1: Demonio
Respiro agitada, siento los nervios, tiro del gatillo, está muerto. ¡Maté a ese hombre! Soy una asesina. Una asesina como él. Sus ojos vacíos me observan en ese callejón, la oscuridad me llena de lágrimas, me estoy convirtiendo en lo que representa, un demonio.
El sueño se repite una y otra vez, la sangre en mis manos no se borra, la cara del muerto me atormenta, me persigue.
―¡No, déjame en paz! ―Despierto abruptamente y lloro desconsolada. Respiro con dificultad y mira para todos lados.
Esta no es mi casa.
Fui secuestrada junto con mi hermana, me llevaron a un lugar distinto, y él apareció, el demonio. Después, yo... acepté su mano y lo acompañé, luego no recuerdo nada más. Piensa, Malya, piensa. Había gritos, me asusté, estaba demasiado nerviosa, fue demasiada presión. Ahora entiendo, me desmayé, fue el shock, eso fue. Pero, ¿dónde se supone que estoy? No es ese prostíbulo, parece una casa, una casa bien lujosa. ¡Cielos! ¿Quién vive aquí es multimillonario o algo así, no? Me levanto de la cama y camino nerviosa. Cuando estoy a punto de tocar la perilla, la puerta se abre abruptamente y me aparto. Grito del susto.
―Despertaste. ―Me observa con esos ojos vacíos.
Está aquí, otra vez está él aquí, en frente de mí y mi corazón solo se acelera, aunque imponga miedo.
―S... sí ―respondo tímida.
―¿Por qué gritaste? ―dice sin ninguna expresión en su rostro.
―U... una pesadilla ―explico. Se hace un silencio incómodo al él quedarse callado y yo sin decir nada más. En realidad, incómodo para mí, yo soy la que se encuentra nerviosa mientras me observa sin expresar absolutamente nada. De repente regresa hacia la puerta y me sobresalto―. ¿A... ¿A dónde vas? ―me atrevo a preguntar.
―Cuando termines de estar nerviosa, ven al living que está en la planta baja, pero apúrate, no tengo paciencia y mi tiempo es oro ―ordena y cierra la puerta de un portazo.
Estoy sorprendida, ¿tan fácil soy de leer?, ¿mi rostro muestra demasiado o él es muy observador? Siento mis mejillas arder, siento que esto va a terminar mal.
"Mi tiempo es oro", recuerdo lo que dijo y... Debería apurarme. ¿Cómo hago para no estar nerviosa? Él me tienta a la oscuridad, no debo ceder maldita sea. ¡Me acaban de secuestrar, debería estar a la defensiva, parezco una entregada! Soy una virgen y soy facilona. ¿Qué clase de estupidez es esta? Es por eso que mis anteriores novios no quisieron continuar conmigo, porque soy estúpida y caprichosa y... ¡Basta! Estoy pensando demasiado.
Salgo de la habitación, más camino por esta casa, más lujo hay. Me siento una princesa en un cuento de hadas, o quizás, una ladrona de una peli. El caso es que esto es increíble, nunca pensaría que pisaría un piso de este calibre. Bajo las escaleras, entonces llego al living. Lo visualizo tomando el café bien cargado como le gusta, y de nuevo, mirando ese papel, en una pequeña mesa.
―Rápido ―exclama sin expresión al verme. No entiendo si quiso decir que me apure o que vine antes de lo esperado―. Siéntate ―ordena como si cada cosa que dijera, todos los obedecieran, ¡¿por qué?! Pues yo también lo hago, no puedo evitarlo, pero mi motivo no creo que sea por tenerle miedo.
―¿Qué... ¿Qué vas a decirme? ―Me sonrojo.
―Silencio, estoy leyendo. ―Continúa con su papel.
¡¿Primero me dice rápido y ahora me calla?! ¿Quién lo entiende al final?
―No... ¿No estabas apurado? Es que...
―Silencio ―vuelve a exigir y me callo. Luego regresa a levantar la cabeza y me observa con esos hermosos ojos azules, tan claros como los míos, pero para mí los de él son mejores―. Tu nombre ―reitera a decir en tono de orden.
