24: Ángel
Merche
Engañé al guardia.
Corro con toda la energía que me queda. No puedo estar más aquí, no quiero estar más aquí. Cuando creo que lo perdí de vista, me detengo, respiro agitada. No debería huir con lo débil que estoy, pero no aguanto más. Camino despacio, sintiendo mi presión baja. Debo ocultarme antes de que me encuentren.
Percibo el sonido del agua y me dirijo a donde lo oigo. Llego a un pequeño arroyo, tiene una cascada en la cual se forma un arcoíris por los rayos del sol.
—Qué bonito —exclamo, sintiéndome más calmada.
Me acerco y busco un lugar donde ocultarme. Visualizo una enorme planta, entonces camino hasta detrás de esta. Para mi suerte, está a la orilla del agua y la verdad, me relaja. Así que prefiero sentarme allí.
Me mantengo escondida y quieta, tocándome el vientre.
¿Cómo voy a escapar? ¿Qué pasa si Clow me encuentra? No quiero. Parezco una niña asustada, esa no soy yo. Tomo un poco del agua para tranquilizarme.
"Bésame".
"No, no quiero... déjame".
Comienzo a mojarme la cara. Delante de Eiden, ¿por qué delante de Eiden me tenía que besar? No es suficiente tortura que use mi cuerpo, tiene que restregárselo en la cara al hombre que amo. Empapo mi rostro y me refriego los labios con fuerza, sintiendo la frustración. Lo oigo, no me había percatado, pero estoy llorando.
No. Esto no está bien. Estoy regresando a ser mi antiguo yo. Una niña frustrada que solo necesita compasión. ¿Dónde está mi muro? El muro que creé para no sentirme así.
Todo es oscuro, no es justo, yo solo...
Siento una mano tomar mi brazo y me asusto. Me levanto sin poder hacer nada, pero todo el sufrimiento desaparece cuando me encuentro con esos ojos azules.
Sonríe.
—Te encontré.
Mi corazón se acelera, no lo puedo creer.
—¿Estoy soñando? —pregunto aún sin reaccionar.
—No, soy yo, mi amor. —Me abraza y me sobresalto.
—Eiden. —Siento mis lágrimas seguir cayendo y me aferro con fuerza a su espalda—. Eiden... —solo digo su nombre y continuo sollozando—. Eiden.
—Tranquila, te sacaré de aquí. —Acaricia mi cabello, me mira un momento y me besa con delicadeza—. Quiero decir... —Toca mi vientre—. A ambos. —Vuelve a besarme, pero esta vez con más intensidad, se separa de mí y agarra mi mano—. Vámonos.
Camino detrás de él, despacio.
—Es... es ambas —le corrijo, sonrojándome.
—¿Eh? —Se detiene y me mira.
—Es niña. —Sonrío.
—Ya veo. —Sonríe también.
Tengo que aclararlo por las dudas.
—Es tuya —digo de repente de manera rápida.
—Lo sé, me lo dijo William. —Me acaricia la mejilla—. De igual manera, eso no me hubiera impedido ir a buscarte. —Se me acerca y me agarra de la cintura—. Pero me encanta la idea de que seamos padres. —Se agacha y besa mi vientre—. Hola, pequeña, soy tu papá.
Mi corazón vuelve a acelerarse.
—Eres mi ángel.
Se levanta y me mira directo a los ojos, sostiene mi cara.
—Ya extrañaba que me llamaras así. —Me besa nuevamente—. Vámonos, apresurémonos, no es seguro aquí —aclara y comenzamos a caminar, pero esta vez más rápido.
Llegamos hasta la dirección de la pequeña casa y el guardia ya no está ahí. Vamos por el sendero y llegamos a la reja. Por suerte, no hay señales de Clow, pero tampoco tenemos una salida. Saltar la medianera no es una opción, sería peligroso para Danaya, ¿no? Entonces podría... O podemos hacer lo que decide Eiden, levanta su arma y le dispara a la cerradura.
Corremos lejos de allí, escapamos, huimos. No lo puedo creer, estoy alejándome de las garras de ese lunático. Una vez que llegamos al pueblo, vamos más lento, pero aun así, estamos alertas. Hay que ir con cautela, por cualquier cosa que pueda ocurrir.
