4: Sicario

Eiden

Entro al casino, por una nueva pista sobre Infierno. Camino a la mesa de póker y me siento con el grupo que puede que hayan estado allí.

"Clientes".

También hay una red que se encarga de este lugar, pero no sé quién será el Señor Letra de aquí. Lo único que me interesa es tener la información.

—¿Cuánto apuestas, joven? —Sonríe el que parece el líder del grupo.

—Todo —digo sin expresión en mi rostro y apoyo la bolsa con el dinero sobre la mesa.

Dinero sucio, sucio de mi "trabajo" con las drogas.

Termino el juego y gano la partida. Sonrío y ellos parecen molestos. Esto ha sido bastante fácil. Voy a devolverles la alegría.

—No quiero el dinero, necesito información.

Lo hablan entre todos y el líder asiente.

—¿Y qué clase de información deseas? —Se lo piensa.

Es cauteloso con lo que sea al parecer.

—Necesito la dirección de Infierno —digo directo y en tono bajo, por las dudas.

—Así que el exclusivo Infierno —repite y continúa analizando la situación, parece que no le conviene hablar—. Te lo diría, pero no lo sé —miente, estoy seguro—. Sin embargo, hay alguien que quizás si te lo diga.

—¿Quién? —pregunto rápido.

—La dueña de este casino. —Sonríe.

—¿Dónde la encuentro?

—Su oficina está arriba.

Me levanto rápido, tomo mi dinero, no el de ellos y me voy directo al primer piso. Veo como me miran fijo, mientras me voy con la plata. Sigue siendo mía, yo gané y ellos no me dieron información suficiente.

Que se pierdan.

Al llegar, toco dos golpes en la puerta y una voz femenina, me da el paso a la entrada.

Esa voz.

—Stella. —Frunzo el ceño.

—¿Pero qué tenemos aquí? —Sonríe—. El prófugo y el hermano del asesino de mi padre —exclama con odio.

Tengo mala suerte.

—Parece que tú no me darás la información que necesito. —Me giro y pongo la mano sobre la manija para irme.

Ella posa la suya sobre la mía y me detiene.

—Aún no me he olvidado de nuestro encuentro en la clínica —susurra.

Ruedo los ojos.

—Dirás tu intento fallido de violarme —digo sin pudor y ella suelta mi mano.

—Ay, qué agresivo —exclama molesta.

Me giro a verla.

—No soy el mismo —pronuncio seriamente—. Y además, no me caes bien.

—¿Quieres la información, sí o no?

—Como ya dije, tú no me darás la información —repito.

Sonríe.

—Pero si no me dices lo que quiero saber, ¿cómo voy a ayudarte?

—Infierno, ¿sabes dónde está?

—Te lo diría, pero no obtengo nada a cambio.

—No voy a tener sexo contigo —le aclaro.

Ella se ríe.

—Sabía que dirías eso. Qué lástima, hubiera estado divertido. Bueno, puedes decirme dónde encontrar a Hermes. El Señor H está desaparecido, su hermanito tiene que saber dónde está.

—No lo sé, y te doy un consejo, retráctate de esa venganza absurda. No puedes contra él.

—¿Seguro? —Hace una sonrisa maliciosa—. El Señor S me ofreció su ayuda —nombra al jefe de los Señores Letra y frunzo el ceño—. ¿Qué? ¿No me crees? No hay nadie que pueda contra el Supremo Señor Letra.

—¿Lo conoces?

—Nadie lo conoce, cariño, pero he logrado comunicarme con él y está interesado en mi propuesta. No sé por qué, pero me favorece —se burla, luego camina hasta su escritorio—. Si no tienes nada más que decir, ya vete.

—Dime, ¿dónde está Infierno? —insisto.

Ella hace una sonrisa de lado.

—Ups. —Presiona un botón oculto bajo la mesa y la habitación se llena de humo.

¡Maldita sea!

Oigo como escapa.

—¡Stella, regresa aquí! ¡Maldita tramposa! —grito furioso, buscándola, y no la encuentro, lo que sí, es a los hombres del póker.

Quieren su dinero.

Preparo mi arma y comienza un tiroteo.

Mato a uno, golpeo al otro, corro fuera, me escondo tras de un auto y sigo disparando. Vuelvo a correr y salto sobre mi moto, pero antes de arrancar disparo de nuevo.

¡Qué insistentes, maldición!

Me siguen.

Para mi mala suerte, quien también se agrega a la persecución es la policía, hoy no es mi día. Doy un gran giro y esquivo a los hombres del póker, que iban en autos, pero la patrulla continúa siguiéndome.

"Atención, tengo al prófugo en la mira", se oye del alta voz.

Muy pero muy mala suerte, hasta me reconocieron. ¡Cierto! Olvidé el casco por el apuro de que no me disparen.

Continúo con la motocicleta intentando perder a la patrulla, pero otra y una moto más se suman al seguimiento.

Esto es malo. Miro el combustible de mi vehículo y no es mucho. Voy a tener que esquivarlos de otra manera. Me dirijo a la autopista, pierdo a las patrullas de autos, pero no a la moto. Sin embargo, otra motocicleta que no es de la policía se suma y lo reconozco.

Marco. Un sicario.

Ya me imagino quién me lo envía.

Clow.

Si lo atrapo, quizás... No tengo tiempo de eso, esquivo su disparo, sin embargo, la motocicleta se resbala en la acera de la autopista y pierdo el control. Tropiezo, caigo al suelo, lastimándome el brazo.

Marco baja de su moto sonriendo y me apunta mientras yo me levanto del piso. Estoy perdido. Miro abajo el rio. ¿Y si me lanzo? No queda otra, ¿no?

—Baja el arma. —Reconozco la voz por la televisión.

El sicario observa al policía que baja de su vehículo de dos ruedas también, pero no obedece su orden como le indica, sigue apuntándome y William lo apunta a él.

—Yo siempre termino mis trabajos. —Sonríe Marco y me dispara.

—¡No! —grita el rubio y corre hasta mí, mientras el hombre escapa. Yo comienzo a marearme y me tropiezo. William ataja mi mano para que no caiga al rio—. ¡No te sueltes! —Hace fuerza para que no termine allí abajo.

Hay mucha sangre y mi mente se comienza a nublar.

—Encuentra... a Merche. —Mi mano termina por zafarse, no tengo más fuerza y siento el choque fuerte del agua contra mi espalda.

—¡Eiden Rockefelle! —Es lo último que oigo.

No puedo respirar, mis ojos se cierran, estoy perdiendo el conocimiento.

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