8: Juego

Merche

La sangre cae desde el centro de mi cabeza y se escurre por mi frente hasta caer en el suelo. Estoy tirada en el suelo frío, lo noto así que abro mis ojos despacio. Por la pesadez que siente mi cuerpo al perder sangre, voy con lentitud. Muevo mis manos y apoyo las palmas en el piso helado, para levantarme. Hago fuerza y lo consigo. Me sorprendo al visualizar a Malya en frente de mí.

Gira su vista para no mirarme.

―Estamos atrapadas ―me aclara.

Observo el enorme cuarto, es vacío y a una esquina veo un vidrio antibalas. Ese, que no es capaz de romperse.

―¿Qué hacemos aquí? ―pregunto.

―El Señor B quiere vengarse de mí.

―Cuentas pendiente ―repito lo que me dijo una vez ese hombre―. ¿Cuáles son?

―Asesiné a su socia ―pronuncia en tono bajo.

Me pongo a aplaudir.

―¡Felicidades! Otra cosa que haces bien en tu vida ―exclamo con sarcasmo.

Frunce el ceño y me observa.

―¿Qué te pasa?

―Estoy molesta, eso me pasa. ¡Me acaban de secuestrar por tu culpa! ―Intenta decir algo, pero se calla―. No te defiendes porque sabes que es cierto.

Bufa.

―Bueno, sí, pero no creo que sea el momento de andar discutiendo.

―No, no lo es ―lo admito y comienzo a caminar por el lugar―. Hay que buscar una forma de salir.

―No deberías moverte, estás herida ―expresa, quedándose donde está y aún sin mirarme.

―Como si te importara ―digo molesta y nuevamente no responde.

El silencio continúa y no encuentro ninguna parte por dónde salir. Me quedo quieta cuando del otro lado del vidrio aparece esa mujer que tanto me molesta.

―Hola. ¿Me extrañaste? ―exclama Stella con aire de superioridad.

―¿Se conocen? ―pregunta mi hermana, confundida.

―Jugué con su hombre un rato en el pasado. ―Mueve su cabello color chocolate entre sus dedos―. Aunque estoy planeando coquetear con él otra vez.

―Si salgo de aquí, juro que te estrangulo ―digo sin expresión en mi rostro y ella se ríe.

―Yo creo que a él es al que vas a querer estrangular, cuando te enteres de qué ha estado haciendo o mejor dicho, en quién se ha convertido. ―Se muerde el labio inferior de manera lasciva―. ¿Te has preguntado dónde está?

¿Y esta tipa qué sabe de Eiden? Seguro me quiere engañar, mejor no prestarle atención. Me giro para no mirarla, ya hasta es irritante ver su cara.

―Si nos van a matar, háganlo ya, me aburriste. ―Me cruzo de brazos de espaldas hacia ella.

―Es cierto lo que dicen, eres demasiado fría, yo te descongelaré. Eiden se ha convertido en el Señor E, ¿qué tal?, ¿no suena interesante? ―Se ríe y me giro.

―¡¿Qué?! ―Ambas, Malya y yo, sincronizamos con el grito al mismo tiempo.

―Eso es cualquiera ―dice mi hermana―. A Hermes le costó mucho ser el Señor H, como para que venga ese idiota y lo sea así no más.

―¡¿A quién llamas idiota?! ―Me enojo con ella.

―¡¡Al estúpido de tu pareja!! ―me grita también.

Stella comienza a reír, evitando nuestra discusión.

―Al final B tenía razón, ustedes no se llevan bien, qué divertido.

―¡Cállate, estúpida desabrida y deja de difamar a mi ángel! ―Me enfurezco más.

―Tu ángel es más falso que hasta como lo denominas. ―Hace una carcajada―. Te miente, te engaña, pobrecita, no quiere aceptar la realidad. ―Mira a Malya y luego vuelve a mí―. No te preocupes, pronto estarás muerta y yo lo atenderé por ti. Total, ya estamos del mismo lado.

¡¿Qué estupidez está diciendo esta mujer?!

―¿Interrumpo algo? ―Aparece al lado de ella el maldito hombre de ojos verdes―. Ya vine para jugar. ―Sonríe de lado.

―Señor B, deje esta estupidez, ¿qué juego macabro es este? ―pide Malya, estando nerviosa.

