31: Juicio
Eiden
Camino por el patio de la cárcel. Como siempre Edgard se encuentra contra esa pared, no me habla, no le hablo, no creo que tengamos mucho que platicar. Aunque la verdad es, que desde que entre de nuevo aquí, no lo he visto conversar con nadie. Se queda sentado allí, quieto en sus pensamientos.
Lo único que sigo sin entender, es por qué regresé aquí. Se supone que me escapé de esta misma cárcel, pero me volvieron a traer acá. Debe haber algún acuerdo con la mafia de la droga, con algún que otro policía corrupto, como cuando escapé.
Aunque realmente no ha pasado nada de eso ahora, ni Edgard me ha venido a decir algo parecido como la otra vez.
Si me sigo quedando quieto, no voy a averiguar nada. Además, mejor tener todo claro, antes de que llegue mi juicio. Me acerco al rubio y este levanta la vista, pero no pronuncia palabra.
—Edgard. ¿Te has comunicado con Neill?
—No. —Vuelve su vista al frente.
—Sé que tú y yo no tenemos mucho de que conversar, pero si realmente hay algo, dímelo.
—No, no hay nada —exclama cortante.
—Edgard...
—No me hables, Eiden, déjame con mi soledad. —Frunce el ceño al interrumpirme cortante, entonces camino y me siento al lado, me mira—. ¿Qué?
—Lo siento —me disculpo y se sorprende, lo veo en su expresión—. Quizás si no te hubieran encerrado, Ethan estaría vivo. La verdad, no lo conocí, ni tampoco creo conocerte realmente bien, pero en serio, lo siento. Demián debió haber terminado en la cárcel, no tú.
Suspira.
—Ya no importa, Demián también está muerto. —Vuelve a observar al frente—. Pareciera que todos los hermanos Rockefelle van muriendo uno por uno —exclama con la mirada perdida—. Quizás yo también muera... —Sus ojos se humedecen—. Y me vaya con Ethan.
—No... no digas eso —pronuncio nervioso, no sé qué decirle. ¿Cómo llegué a esta situación?—. Deberías pensar en positivo.
—Lo pienso. —Asiente—. Pronto me darán mi libertad condicional, por buena conducta y falta de pruebas, aunque no importa, no tengo ganas de salir a ninguna parte.
—¿Qué? ¿Cuándo? —Me sorprendo.
—En unos días. —Baja la vista—. Tiraré las cenizas de Ethan y... no sé qué haré después.
—Ya veo.
Me mantengo en silencio, entonces de repente, él vuelve a hablar.
—Neill no me ha dejado ningún recado para ti, pero si terminaste en esta misma cárcel, es porque él vendrá a verte. Eso seguro, aunque no tengo idea cuál sea la razón —me explica lo poco que sabe.
Sonrío.
—Gracias.
No responde, continúa perdido en sus pensamientos. Aunque efectivamente, como dijo Edgard, a los pocos días Neill me viene a visitar. La situación se pune más corrupta, cuando el encuentro es en una celda aislada y no en la sala de visitas con todos los demás presos.
Es la primera vez que lo veo, un castaño de pelo largo y de cuerpo grandote, fumando un habano. Me siento delante de este, con una mesa entre medio y sonríe contento. No pude evitar no encontrarme con él, el guardia me envió aquí sin dejarme poner objeción.
—¿Qué quiere el jefe de la droga conmigo como para venir personalmente? Encima, que yo sepa, estoy en la cárcel, no le sirvo —le aclaro, estando molesto.
Sonríe y exhala el humo.
—Tienes razón, aunque S no piensa lo mismo.
Levanto una ceja.
—¿Conoces a S?
Su semblante alegre se borra.
—No y no me fío de él, pero ya que se contactó conmigo, tomo la oportunidad de entrar al negocio.
—¿Y yo qué tengo que ver con eso? —Frunzo el ceño.
Levanta unos papeles y continúa fumando mientras lo hace. Los apoya en la mesa, entonces vuelve a sonreír.
—Solo tienes que firmarme esto.
—¿Qué es eso? No voy a firmar nada. —Ni lo agarro cuando intenta mostrármelo.
—Me llegó a mi correo con una nota de S, lo he leído como tres veces, pero no logro descifrar realmente toda la información, lo único que me interesó es que me beneficia. —Se ríe—. Y como yo no soy el que tiene que firmar, ni me preocupo. Aunque la amenaza va por mi cuenta. —Apoya un arma sobre la mesa—. La nota solo decía "Eiden me debe algo, así que tiene que firmar", y la verdad, no creo que con solo esa aclaración vayas a firmar. —Me apunta con su pistola y trago saliva.
Aún no puedo morir.
"Los hermanos Rockefelle van muriendo uno por uno", recuerdo las palabras de Edgard.
¿Y ahora qué?
—Necesito saber qué estoy firmando.
—Eso no importa, solo firma. —Me alcanza una lapicera—. Sigues en la cárcel, ¿cuál es el problema de firmar un estúpido papel?
Tiene razón, pero...
Miro el revólver, luego la lapicera, para después observar el papel. No me queda de otra.
Firmo.
El grandote termina el habano y se lleva los papeles. No sé por qué, pero siento que esto va a repercutir en el juicio y espero solamente que me esté equivocando.
~~~
El tiempo pasa volando y es el momento de ver al juez. Me llevan hasta el juzgado y me siento a escuchar mi veredicto. La verdad, la situación parece extraña y hay poca gente, mucha desconocida, ni siquiera he visto a Merche y me gustaría saber cómo está mi hija también. Luego de todos los procesos, me preparo para oír el último y el más importante.
El de mi estado de libertad.
—Eiden Rockefelle —me nombra y me levanto—. Debido a que hay una prueba contundente contra su persona, pero la situación no ha sido del tanto aclarada y debido a la intervención interna dentro del jurado, le concedo la libertad condicional dentro de 48 horas para que todo el régimen se establezca.
¿Intervención interna? ¿Quiere decir qué alguien intervino para con el jurado no presente? ¿Tiene que ver esto con esos papeles? ¿Por qué S me querría libre? Estoy confundido, pero no importa, ¡soy libre, no lo puedo creer!
Camino por los pasillos con dos guardias detrás y nos detenemos al visualizar a Hermes.
—No sé qué hiciste, pero me facilitaste las cosas —dice, apenas se acerca.
—¿Te facilité? —exclamo confundido—. ¿Ibas a ayudarme?
—Algo así. Aunque sigo sin entender, ¿cómo lo hiciste?
Yo tampoco entiendo nada.
Continúo mi paso cuando él sigue su camino y de repente nos volvemos a parar. Me giro para ver qué sucede y miro que solo hay uno de los guardias.
—¿Qué ocurre?
Este sonríe y me entrega una tarjeta, entonces la leo:
"Ha pasado tiempo desde la última vez que te escribí, pero quiero felicitarte por tu libertad. Deberías agradecerme, soy tu jurado interno. Por cierto, gracias por firmar. Bienvenido a mi equipo, Señor E.
Atentamente, S".
¿Qué? ¡¿Cómo que Señor E?! ¿Qué es lo que firmé? ¿Qué es eso de equipo? Obviamente, me he convertido en un peón de S, pero, ¿por qué?
No importa cómo se vea, si esto continúa, seré consumido totalmente por la oscuridad.
Continuará...
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