CAPÍTULO UNO
30 de noviembre, 2016
Cuatro años pasaron desde que tuve aquel accidente, «mis pelotas, eso no fue un accidente».
Lev hizo todo con una solo intención, joderme y lo logró. Me jodió la vida, mi futuro y el de mi hermano, me impidió ser una excelente y reconocida bailarina, acabó con lo que nos mantenía a mi hermano y a mí.
He luchado por obtener un trabajo como profesora de baile, pero no lo he logrado. Nadie quiere contratar a una chica que no tiene nada más que su experiencia como bailarina y que además acabó su futuro con una fractura en el fémur.
—¡Hermana! —escucho la dulce voz de David.
—Mi pequeño David —digo cuando me acerco a él.
—No soy pequeño, tengo once años —explica—. ¿Otra vez estás pensativa?
—Solo estoy considerando que puedo darte como regalo —digo—. Falta muy poco para tus cumpleaños.
—No debes malgastar tu dinero, con los medicamentos que me das día a día es suficiente.
—Para mí no es suficiente, quiero darte algo que puedas disfrutar.
Y es que, aunque el trabajo en el supermercado y la cafetería solo me alcance para la renta y los medicamentos de mi hermano, debo hacer unos ajustes para regalarle esos zapatos que mira cada vez que pasamos por aquella tienda.
—Puedes llevarme a comer un helado así de grande —hace un pequeño gesto con sus manos—. Con eso estaré realmente feliz.
—Puedo darte el helado así de grande, —imito su gesto, el cual lo hace sonreír. —y luego puedo darte la sorpresa que estoy preparando.
—También podemos invitar a Boris a comer con nosotros —pide.
Boris ha sido mi mejor amigo desde hace algunos años, es quien ha estado ayudándome en algunas cosas que se me han salido de las manos —como encontrar la insulina de David el mes pasado— a veces creo que estoy siendo demasiado aprovechada con él.
—También tendremos a Boris con nosotros —digo. —¿Quieres que llevemos a alguien más? —pregunto.
—No tengo amigos —trata de sonreír.
—Claro que los tienes, me tienes a mí, a Boris, a su hermana y a la señora de la tienda.
—De mi edad, Elena. Amigos de mi edad —trata de explicar.
—Ellos se lo pierden. —me acerco a él y lo abrazo—recuerda que estaré aquí antes de que amanezca o...
—Antes de que cante un gallo —termina mi oración.
—Te amo demasiado, sabes donde tienes los medicamentos y si algo sucede no dudes en llamarme —pido.
—También te amo y claro que sé todo lo que acaba de decir, lo repites cada noche.
Mi hermano ha crecido tan rápido y me gustaría que mis padres estuvieran para que disfrutaran de él.
—¡Te amo, te amo! —grito antes de salir.
Debo llegar al supermercado a las seis de la tarde y son exactamente las cinco en punto, así que tengo una hora para dirigirme casi al otro lado de la ciudad, «sí, es el único trabajo que pude conseguir en las noches».
Espero hasta que llega el bus 208, es el único que me deja cuatro cuadras abajo del supermercado y aunque un taxi pueda dejarme en toda la puerta, no puedo darme el lujo de gastar el dinero en cosas innecesarias.
Tarareo la canción «Unconditionally», esa que me privó de mi futuro. Pero no puedo negar que es una canción hermosa y la cual recuerdo a diario.
«Parada Vystavochnyy, informa la voz por el parlante»
Bajo del autobús y empezó mi caminata a paso rápido —me quedan diez minutos para estar detrás del mostrador—. Cuánto quisiera ser millonaria para dormir como una persona normal todas las noches.
Al llegar a la puerta del supermercado son pasadas las seis y sé que un regaño me espera.
—Van tres veces este mes Elena —habla el señor Mike.
—No volverá a suceder, se lo aseguro —me acerco hasta la zona de la caja donde me pongo mi delantal.