―Ma... Malya, Malya Becker. ―No sé por qué se lo aclaro completo, pero mejor no escatimo detalles, por las dudas.
―Malya. ―Mi nombre en su boca suena tan bien, mis mejillas siguen ardiendo―. Me salvaste la vida. ―Me sorprendo―. Por lo tanto, tengo una deuda contigo.
―¿Eh? ¿De verdad? ―Me siento ansiosa.
¿Qué es esto?
―Esto es lo que haremos, escucha atentamente, te quedarás aquí.
―¡¿Qué?! ¿No vas a liberarme? Te salvé la vida. ―No sé por qué uso eso a mi favor―. ¿Y...? ¿Y por qué tengo que quedarme aquí? No entiendo.
―Mi reputación se vería arruinada si libero a una prostituta.
¡¿Me acaba de llamar prostituta?! Eso sí que no se lo perdono.
―No soy una prostituta. ―Frunzo el ceño.
―Obviamente no. ―Me vuelvo a ruborizar cuando se corrige―. Pero para ellos si lo eres, piensan que te lleve para que seas mi zorrita personal.
―Y... ¿Y no lo soy? ―Regreso a ponerme nerviosa.
―No estoy interesado en ello, a mí solo me importa mi dinero.
Saca de un bolsillo un cigarro y lo enciende. Chico malo. Me muerdo el labio inferior, creo que estoy siendo demasiado obvia. Debo concentrarme y no parecer tan idiota.
Tomo aire.
―Entonces... ¿Voy a quedarme aquí?, ¿en tu casa? ¿Es tu casa, no? ―La miro detenidamente.
―Sí. ―Fuma y responde corto de palabras, como parece que va a hacer siempre.
―¿No tengo elección? ―Bufo.
―Sí, puedes morir. ―Pone el arma sobre la mesa y me asusto.
―No, no, no ¡Me gusta tu casa, me encanta, me quedo aquí! ―exclamo alarmada y muevo las manos, nerviosa.
Él sigue con su expresión calmada.
―Reglas básicas. ―Ignora mis nervios y comienza a explicar algo que al principio no entiendo hasta que continúa―. No entres a mi despacho, ni a mi habitación y no toques nada que te parezca de valor.
―Pero todo parece de valor. ―Miro de lado a lado.
―Entonces no toques nada.
―B... bueno, pe... pero guarda eso. ―Señalo el revólver.
―No ―responde directo, sin dejarme opción―. Los guardias afuera también tienen, te aconsejo que no salgas o puede llegar a haber un malentendido y te matarán.
Trago saliva.
―Entiendo. Eh, mi... mi hermana fue secuestrada también y yo quisiera saber...
―Olvídala ―dice en seco.
―Pe... pero... te salvé la vida, ¿o no? ―Intento volver a usar eso a mi favor, aunque se nota que no se inmuta para nada.
―Exacto. ¿Me la salvo ella? ―pregunta como si estuviera jugando un juego de palabras.
―Eh... no.
―Ahí tienes tu respuesta, no vas a saber.
―¡Pero! ―grito y me levanto de la silla.
―Mi casa, mis reglas, siéntate. ―Vuelve a fumar otro poco, miro el revólver y me siento de nuevo.
Lo miro en silencio, suspiro y frunzo el ceño.
―Eres un demonio, maldito asesino. ―Mis insultos me duelen más a mí que a él, es como si mi corazón no quisiera decirlos, pero mi ética y moral me obligan a hacerlo.
―Tu enojo no me afecta. ―Se levanta de su asiento y tira el cigarro a un tacho, que extrañamente también parece lujoso―. Ya me voy.
―¿A hacer tus negocios turbios? ―pronuncio enojada.
―Sí. ―¡Ni lo niega! Y su respuesta es tan corta. Mete el papel en un maletín, acomoda su corbata en un espejo y se dirige a la puerta―. Por cierto... ―Me mira y la abre―. Soy Hermes. ―Cierra con llave y se retira.
Mi sonrojo regresa. ¿Cómo el dios mensajero? Qué genial. ¡Ay, no! Voy a terminar mal si sigo así.
Las horas que continúan en esta casa enorme, me la pasó caminando. Dijo que no toque nada, no dijo que no podía mirar.
