#3: Batalla Por Los Cielos

Enormes nubes oscuras se movían desde el este hasta el centro del continente que en algún momento seria conocido como Europa. Y entre las nubes, el poderoso Perun se movilizaba en dirección al corazón de Germania. El dios sobrevolaba la zona que antes fue la tierra de los burgundios, notando algo en el suelo que llamo su atención. Los pies del dios tocaron la tierra negra, notando una enorme cantidad de huesos desparramados por todos lados. No había rastros de carne, y varios de estos se encontraba ya semi-sepultados por la lluvia y la tierra. El pecho de Perun subía y bajaba un poco más rápido de lo normal, mirando lleno de dolor aquel cementerio. Perun apretó los puños mientras agachaba el rostro, con su cuerpo temblando ligeramente. Dolor, ira, miedo, desesperación, vergüenza, soledad, dolor... dolor. Perun abrió sus ojos llorosos y empezó a caminar, mientras truenos empezaban a escucharse en el cielo. Mientras más se alejaba de aquella escena, iba dejando atrás esas emociones invasivas. Pero el recuerdo de las sensaciones permanecía, como una oscura nube de una tormenta ajena a las que el dios de la guerra podía convocar. Pero pronto escuchó otro sonido, al principio muy débil pero que iba ganando fuerza conforme se acercaba. Un sonido de llantos y desesperación, pero también de fiesta y jolgorio. El dios eslavo tomó con firmeza su hacha mientras aceleraba el paso. Entre la densidad del bosque, logró ver a lo lejos el fuego de grandes fogatas. Y cuando estuvo a punto de salir de entre los árboles, se paralizó por la escena frente a sus ojos. Mujeres obligadas a danzar descalzas sobre las brazas, siendo apuntadas por lanzas para que no huyeran. Gritando, llorando, con sus pies mutilados por el calor, pero obligadas a seguir bailando. Un ogro sujetaba a un joven del torso, y con la otra mano lo sostenía de la pierna. Una y otra vez lo obligaba a descender sobre su propia pelvis, mientras la sangre manchaba sus gruesas piernas. Una mujer jotnar de piel verde, colmillos inferiores sobresalientes, y viperinos ojos amarillos, cocinaba algo cerca de una fogata. Y al sacar aquella carne del fuego, quedó claro que era el cuerpo de un infante el cual se había tomado el tiempo de cocinar. Y sin dudas en su mente le arrancó una pierna para devorarlo.

El trueno destrozó el ambiente, como un feroz grito de furia y desesperación. Los gigantes atemorizados observaron a todas direcciones, mientras el viento amenazaba con arrancar los arboles cercanos y los relámpagos volvían a la noche en día. La mujer jotnar que devoraba al infante fue la primera en recibir la furia del dios eslavo. Su hacha envuelta en rayos le impactó, y partió su cuerpo a la mitad en un segundo. Cuando las demás criaturas voltearon a ver el lugar desde donde se había originado el ataque, vieron a Perun respirando con furia y exaltación. Los pesados pasos del dios se encaminaron hacia el grupo de jötunn que pronto intentaron tomar acción. Uno se aproximó de frente, y Perun le conectó un golpe ascendente a la mandíbula. El cuerpo del enemigo se alzó hacia los cielos, dejando una gran cantidad de sangre que empezó a caer por obra de la gravedad. Otro ogro se aproximó con su hacha, lanzando un golpe con esta a la cabeza del eslavo. Pero el dios de la tormenta alzó su brazo izquierdo y el arma se destrozó contra este. El guardián de los hombres respondió con un derechazo al pecho, provocando que el torso del humanoide fuera completamente destrozado y sus restos quedaran esparcidos. Los rayos cayeron del cielo para destruir los cuerpos de los monstruosos seres, mientras el eslavo se encaminaba hacia aquel jotnar que había estado abusando de un niño. Este, a pesar de su tamaño, retrocedió con gran temor. Los incrédulos y shockeados humanos observaban como aquel gigante era reducido, y solo sus gritos de dolor eran capaces de sonar por encima de sus huesos rompiéndose. Fuego y rayos, furia y fuerza, y al final solo carne y sangre fría en el suelo del bosque. Cuando Perun terminó, su respiración empezó a normalizarse. El dios protector, cubierto de sangre de sus enemigos, se volteó hacia unos temerosos humanos que intentaban reagruparse.