—Una más y te vas, además te descontaré esta llegada y las anteriores —dice antes de salir.
«Maldito viejo».
No puedo darme el lujo de que me descuente, ya que necesito ese dinero más de lo que se imaginan. Los gastos de este mes se me duplican contando el dinero para los zapatos de David.
Empiezo a atender los clientes que entran y salen del lugar hasta que da la media noche y decido llamar a David para saber cómo está. Aunque tenga once años, necesito estar pendiente de todo y aún más por su salud.
—Me acabas de despertar —escucho su bostezo y sonrió.
—Solo quería saber cómo estás —esta es mi rutina cada noche, no. Esta es mi rutina cada vez que salgo de casa.
—Estoy bien, me tome los medicamentos y me aplique la insulina —¡Dios! Es un niño tan inteligente a su corta edad.
—Eso me deja tranquila, lamento haberte despertado —digo.
—No lo lamentes, nos vemos cuando amanezca.
—Te amo —finalizó la llamada para volver a mi labor, no sea que el viejo de Mike esté viendo las cámaras y eso agilice mi despedida.
Pongo un poco de música, ya que a esta hora no viene mucha gente. Salgo de la registradora y me dirijo a acomodar los alimentos y deshacerme de los que están caducados o a punto de hacerlo.
—¡Espero estés dispuesto a huir o te juro que te mataré! —grito estas palabras en el momento que recibo una fuerte palmada en mi trasero.
Agarro una botella de Coca-Cola a mi alcance y la agito antes de ponerme de pie —servirá para joderle los ojos por un momento— me giro y antes de poder destapar la botella me detengo.
—Sigues haciendo eso y te prometo que la próxima reacción será golpearte de inmediato.
Ella sonríe mientras me escucha hablar.
—Sabes que lo hago siempre y aún no me reconoces —alega mientras me arrebata la botella de las manos.
—Viera... —me inclino de nuevo para seguir organizando las gaseosas.
—Lo siento.
Viera es la hermana menor de Boris, tenemos la misma edad y por obra del destino llevamos más de diez años de amistad, aunque al inicio todo era diferente, nos peleábamos por todo y competíamos por cuál sería lo mejor.
—¿Vienes del bar? —pregunto mientras continuo en mi labor. Con el atuendo que trae imagino que la respuesta será positiva.
—Esta noche gané mucho dinero —se inclina junto a mí y me ayuda con las botellas—. Deberías dejar este trabajo e ir allí, en una noche ganarás lo que ganas aquí en dos meses.
—No me interesa —digo—. Y la verdad no logro entender por qué lo haces.
—Se siente bien, Elena, no solo es el dinero, lo disfruto.
—Boris en cualquier momento te descubrirá.
—Voy a hablar con él y mis padres —ellos no son los más ricos, pero tienen una buena economía y aún no logro entender por qué Viera se encarga de bailar en ese bar cada noche.
—Negaré que yo lo sabía, no quiero problemas con él.
—No los tendrás, pero piénsalo. —destapa una de las gaseosas y la fulmino con mi mirada.
—Eso lo pagas tú.
—Ven un día y mira como son las cosas, allí te respetan, además puedes poner tus condiciones —explica—. Además, el dinero te ayudará con todo lo que necesita David.
—No lo haré, así que no insistas —me pongo de pie para continuar con mi labor en otra sesión del lugar.
—Piénsalo —pide—. Eres hermosa y no mereces estar ganando miseria cuando puedes obtener el triple.
—¿Te quedarás hasta que salga? —pregunto para qué deje de insistir.
—Te faltan dos horas, así que me iré a dormir un rato en el auto hasta que termines —dice tomando rumbo a la salida.
—Primero págame eso —le señalo la gaseosa que lleva en la mano.
—¿Cuánto es?
—Tres rublos —digo.
Camino junto a ella para llegar nuevamente a la registradora.
—Empaca tres paquetes de esas galletas —pide.
