39: Locos

Eiden

¡¿Al puerto?! ¡¿Para qué quiere ir al puerto?! ¡Y encima con una arma! ¿En qué se está metiendo ahora? ¿No ve que me preocupo por ella? La policía le sigue la pista y ella anda por ahí con un revólver como si nada. Esto me supera, no tengo control sobre la situación. No sé lo que voy a hacer si todo empeora. Debería pensar en positivo, pero más avanza el tiempo, más problemático se vuelve todo.

Danaya se pone a llorar y me acerco a su cunita. Por un momento me detengo de agarrarla y cuando escucho un sonido extraño, la agarro velozmente. Me cubro junto con la beba detrás de la pared del pasillo antes de que el horrible estruendo sofoque todo el living. Busco mi arma en la habitación y vuelvo al lugar donde me escondí, esperando que el humo se esparza, para ver al agresor.

―Sh, Dany, no llores ―susurro y la muevo, levemente, intentando calmarla. Suspiro y con mi otra mano levanto mi arma mirando por el borde de la pared, visualizando una silueta, entrecierro los ojos, dándome cuenta de quién es―. Marco.

¡Oh mierda, el sicario!

"Siempre termino mis trabajos".

Me acuerdo de sus palabras y bufo. Clow ni muerto me deja en paz. Si voy al infierno, apenas llegue, camino hasta él y lo estrangulo para que quede más muerto de lo que ya estaba.

Miro a mi hija. ¿Y ahora qué hago? Esto es demasiado peligroso.

Saco el celular de mi bolsillo y le mando un mensaje rápido a Edgard, vuelvo nuevamente al cuarto y apoyo a Danaya en la cama.

―Si papi no regresa... ―Cargo el arma―. Tío Edgard va a venir por ti. ―Le doy un beso en su cabecita y salgo, cerrando la puerta, volviendo al lugar de mi escondite.

Mejor asegurarse de todo.

―Eiden Rockefelle, tengo que terminar un trabajo. ―Oigo su risa y con lo mismo que destruyó el living, lo tira a través del pasillo y salto en su dirección con el estruendo detrás de mí.

Siento que me he quemado la espalda con esa explosión.

Me intento levantar del suelo adolorido, pero ya me está apuntando con su arma, bien cerca de mi cabeza.

―Maldición ―me quejo.

Sonríe.

―Adiós.

Se escucha un tiro.

Pero no se ve en mi cabeza sino en la de él.

Levanto la vista y la verdad, no me gusta a quién visualizo. Esa mujer molesta ha entrado también al departamento, mató al sicario y ahora me observa de forma detenida.

Realmente, no es mi día de suerte.

Es la violadora.