—No quiero lastimarlos —exclamó el dios de cabello rubio.

Perun dio unos pasos para aproximarse a los humanos, pero estos parecieron retroceder con temor. Aunque él los hubiera salvado, tantos años de sufrimiento y terror les había dejado una marca. El dios extendió su mano izquierda, causando temor a los mortales. Pero pronto estos dejaron de temblar, y un agradable calor se apoderó de sus cuerpos. El maltrato y las heridas dejaron de doler, pudiendo sentirse por unos instantes como se habían sentido antes de que todo el sufrimiento comenzara.

—Marchen en aquella dirección —exclamó Perun, señalando hacia el este—. Son las tierras de donde vengo, y a donde han sido sus compañeros. Ellos los ayudaran a reconstruir sus vidas.

Los humanos se sorprendieron de aquella acción, pues por primera vez en mucho que se encontraban con un dios que demostraba preocupación hacia ellos. Y a pesar de su miedo agradecieron, llorando de felicidad al sentirse libres. Perun se volteó para seguir su camino, pero un viento frio lo golpeó con inusual malicia. Escuchó un quejido a sus espaldas, y al voltear observó que aquellos humanos habían sido congelados vivos. Nada pudo hacer el rey de los dioses, pues un poderoso rayo impactó en medio de donde estaban los mortales, destruyendo sus cuerpos en segundos. Que poco dura la belleza de la libertad, cuando es el destino cruel el que está en tu contra.

El feroz y gélido viento continuo soplando, haciendo temblar de terror a los arboles a su alrededor. Del humo del impacto, una enorme figura se hizo presente, con piel azul y cabello rubio, pero también con unos ojos siniestros y brillantes.

—Entonces los rumores son ciertos —exclamó Thunor, con rayos brotando de sus ojos—. Hay otro dios del trueno en estas tierras.

—Tú —dijo entre dientes Perun, buscando su hacha a su costado pero recordando que la había arrojado.

—Espero que seas un verdadero reto —exclamó el hijo de Loki, tomando su martillo.

Thunor golpeó el suelo con su martillo, provocando una fuerte onda expansiva que rajo la tierra bajo sus pies. Perun dio un salto para no verse tan afectado, mientras su enemigo se lanzaba hacia él. El dios eslavo logró esquivar con dificultad el golpe que casi impacta contra su rostro y torso, moviéndose a tiempo para un costado. Con la mano derecha sostuvo el mango de aquel mazo de guerra, mientras su mano izquierda se convirtió en un puño. Golpe tras golpe fue a impactar contra las costillas de su enemigo, el cual por más que apretara los dientes no podía evitar soltar sangre de su boca. Thunor le propinó un codazo directamente a la nariz, logrando fracturarla de un solo intento. Trató alzar su mazo con la otra mano, pero la mano de su enemigo seguía firmemente sujetado a este. Perun no se echó atrás y le conectó un golpe ascendente a la mandíbula, mientras él mismo empezaba a alzarse con su poder por encima del jotnar. Desde la altura, le conectó más golpes en el rostro y en la frente. Levantó su puño, al cual le impactó un rayo, y lo descendió como un demoledor golpe que liberó todo el poder sobre el rostro del terror de los hombres. Ambos dioses se vieron apartados tras aquel pequeño intercambio, y el eslavo observaba su entorno para encontrar a su enemigo. El germánico, a pesar del castigo, se volvió a alzar con su rostro cubierto en sangre. Los furiosos ojos de Thunor se clavaron en su brutal enemigo, y una sonrisa desquiciada se formó en sus labios.

—Fue un buen calentamiento. Veamos que más tienes, eslavo.

Perun se sorprendió, pero no por ello se vio intimidado. El poderoso protector de la humanidad se alzó por los cielos mientras los truenos retumbaban como tambores de guerra. La oscuridad se quemó por el fuego celestial, y cientos de rayos alababan a su señor. Thunor se alzó al ataque con su mazo, liberando una pérfida energía de terror. Perun alzó un brazo, y un rayo impactó en este para tomar la forma de una poderosa hacha. Luego alzó la mano libre, invocando la furia celestial. El dios señaló con su arma a su enemigo, provocando que millones de rayos fueran a su ataque.

