5: Infierno
Eiden
¿Qué acaba de ocurrir? Merche, ella... ¿Por qué? No tiene sentido.
—¿Qué haces? —le pregunto queriendo entender el porqué de su acción. Acaba de besarme, fue solo un momento, pero es inexplicable la razón y lo que acaba de hacer.
—Nada —responde solo aquello y de algún modo me molesta.
Ya estaba enfadado por no lograr convencerla de sacarla de aquí, pero esto, esto me supera. Robar un beso sin explicación no tiene sentido, menos en un lugar como este. Quizás se encuentre confundida y no debería enojarme, sin embargo, algo dentro de mí no soporta esa respuesta. Como si hubiera esperado otra contestación de su parte, una respuesta que no debería desear.
Antes de entrar más adentro en los lugares equívocos de mi cerebro, me detengo y solo tardo un segundo culminando para cruzar nuestras miradas e irme, en vez de ponerme a pensar, en lo que no debería. Sé perfectamente que ella no me dirá más que aquello, aunque es preferible que sea así.
Al cerrar la puerta, rozo mis labios con mis dedos, recordando el tacto. Es obvio que no le correspondería, pero intento dejar de pensar en ese momento y mi mente no quiere. Estoy por caer en una equivocación que podría traerme problemas, sin embargo, no puedo evitar admitir que esa mujer me hace sentir distinto, diferente. Me pone inquieto cada acción que hace y me descoloca en un segundo. Si sigo pensando de esta manera, voy a terminar mal.
Al salir de ese lugar espantoso, que solo me trae estrés y recuerdos que no quiero tener, continúo mi camino hasta el estacionamiento en el que deje mi motocicleta. Me dirijo hasta esta, pero termino ocultándome tras un automóvil.
Alguien acaba de disparar y no me queda otra que cubrirme.
—Hijo menor del Sr. R ¿Dónde estás? Sal de donde te encuentres. —Con una voz ronca, oigo como mi agresor camina despacio por la zona ¡Maldita sea! Mi arma está en la motocicleta, pero creo que él no lo sabe, por eso no ha hecho movimiento.
Mi vida sigue en peligro, incluso luego de que arrestaran a Edgard. Se demostró que él era culpable de los intentos de asesinato o al menos eso pensaba. No sé si es porque contrata gente desde la cárcel o porque en realidad nunca fue ese hermano. Jamás me cuadró todo ese rollo de que él estaba furioso porque yo rescataba a sus chicas. Edgard está loco, pero ser tan descuidado para terminar arrestado es extraño. No pienso decir detalles porque no me interesa, lo que sí, es que es todo muy confuso. Lamentablemente aún no se encontró al culpable que fue enviado para matarme y en consecuencia terminó con la vida de Jonathan. Solo espero vivir para descubrirlo.
—¿No vas a responder? —vuelve a hablar el molesto asesino a sueldo y yo no voy a contestar obviamente.
Está esperando que dé un paso en falso, pero no soy idiota, esa equivocación es de novatos y yo no soy uno. Siguen subestimándome, como siempre.
Es hora de actuar.
Me agacho y visualizo sus pies, no está tan lejos. Hacer tiempo es lo mejor que se puede utilizar en estos casos puntuales, solo tengo una oportunidad.
Me muevo sigilosamente, sin que él se percate de mi acción, rodeo el auto y lo consigo, estoy a su espalda. Es ahora o nunca. Lo agarro por detrás y le quito el arma, tirándola lejos. El hombre aprovecha para golpearme en la cara, me levanto rápido del suelo antes de que vaya por su revolver otra vez y ahora soy yo quién le pega para detenerlo. Pateo el arma y esta cae en una rejilla, lo cual me beneficia, pero también me perjudica, ya que el asesino toma la oportunidad para darme un puñetazo de nuevo, sin darme tiempo de reaccionar. Este golpe termina siendo peor al ser en mi nariz, veo caer la sangre de esta, mientras observo como para mi mala suerte, el hombre consigue otra arma. No sé de donde la sacó, pero me está apuntando directo a la cara. Ahora sí que es mi fin.
Mi vista está borrosa por la pérdida de sangre. Fue demasiado fuerte ese golpe para ser normal, pero me percato que con la mano con la que me hizo la herida, tenía una manopla, pequeña y oculta ¡¿Cómo iba a saberlo?! ¡Maldita sea!
—¿Unas últimas palabras? —Sonríe.
—¿Quién te envía? —Al menos necesito saberlo antes de morir.
—Pues...
No termina de hablar que veo como se le vuela la capa de los sesos de un disparo, directo en su frente. Me levanto y me giro a ver quién acaba de matar a mi agresor.