―Stella ―la nombro, antes de que mis ojos se cierren del golpe que he sentido, por la explosión causada por el ahora fallecido Marco.

~~~

Abro los ojos encontrándome mareado, aunque creo que ahora no es solo por el ataque anterior. Intento mover mis manos, una vez que estoy un poco más lúcido, pero me doy cuenta que están amarradas hacia arriba.

Definitivamente, ya no estoy en el departamento y esta no es mi cama.

Miro más el lugar, al costado hay una jeringa, apoyada en la mesita de luz, eso explicaría el estado de mi mareo. Estoy en una habitación lujosa, parece de una mansión de la alta sociedad.

Obvio, es la casa del fallecido Señor J, y yo soy la presa de su hija.

¡Mierda! Es obvio lo que va a pasar aquí si no actúo rápido. Forcejeo con las sogas y me lastimo las muñecas, intentando salirme de esta especie de prisión.

―Maldita sea.

―Calma, Señor E, aún no voy a atacarlo. ―Oigo su acento en la puerta y levanto la vista. Tiene una copa de champagne en su mano, viste un camisón de seda color rosa opaco. Se encuentra apoyada en el borde, observándome de manera lasciva. Se muerde el labio inferior―. ¿Te gusta nuestro cuarto? Estaba preparado justo para nosotros. Fue una lástima que no ocurriera nada en el pasado, pero eso lo podemos arreglar. ―Se ríe.

―Escucha, loca demente, se te ha salido un tornillo porque Hermes asesinó a tu padre y, ya que no puedes vengarte de él, te la agarras conmigo ―exclamo molesto y me sobresalto cuando camina hasta la cama, sentándose a mi lado.

Eso me hace dar cuenta, que estoy descalzo y mi camisa se encuentra abierta. ¡¿La maldita se aprovechó mientras estaba dormido?! Qué horror.

Se ríe ante mi actitud y me aclara:

―Aún no te hice nada. ―Pasa su mano por la parte de mi torso descubierto y yo me estremezco―. Te diré la verdad, Hermes está muerto. ―¿De qué mierda está hablando?―. Y solo había dos deseos en mi vida, luego del fallecimiento de mi padre, ver el cadáver de tu hermano... ―Se acerca a mi rostro―. Y por supuesto, tenerte a ti, solo para mí, como se me prometió, ¿recuerdas? Me iba a casar con un Rockefelle y tú siempre has sido una de mis mejores opciones. ―Posa sus dedos en mi barbilla―. Nuestros cuerpos deben combinar perfectamente bien juntos. ―Saca un cuchillo y lo pone debajo del cinturón del pantalón―. Y qué decir de esta parte, que siempre me ha gustado, tuve el lujo de tocarla. ―Se muerde el labio inferior de manera lasciva―. Pero nunca de probarla.

Trágame tierra, estoy perdido.

Malya

Camino nerviosa, todas las miradas están puestas en mí. Una manada de locos psicópatas me observan con caras asesinas, mientras camino detrás de S, dentro de los pasillos del edificio de la Logia de la Serpiente.

¿Cómo es qué llegué a esta situación luego de mi intento fallido de salvar a Merche?

Una hora antes...

Mi hermana cae al precipicio, soltándose de mi mano, para que ambas no corramos el mismo destino. Mi cara es de horror cuando la veo chocarse con fuerza con el agua. Si se golpea con alguna roca, puede morir.

―¡¡Asesino!! ―le grito furiosa a William con mis lágrimas cayendo, pero él se ríe―. ¡¡No te rías, asqueroso!!

Se muerde el labio inferior.

―¿No te das cuenta que es muy irónico tu insulto? Tú también eres una asesina.

―¡¡Pero es mi hermana y es tu amiga!! ¡No me vengas con estupideces! ―continúo gritándole alterada e intento pegarle un cachetazo, pero él detiene mi golpe y forcejeo la mano con la que me tiene aprisionada―. ¡¡Suéltame!!

―Deja de lloriquear ―exclama con un tono amable y no parece que me haya retado. Es tan enigmático este hombre, está loco.

―¡Suéltame, la mataste! ―repito y sigo intentando zafarme.

―No ―pronuncia seriamente y me quedo tildada.

―Pe... pero cayó del precipicio. ―Mi voz se oye nerviosa.

Se ríe.

―Sí, pero no la maté. No hay rocas ahí, Malya. ―Vuelve a sonreír―. Ya te lo dije, solo fue para demostrarte que conmigo no se juega. ―Regresa a reír―. Como mucho, se habrá hecho algún que otro rasguño, pero de morirse nada. ―Mueve los hombros―. De todas formas, mandaré a alguien a revisar después. ―Me hace una seña con la mano―. ¿Nos vamos?

Trago saliva.

―¿Por qué? ¿A dónde?

―Tengo asuntos que atender, y se me acabó el tiempo para juguetear aquí, te llevaré a tu casa. ―Se lo piensa―. Aunque antes tengo que hacer una parada. ―Me regala una sonrisa otra vez―. ¿Vamos o me vas a decir que sabes volver sola?

―¿No estás mintiendo, cierto? ―Hago una pausa y luego agrego para aclarar―: Digo, sobre Merche.

―Confía en mí. ¿Alguna vez te he mentido?

Ya no lo sé, pero por alguna extraña razón confío.

~~~

Llegamos a la Logia y como dije, todos me miran de manera asesina. Camino detrás de S y pienso que en algún momento voy a morir, así que me pongo más cerca de él, por el miedo.

Un hombre se acerca y le da un mensaje, por lo que él sonríe.

―Mira, te dije que tenías que confiar en mí. ―Me sonríe―. Merche está viva y viene justo para aquí, es más, está bastante acompañada.

¿A qué se refiere con eso?

Contempla a todos sus seguidores, a uno por uno, y se prepara para decirles algo así como un discurso.

―Damas y caballeros, me están buscando, ¿qué vamos a hacer?

Todos se inclinan ante él como si fuera un rey y pronuncian la misma frase al mismo tiempo.

―Quien se oponga a S recibirá su sentencia, la Serpiente no debe ser dominada, la Serpiente es quién domina.

―Que comience el juego ―responde él y yo me quedo tildada.

Estos están tan locos como yo. No, el quíntuple de locos que yo.

O incluso más.

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