cabeza al reiterar esa acción. No voy a decir que no me gustó, sería estar mintiendo, de algún modo me atrae el sexo sádico, porque fuera de la cama yo soy la agresiva, no trato muy bien a la gente, en cambio dentro de la cama soy todo lo contrario, prefiero que me lleven hasta desfallecer. Con Manuel era así, pero no voy a andar contándole mis intimidades a nadie, menos a Clow.
Siento unos besos en mi espalda y hago un jadeo, así que se ríe. Es obvio que ya se ha despertado. Me abraza, entonces siento su erección en mi trasero, es un calentón de primera categoría. Además de que todavía estamos desnudos, así que tranquilamente puede seguir otra ronda.
―Espera ―Me alejo un poco y me giro entre las sabanas para mirarlo, me observa con sus ojos grises llenos de lujuria, se nota que no quiere detenerse ―ya fue suficiente ―dictamino.
Me agarra de la cintura, de manera abrupta me acerca hasta su cuerpo, entonces pone sus labio a centímetros de los míos y susurra.
―Cobarde ―Sonríe y frunzo el ceño.
―No, tengo un límite ―Apoyo un dedo en su pectoral y lo alejo un poco de nuevo ―y es este.
Me sobresalto cuando se levanta y se sube sobre mí, sentándose entre mis caderas, así que nuevamente mi cuerpo reacciona con un jadeo. Inclina su espalda, otra vez acercándose a mi rostro. Las sabanas se caen hacia un costado.
―Admite que perdiste y seré bueno contigo.
―¿Perdí qué? ―le digo desafiante y su sonrisa se borra.
―No iba a violarte, si es lo que crees ―expresa indignado, molesto o decepcionado, no logro descifrar su expresión, quizás son las tres sensaciones juntas ―. No tienes que recordarme lo que hago mal cada vez que puedes. Creí que estábamos disfrutando ―Se inclina para levantarse, pero le agarro de la muñeca y se detiene ―¿Qué?
―El... ―digo sintiendo mis mejillas arder ―el preservativo. Si vamos a repetir, hay que cambiarlo, el que tienes ya está gastado ―Observo su pene que vuelve a hincharse ante mi aclaración.
El cobrizo se muerde el labio inferior y luego comienza a reír, todo su enojo acaba de desaparecer, como si nunca hubiera estado enfadado. Debo admitir que su sonrisa me genera una sensación positiva, no sé cómo explicarlo pero es gratificante.
―¿Es en serio? ―pregunta encontrándose feliz.
―Solo sé gentil, me duele todo ―Me agarro del hombro sintiendo la contractura ―¿Puedes o no sabes controlarte? ―lo provoco mejorando mi humor, regalándole también una sonrisa.
Me sobresalto de nuevo cuando se vuelve a sentar sobre mí y me observa seriamente, luego regresa a sonreír.
―Puedo ser gentil ―expresa de una manera cálida.
Su rostro se inclina hacia el mío y me besa, a lo cual le correspondo enseguida. Siento la humedad de sus labios mientras sus manos recorren mi cintura al descender a mis caderas, acaricia un poco mi clítoris y como dijo sus dedos tratan a mi intimidad con delicadeza, lo que provoca un suspiro de mi parte. Agarra otro preservativo, de la mesita de luz, y tira el que tiene puesto, para unirse a mí de una manera lenta. Por increíble que parezca, está siendo delicado. Refriega su cuerpo contra el mío, mientras gimo debajo de él. Sus manos se entrelazan con las mías para tomar el control. No puedo agarrarme de las sabanas, porque bloquea mi movimiento. Más se excita, más arremete contra mí. Sus embestidas van a un ritmo despacio, pero se toma su tiempo como para quedarse dentro y salir. Con cada choque, empuja con mucha más profundidad. Abro más mis piernas que se tensan con cada arremetida, mis pies ya no saben cómo posicionarse. Es una sensación gratificante, me lleva de alguna manera al paraíso. Veo las estrellas cuando llega el primer orgasmo. Me gusta y sé que pedí que sea amable, pero de alguna manera extraño el sexo que tuvimos ayer. Soy tan masoquista, incluso a pesar que mi cuerpo todavía se encuentra adolorido.
―Más... más rápido.
Sonríe y apoya sus labios en mi oreja.
―¿No pediste que fuera gentil? ―Siento sus dientes en mi lóbulo.
―Sí... ―Respiro en profundidad cerrando los ojos, notando el movimiento de su cuerpo que empuja despacio contra el mío.
Es un vaivén muy hechizante, me gusta, pero mi yo masoquista, prefiere la adrenalina corriendo en todo mi ser.
