30: Tragedia
Malya
Una chica que aún no he visto su rostro, me apunta con un arma, me trata de espía y dice que S es su cuñado. O ella está loca o me perdí gran parte de la conversación sin darme cuenta. Que es probable, ya que soy muy despistada.
―Hanna, baja eso ―insiste William―. No es una espía.
―¿Y quién es entonces?, ¿tu amante quizás?
El rubio frunce el ceño.
―Eso no te incumbe.
―¡Claro que sí! Porque vas y traicionas a mi hermana.
Sonríe tranquilamente.
―¿Cómo puedo traicionar a tu hermana si no estoy con ella?
Siento el frío de la punta del arma en mi cuello y trago saliva, parece enojada con esta reacción.
―Eso díselo a ella, a tu hijo, a tu madre y de paso a toda la Logia de la Serpiente. ―Suena muy irritada.
¡Espera! ¡¿Su hijo?! Eso no lo sabía.
Creo que esto no está llegando a ninguna parte y voy a morir.
―Hanna, escúchame por una vez en tu vida.
―Sí, escúchalo ―agrego nerviosa.
―¡Tú, cállate! ―Me golpea y caigo al suelo, entonces veo una increíble melena pelirroja. Cielos, es rojo fuego. Y está furiosa―. ¿Por qué iba a escucharlo? ¡Es un imbécil!
Huy, parece que le tiene rencor.
―Basta de estupideces. ―Le agarra su mano y le arrebata el arma―. Soy S, y aquí se hace lo que yo digo.
¿De dónde salió este dominante?
Se suelta, apartándose. Veo el movimiento de su cabello y visualizo el mismo tatuaje de Zack en su cuello. Una serpiente. Es obvio que ella también es una de sus seguidores. Obviando la parte en que lo acaba de contradecir, aunque ahora que se nombró a sí mismo, parece que ella se calmó. Sin embargo, no lo deja de mirar enojada.
―Pues dile a William cuando aparezca, que esto no va a quedar así. ―Pasa por al lado y le quita el revólver, retirándose, indignada, al gran edificio.
Veo como el rubio la sigue con la mirada y hasta que ella no entra, no deja de observarla. Entre su distracción, rara y confusa para mí, me levanto sola del suelo, cruzándome de brazos.
―Qué poco caballero, ni me ayudaste ―me quejo como una niña, haciendo una mueca.
Se gira a mirarme y me sonríe.
―¿Me estabas siguiendo? Me siento dichoso, no te descubrí. Ahora te admiro más. ―Hace una pequeña risa.
―Eres demasiado raro ―acoto, sonrojándome, por su intento de piropo.
―No conoces ni la cuarta parte de mí ―expresa tranquilamente―. Pero, ¿a qué se debe esta visita? No creo que solo sea curiosidad.
―¿Lees la mente? ―exclamo de manera inocente y él lanza una carcajada que se escucha en toda la cuadra.
―No, lo deduje.
―Pues...
Iba a preguntarle si sabía de algo que pueda estar por ocurrir, ya que él es como si lo viera todo, pero no puedo decir que es por un mal presentimiento.
Su celular suena y me interrumpe.
―Espera. ―Atiende―. ¿Hola? ―Escucha atentamente lo que le dicen y frunce el ceño―. ¿Qué ocurrió qué?
Parece una mala noticia.
―¿Pasó algo malo? ―pregunto cuando corta la comunicación.
―Hay que ir al hospital ―dice seriamente―. Ha ocurrido una tragedia.
¿Qué? ¿Yo? ¿Por qué? ¿Qué está sucediendo? ¿Tragedia?
Mi mal presentimiento se hace realidad.
Hermes
La mujer con el tatuaje de serpiente en su cuello, el cual me parece muy similar al de Zack, mi "limpiador" personal, dice que va a aclarar nuestras dudas.
¿A acaso hay una forma de saber cómo encontrar al culpable? Y si S no fue como dice ella, ¿quién pudo haber sido?
L se acerca a la castaña y la analiza, detenidamente.
―¿Y cómo sabemos que estás diciendo la verdad? ―La señala―. El tatuaje te delata como una seguidora de S, y entraste aquí sin autorización ―aclara la cobriza y los Señores Letra agarran sus armas, empezando a desconfiar.
