1: Entrelazar

Merche

Corro a toda velocidad, no lo puedo creer, respiro agitada al detenerme y mirar el gran edificio. Las grandes puertas se abre y mis ojos se cristalizan, cuando lo veo salir. Una sonrisa se forma en mi rostro y rápidamente me acerco a abrazarlo.

―¡Eiden! ―Me agarro fuerte de él y nos besamos. Intensificamos la sensación y los sentimientos afloran―. Ya estás libre. No sé qué pasó, pero no pude ir al juicio. Estaba tan preocupada. ―Me refriego los ojos antes de que me ponga a llorar.

Me he vuelto una llorona.

Mi ángel acaricia mi mejilla y sonríe.

―Ya está, ya pasó.

―Sí. ―Nos volvemos a besar.

―¿Cómo está Danaya?

Bajo la vista, triste.

―Sigue en la incubadora, no me dejan ni acercarme.

―Tranquila, debe ser un proceso largo, todo irá bien. ―Intenta darme ánimos, aunque obviamente él también está preocupado por nuestra hija.

Suspiro.

―Sí. ―Trato de cambiar mi humor y sonrío―. Vamos.

Caminamos de la mano hasta el vehículo y él se ríe cuando lo ve.

―¿Sigues teniendo el auto de Luke?

Muevo los hombros.

―Y si él no me lo pide, no es mi culpa.

Él hace una gran carcajada.

―¡Me matas!

Nos reímos ambos y subimos al coche.

―Te voy a mostrar cómo se maneja ―digo con alto orgullo de mis habilidades para conducir.

―¡Huy! Enséñame. ―Mueve las cejas y me río.

Arranco el auto, entonces nos dirigimos hasta mi casa. En un corto periodo de tiempo, llegamos hasta allí y me acerco hasta la vereda, estacionando, tranquilamente. Al caminar hasta dentro, señalo cada parte.

―Te presento mi humilde hogar.

―Lindo departamento. ―Camina por el pequeño living.

Cierro la puerta y apoyo mi espalda en esta. Tiro las llaves a la mesa, para luego mover mis dedos en mi escote.

―Puedes quedarte todo el tiempo que tú quieras.

―Ay, ¿me estás invitado? ―Se muerde el labio inferior y se acerca, agarrando mi cintura.

―No sé, ¿tú qué crees? ―digo con voz sensual.

―Ni idea, pero me estás poniendo a mil. ¿No quieres hacer ejercicio? ―susurra en mi oído.

―Seguro. ¿Te muestro dónde está el gimnasio? ―Pongo mis brazos alrededor de su cuello.

―Me encantaría. ―Nos besamos, intensamente, y unimos nuestras lenguas, dándonos un beso largo. Salto, entonces cruzo mis piernas alrededor de su cintura―. Qué rápida. ―Se ríe.

―Es por allá. ―Señalo con mis ojos la habitación.

Camina, llevándome encima mientras nos besamos y me tira sobre la cama cuando llega. Se sube sobre mí y regresa a devorarme la boca. El calor se siente en el pequeño cuarto, así que se saca la remera. Me muerdo el labio inferior, cuando visualizo ese hermoso torso que me encanta. Toco cada centímetro para luego besarlo una y otra vez. Él vuelve a atacar mi boca, así que no puedo seguir con el roce de mis labios sobre su piel. Se deshace de mi pantalón y mete su mano bajo mi bombacha.

―Ah ―gimo cuando acaricia mi clítoris.

―Me calientas tanto cuando reaccionas así.

―Tú eres el único culpable. ―Agarro su rostro y uno nuestras bocas.

Se muerde el labio inferior al separarse para recuperar el aliento.

―Entonces tengo que hacer bien mi trabajo ―dice de manera sensual.

Retrocede, termina quitándome la bombacha, se acerca a mi intimidad y comienza a lamer, agarrando mis piernas.

―Ah ―vuelvo a gemir mientras mi interior palpita por la sensación gratificante de sentirlo a él y solo a él.

Se relame los labios cuando termina y yo respiro agitada mientras nuestras miradas se cruzan. Se acerca, entonces me desabotona la blusa.

―Me falta un lugar donde explorar.