—No las puede comer —sé que las galletas las está comprando para David, a él le encantan.
—Puedes dárselas cuando se haya aplicado el medicamento —revolotea sus pestañas con la intención de que yo pueda ceder.
—Llevaré solo un paquete —debería estar agradecida por como mis amigos se comportan con mi hermano, sin ellos de verdad estaría perdida.
—Te espero en el auto.
Sale mientras yo continúo gastando el tiempo que falta en las pocas cosas que hay para hacer «no son muchas en realidad».
Conocí a Viera cuando mis padres estaban vivos, éramos esas enemigas que siempre están pendiente a la otra, pero que en el fondo, muy en el fondo, no se odian porque compartían una pasión, el baile.
Al paso de los años nuestra enemistad se convirtió en una bonita amistad y luego de visitar su casa me convertí en amiga de Boris, el cual se convertiría en mi mejor amigo meses después de que murieran mis padres y me quedara sola con la compañía de mi pequeño hermano.
Cuando terminó mi turno ya había llegado la chica que me tenía que recibir y agradecí que no se hubiera tardado porque necesito dormir como mínimo cuatro horas para poder estar a tiempo en la cafetería, no quiero que allí la señora Tasya decida reducir mi salario.
Cuando Viera me dejó en casa aún no había salido el sol tal como todos los días.
★
Cuando desperté de mis cuatro largas horas de sueño, David estaba en la cocina tratando de calentar una de las comidas que hay preparadas para él —siempre trato de hacer lo suficiente para la semana— verlo sobre una pequeña silla para poder alcanzar el horno me causa ternura.
Por su enfermedad y las diferentes complicaciones que ha tenido, su estatura es más baja comparada a otros chicos de su edad.
—Déjame ayudarte con eso —le quitó el plato de las manos y lo metió al horno para poder calentarlo.
—No quería despertarte.
Lo ayudo a bajar de la silla, pero el toque en su piel me alerta, está demasiado frío.
—¿Te sientes mal? —toco sus mejillas y frente para tomar su temperatura.
—Estoy bien —me sonríe.
—¿Ya te aplicaste la insulina?
—Acabo de hacerlo —responde—. No te preocupes.
¿Cómo no preocuparme? Es lo único que me queda, lo que me mantiene viva.
—¿Cuántas inyecciones te quedan?
—veintidós, las dosis del resto del mes —dice.
Voy a asegurarme cuántas le quedan, no recuerdo cuantas compré la última vez. He tenido mi mente más en mi trabajo que en lo realmente importante.
—Viera te envió unas galletas y como ya te aplicaste la insulina, puedes comerte una —agarro mi bolso y sacó el paquete de galletas de limón que le encanta a David—. Cómela luego de comerte tu almuerzo.
Le pongo el plato en la mesa para que él pueda comer y luego me dirijo al baño, necesito alistarme para mi siguiente trabajo. Si salgo temprano, puedo dormir dos horas para estar a tiempo en el supermercado y que Mike no me siga descontando por las llegadas tardes —aunque se está aprovechando porque mis llegadas tardes son de minutos—.
Me doy una ducha caliente para relajar mis músculos y luego me visto más abrigada de lo normal, «no quiero morir por hipotermia».
—¡David! —llamo a mi hermano desde mi habitación—. ¿Sabes dónde deje mi abrigo azul?
Vuelvo a buscar en mi closet, pero no lo encuentro, es lo más caliente que tengo en estos momentos.
—¡David! —grito nuevamente, pero no recibo respuesta de su parte.
Salgo con los zapatos en la mano con dirección al pequeño patio donde creo puede estar mi abrigo, tal vez lo haya lavado y lo olvide.
—David, te estaba preguntando, si viste mi abr...
Unos pequeños pies se asoman por la esquina de la mesa y me acerco rápidamente a ella para encontrar a un pequeño David inconsciente con sus labios con un tono morado y su rostro más pálido de lo normal.
