34: Voces
William
La enorme puerta se abre en el lugar que supuestamente es mi reino y digo así, porque a veces, no estoy seguro ni de lo que es. Ciertamente, aquí están todos locos. La Logia de la Serpiente no es una simple red en la mafia, es más oscuridad de la que se cree. No me considero cuerdo, así que no tengo derecho a opinar, aunque mi opinión aquí es más sagrada que la de una deidad divina. Puertas para dentro es un manicomio sin ley, puertas para fuera solo una edificación antigua y restaurada, que se considera monumento histórico sin usar.
Toda una mentira, claro está
Camino por los pasillos mientras el sonido de la música retumba en mis oídos. Más me acerco, más me doy cuenta a dónde me dirijo.
«Yo no haría eso», dice la primera voz en mi cabeza, es la tranquila.
«¡Entremos y rompámosle a todos la cabeza!», grita la agresiva.
Ah, no las presente, tengo dos voces en mi cabeza, hablan cuando quieren y opinan lo que se les da la gana. A veces escucho a una y otras a la otra o en ocasiones a ninguna de las dos. Realmente, las oigo. A la agresiva la considero S y la tranquila es Will. Aunque alguna que otra vez simpatizan. Es muy raro, sin embargo, no recuerdo cuando empezaron a hablarme. No me preocupa, ya que este lugar está lleno de lunáticos y yo soy uno de ellos.
Abro la puerta, es una fiesta.
«Me pregunto, ¿qué estarán celebrando?», dice Will.
«Obviamente que nos deshicimos de los imbéciles de la Sociedad de las Letras», le responde S.
«No, esa fue Merche».
«¡Ah, ya cállate!».
Ignoro la conversación de mi ruidosa mente y continúo avanzando. A cada paso que doy, se detienen a reverenciarme y hasta paran de bailar.
«¡Obviamente, soy el rey!».
«No me gusta estar aquí, me estás mirando demasiado», se queja Will.
―¿Qué están celebrando? ―le pregunto a un seguidor.
―De qué nos libramos de la policía, nuevamente. ―Escucho esa voz sensual y mi cerebro comienza a fastidiarse.
Me giro visualizando a Julia y sonrío.
«¡Perra!».
―¿Dónde has estado? ―le pregunto. Desapareció y algo ha hecho estos días, me pregunto, ¿el qué?
―¿No me vas a felicitar? Hice bien mi trabajo. ―Apoya su mano en mi chaqueta y yo la quito, tranquilamente―. Me deshice de alguien que atentaba contra tu vida.
«Ahora todo me está cuadrando», dice la voz tranquila.
―¿Tú fuiste quién le disparó a H?
―Sí, te dejé el camino libre para que termines con tu calentura con su esposa, apaga ese fuego y yo dejo de estar celosa. ―Mueve las cejas.
Me río en alto.
―No creo que soluciones nada con eso, cariño.
―Ay, me halagas. ―Hace una risita y se acerca a mi rostro―. ¿Qué tal si tú y yo...?
«Si no la frenas tú, la freno yo», gruñe S.
Me aparto y me giro para irme. Qué irritante, mejor mantenerme lejos.
«No vaya a ser que nos meta algo en la bebida como aquella vez», exclama Will, asustado.
Se me parte el cerebro con tanta charla en mi cabeza, me detengo y trago saliva. Respiro agitado cuando la veo.
«Es ella. ¡Ay! Que estoy enamorado».
«Si estamos tan enamorados, ¡¿por qué aún no me la follé?! ¡A la mierda con todas esas restricciones! Con solo una palabra mía, ya la hubiéramos llevado a la cama».
Melena pelirroja, menea esas hermosas caderas, buenas cuervas, un excelente cuerpo que se mueve al compás de la música, pero lo que más me gusta es su sonrisa.
«Lástima que no la vemos tan seguido, nos detesta, nunca nos regalará esa sonrisa a nosotros».
Suspiro.
―Hanna.
―Hijo. ―Me sobresalto al oír la voz de mi madre y me giro.
―¿Qué ocurre?
―¿Felicitaste a Julia? ―Sonríe.
«Uh, ya empezó la vieja», se queja S.
Levanto una ceja.
―Tenía todo controlado.
―Controlado las bolas, hay que deshacerse de toda la evidencia, no podemos quedar pegados de ningún costado, ¿entendiste?
―Yo sé qué hacer.
―Te cuido la espalda, como todos aquí ―señala y levantan las copas con un grito de guerra―. ¿Cuál es el siguiente paso? ―me pregunta con altanería, pero sabe que soy el único que da las órdenes aquí.
Todo lo que yo diga se hace.
―Eso no es de tu incumbencia ―exclamo alegre, me doy vuelta para seguir mi camino y nadie se dé cuenta que es lo que en realidad estaba haciendo.
«¡Eso, mantenla en su lugar!».
«Esto se nos va a revertir, lo sé».
«¡Deja de lloriquear, Will!».
«Yo solo digo, solo mira como nos observa».
Me giro y le hago caso a la voz sensata. Mi madre me observa con furia. Debo mantenerla controlada, aunque sigo siendo el líder, siempre encuentra una debilidad.
«Manipularnos es su don», agrega Will.
«Por eso hay que matarla je, je, je», sugiere S.
No tengo tiempo de asesinar a mi madre y, lamentablemente, a la que se me cruza en frente tampoco.
―Te me escapaste ―dice la castaña alegre.
―Julia, no tengo tiempo de tus estupideces, estoy ocupado ―le aclaro, tranquilamente, y ella frunce el ceño.