—Siempre causando problemas —exclama Hermes con su típica cara de póker. Frío y sin ningún remordimiento de haberlo asesinado. Veo como saca su celular del bolsillo y marca un número—. Necesito que hagas una limpieza —ordena y corta. Dando aquellas indicaciones, que significan "deshacerse del cuerpo". Se me acerca y dice dominante—. Acompáñame —Señala su auto y sin decir nada, lo sigo.
Como es de esperarse, ninguno dice nada en el camino. Hermes no es de hablar y yo prefiero ni contestarle. Llegamos a su casa, me pregunto: ¿Para qué? Entro sin quejarme, aunque obviamente no me siento cómodo allí. Hace mucho que no paso por aquí, pero pensar que todo este lujo es hecho con dinero turbio, me enerva. Lo peor, logran engañar a las personas diciendo que tienen otro tipo de negocios. Una fachada falsa que es creída por ingenuos e ignorantes, pero también corruptos que aceptan el dinero y guardan el maldito secreto.
—¿Café o té? —pregunta mi hermano mayor y le hago una señal de que no quiero nada. La verdad, solo deseo irme lo más pronto posible, así que espero que termine de una vez y ya. No necesito distracciones como esas.
Él asiente y le indica a la mucama lo que él desea, para luego ir hasta la mesa. Hago lo mismo y me siento. Antes de comenzar a hablar, una chica de ojos celestes, más claros que los míos y cabello oscuro, sale de una habitación.
—Hermes. —Ella le sonríe—. Regresaste.
Una muchacha bastante alegre, pero tiene una pulsera negra en su muñeca derecha, eso indica que no es cualquier chica, es su "objeto". Hace mucho que no venía por aquí, así que jamás la había visto. Aunque a diferencia de todas las mujeres que entrega Hermes a sus clientes, ella no tiene la típica ropa del maldito prostíbulo. Está vestida con un vestido amarillo que le llega a las rodillas, el cual le da un efecto inocente y nada provocador. Debe tener entre veinte y veinticinco años, no más. Lo raro es, ¿por qué me suena de algo? Como si tuviera rasgos parecidos a alguien.
—Sí —responde seco como siempre, aunque a ella no parece afectarle su actitud. Es más, muerde su labio inferior de una forma lasciva y Hermes sin expresión alguna la ignora—. Estoy ocupado ahora, retírate.
Ella frunce el ceño e infla sus cachetes como una niña.
—Malo. —Se va enojada al no obtener atención. Raro, pero cierto.
—Eiden. —Me mira a mí ahora y me tensa oír su voz dominante, aunque no me acobardo.
—¿Qué? —respondo serio.
—Debes decirle a padre lo que sucede, no puedo cubrirte todo el rato.
—¿Cubrirme? ¿Qué quieres decir? —Lo miro confundido.
—Sé perfectamente que hace dos años que están intentando matarte, no puedes negarlo.
—Si es por eso, no necesito tu ayuda y menos la de él. —Frunzo el ceño.
Esto es irritante.
—Eiden, no te lo estoy pidiendo, te lo estoy ordenando. La familia ya tiene suficiente con el arresto de Edgard, como para sumar también tu muerte y tener que desvelar más cosas a la justicia. No estoy para perder más dinero.
—Así que es el dinero lo que te importa, ya lo sabía, pero no estoy dispuesto a ceder. —Niego con la cabeza. Una cosa es obedecerlo y otra muy distinta es pedirle ayuda a mi padre, el hombre que más odio en toda la tierra.
—No me importa tu opinión, vas a hacer lo que te digo.
—¿O qué? ¿Vas a matarme? ¿No es lo que querías evitar? —Me levanto del asiento—. Me voy.
Me observa aún con su cara de póker y repite.
—Vas a hacer lo que te digo o quien te matará personalmente seré yo.
Dejo de mirarlo, entonces me voy rápido sin responderle. Esto me ha puesto de los nervios, estoy entre la espada y la pared.
~~~
Cuando no estoy salvando mi pellejo o en ese sitio horrible, me encuentro en la universidad. Estoy por terminar una carrera que dejé de lado hace tiempo. El estrés y los asuntos familiares siempre me alejan de mis estudios. El maldito día anterior me tuve que enfrentar a Hermes y hoy no estoy para estas cosas. Al terminar, regreso al maldito lugar del infierno y me encuentro con Merche.
—Aquí tienes. —Le entrego un plato de comida.
—¿Qué te pasó? —Me mira con una expresión que no logro entender, al ver las heridas de mi rostro.
—Nada importante. —Pongo el plato en la mesita de luz, ya que no lo agarra y ahora que la observo, me doy cuenta de algo—. Tú... por casualidad, ¿tienes una hermana?
Creo que acabo de acertar, porque el rostro de ella se vuelve pálido. No puede ser, esa chica, ¿es su hermana?
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