52: Espada

Hermes

Hace 10 años...

Oigo mi respiración mientras estoy tirado en el suelo, puedo ver la sangre que se ha derramado de mi espalda, es tanta que puedo visualizarla por todo el piso frío. Cierro los ojos, estoy cansado. No hay forma de salir de esta tortura, cada prueba es peor que la que sigue y he perdido la cuenta de cuantos años he llevado aquí. Lo único que sé, es que pronto llegará mi cumpleaños número dieciocho, porque Entrenador me lo ha recordado, él si lleva la cuenta, ¿pero acaso importa?

De todas formas, voy a morir desangrado.

―¡No te duermas! ―Golpea mi espalda con el látigo y chillo por el dolor, logrando que mis ojos se abran otra vez―. ¿Acaso vas a rendirte tan fácil? Eso no es lo que te enseñé.

Ciertamente, solo quería un poco de paz, pero si me va a andar pisoteando, mejor darle lo que quiere. Intento pararme y oigo el sonido del látigo en movimiento, me giro rápido, agarrándolo con la mano, tironeándolo.

Exclamo fríamente:

―No, no es lo que me enseñaste ―expreso mi rabia a través de mi tono de voz, mis emociones han sido controladas.

Como él quería, nada que se note en mi rostro.

―Cara de póker. ―Sonríe.

―Si ya terminaste, me quiero limpiar la sangre. ―Lo veo directo a su único ojo, en el otro hay una cicatriz en diagonal, pero que cruza justo el medio de este, está casi cubierto por su cabello rubio, largo de un lado y corto al otro costado. Entrenador es un ser extravagante, sin embargo, ya me he acostumbrado a mirarlo. Antes solo bajaba la vista por culpa del pavor, ahora ya no le tengo miedo, incluso aunque me golpee―. Suéltalo ―ordeno aún tironeando el látigo―. No voy a ceder ―expreso determinado, aun a pesar de que esté cansado.

Continúa sonriendo.

―Excelente, pero ahora vamos a jugar otro juego.

Debajo de la puerta, uno de sus ayudantes lanza una espada que llega hasta mí, y yo solo intento no distraerme, no suelto la soga en ningún momento.

―¿Y ahora qué?

―Agarra la espada si puedes ―exclama con confianza―. Vamos a jugar a la época medieval, uno nunca sabe cuándo puede utilizar cualquier tipo de arma.

Cualquier tipo de arma, ¿eh? Suena interesante.

Actualidad...

Stefanoski me ataca una y otra vez con su espada, solo me defiendo porque estoy esperando la señal de Malya, que al parecer nunca llega. Lo mataría ahora mismo si pudiera, pero no planeo que mi esposa se me ponga en frente otra vez. Aunque ahora lo que me frustra es que el traje no me deja moverme con facilidad. Él viene con una ropa más deportiva y yo a mi estilo formal, más de mafioso, pero simplemente no pensé que haría gimnasia.

Hora de hacer un esfuerzo.

Hago un movimiento, así consigo que retroceda. A gran velocidad, me quito la chaqueta y la corbata. La camisa es más cómoda, dejándome ponerme en una posición mejor.

―Si Entrenador era tu padre, déjame decirte que era un sanguinario, le gustaba ver la carne, no vale la pena sentir celos o enviada de mí. ―Juego con la espada en mi mano y no cambio la expresión seria en mi rostro―. Es patético tu intento de rivalidad, y sin argumento, ¡solo te dejas llevar por tus emociones! ―Hago un movimiento de espada y ahora él se defiende―. Y ciertamente... ―Vuelvo a moverla y él otra vez la esquiva―. Él odiaba que las exprese ―repito mis golpes, pero al igual que yo, los bloquea bastante bien.

Sonríe con cara de psicópata.

―¡¡Lo sé!! ―Vuelve a atacarme―. ¡¡Créeme que lo sé!!

Ambas respiraciones se oyen al mismo tiempo, demasiados golpes con las espadas, la adrenalina se siente en el ambiente. Sus seguidores reaccionan a cada movimiento que hago, el simple hecho de que pueda lastimarlo, incluso levemente, ya los hace enfadar.

Y Malya que no aparece.

Ya se ha tardado demasiado, algo no va bien. O Eiden no se ha podido comunicar con ella o en realidad, se encuentra en problemas.

En todo caso, necesito enterarme, ¡ya!, de lo que sucede.

No puedo usar mi magnum, me dispararían en un segundo, no importa que sea rápido, son demasiados y no tengo tantas balas. Además, si gano esta batalla, me matarán de todas maneras.

Necesito un plan B.

―Dime la verdad. ―Caminamos en círculos―. ¿Por qué dejaste que Merche destruyera la Sociedad de las Letras? Además de ofrecerle a Eiden la ubicación exacta de como derrumbarla. ―No se me escapa ningún detalle.

Se ríe.

―Es un secreto. ―Vuelve a atacarme y me defiendo.

―¿Para qué perder tanto? ―Golpeo yo, se oye el choque del metal.

―Para ganar más. ―Sonríe―. Hay cosas más importantes que solo el dinero.

―Ya lo creo. ―Le doy la razón―. Pregunta, ¿tienes la intención de matarme? ―Continúo distrayéndolo y hago tiempo.

Lanza una carcajada.

―Me pregunto si seré lo suficientemente astuto para asesinar, a la mismísima "máquina de matar". ―Parece que tergiversa las palabras, no estoy seguro de lo que en realidad piensa, pero es obvio que lo oculta muy bien.

Al igual que yo.

―¡¡Hermes!! ―Oigo su voz y la tensión desaparece de mi sistema.

Malya.

Sin embargo, como supuse, algo funciona muy mal. Necesitaba una señal y me llama. No puedo correr la mirada, porque a la primera distracción, S se aprovechará de la situación.

Ahora la pregunta es...

¿Qué es lo que realmente está pasando?

Si no lo averiguo pronto, todo terminará en catástrofe y yo lucharé por la eternidad con una espada, la espada que me ata al pasado. 

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