Tantos relámpagos, adquiriendo la forma de pequeñas hachas arrojadizas, cayeron con furia divina sobre el jotnar. Thunor golpeó a varios con su mazo, pero fue mayor el número que impactó contra su cuerpo. Más heridas que inmediatamente se cauterizaron, mientras el gigante de las tormentas era derribado del cielo por la gracia divina del dios del rayo. Un enorme cráter se formó en el suelo, pero este se vio lleno por los incontables rayos que se convirtieron en piedras de todo tipo de formas y tamaños. El dios de los eslavos empezó a descender con cautela, mientras veía como las piedras temblaban antes de salir disparadas en múltiples direcciones.

—¡Magnifico! —gritaba Thunor con gran éxtasis—. Me encanta que mi rival sea tan rudo, es más placentero cuando lo quiebro y lo hago llorar como un niño.

—Eres un enfermo —vocifero Perun—. Solo eres un monstruo al que voy a ejecutar.

—No te confundas, eslavo —exclamó Thunor—. Yo soy un dios, y como tal tengo derecho a hacer lo que me plazca con las alimañas insignificantes que abundan en Mannheim.

—Eso es indigno de un dios.

—¿Quieres enseñarme como ser un dios? —preguntó con retorcido cinismo el jotnar, mientras señalaba a su enemigo con su mazo—. Voy a enseñarte lo que le hago a los pequeños indignos que se creen dioses.

Perun sujetó su hacha con ambas manos y descendió hacia su enemigo, quien saltó hacia él con similar posición. Las armas de los dioses chocaron, haciendo temblar la totalidad de Midgard y más allá. El choque de dos tormentas que rasgaban el cielo, azotando con ferocidad los pilares del universo mismo. Dioses y hombres de todo el mundo notaron la batalla que tenía lugar, aunque la mayoría no supiera el motivo ni los integrantes. El hacha y el martillo chirriaban en el empuje mutuo, mientras el hijo de Loki se alzaba por encima del protector de la humanidad. Y con su enorme fuerza, logró romper el hacha de Perun. El dios eslavo no pudo reaccionar a tiempo, y su mandíbula recibió el feroz impacto del arma enemiga, provocando su caída de los cielos invadidos. Thunor se alzó ahora, superior y todopoderoso, con una gran sonrisa ensangrentada. Con gesto severo y abundante sangre que caía de su boca, Perun salió del gran agujero que había dejado su caída a la oscura tierra. Agitado y temblando por su creciente furia, los brillantes ojos del dios buscaron a su enemigo a pesar del mareo de su cabeza. Thunor arrojó su arma, la cual dio múltiples giros en el aire mientras caía en dirección a Perun. El dios eslavo intentó saltar al notar dicho ataque, pero no fue lo bastante veloz y el arma le impactó en el estomago, arrastrándolo nuevamente a la oscura tierra. El eslavo escupió sangre mientras sentía el arma enemiga aún encima de su torso, provocándole gran dolor. Thunor aterrizó bruscamente, y empezó caminar hacia su enemigo.

—Levántate, eslavo. Mi padre dijo que ustedes eran peligrosos, pero apenas si me has hecho sangrar un poco. ¡Levántate!

Perun apretó los dientes y tomó el mango del martillo enemigo para sacárselo de encima, pero grande fue su sorpresa al descubrir que no podía hacerlo. El dolor provocado por aquella presión era cada vez mayor, y entre gruñidos de furia fue que el dios ejerció más fuerza, pero no logró nada. Era incapaz de levantar aquel martillo, y eso provocó la risa maniática de Thunor.

—¿Es en serio? ¿Qué clase de dios eres que no puede levantar a Ijsbreker?

—¿De qué hablas, jötunn? —preguntó entre dientes Perun, mientras luchaba por sacarse aquel peso de encima.

—No eres como yo, eslavo —exclamó Thunor, con siniestra alegría—. No eres digno.

Thunor se inclinó sobre su enemigo, y tomó la cabeza de su martillo para girarlo rápidamente. La parte irregular, llena de picos que apuntaban hacia afuera, fue presionada contra el torso de Perun, quien con furia e impotencia observaba al sádico Thunor. El hijo de Loki sonrió ampliamente, y usando su gran fuerza empezó a presionar más y más contra el pecho del dios de los eslavos. El jotnar lo tomó de la cabeza con su mano libre, mientras con la otra ejercía más fuerza para clavar aquellos picos en su enemigo. La sangre empezó a salir, mientras la piel de Perun se iba quemando por el intenso frio de Ijsbreker.