―No solo soy una seguidora, fui entrenada para proteger a S y entré aquí, porque la Logia de la Serpiente, no se anda con jueguitos. ―Se baja de la mesa y toma la Tablet que estaba en esta. Entonces, camina hasta el centro de la sala―. Al parecer, alguien le robó a nuestro jefe, tanto al suyo como al nuestro, es el mismo después de todo... ―Hace una pausa―. Pero, siempre estamos preparados para cosas como estas. ―Presiona un botón en el táctil de la pantalla y un sonido se escucha desde el aparato―. Es la señal del archivo. ―Se ríe―. Ya pueden ir a matar a su traidor o al culpable. ―Luego me observa, aunque le pregunta a todos―. ¿Están preparados? ―Aprieta otro botón y todos nuestros celulares suenan―. Listo, ya les he enviado lo que necesitan.
―¡Wow! ―Se sorprende Z, levantando su celular―. ¡¿Cómo es que tienen el número de todos?! ¡Eso es wow!
―Como dije, la Logia de la Serpiente, no se anda con jueguitos, por algo seguimos en el mercado. ―Levanta el fusil que le colgaba en la espalda y sonríe con malicia, preparándolo―. Y hoy voy a hacer mi trabajo seriamente.
"Cuídate, ¿sí?"
"Tengo un mal presentimiento".
Las palabras de Malya vuelven a retumbar en mi cabeza mientras visualizo como la mujer camina hacia la puerta y yo observo su arma por alguna razón incomprendida por mis sentidos.
Debo apresurarme y terminar con el enemigo.
La búsqueda comienza, pero la señal es muy tenue. Obviamente, la persona que tiene el archivo, no es ningún inexperto. Debo pensar dónde encontrarlo y asesinarlo lo más pronto posible, antes de que llegue a mis cuentas.
Conduzco con el auto y oigo la señal, todos van por distintos caminos, pero encontrar al culpable no es tan fácil. La señal se expande en un radio de diez km. Debo pensar con cautela.
¿Cómo la borra el enemigo?
Ciertamente, un satélite. Freno a gran velocidad en una estación de radio y exclamo con confianza.
―Te encontré.
Astuto.
Me detengo antes de entrar y miro a un costado, un edificio alto de muchos pisos, el cual me genera desconfianza. De todas formas, me adentro y camino por los pasillos.
No hay nadie.
Continúo avanzando hasta que la señal se detiene en un cuarto. Cuando abro, me sorprendo, pero no hay expresión en mi rostro que lo demuestre.
―Cuñada.
La castaña se levanta, sonriendo con un rostro lleno de victoria. Con una mano toca el computador y con la otra... ambos nos apuntamos en un milisegundo.
―Hola, Hermes. ¿Vienes a jugar con la justicia? Sabía que tarde o temprano me encontraría con un Señor Letra, pero nunca pensé que fueras tú ―exclama muy calmada y su sonrisa desaparece demostrando frialdad.
―Parece que volviste.
―Sí, regrese para terminar con lo que empecé ―pronuncia con rencor.
―No te atrevas a tocar ese botón ―amenazo, viendo que juega con sus dedos con la mano que no tiene el arma.
―¿Por qué? ¿Me vas a matar? La policía va a venir pronto, fin del juego. ―Lo presiona y ambos sacamos el seguro―. Yo gané.
―Acabas de cavar tu propia tumba, cuñada. Lo siento mucho por Malya, pero aquí se acaba mi paciencia.
―Lo mismo digo, aunque... ―Levanta una ceja, visualizando algo y sus ojos se abren en grande―. ¡Cuidado! ―Corre hasta mí y me empuja.
Se escucha un tiro.
Es herida a un costado, miro al edificio por la ventana, un francotirador. Bajo la vista y veo el infrarrojo que vio ella, pero ya es demasiado tarde.
Siento el impacto.
Mi vista se nubla, noto la sangre bajar por mi cuero cabelludo. No puede ser, creo que me han dado en la cabeza. El mareo aumenta y comienzo a entender el mal presentimiento de Malya.
La tragedia era para mí.
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