2: Inocente
Eiden
Hace 2 años...
La motocicleta anda en toda su potencia, sin embargo el automóvil negro se acerca a gran velocidad por el camino. Mientras el conductor maneja, el acompañante intenta dispararme, pero sin ningún resultado logra su cometido. Consigo evitar los balazos, no sé por qué me persiguen. Supongo que una cuenta pendiente de la familia y creyeron que yo era presa fácil.
Debo decir algo: se equivocaron.
Doy un giro y en una vuelta casi mortal, saco mi arma y le doy a la rueda delantera del auto. Logrando que este cambie su rumbo para no chocarse. Aunque se dio contra un poste, supongo que no murieron. Por suerte, ya que matar no es uno de mis deseos, pero en este mundo nunca se está a salvo de ese tipo de situaciones.
Sé disparar, porque mi padre me obligó a hacerlo, aunque solo desenfundo mi arma cuando es absolutamente necesario. Jamás apunto si no quieren matarme, solo la uso como autodefensa. Soy el blanco de varias personas por el solo hecho de ser "su hijo". No quiero hablar de él y no hablaré del hombre que más odio en esta tierra, ni daré razones para todo el rencor que tengo contra mi padre, solo diré que ser el único cuerdo en mi familia es frustrante. Él, como mis hermanos, todos ellos, están locos y no comparto en nada sus ideas retorcidas. Estoy atrapado por la sangre, ya es demasiado tarde para mi redención. Sin embargo, aunque nadie crea que no estoy y nunca estaré de su parte, yo siempre haré todo en su contra ¿Cómo? Salvando a esas pobres chicas de la red de prostitución, aquella mafia tan horrenda como verdadera.
Al llegar a la casa de mi amigo, bajo de la moto y me dirijo hacia dentro. Me doy cuenta que la puerta está abierta y camino sigilosamente.
Algo no va bien.
Demasiado silencio para la casa de Jonathan. Me pongo detrás de un mueble al escuchar un ruido. Un hombre desconocido sale por la ventana, me aseguro que no haya nadie más y salgo de mi escondite. Camino despacio y me encuentro con mi amigo tirado en el suelo, sangrando.
—Jonathan... —Me acerco y hablo bajo.
Miro la herida de bala en su pecho, no le queda mucho tiempo ¡Maldición!
—De... debes irte... —habla mientras escupe sangre—. Volverán... te buscaban a ti.
—¿Quién? ¿Quién quiere matarme?
—Tu... tu hermano.
—¿Mi hermano? ¿Cuál? —Tengo cuatro. Sí, lo sé, son muchos, y yo soy el menor. En realidad somos medio hermanos ¿Pero cuál es la diferencia? ¡Ah, sí! Ellos son psicópatas.
Mi amigo no responde y cierra los ojos, está en su recta final. No solo es mi amigo, también es mi compañero, es una de las personas que me ayuda en contra de lo que hace mi familia. Estarán muy contentos de saber que Jonathan terminó así ¡Malditos! Otro amigo que pierdo, otra persona en la lista que veo morir. Tapo su rostro y me levanto.
¿Cuál de mis hermanos quiere matarme?
¿Es acaso Hermes, el mayor? Quizás. Puede que haya descubierto que yo soy quien ha liberado a unas cuantas chicas y como es muy devoto a su trabajo me mando a matar, pero lo dudo. Él es demasiado inteligente como para haber errado, si me hubiera querido matar, ya lo hubiera hecho ¿Pero quién sabe? Hasta el más audaz puede fallar.
¿Habrán sido los gemelos? Hermanos de la misma madre que Hermes, pero ellos no son tan inteligentes. Edgard y Demián, no tienen tanto valor para desafiar a padre. Saben perfectamente que el malnacido me tiene aprecio.
Solo de pensarlo me molesta.
¿O quizás fue Clow? Supongo que sí. Después de todo me odia con todo su ser. Tenemos la misma edad, pero somos hijos de diferentes madres. Él de la mujer actual de nuestro padre y yo, mi madre, pues ella... obviaré esa parte y solo diré que está celoso. Además, no hace falta que repita por qué, soy como un trofeo para mi padre y no diré más. El sádico de Clow pudo ser, me decanto por él. Así que hoy me voy a su sección. Es el más probable.