―¿Y se puede saber qué es tan importante para no atender a tu prometida? ―recrimina.
―Tener sexo con cualquier persona que no seas tú. ―Eso salió de S, no me culpen.
«¡Soy todo un macho sexual!».
La esquivo, nuevamente, y me acerco hasta una chica a sonreírle.
―Oh, S. ―Se sonroja.
―¿Me acompañas a mi cuarto? ―Alzo mi mano y esta la agarra, así que veo como Julia hierve de celos.
«Eso le pasa por zorra, ja, ja, ja».
«La verdad», le da la razón, la voz tranquila a la agresiva.
Sea lo que sea, lo que yo pida, se cumple en este lugar de lunáticos. Nadie me dice que no, soy como un rey que no puede ser juzgado. Nunca sé la opinión de nadie, todos están de acuerdo conmigo. Por ejemplo, esta chica, al ser mi seguidora, sé perfectamente lo que me va a decir cuando entremos a la habitación.
―Es un honor ser elegida por S.
Lo sabía.
Puedo hacerle lo que quiera y no se va a quejar. Están tan locos, que no les importa su propia opinión. No tengo idea cómo mi padre lidiaba con eso.
«Tu padre estaba más loco que nosotros».
«Ciertamente».
Estos tipos se complotaron, ¿qué con pensar igual?, ¿qué les pasa? Visualizo como la chica sube a la cama y se quita la bombacha, yo bajo mi mano para abrir mi pantalón. Camino hasta el mueble y saco un preservativo de allí. Me bajo el bóxer y me lo pongo frente a la cama.
―¿Segura? ―pregunto, aunque ya sé su respuesta.
―Lo que importa es solo la opinión de S.
No sé ni para qué pregunto.
«Porque eres todo un caballero», me comenta Will para tranquilizarme.
«¡Dejen de juguetear y atiendan mi pene!», grita S, animado.
Y le hago caso. Agarro de la cintura a la chica y la penetro sin preliminares ni nada por el estilo. Antes me preocupaba por eso, pero nunca estaba seguro si eso era lo que querían. Realmente, tener sexo con seguidoras, no es lo más reconfortante. Nunca sabes si lo has hecho bien, porque según ellas, tú haces todo bien. Así que ya no me preocupo más por saber si les gustó lo que les hice.
Es preferible no tener sexo con seguidoras, pero es que son las que están más disponibles.
Puedo ir tranquilamente fuera de la Logia y conseguirme una chica normal. Esas me gustan más. No obstante, tener doble vida es más complicado que la vida misma. Parece que puedo estar en todo, sin embargo, es más complejo de lo que parece.
Continúo embistiéndola mientras presiono su cuello en dónde se encuentra su tatuaje de serpiente.
Podría intentar matarla en este mismo instante y no se resistiría.
«Pero somos buenas personas y no vamos a hacer eso», me reprocha Will y tiene razón, no tiene sentido matarla.
«¡¿Pero qué?! ¡Si sería re existente hacerlo con un cadáver!», lo contradice S.
Ignoro al agresivo, entonces termino por correrme al imaginarme una escena tan sádica y morbosa como ha ofrecido mi lado oscuro. La chica se remueve debajo de mí y me levanto.
―¿Te duele algo?
«Seguramente, su vagina, pero no te lo va a admitir».
Niega con la cabeza y agarra su ropa interior para irse. Antes de salir me regala una sonrisa y dice la molesta frase:
―Ha sido un honor ser elegida por S. ―Me reverencia y se retira.
¿Ni siquiera me va a pedir un analgésico? Siento que la rompí en pedazos y no hay ningún indicio de queja.
«Quizás le gusta lo rudo».
«Eso nunca lo vamos a saber».
Camino y tiro el preservativo al tacho. Me subo el bóxer junto con el pantalón y me voy directo a la silla del escritorio. Toco mi laptop.
―Al fin solo. ―Suspiro de alivio, aunque en realidad mis voces siguen hablando.
Abro la notebook y pongo la compleja contraseña. Imágenes de un montón de cámaras ocultas se abren. Cliqueo la que puso en el living Zack, en la casa de Hermes. Ay, miren, es Malya, está llorando, sentada en su sillón.
«Alguien debería reconfortarla», oigo la risa de S en mi mente
Sonrío y niego con la cabeza.
―No es momento de jugar al príncipe azul ―hablo en voz alta, total nadie está aquí para escucharme.
Cliqueo otra cámara, la de la casa de Merche. Sí, esa yo mismo la puse ahí. Observo que está empacando junto a Eiden y también discuten a la vez.
«¿Cuál será el problema?».
―Ni idea, debe ser culpa de Demetrio.
«Ese policía nos echó el ojo encima a nosotros también».
Mi querido seguidor Zack lo distrajo, entregándole el cuerpo de R, el cual debió deshacerse, pero le ordené que no lo hiciera, por las dudas.
«No me escuchaste, malo, enviarán a Merche a la cárcel por tu culpa».
«¡Ya cállate, Will! Yo sé lo que hago», se enoja la voz agresiva.
Mi celular suena y dejo de prestarles atención.
―¿Hola? Nathaniel. ―Me percato al escuchar a mi mano derecha. Él es quién sabe más de mí que nadie―. ¿Qué ocurre?
―Llegó la información ―exclama del otro lado de la línea y entiendo por completo a que se refiere.
Vamos a ver hasta dónde llega el límite de la Sociedad de las Letras.
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