9: Enemigos
Merche
5 minutos.
Voy calculando el tiempo en el que el Señor B intenta ponerme en contra de Malya y juega psicológicamente conmigo, mientras que ella ni siquiera se defiende. Ni siquiera se atreve a negar lo que dice y eso me pone peor.
Esto solo me recuerda, que todo sigue igual y estamos enfrentadas. Nada más ni nada menos, que enemigas.
Olvidando los sentimentalismos, ya he observado todo el lugar y aunque pareciera que está lavándome el cerebro con todas las cosas que dice el desgraciado, aun así, me mantengo firme, descubriendo cada detalle que me pueda servir.
Finjo seguir su juego y levanto el arma que está en el cajón que sobresale del piso.
―¿Qué haces? ―dice Malya, asustada, viendo mi rostro sin expresión.
―Estoy jugando. ―La apunto y se sobresalta―. Creo que ahora sabes lo que es sentirse traicionada.
Creo que me pasé con mi actuación, está aterrada, pero el Señor B se encuentra convencido porque sonríe. Qué idiota, lo engañé.
Ya sé dónde está el explosivo, ya sé dónde está la puerta oculta.
Solo me queda disparar.
Intimido a mi hermana, la hago retroceder hasta el punto exacto, me muevo a toda velocidad y disparo primero a la cerradura. No dejo reaccionar a B, que ya estoy disparando a la bomba. Empujo a Malya fuera y en un segundo explota todo. Siento la onda expansiva cerca de mi espalda y salgo volando, cayendo al suelo.
―¡¿Estás loca?! ¡¿Qué te pasa?! ―grita ella, pero estoy más que aturdida como para responderle. Corre hasta mí al darse cuenta―. ¡Merche! ―Se agacha―. Me salvaste.
―Sí, sí, cállate que se me parte la cabeza. ―La maldita herida ha vuelto a sangrar por el golpe, aun así, me levanto y continúo―. Hay que irnos. ―Comienzo a caminar y ella me sigue detrás, manteniéndose callada por al menos un rato.
Vamos por los pasillos, sin rumbo alguno, la salida parece incierta. Lo único bueno es que a B lo perdí de vista. Mejor no encontrarlo.
―¿Estás enojada? ―de repente Malya dice y la observo directo a sus ojos celestes, los cuales me miran con miedo―. Es que... es que yo...
―¿Qué estás buscando? ―exclamo sin expresión en mi rostro.
―¿Eh? ―Se sobresalta.
―¿No eras tú la que puso un muro entre nosotras? ¿Por qué me hablas? ―la recrimino, poniéndome irritable.
Baja la vista.
―Sí, yo lo puse.
―Entonces responsabilízate y dejemos algo en claro, esto solo es una tregua, ambas seguimos enfrentadas.
Sonríe con aparente malicia.
―Por supuesto que sí, solo te estaba probando. ―Levanta la cara en alto. Esta vez, no puede ocultar sus emociones, le salió mal.
Pero ya no importa.
Yo me quedo de mi lado y ella del suyo, es así y siempre será de esta manera. Ya lo acepté, ya lo entendí, ahora que no venga con un cambio de opinión, que sino quiero acogotarla.
Ya no se puede volver atrás...
Somos enemigas.
―¿Pero qué tenemos aquí? ¿No podías esperar para que te atienda? ―Salgo de mis pensamientos escuchando la voz de un hombre y viendo el rostro de miedo de Malya.
―¿Qué con este? ―le pregunto, continuando con mi postura de mujer fría y sin sentimientos.
―Es uno de los hombres que estuvo cuando me obligaron a venir a este lugar. ―Visualizo su gesto, es evidente que él la atacó.
Ah, un pervertido.
―¿Qué te hizo?
―Ah... eh... ―Baja la vista, avergonzada―. Me sobó los pechos, y me dijo cosas feas ―me cuenta como los viejos tiempo, cuando le hacían bullying y yo iba a defenderla.
Sonrío.
―Vale, recordemos viejos tiempos. ―Le doy el revólver a Malya, visualizo el arma del depravado en el bolsillo y camino de manera sensual hasta él―. ¿En serio juegas con una niñita cuando tienes una verdadera mujer delante de ti? ―Muevo mi cabello y le hago ojitos.
―Bueno, yo... ―Ya se calentó, puede notarse su puto pene estando erecto bajo su pantalón―. Si insistes... ―Sonríe, ya cayó en mis garras.
Poso mis manos sobre sus hombros y me muerdo el labio inferior.
―Quiero decirte algo ―susurro cerca de sus labios.
―Dime todo lo que quieras, primor.
―Pues... ―Le pego una patada en las bolas y le quito la pistola. Lo pateo cuando está adolorido, logrando que se caiga al suelo―. Te voy a enseñar cómo se trata a una mujer. ―Le piso la entrepierna de manera fuerte―. La próxima vez te lo vas a pensar dos veces ―exclamo con una cara de odio que da miedo, mientras hace sonidos de dolor.
Pobre, se cruzó con la chica equivocada.
―¡Ah, perra! ―se queja.
Lo apunto con su propia arma.
―¿Dónde está la salida? ―expreso fríamente.
Luego de estrujarle su maldito pene con mis botas de cuero y un par de amenazas más, el hombre adolorido cede, indicándome la salida de este molesto lugar.
Al fin salimos.
―¡¡Sí!! ―grita mi hermana feliz como una niña, levantando las manos, alegre, en un gesto de victoria.