Soy como una niña pequeña, siempre quiero averiguar todo. Voy para todas partes, hasta que me aburro y me siento en el sillón.
El problema de comportarse como una niña pequeña es que cuando ya no tengo nada con que distraerme, vuelvo a la realidad.
―Me quiero ir a mi casa. ―Suspiro.
Admito que no hay nadie ahí, ya que mis padres fallecieron hace ya tiempo y con mi hermana vivimos con una tía que ni nos presta atención, pero es mi casa. Siento que mis ojos se humedecen. Me preocupo por Merche, debe estar sufriendo, sufriendo peor que yo.
"Olvídala", me dijo, pero... ¡¿Cómo olvidarla?! ¿Ese hombre no tiene sentimientos? ¿Quién se olvida de su familia? Quizás su familia es más turbia que él, o quizás Hermes realmente sea un demonio y como no tiene sentimientos, no puedo apelar a su humanidad.
Creo que veo demasiadas series y películas.
Quisiera estar leyendo algún libro en vez de ponerme a llorar. Me refriego los ojos, sintiendo las lágrimas caer.
Soy una llorona y estúpida, quisiera ser más como mi hermana. Ella es tan fuerte y decidida, hace que todo resplandezca a su alrededor. Su sentido de la justicia es tan alto, que si pudiera vendría a rescatarme, pero...
No soy quien para que me rescaten, soy una asesina.
¿Por qué busco mi salvación si ya la perdí? Maté a un hombre y no en defensa propia. Lo mató, yo solita, soy una mala persona.
Eso me recuerda, ¿cómo no le afecta?
Hermes, lo he visto matar ya dos veces y pareciera como si no le importara. Yo jamás podría, no puedo con la culpa. ¿Cómo hace? Se mantiene tan calmado.
Me hago un bollito en el sillón y sin darme cuenta me quedo dormida.
~~~
Me despierto alterada cuando otra vez tengo una pesadilla y miro hacia todas partes con pánico. Me sobresalto y me detengo al ver a Hermes en frente mío, mirándome.
―¿Qué haces? ―pregunta.
Parece que acaba de llegar.
―U... Una pesadilla ―vuelvo a explicar.
―Otra vez. ―Baja el maletín y cambia de tema―. Vete a la habitación en la que despertaste hoy, tendré visitas.
―Eh, mm... sí. ―Me levanto rápido y me voy hasta allí. Aunque mantengo la puerta abierta para escuchar.
Otro de mis tantos defectos, curiosidad.
Solo oigo la puerta, sé que está hablando con dos personas más, pero no logro entender lo que dicen. Gateo y me acerco a la escalera, me mantengo detrás de la pared, pero no por completo, así los visualizo.
―El señor Neill quiere pedirle disculpas. ―Sonríe uno de los hombres―. Hubo un malentendido y quiere infórmale que está dispuesto a hacer negocios.
―Una sociedad con el señor de la droga, que encima quiere matarme, voy a tener que declinar su oferta. ―Hermes saca su arma y apunta al informante ¡¿Va a matar a alguien otra vez?! Pero ya pidió disculpas, ¿no?
Otro de mis defectos.
Entrometida.
Bajo corriendo y grito.
―¡No, no mates a nadie! ―exclamo asustada.
Hermes se distrae y el otro lo golpea, haciendo que caiga al suelo.
¡Ay, cielos! Soy de lo peor.
El que era apuntado, corre hasta a mí y me atrapa.
Diría que fue mala suerte, pero fue mi propia estupidez.
―¡Hey, suéltame! ―Forcejeo.
―¿Quién diría que Hermes tiene una zorrita personal?
―¡No soy ninguna zorra! ―Le doy un codazo y salgo corriendo hasta mi demonio. Prefiero estar cerca de él, que con esos degenerados―. ¿Estás bien? ―pregunto preocupada.
―Eres una idiota ―se queja y se levanta. Ambos hombres lo están apuntando―. ¿Qué esperan para disparar? ¿Una invitación?
¡¿Qué?! ¡¿Por qué los provoca?! ¿No tiene miedo a la muerte? Sí que es un demonio, estar calmado ante una situación así, no es normal. ¿Y ahora cómo se sale de esto? La oscuridad parece complicada.
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