Furioso, me dirijo allí con la motocicleta a toda velocidad. Jonathan no merecía esto, era un buen hombre.
Llego a aquel lugar donde usan a las mujeres, evito mirar cada parte y solo camino donde seguro está Clow, cogiéndose a alguna pobre chica en el cuarto vip. Creo que hoy es el día de suerte de esa mujer.
Abro la puerta abruptamente, una vez que el guardia me dice donde se encuentra. Obvio, donde me temía, en el vip.
—¡Clow! —lo nombro al entrar.
Como supuse, está sobre una morocha, utilizando objetos que no quiero ni nombrar. Sale de encima de ella al verme y se levanta para saludarme.
—¡Hermanito! ¿Vienes a jugar con nosotros? —Sonríe el imbécil.
Saco el arma y lo apunto.
—¿Tú me mandaste a matar?
—¿Yo? —Se señala jugando—. ¿Pero si estuve todo el día divirtiéndome con las chicas? ¿No es así, bombón? —La mira y ella llora mientras asiente atada en esa cama de horror.
—No te creo nada. —Pongo mi arma en su cabeza—. ¿Estás feliz? ¡Mataste a Jonathan!
—Oh. ¿Murió Jony? Qué triste. —Finge sentirse mal, burlándose, pero de esta no se salva. Quito el seguro del arma—. Qué malo, ni siquiera me dejas terminar, todavía no la metí. —Señala su maldito genital y me da ganas de dispararle allí abajo.
—Pues ahora no la vas a meter nunca más. —Cuando me dispongo a disparar una mano me detiene.
—No me ahuyentes a los clientes, Eiden.
Me giro. Hermes.
—¿Qué haces aquí?
—Trabajo —expresa en seco como siempre. Su personalidad fría da miedo. Cuando dice trabajo, quiere decir que se lleva el dinero, el maldito dinero sucio.
—De acuerdo —acepto rápido, no puedo meterme con Hermes sin un plan. Él no duda en matar, no tarda ni un segundo, ni aunque yo sea su hermano. Más si se meten con su dinero, que es lo que más le importa—. Pero con una condición. —Giro la vista a la morocha—. Déjenla ir por hoy. —Es lo único que puedo hacer por esa pobre chica.
—Bien, suéltala, Clow, úsala otro día. —Luego se gira a verme—. ¿Contento?
—Aquí, nunca.
—¡¿Qué?! ¡Espera! ¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! —se queja el perverso—. Estaba en la mejor parte. Además, no encuentro a mi gatita. —Bufa.
¿Su gatita? ¿De qué habla?
—Deja esa obsesión por esa chica y haz más cosas productivas, idiota. —Se gira Hermes y se va. Clow no se atreve a desafiarlo, también le tiene respeto, respeto a su vida. Con Hermes no se juega, es muy peligroso.
No me voy hasta que Clow libera a la muchacha y la manda a un cuarto a descansar. Luego lo ignoro y camino hasta los pasillos de la salida, pero escucho unos sollozos en un área restringida, que hacen que me detenga.
¡Cielos! Si alguien descubre que hay una chica allí, la mataran. Camino sigiloso para que nadie se dé cuenta y me acerco a verla. Con su cabeza entre sus rodillas, cubriendo su rostro y llorando. Una muchacha de mi edad, de un hermoso cabello castaño, oculta allí, en el suelo. Una punzada pasa por mi pecho al observarla más de cerca, su piel está cortada, pero su parte íntima está sangrando, ha manchado todo el suelo ¿Qué animal pudo hacerle eso? ¿Cómo pudieron tratarla de esa manera? ¿Nadie se da cuenta de que esto es tortura? Esta pobre inocente no puede regresar a esas habitaciones del horror.
Estoy decidido, la sacaré de aquí. No tengo la ayuda de Jonathan, descansa en paz mi amigo, pero puedo conseguir a alguien para que la libere.
—Hola... —Me agacho y veo como se estremece al escuchar mi voz. Seguro cree que voy a golpearla o algo peor, y no la culpo. No hay amabilidad en este horrible lugar—. Escucha... tranquila, yo te sacaré de aquí. —No oigo respuesta, es obvio, está asustada—. ¿Cómo te llamas?