―Deja de jugar. ―La agarro del brazo y nos escondemos detrás de una pared―. Alguien viene ―le aviso y ella se calla.
Oigo un tiro y me sobresalto.
―Conozco ese sonido. ―Sale Malya corriendo y ya entendí.
Camino despacio y veo a unos cuantos hombres muertos en el suelo, mi hermana corre hasta Hermes, yo me quedo observándolos por un momento. Me doy vuelta al oír el derrape de una camioneta.
―Se escapan ―exclamo pensando en Stella y el Señor B―. Cobardes.
―Cuñada. ―Oigo detrás de mí y me giro nuevamente―. Gracias ―exclama en seco.
―No quiero agradecimientos de mis enemigos, ya se acabó la tregua, me largo. ―Me doy la vuelta y comienzo a caminar.
―Merche... ―me llama mi hermana y me detengo―. No confíes en William.
―¿Qué? ―Me giro molesta.
―Nada, olvídalo, ve a un médico. ―Baja la vista―. Te está sangrando otra vez. ―Señala la cabeza.
―No me digas lo que tengo que hacer, se te está cayendo la careta ―me burlo al darme cuenta de todo lo que oculta.
Frunce el ceño.
―Púdrete ―exclama enfadada―. Ojalá mueras.
La ignoro antes de decirle una estupidez que la hiera y me retiro de allí, lo más rápido posible.
~~~
Llego al hospital, vine a este en específico, por alguien especial. Antes de que me atienda un médico, voy a las salas de incubadoras y sonrío, visualizando a Danaya.
―Hola, mami está aquí. Te extraño mucho. ―Mis ojos se humedecen y apoyo mi mano en el vidrio de aquella habitación, a la cual no puedo pasar―. ¿Sabes? Tú eres lo único importante en mi vida, así que por favor, recupérate pronto. Mami se muere contigo si esos pulmoncitos no se curan. ―Suspiro y cierro los ojos―. Me tengo que ir. ―Vuelvo a abrirlos―. Regreso enseguida. ―Retrocedo y camino a la sala de emergencias.
Estoy sangrando demasiado.
Quizás deban hacerme algunos puntos, coserme. Camino tocándome la cabeza y voy hasta el médico. Mientras me revisan, le pido prestado el celular al doctor. Entonces, lo llamo.
―Hola, William, soy Merche, parece que te llamo mucho últimamente. ―Me río―. Estoy en el hospital y el hombre de bata no me deja irme sola, ¿me vienes a buscar?
―¡Uh! ¿Y ahora qué pasó? ¿Ya te metiste en líos otra vez? ―responde del otro lado de la línea.
―Algo así. ¿Vienes?
―¡Por supuesto! ―exclama rápido―. En media hora estoy allí.
―Bueno, entonces calculo una hora ―me burlo.
―Qué mala, ya voy. ―Se ríe y corta.
Una vez que terminan de darme todas las indicaciones y ponerme una pequeña venda en la cabeza, me dirijo nuevamente donde está Danaya, avisándole al médico que ya me conoce, que estaré allí.
Me quedo un tiempo largo observando a mi beba, hasta que llega William y hago puchero.
―Hubieras tardado más.
Se ríe.
―Estaba cerca.
Sonrío.
―No importa qué, siempre estás para mí.
―Para eso están los amigos, ¿no? Para estar en las buenas y en las malas ―exclama alegre.
Dejo de mirarlo y de sonreír, para volver a observar a Danaya, luego suspiro.
―¿Cuánto más tiempo va a seguir ahí? Me preocupa.
―¿Y qué dicen los médicos? ―pronuncia serio.
―Nada, absolutamente nada. Esperar, solo esperar. ―Mis ojos se cristalizan―. No quiero esperar más, quiero que esté bien, llevármela a casa, abrazarla, darle cariño. ¿Por qué tiene que estar en ese lugar tan frío y sin amor? Me parece tétrico.
―Ellos sabrán, pero ya verás cómo se recupera.
―¿Sí? ―Me refriego los ojos y lo miro―. Eso espero. Quiero que todo sea como antes, sin sufrimiento. ¿Por qué hay que sufrir? No lo soporto.
―Así es la vida, a veces sufrimos. ―Seca mis lágrimas con su pulgar―. Lidiamos con cosas que no podemos controlar.
―¿Te ha pasado? ―pregunto en un tono bajo y lo miro directo a los ojos.
―No tienes una idea, pero, ¿por qué dices "quiero que todo sea como antes"? Te refieres antes, ¿cuándo íbamos a la universidad?
―Sí, antes, cuando la vida no parecía tan perversa ―exclamo metida en mis pensamientos.
―Ah, sí, me acuerdo, y también recuerdo cuando me besaste en el baño ―de repente dice y retrocedo.
―¿Te acuerdas de eso? ―Siento mis mejillas arder.
Sonríe.
―Obvio que sí, aunque lo aclaré para sacarte del ambiente tétrico de tu mente, en el que te estabas metiendo ―me avisa.
―Bueno, pero no lo repitas, eso es pasado. ―Frunzo el ceño.
―Y el pasado siempre nos persigue, para delatar nuestros errores ―exclama, sin embargo, creo que lo expresa para sí mismo.
―El pasado, ¿eh? ―Miro a Danaya―. Quizás debería pensar en el futuro.
Voy a comprar una cuna, quizás la espera no se me haga tan larga.
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