Sigo sin creerlo y el viento mueve nuestros cabellos cuando llegamos al muelle. Entonces me percato, es ahí a donde me detengo.
—Ay, no —digo nerviosa.
—¿Qué ocurre? —Me mira.
—Los barcos... para salir de aquí tengo que subir a un barco, ¿cierto? —Mis traumas regresan, todo no podía ser tan bonito.
Piensa lo que digo.
—Me dijiste una vez que tus padres murieron en uno, ¿verdad? O sea que...
—Las embarcaciones no son mi fortaleza —lo interrumpo, aclarándole.
Me agarra ambas manos.
—Todo está bien, este es el último paso. —me observa, comprensivo—. Solo un poco más. Haré todo lo posible para que te sientas cómoda y lleguemos rápido a tierra firme, ¿de acuerdo?
Suspiro y sonrío.
—Tienes razón. Además, yo iría contigo a cualquier parte.
Se acerca a mi rostro y me besa. Nuestras bocas se conectan y el sentimiento es mutuo. Me siento bien, perfecta con él, no quiero separarme de Eiden nunca. No me importa nada más en este mismo momento.
—Hey, tortolo. ¡Dijiste que me ibas a avisar! —Oigo una voz ronca que nos acaba de interrumpir y giro la vista. Un morocho grandote está en frente de nosotros.
—Russel —dice Eiden—. Lo siento. —Luego me mira—. Merche, él es Russel. —Lo señala—. Quien nos llevará devuelta a la ciudad.
—Un gusto —lo saludo y él me hace una mueca de molestia.
Ignoro su gesto y caminamos todos a la embarcación. Eiden me ayuda a subir, mientras Russel prepara las cosas para arrancar. Mi ángel me lleva a la parte de adentro del barco, donde hay una pequeña habitación. Nos sentamos en la litera y me acaricia el cabello.
—¿Te encuentras bien? Aquí no se ve tanto hacia afuera. Está esa ventana... —La señala—. Pero la cubriré.
Niego con la cabeza, sin embargo, sonrío.
—Es complicado, aun así, lo soportaré.
—¿Hay algo que pueda hacer para que te sientas mejor? —pregunta preocupado.
¡Uf! Tantas cosas.
—Estoy bien. —Suspiro—. No me cuides tanto. —Cambio de tema—: ¿Qué le pasa a Russel? —pregunto curiosa.
—¿Con qué? —dice confuso.
—Se nota que es un delincuente, pero también que no le caigo bien y no creo que sepa que soy policía como para odiarme.
Eiden se ríe.
—El problema no es contigo, no le caen bien las mujeres.
—¿Mm? ¿Por qué?
—No lo sé, pero de algo estoy seguro. —Se pone a contar con los dedos—. Me ha mirado el trasero unas treinta veces. —Se lo piensa—. Quizás sí está enojado contigo. —Se ríe.
—Ah, ya caí. —Me percato—. Hasta los hombres gustan de ti, eres demasiado guapo.
—Pero yo soy todo tuyo. —Se acerca a mis labios y mi corazón se acelera. Nos besamos fervientemente, entonces cuando parece que el momento se vuelve acalorado, se detiene—. Deberíamos esperar. —Se aparta.
—¿Qué? ¿Esperar qué? —digo sonrojada y tomo su mano antes de que se vaya—. No quiero esperar.
—Entiendo cómo te sientes, pero también pienso en tu salud y en la de nuestra hija. Estás débil y tiene que verte un médico. —Me suelta—. Necesitas descansar. —Camina hasta la ventana y la cubre con una manta—. Listo, esto es perfecto. —Sonríe, se me acerca nuevamente, toca mi cabello y lo acaricia con suavidad, lo besa—. Cuando lleguemos y este todo bien. —Se aproxima a mis labios—. Te haré el amor como nunca antes lo he hecho. —Me besa—. Y todas las cosas malas desaparecerán de tu mente. —Vuelve a unir nuestras bocas y las separa, levemente, para volver a hablar—. Te haré ver el cielo, como el ángel que dices que soy.
Mi corazón se acelera.
—Eres todo un poeta.
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