—Un dios debe tener la fuerza para pasar por encima de todo y todos —exclamó Thunor—. Un dios debe usar su poder para mostrar su superioridad, y destruir a la basura que intente detenerlo. Un dios debe ser temido. Y tú, eslavo, no eres un dios digno. Eres una decepción.

Disfrutando de la impotencia de su enemigo, Thunor empezó a propinarle demoledores golpes en el rostro. Cada puñetazo sacudía la tierra, y hacia a los cielos llorar de amargura y terror. Cada golpe bañaba el suelo con la cálida sangre del dios del fuego. Perun juntó energía en su cuerpo, y provocó una gran explosión que unía los dos elementos destructivos que controlaba. Thunor y su martillo salieron despedidos, dándole un respiro al defensor de la humanidad. Perun apenas podía respirar, y se arrastró para poder salir del agujero en donde la caída de los cielos lo habían dejado. El valiente dios de los rus se tomó del pecho con la mano izquierda, buscando emitir calor en su congelada herida, pero sintiendo un gran dolor. Perun, a pesar de todo, mostró su inmensa resiliencia y se volvió a poner de pie. Alzando el pecho con orgullo, elevó su mano derecha para que un rayo impactara en esta. Pero esta vez un enorme arco se formó en lugar de un hacha. Cuando los dedos de su mano izquierda tocaron la cuerda del arco, una flecha de fuego empezó a materializarse. Thunor observó con curiosidad aquella acción, y sin dudarlo se arrojó hacia su enemigo. Perun empezó a disparar una flecha tras otra, siendo que cada una era desviada por el martillo del enemigo. A pesar de eso, el dios eslavo empezó a retroceder entre saltos sin dejar de disparar, teniendo a su objetivo cada vez más cerca. Agudizando su mirada de águila, logró burlar la defensa del jötunn y clavarle una flecha en el pecho. Thunor salió despedido tan pronto aquella flecha explotó, produciéndole una gran quemadura. Más flechas encontraron su destino en el torso, brazos y piernas del hijo de Loki, provocando severas quemaduras. Sin embargo, Thunor se mantuvo en pie y empezó a reír, cada vez más fuerte.

—¿¡Eso es todo, eslavo!? ¿¡Esto es lo que mi padre tanto temía de ustedes!?

Thunor sujetó su enorme martillo con ambas manos, empezando a girarlo delante suyo para provocar un feroz torbellino de hielo. Con esto como protección, empezó a correr frenéticamente hacia su enemigo. Flecha tras flecha, el escudo de hielo se agrietaba y regeneraba para impedir cualquier daño al portador de Ijsbreker. Perun sentía como la presión se acumulaba mientras el peligro se acrecentaba, por más que intentara retroceder. El dios eslavo sabía que el choque era inevitable, por lo que esperó a su enemigo en su lugar. Cuando Thunor estuvo frente a su enemigo, descendió con fuerza su martillo. Pero este se clavó en el suelo ya que Perun esta vez fue capaz de dar un salto justo a tiempo, cayendo hacia adelante con un izquierdazo directo a la cabeza del gigante. Lo siguiente fue un derechazo a la boca del estomago, logrando que soltara finalmente su arma. Golpe tras golpe, la fuerza del dios del trueno hizo retroceder a su brutal enemigo, apartándolo de su martillo y dando la sensación de empezar a obtener ventaja. Pero Thunor le atrapó el puño izquierdo con la mano equivalente, sacándolo de equilibrio al jalar de esta. El dios de las tormentas le conectó un fuerte derechazo en el brazo, rompiéndole el hueso y haciéndolo sobresalir de la piel. Perun ni siquiera tuvo tiempo de gritar, pues Thunor lo tomó de la cabeza y la hizo descender para darle un rodillazo en el rostro. El dios eslavo fue arrojado lejos tras eso, rodando por el suelo. La sangre salía a grandes cantidades de su brazo, el cual era víctima de un terrible dolor. El dios que había jurado proteger a la humanidad se volvió a levantar, observando el hueso sobresalir de su piel. Y apretando los dientes, se acomodó de un golpe el hueso. Exhalo y jadeo con fuerza, mientras un pequeño fuego se formaba en sus dedos izquierdos. Esa fuego se volvió una enorme llama que envolvió su brazo, haciéndolo gritar como un feroz animal herido. Aquel fuego desapareció tan pronto como fue generado, tras haber curado su brazo pero dejándolo exhausto.

