9: Vernos

Eiden

No me he recuperado del todo, pero no puedo perder más tiempo. Llego a Infierno, un edificio completamente rojo, camuflado como un hotel. Lo observo un poco y ya me molesta. Entro sin previo aviso, encaro a un guardia, empujándolo contra la pared y apuntándolo con mi arma.

—¿Dónde está a la que Clow llama Gatita?

—No... no lo sé —exclama asustado.

—No estoy bromeando. —Le quito el seguro al arma—. Si quiero matarte, te mato y punto —amenazo.

Traga saliva.

—No está más, se la llevó —dice nervioso.

—¿Se la llevó? ¿A dónde? —Frunzo el ceño.

—Lo único que oí, es que se la llevaría a su casa, no sé nada más. No me mates, por favor.

Lo golpeo y cae al suelo.

—¡Maldita sea!

Salgo de allí molesto y me subo a la motocicleta, pero antes de ponerme el casco mi celular suena, así que me detengo.

—¿Hola? —Atiendo.

—Eiden. —Reconozco la voz, es Edgard desde la cárcel—. Neill se ha contactado conmigo, dice que quiere que hagas un nuevo trabajo.

Bufo.

—Qué insoportable.

—Si no lo haces, sabes que te delatará frente a la justicia.

—Sí, lo sé, pero no estoy de humor para trabajitos. ¿Qué sucia muestra hay que enviar a esos molestos traficantes ahora? —pregunto molesto.

—No tiene nada que ver con droga, parece que varios mafiosos, quieren despistar a la policía y están creando una trampa. Solo tienes que informar de la situación cuando terminen, es un trabajo de vigilancia —explica.

—Soy prófugo de la ley, si me descubren estoy perdido, no puedo —exclamo cortante.

—Hay mucha gente, no te descubrirán. Además, puede que te sirva, pues al parecer, Clow estará ahí —aclara y cambio enseguida de opinión.

—Dame la dirección —digo directo y apenas me la envía, me voy a toda velocidad hasta allí.

Cuando llego, estaciono la moto. Un enorme edificio, mucha gente entrando y saliendo. Debo ir detrás, la trampa según Edgard es en la puerta trasera, aquí delante está la distracción y atrás las pruebas falsas. Tengo que ir con cautela, la policía puede aparecer en cualquier momento. Bajo de la moto y rodeo la cuadra caminando, visualizo a varias personas allí. Es aquí, parece que le harán creer a los oficiales que hay pistas importantes ahí.

Mientras vigilo, miro como esconden droga en un lugar en específico. Plantan la droga como señuelo y culpan a un inocente, todo turbio. Cuando llegue la policía, todo será peor.

—¿Pero qué tenemos aquí? —Oigo una voz molesta detrás—. Estás vivo.

Frunzo el ceño y me giro.

—Clow.

—Tanto tiempo, hermanito. —Sonríe.

—¿Dónde está Merche? —continúo diciendo lo que me importa.

—Si te contara que se me escapó, ¿no me creerías, cierto? —Se ríe.

Lo voy a matar.

Presiono mi puño.

—Yo a ti no te creo nada.

—Deberías.

Mi paciencia se agota y lo aviento contra la pared.

—Te voy a matar, maldito.

—Yo que tú, bajaría esa adrenalina —se burla—. Te vas a estresar.

—Dime dónde está Merche y prometo que te daré una muerte rápida —amenazo.

Se ríe.

—Creo que el que va a morir eres tú. —Gira su vista al costado y yo hago lo mismo, un guardia me está apuntando—. Tic tac, se te acabó el tiempo, debiste haber sacado tu arma antes.

Mierda.

El empleado, quita el seguro a su pistola, atiende la señal de su jefe y tira del gatillo.

Hay sangre.

Pero no es la mía, lástima que tampoco la de Clow.

Al hombre le está sangrando la mano.

—¡Alto ahí, policía! —Lo visualizo, ese hombre no es cualquier oficial.

William Stefanoski acaba de salvarme la vida, está apuntando al guardia, pero Clow me empuja y aprovecha para escapar.

¡Maldita sea!

Miro por un segundo al rubio y viendo que no hace nada para detenerme, me apresuro a correr en la dirección para dónde huyó Clow. Entro al edificio y continúo en su busca. Sigo corriendo, sin embargo, me detengo en una puerta de cristal, visualizando a todos los invitados de adentro. Parece que están en una fiesta.

Oigo mi corazón correr, escucharse en cámara lenta, siento como si todo se hubiera detenido, siento como si estaría viviendo en un sueño. Aquellos hermosos ojos de color café, los cuales me hechizan, se giran hacia aquel vidrio que nos separa y se abren en grande. Pareciera como si se detuviera el tiempo al vernos. Nuestras miradas se cruzan y aún no lo puedo creer.

Es ella.

—Merche.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top