Su boca se mueve, pero no me mira y en un susurro oigo un...
"Merche".
Debe ser su apodo, sin embargo debe estar tan asustada que ni se ha dado cuenta de lo que ha dicho.
—Bueno, Merche, no creo que me creas, pero voy a ayudarte. —Le sonrío, aunque sigue sin mirarme.
Me levanto y marco un número en mi celular.
—Necesito tú ayuda —le digo apenas me contestan—. Sí, te pagaré. De acuerdo, adiós.
Guardo el teléfono y vuelvo a mirarla.
—Ahora te sacaré de aquí —le informo y me quito la chaqueta, eso hace que se asuste más. No confía en mí, pero es obvio lo que ella piensa al verme hacer esa acción, aun así no es para lo que cree. Me acerco y veo como tiembla—. No te hare daño. —Cubro su rostro con mi chaqueta—. Ahora te voy a pedir que hagas silencio, ¿de acuerdo? —No veo respuesta, pero no creo que conteste, así que me dispongo a actuar—. Lo siento —me disculpo al levantarla entre mis brazos y oigo como llora. Obviamente no me cree—. No llores, te sacaré de aquí —vuelvo a repetir, aunque eso no la hace cambiar de opinión. Espero a que se calme y cuando veo que no hay más sonido por su parte, camino por el pasillo y paso por al lado de un guardia que me interrumpe el paso.
—¿Qué hace? —me pregunta.
—Está muerta —miento y salgo por el pasillo. Ella sigue sin moverse, sin embargo creo que acaba de darse cuenta que no le he mentido.
Al llegar afuera, visualizo el auto y la bajo. Merche casi ni se puede sostener en pie, pero debo decirle esto, desde aquí no puedo ayudarla más, sino me descubrirán y no planeo morir en manos de Hermes.
—Corre, no mires al conductor y cuando él te dé la señal, baja del auto y pide ayuda. —Le doy las instrucciones y la suelto. Veo como me hace caso, entonces comienza a correr.
Espero nunca volverte a ver, pequeña inocente.
Actualidad...
La tengo ante mis ojos, a la chica que salvé hace dos años ¿Pero cómo? ¿Es la misma? Su mirada irradia valor y odio. Es completamente diferente, ya no es inocente. Acaba de amenazar a un cliente, enfrentar a un guardia y ayudar a una chica en tan poco tiempo, pero es ella, es Merche ¿Por qué no me he olvidado de su nombre? Había sufrido tanto, y ahora está aquí de nuevo.
Yo... siento que debo decir algo.
—Lo siento, creí que te había salvado, pero parece que me equivoqué, has caído de nuevo en este lugar. —La abrazo—. Lo siento, Merche. —Ha sido un acto reflejo, pero le quito el cuchillo—. Esto es peligroso, te ayudaré a huir otra vez, no lo necesitas.
—No quiero huir, devuélvemelo —responde domínate, nada parecido a su antiguo yo.
¿No quiere? Es acaso... ¿Síndrome de Estocolmo?
—¿Tienes "un dueño"? —pregunto por el nuevo sistema de clasificación.
Si es Hermes, estoy perdido.
—No ¿Por qué? ¿Qué es eso? —Me mira interesada ¿Por qué? Hay algo que no sé.
—No importa, te sacaré de aquí.
—Te he dicho que no quiero.
¿Qué hago? No entiendo. Lo único que puedo hacer es... Meto mi mano en mi bolsillo con desconfianza, nunca he querido utilizar eso, pero hasta que la haga cambiar de opinión, es lo único que se me ocurre para mantenerla a salvo.
Agarro su mano.
—Lo siento —me disculpo y pongo mi pulsera celeste en su muñeca.
—¿Qué es esto? —Lo mira confusa.
Levanto su mano.
—Esto dice que eres mía. Nadie puede tocarte sin mi permiso, ahora soy "tu dueño". —Suena turbio y me molesta, no obstante si ella no quiere irse, es la única opción. Aunque nunca he usado estas pulseras, pensé que jamás lo haría ¿Qué chica no quiere irse de un lugar como este si se lo ofrecen?
Quizás la antigua inocente de Merche sí, pero parece que esta no, ya no es inocente ¿Cómo voy a protegerla?
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