―Mm ¿Te arrepentiste?
―No... ―Suspiro y vuelvo abrir los ojos, observo directo a los suyos ―es solo que... no debería pedirlo, uf...
Se muerde el labio inferior.
―Quieres, pero no debes ―Me toma del cuello y continua con su movimiento, inclinándose sobre mí, mientras me monta ―. Se puede solucionar.
―¡Oh! ―gimoteo mientras mi espalda se enarca.
Sus embestidas comienzas a ser más rápidas, siento el picor del agarre de su mano en la piel de mi cuello. La mano que tengo suelta, se agarra de su hombro, entonces por acto reflejo, muevo mis caderas hacia él.
―Chinita, eres una pervertida. Muy bien, solo tenías que ceder.
Lo hizo a propósito, pero no me importa, lo dejé decidir a él. Estos actos inconscientes son estúpidos, pero no puedo detenerme, lo disfruto, es como adictivo. Ya dormiré una eternidad cuando sea necesario.
Mi celular suena y observo hacia un costado mientras Clow me sigue penetrando. La cama se mueve y rechina, las sabanas están empapadas. Todo a nuestro alrededor genera el ambiente, menos el sonido de mi teléfono en la mesita de luz. Clow chuponea mi cuello y gimoteo.
―Olvídate de tu informante, ahora estás a mi merced ―Me alza la pierna ―. Grita, quiero escucharte ―ordena y lo observo, lo que lo hace sonreír.
―¿Y sí es importante?
Siento un déjà vu. Aunque claramente con la persona que estoy teniendo sexo no es mi prometido y él no se detiene como Manuel. Siento la arremetida y mi espalda se enarca.
―Grita ―vuelve a ordenar y me tira del cabello.
―¡Ah!
―Llámeme.
―¡Clow! ―Lo obedezco con cada embestida y él se enloquece con mi obediencia, le encanta, la disfruta, se deleita.
Se nota que le gusta tener el control. Lo demuestra con lo que dice y hace con su cuerpo. De hecho le encanta tanto, que termina por correrse. Hace tanto calor aquí. Respiro agitada y separa su miembro de mí, entonces aprovecho, me inclino para levantarme, queriendo agarrar el teléfono, pero me detiene.
―Te dije que ahora estás a mi merced ―Me mira fijamente y serio mientras me encuentro sentada y abierta de piernas ante él. Mis mejillas arden a pesar de que ha sido autoritario, simplemente en la cama me excita mucho eso, no puedo controlarlo.
Me siento como una niña pequeña que debe obedecer y me gusta ser la que no toma las decisiones. Aunque estoy a un paso de salir de la cama y volver a ser la chica estricta y profesional, me quedo esperando indicaciones.
―¿Y qué quieres que haga? ―Me muerdo el labio inferior y sonríe.
―Chinita, no comprendo tus actitudes, pero tampoco las cuestiono ―El celular vuelve a sonar y lo miro, lo que provoca que él se enoje otra vez, entonces me agarra la cara para que lo observe ―. Vas a apagar ese teléfono y vas a volver aquí, ¿entendido? ―ordena.
―Sí ―digo de manera tímida mientras mis mejillas vuelven a sonrojarse.
Él me mira extrañado ante mi actitud tan obediente, pero no dice nada y espera a que regrese de apagar el celular. Observa mis movimientos, esperando una negativa a su orden, pero cuando apago el teléfono se da cuenta que no es así.
―Chinita, ¿eres una de esas chicas raras que le gusta el sadomasoquismo y esas cosas? ―Me pregunta y me giro a verlo ―Sino no encuentro lógica a tu comportamiento ―opina.
―¡Claro que no! ―miento al haber probado con Manuel.
Sonríe y hace una seña con su dedo para que me le acerque, entonces es lo que hago, subiéndome a la cama.
―Que bien ―opina ―. No me van esas cosas de palabra de seguridad, amos y todo el rollo que conlleva esa mierda.
―¿Te parece estúpido? ―pregunto cuando me agarra la cara y acerca su rostro al mío.
―No es lo mío ser cuidadoso ―dice y cierro los ojos, ya que apoya sus labios junto a los míos y me deleito con su roce. La suavidad y tranquilidad con la que me besa se acaba, cuando me empuja de repente a su entrepierna de una manera abrupta, así que chillo ―. No vas a caminar por días ―Se ríe.
El timbre suena y otra vez nos interrumpen. De nuevo esto se ha convertido en una escena reiterada que no es con Manuel, pero sí con Clow, pero como anteriormente ocurrió, él ignora la puerta y me folla otra vez. Solo nos detenemos cuando él es que se cansa, y de nuevo, no me molesta en absoluto.
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