―Qué bobo. ―Me río.

Su mano desengancha el sostén por detrás, para luego subir y atender uno de mis pechos. Su boca atiende el otro y mientras tanto aprovecho para tocarle el trasero.

―¿Quién está explorando ahora? ―Hace una sonrisa de lado.

Yo muevo la vista, sonrojada, y sonrío.

―Yo no.

―Traviesa. ―Me hace cosquillas.

―¡Bobo, nos has sacado del ambiente! Ja, ja, ja. ―Me río de manera fuerte―. Tonto ―digo en tono bajo cuando se detiene―. Además, no vale. ―Bajo mi mano al botón de su pantalón y lo desabotono, despacio―. Yo también quiero jugar ―exclamo de manera sensual.

―¿Qué? ¿Ya quieres esto? ―Se baja el cierre.

―Sí ―pronuncio en tono bajo.

―Creo que nos estamos olvidando de algo.

―No, esta vez no. ―Me levanto un poco y abro el cajón de la mesita de luz, sacando un preservativo―. Aquí está. ―Lo muevo entre mis dedos.

―Estabas preparada, picarona. ―Lo agarra.

―No pierdo el tiempo. ―Sonrío.

―Yo tampoco. ―Termina por bajarse el pantalón y el bóxer, para luego, rápidamente, ponerse el condón. Toma mis caderas, entonces las acerca más a las suyas―. Ya mismo voy a darte lo que deseas. ―Hace lo que dice y de una estocada, adentra su órgano viril en mi cavidad.

―¡Ah...! ―gimo por su rápida acción―. Ah... ―Continúo haciendo sonidos cuando empieza a embestirme―. Eiden.

Nuestros cuerpos se mueven al compás de las sensaciones que nos provocamos, el sudor impregna la cama, mis manos se sostienen fuertemente de su espalda, las suyas presionan mi trasero intentando aumentar el ritmo. El calor que nos provocamos es lo único que necesito en este momento.

―Merche... ―exclama excitado mientras arremete nuevamente contra mí―. Te amo. ―Me besa y vuelvo a sentir otro orgasmo. Siento que floto, así que gimo dentro de su boca, mientras el movimiento sigue continuo. Mis piernas tiemblan, mi interior palpita, entonces noto cuando él se corre, luego se desploma sobre mí―. ¡Uf!... Eso ha estado fantástico. ―Vuelve a besarme y le correspondo. Nos abrazamos y no nos separamos el uno del otro―. Quiero estar así todo el tiempo contigo.

Lo beso.

―Y yo.