―Claro, cuando una de las dos asesine a la otra ―exclama tranquilamente.

―¡¿Y por qué mierda íbamos a hacer eso?! ―grita más asustada.

Yo me quedo callada, analizando la situación. Parece que esta habitación no es un simple cuarto.

Eso me hace acordar la vez que Clow encerró a Eiden. ¿Habrá algún gas tóxico por aquí? Solo espero que no.

―Se los voy a explicar ―pronuncia calmado―. Es una venganza muy divertida. La culpa de matar un hermano o morir, ¡qué feo! Todos salimos ganando, porque ustedes ya se odian. ―Ruedo los ojos cuando dice eso y sonríe por mi acción―. Una venganza simple y fácil, se muere Malya, nos estaríamos vengando, porque es la culpable de esta situación y si se muere Mercedes, también nos estaríamos vengando, porque... qué feo matar a un hermano, yo lo hice. ―Mira a Stella―. Me dolió mucho, pero a veces hay que hacer sacrificios. ―Se ríe.

―Deja de decir bobadas, sigues sin explicar ―al fin le hablo y frunce el ceño.

―Merche, no lo provoques ―exclama mi hermana, preocupada, y en tono bajo.

―No soy una cobarde como tú, para que me digan qué hacer ―pronuncio molesta―. Si vas a hablar, ¡habla! ―Vuelvo a mirar a B―. Dime la verdad, ¿qué es este cuarto?, ¿cuál es la trampa?

―Qué inteligente ―dice volviendo a estar contento.

―No soy ninguna estúpida, si vas a hacer algo, hazlo y punto ―le aclaro―. La paciencia no está en mi vocabulario.

Hace una carcajada.

―De acuerdo. ―Levanta un detonador―. El juego es este, puedo explotar la habitación con ambas dentro o... hay dos armas en un cajón que sobresale del piso, ustedes eligen ―se burla.

―¿Qué? ―Levanto una ceja―. ¿Estamos jugando al El juego del miedo? Esa película ya pasó de moda.

―Voy a morir, no vi el final ―expresa Malya como niña pequeña, asustada.

El Señor B hace una carcajada.

―Tienen diez minutos, pero mientras tanto podemos charlar.

―Llámame cuando termines ―exclama sonriendo maliciosamente Stella y se retira como la arpía que es.

―¡¡Merche, haz algo!! ―me grita mi hermana.

―¡¿Ahora me pides ayuda?! Esto es estúpido. ―Camino en círculos―. Cállate y déjame concentrar.

―¿Por qué no hablamos de la culpa? ―de repente vuelve a hablar el desgraciado y me detengo―. ¿Dónde está el remordimiento por haber abandonado a tu hermana, Malya? ―Siento como mi corazón se detuviera al oír esa pregunta.

Este juego me está asustando, y Malya no responde.

Me giro y la miro, ella deja de observarme, bajando la vista.

―¿Qué? ¿Dije algo que no debía? ―se burla el maldito.

―Ese no es tu asunto ―contesto yo y ella se sobresalta.

―¿Acaso miento? He averiguado todo y la verdad, ¿dónde está tu enojo, Merche? ¿No deberías haberla arrestado ya?

―¡¡Cállate!! ―grita mi hermana, estando nerviosa.

―El miedo no es sonso. ―Se ríe.

―¡He dicho que no es tu asunto! ―insisto.

Intenta distraernos, lo sé. Se me acaba el tiempo. Vuelvo a caminar para buscar cómo salir.

―¿No te sientes sucia? ¿Cuántos hombres han pasado por tu cuerpo? ¿Debes tener pesadillas? Dicen que las mujeres que sufren eso, nunca se recuperan. Oí que querías vengarte, pero no puedes hacerlo por la culpa de ella.

Mi corazón comienza a latir rápido por los nervios y empiezo a respirar agitada.

―¡Cállate desgraciado! ¡¿Qué sabes tú de mí?! ―le grito y siento un dolor en mi garganta.

No debería sentir ganas de llorar, pero me está atacando en lo profundo de mi ser. Sabe mis debilidades.

Porque es cierto, me siento sucia.

Está intentando meterse en mi mente, porque obviamente quiere que sea yo la que tire del gatillo. No le interesa que Malya intente dispararme, él la quiere muerta a ella.

Tengo que encontrar una solución y pronto.

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