—David —lo llamo y muevo, pero no abre sus ojos.
Debí saber que algo iba mal, su fría piel hace un rato fue una señal de que no está bien.
¡Dios! Que no le pase nada, que mi hermano esté bien. Lo levanto con mi poca fuerza y camino con él hacia la salida. No me importa no llevar un abrigo en este momento, necesito llevar a David con un médico.
—Puede, puede por favor ayudarme —digo con lágrimas en los ojos.
A la única persona que pude acudir fue a mi anciano vecino, él puede llevarme al hospital, es la única persona que conozco en este pequeño edificio. La única posibilidad que tengo.
—Mi hermano no responde —siento que mis manos tiemblan al igual que mis labios y sé que no es por el frío, es por el miedo de perderlo.
—Busquemos con que abrigarlos a ambos —se adentra a su casa para luego salir con dos mantas con las que cubre a David.
Me lo quita de los brazos y hace que camine delante de él.
Estoy aturdida, desorientada y lo que le sigue a esas palabras, me reprocho por no estar lo suficientemente al pendiente de la salud de mi pequeño hermano, el trabajo y las deudas me entretuvieron y me desviaron de mi verdadera responsabilidad.
Hace unos quince minutos llegamos al hospital e ingresaron a mi hermano a una habitación para poderlo atender, no me dejaron ingresar porque deben examinarlo primero.
—Puede decirme cómo está mi hermano —interceptó a una enfermera que sale del lugar donde ingresaron a mi hermano.
—El doctor lo está atendiendo —dice para alejarse de mí.
Los minutos van pasando y la desesperación se empieza apoderar de mí, porque no salen y me dicen que David está bien, que solo fue un bajón lo que tuvo, que puedo irme con él a casa.
—Señorita —observó a la enfermera que me habla—. Acompáñeme por aquí, por favor.
La sigo como me indico hasta llegar a un pequeño cuarto donde logro ver el pequeño cuerpo de mi hermano y a un doctor a su lado.
David me mira y sonríe cuando me acerco a él.
—Me asustaste demasiado —me siento en la camilla donde él se encuentra acostado.
—Prometo no volver a hacerlo.
—¿Puede acompañarme un momento? —me habla el médico.
—Ya regreso —acaricio su mejilla antes de ponerme de pie y salir con el médico de la habitación.
Un peso bajo de mi pecho cuando vi a mi hermano y creí que estaba mejor, verlo despierto y sonriente es un verdadero alivio.
—Señorita —observó al médico cuando empieza a decirme como se encuentra la salud de mi hermano—. La salud de su hermano está empeorando.
—Pero he comprado la medicina como me recomendó.
—Pero no están siendo efectivas, sus riñones se están viendo afectados —declara y siento como la tierra se abre bajo mis pies.
—¿Podemos cambiar los medicamentos? —pregunto, esto puede ayudar.
—Verá, señorita. El seguro que usted tiene no cubre los medicamentos que su hermano requiere, además son sumamente costosos.
—No me importa, usted solo aplíquelos que yo conseguiré el dinero —no sé de dónde voy a sacar ese dinero, pero algo haré, no puedo dejar morir a mi hermano.
—Le daré una nueva fórmula con el tratamiento para que pueda pagar y procedamos a iniciar con todo —dice para después alejarse.
Tendré que insistir en el banco para poder obtener un préstamo porque estoy segura de que ninguno de mis dos jefes me adelantará mi sueldo.
Cuando mis padres vivían, no éramos ricos, pero no carecíamos de nada. Siempre nos dieron lo que pudieron, pero con la muerte de ellos lo perdimos todos, hasta la casa que era nuestra.
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Disfrute de la lectura y no juzgue el libro sin primero haberle dado una oportunidad, recuerde que con el primer capítulo no logrará entender mucho.
Para adelantos de este libro, los ya publicados y los próximos a ser publicados pueden seguirme en mis redes sociales donde aparezco como Leidygm18.
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