46: Decepción

Merche

Soy llevada a través de los pasillos del gran edificio de esta tal Logia, mientras el arma de William está en mi nuca. Avanzo como me pide y no logro encontrar ninguna oportunidad para quitarle el revólver. Llegamos a una puerta de una habitación y antes de entrar acoto de forma fría.

―¿Este es tu gran plan? Sabes que puedo abrir una puerta muy fácil, y si tienes a algún pervertido ahí, también le patearé el trasero. Qué patético.

Se ríe.

―Dije que alguien estaba caliente, pero no dije quién, ¿y ya lo catalogas de pervertido? ―Se acerca a mi oído por detrás―. No es su culpa que Stella le diera viagra ―susurra, así que quedo confundida, aunque antes de que pueda responder, me empuja hacia adentro y cierra la puerta.

Escucho la llave.

―¡Hey! ―grito indignada.

―¿Merche? ―Reconozco la voz y me giro enseguida.

―¿Eiden? ―expreso confusa―. ¿Cómo llegaste hasta aquí?

Se levanta del suelo, algo mareado, y noto el tono rojo de sus mejillas, parece acalorado.

―Estaba... ―Se toca la cabeza, adolorido―. Vine a buscarte y no sé qué pasó, de un momento a otro yo... creo que algo me golpeó, por eso quedé inconsciente ―explica, intentando coordinar las palabras, por el aturdimiento que se nota que siente.

Entonces recuerdo lo que dijo Will y frunzo el ceño.

―¿Es cierto que Stella te dio viagra? ―Es más que obvio, mira ese bulto ahí abajo. Me lleno de rabia―. ¡¿Y por qué lo aceptaste?!

―¡¿Qué?! ―Se sorprende―. ¡No! La loca me atacó otra vez.

Presiono mis dientes, reaccionando.

―La mataré.

―De todas formas, hay que salir de aquí y buscar a Edgard ―explica.

Levanto una ceja.

―¿Edgard estaba contigo? ―Me percato―. ¡Un segundo! ¡¿Dónde está Danaya?! ―grito alterada.

Traga saliva y tarda en responder.

―Con... Hermes.

Me agarro la cabeza.

―Ciertamente, me ausento un momento y ya no sé ni lo que está pasando. ―Camino en círculos a través de la habitación, nerviosa.

―Merche no hagas eso ―implora Eiden y me giro a verlo.

―¿Hacer el qué?

―Mover las caderas de forma provocativa. ―Se muerde el labio inferior.

Sí que está excitado.

―¡Contrólate! ―Lo señalo―. ¡No es momento de sexo!

―Lo sé. ―Cierra los ojos por un momento, intentando lo que le dije―. Hago lo que puedo.

No sé por qué, pero me ha causado gracia y me río.

―¡Cielos! Ahora me estoy desconcentrando yo.

―Ja, ja ―hace una risa falsa―. Muy graciosa ―exclama con sarcasmo―. Mejor me apuro. ―Camina hasta la puerta―. Primero las damas. ―La señala.

―Gracias. ―Saco de mi pantalón el alambre que tenía oculto y fácilmente abro la puerta. Es obvio que S está jugando, si nos deja salir así de fácil―. Ah, por cierto, por si no lo sabías, William es el Señor S ―le aclaro mientras caminamos por los pasillos.

―¡¿Qué?! ―Se sorprende―. ¿Es una broma? ―Se lo piensa―. Aunque eso explicaría quién me golpeó en la cabeza. ―Se la toca otra vez, adolorido―. Qué decepción ―opina frustrado.

―Dímelo a mí que se suponía que era mi amigo ―expreso, perdida en mis pensamientos, recordando.

Años atrás - Universidad

Estoy en la clase de tiro, no obstante, no es mi día de suerte, no le he dado a nada. Quizás no sirva para esto. Mi sueño de proteger a las personas, se está convirtiendo en un vacío. No debería frústrame, el profesor me dijo que soy buena, sin embargo, hoy no le doy a ningún blanco.

Oigo una risa y me giro a ver a un rubio que le ha dado a todo en cuestión de segundos. Se encuentra rodeado de personas. Es muy extraño, ya lo había visto antes, pero algunos que lo rodean tienen un tatuaje en particular.

Una serpiente.

Parece que ese tipo de tatuajes anda de moda por estas épocas. Me causa un poco de curiosidad, ingresó hace poco, aun así, ya es un experto. ¿Acaso practicaba desde antes? Puede ser, creo haber oído que ha venido en otras ocasiones por aquí. Después de todo, si tienes el título secundario, puedes empezar a estudiar cuando desees y él debe tener un poco más de edad que yo.

―¿Te ayudo? ―Me sobresalto al ver que se acerca―. Te vi que me estabas observando y quizás necesitabas algo. ―Me sonríe―. Soy William.

Yo lo hago también.

―Mercedes, pero prefiero Merche.

Su sonrisa se amplía.

―Pues entonces a mí llámame Will. Y bien... ―Mira a las dianas―. ¿Cuál es el problema?

―No lo sé. ―Contemplo el arma―. Hoy no doy ninguno. ―Me río de mi propio fracaso.

―Utiliza la mía. ―Me ofrece una Ruger MK―. Parece que la que tienes no la has usado antes, quizás si pruebas con otra...

―¡Cierto! ―Me percato―. Esta es la de repuesto. ―Me río―. Es que la mía se la presté a un compañero, qué tonta, ¡problema resuelto! ―Agarro la suya―. Gracias, ahora te la devuelvo. ―Sonrío.

―Genial, pues que comience una hermosa amistad ―exclama con un aire de tranquilidad que calmaría a cualquiera.

―Por supuesto que sí.

Actualidad...

Siempre he tenido a mi enemigo en frente de mí, proclamándose "amigo" y en realidad, era esa clase de persona. Es una decepción enorme, pero la vida sigue, hay que continuar.

Y por ahora, lo importante es escapar.

―Si a Malya y a mí nos encerraron en el calabozo, Edgard debe estar ahí también, junto a ella ―deduzco.

―Debemos pasar más tiempo juntos ―expresa, dando a entender que hay un montón de cosas de que hablar, pero luego se ríe de su acotación.

Nos dirigimos hasta dónde estuve encerrada con anterioridad, ocultándonos con audacia. Entonces, como mi teoría indica, encontramos a Malya y Edgard. Los liberamos, por lo tanto, ahora los cuatro intentamos huir. No hay forma de salir de aquí, esto parece un laberinto. Golpeo a un seguidor, lo noqueo y le robo el celular.

―Necesitamos refuerzos ―acoto.

―¡¿Llamarás a la policía?! ―grita mi hermana, nerviosa.

―¿Alguien tiene una mejor idea? ―Miro a todos.

―No creo que sea buena, aun así, no puedo ni procesar ―expresa el acalorado Eiden.

―Puedo crear una distracción que no nos involucre ―exclama con confianza Edgard y escuchando su opinión acepto el reto.

Sonrío y marco el número de mi central. Espero que me atienda como siempre Miriam, la secretaria del jefe, sin embargo, me sorprendo al oír otra voz.

―Necesito refuerzos, pero... ―hago una pausa, reflexiva―. ¿Quién habla? ―digo confundida.

―Ayelén Wesley.

Espera un segundo, ¿dónde había escuchado ese nombre antes? O mejor dicho, yo a esta mujer la conozco. Pero si es... ¡Aye! ¿Dónde había estado todo este tiempo? Necesito saber, no obstante, antes debo pensar en salir de aquí.

―Aye ―repito en voz alta―. Necesito refuerzos. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top