Nuestras piernas se entrelazan y nos acurrucamos en la cama, para quedarnos juntos todo el tiempo que sea posible.

~~~

Termino de vestirme. Un nuevo día comienza. Escucho la ducha dónde Eiden se está bañando. Muerdo mi labio inferior, deseando entrar al baño, pero le dije que tenía que ir a trabajar. No puedo retractarme, incluso aunque me lo ofreció. Me acerco solo un poco a la puerta y le aviso.

―Ya me voy, nos vemos ―saludo y me retiro rápido, sin dejarle responder.

¡Uf! Qué ganas de entrar ahí, por poco y caigo en la tentación.

Llego a la comisaria y visualizo a William, como siempre revisando cada archivo. Cuando está trabajando, se le nota muy concentrado. Ninguna torpeza cuando se dedica a su trabajo. Aparte de llegar tarde, pero ese es otro tema, la puntualidad no es lo suyo y nunca lo será. Camina de un lado a otro, leyendo los papeles, muy atento.

―Hola, Will. ―Le sonrío.

Se percata de mi presencia y se pone contento.

―Me encanta ver una cara alegre en las mañanas.

―Gracias, ¿pero olvidas quién soy?

―No, pero me pregunto, ¿dónde quedó la chica amargada?, ya la extraño, ¿la conoces? Se llama Mercedes Becker ―me provoca.

―No la vas a ver por mucho tiempo, está enamorada ―le sigo el juego.

―¿Ya liberaron a Eiden? ¡Qué bien! Me pongo feliz por ustedes.

―¡Alto! ―Levanto las manos y luego lo apunto con el dedo―. Yo no me olvidé de que te tengo que conseguir una cita. ¿Ya borraste a Julia de tu agenda de contactos? ―Lo miro, desafiante.

―No sé de qué hablas. ―Se gira, ignorando mi pregunta.

―William ―exclamo enojada―. Dame tu teléfono ―ordeno.

―Soy tu jefe, no me ordenas. ―Aumenta su paso.

―¡Cobarde! ―Lo sigo por el pasillo.

Nos detenemos al visualizar la entrada de Hermes a la comisaria. Will sonríe y lo saluda, yo frunzo el ceño.

―¿Todavía sigues aquí? ―Me cruzo de brazos.

―No es la única comisaria que visito, pero sí, sigo aquí ―pronuncia en seco y luego mira al rubio―. Estos son los papeles que me pediste. ―Le entrega unos documentos.

―Gracias, me servirán de mucha ayuda estas direcciones. ―Sonríe mi amigo al agarrarlos―. Este caso no se hace solo.

―¿Qué hacen? ―Oigo detrás de Hermes y me sobresalto.

―Malya. ―Frunzo el ceño de nuevo―. ¿Qué haces tú aquí?

―Estoy de paso. ―Se agarra del brazo del castaño―. Mi marido me dejó acompañarlo. ―Hace sonrisa pícara.

―Los civiles no deberían estar por ahí fisgoneando ―exclamo de manera arisca.

―No estoy haciendo nada, oficial. ―Me saca la lengua.

Niña caprichosa y desvergonzada, no la soporto. Encima, delincuente.

―Cuñada, me debes algo ―pronuncia Hermes de forma fría.

Lo recuerdo, la hebilla.

―Ya veremos si te debo algo. ―Ruedo los ojos. Ni idea si estuvo en el juicio, ¿cómo sé si intervino o no? Eso es trampa. Me giro para dejar de perder el tiempo y ponerme a trabajar, pero me detengo al visualizar a mis otros compañeros―. ¿Qué les pasa? ―digo al verlos animados y obstruyendo el camino.

―¡Hice una apuesta! ―exclama Sebastián, el pelirrojo, estando alegre y señala a William―. Rodrigo dice... ―Señala al morocho que está a su lado―. Que cuando saliste de los vestidores, te vio una cicatriz enorme en la espalda y encima en forma de dibujo, yo no le creo, ¡nada! ―Mueve la mano―. ¡Exijo pruebas y mi dinero! ―Aumenta la voz.

Uh, William acaba de cambiar su semblante feliz a uno enojado, eso no es bueno.

―Ustedes me dan vergüenza, ¿y se hacen llamar policías?

Los compañeros se atemorizan, realmente cuando se enfada da miedo, aunque casi nunca lo hace. Yo también me indignaría si alguien me anda espiando mientras me cambio.

―Perdón, fue sin querer ―pide disculpas el morocho.

―Tampoco es para tanto, ni que te hubiera visto desnudo ―lo defiende el pelirrojo.

William bufa.

―Tienes razón. ―Sonríe y su humor ha vuelto a la normalidad―. Como dice mi madre, malas energías fuera. ―Se ríe y luego mira a Hermes―. Revisaré esto. ―Levanta los papeles que tiene en la mano y se retira. Mis compañeros lo siguen, continuando con sus disculpas.

―¡Me hago pis! ―exclama Malya de repente.

―El baño está por allá. ―Señala Hermes el camino y ella se va corriendo.

Como no tengo nada que hablar, yo también me retiro. El hombre frío se dirige a hablar con el comisario. Todos a sus puestos, hora de comenzar el día.

~~~

Cuando llega la noche, al fin vuelvo a casa. Últimamente, no hago trabajos como patrullar o investigar fuera porque no me puedo sobre esforzar todavía. Solo me limito al papeleo, lo que quiere que haga el jefe, pero me aburro y encima, me canso igual.

Llego a mi hogar y entro confundida.

―¿Eiden?

Miro en cada habitación y no lo veo. Claro, le dejé la llave de repuesto. Pudo haber ido a comprar o tenía algún asunto pendiente, pero es raro, no me ha avisado nada.

¿Dónde está? 

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