—Gran Rod, ancestro de los dioses, dame fuerza para vencer a mi enemigo.

Las enloquecidas risas de Thunor se escuchaban en los oscuros cielos, mientras la más feroz de las tormentas tomaba lugar. El dios del invierno sujetó Ijsbreker con ambas manos y bajó rápidamente al suelo, como una roca envuelta en rayos de destrucción. Al impactar contra la tierra, el bosque entero fue arrasado por la explosión. Perun se cubrió como pudo, pero aún así fue devorado por aquel maligno poder. Thunor quedó en medio de todo, riendo con debilidad mientras miraba a su alrededor. Todo destruido, sin rastro de ninguna forma de vida.

—Ja, ja, creo que me excedí. Ja, ja. ¡Eslavo! ¡No me digas que esto te mató, cobarde!

Thunor no recibió respuesta, a lo que empezó a reír con más fuerza. Pero se fue desvaneciendo su risa conforme el implacable jotnar caía al suelo. Mientras la oscuridad se apoderaba de su ser, un rayo con los colores del arcoíris impactó contra el suelo.

A si mismo, el cuerpo inerte del dios eslavo flotaba a la deriva por un rio en el que había caído. El agua turbulenta empezó a volverse roja por la sangre de sus heridas. Perun estaba flotando en la inconsciencia durante demasiado tiempo, debilitándose cada vez más por la pérdida de su sangre divina. Hasta que, desde las sombras, una enorme figura lo vio. Y sin más, estiro sus manos hacia el indefenso dios.

El cuerpo de Thunor era arrastrado por el rocoso suelo del palacio real, donde Loki lo aguardaba en su trono. Aquel que sostenía el brazo del dios de las tormentas lo soltó, y alzó el rostro hacia el monarca de los gigantes.

—Gran Rey Loki —exclamó el varón, de piel oscura y ojos amarillos—. Aquí le traje a Thunor.

—Gracias, Heimdall —exclamó con molestia Loki.

—Hey, ¿quién llamó al van traidor? —preguntó con debilidad Thunor, apenas abriendo los ojos—. Sucio van, quemado de nacimiento por las llamas de Muspelheim. Sé el por qué de tu color.

—Solo vivo, para servir al Rey Loki —dijo Heimdall, con Ijsbreker en una mano—. Nada más, y nada menos —exclamó mientras dejaba el martillo en el suelo.

—Es una suerte que estés vivo —exclamó una mujer de piel pálida y cabellos rojos, con una mirada feroz y una voz rasposa—. Tienes daños internos muy severos.

La fémina alzó la mano y un siniestro resplandor amarillo emanó de sus ojos. El cuerpo de Thunor se elevó del suelo y sus heridas empezaron a curarse, pero la hechicera parecía estar esforzándose mucho con ello. Cuando termino, no pudo evitar tambalearse.

—No necesitaba eso, Angerboda —exclamó con molestia Thunor, tomándose del hombro derecho mientras movía el brazo—. Ni siquiera me dolía el cuerpo.

—Porque no eres capaz de sentir dolor —vociferó otra jotnar, de piel azul y cabello blanco—. Pero recibes daños. Tus heridas pueden matarte, incluso si no sientes dolor. Thunor, por favor, te lo digo como tu madre.

—Gané el combate —exclamó Thunor—. Ese dios eslavo, del que tanto me has hablado últimamente, no fue la gran cosa —dijo mientras miraba directamente a Loki—. Comienzo a creer, que esos dioses del sur que tanto te aterran tampoco deben ser la gran cosa.

—No tienes idea de lo que hablas, Thunor —dijo Loki, claramente molesto.

—Tal vez, padre, tu leyenda no es tan cierta —dijo con una sonrisa desafiante—. Tal vez te has acostumbrado mucho a la opulencia de tu trono.

Thunor dio un paso hacia adelante, pero no pudo avanzar más. Sin que siquiera pudiera verlo, Loki apareció delante de él y lo tomó del cuello. Thunor abrió los ojos tanto como pudo, y en segundos ya se encontraba de rodillas en el suelo. Sus enormes manos se aferraban a la delgada muñeca de su padre, quien lo miraba con un intenso odio.

—No te olvides, maldito troglodita, quien es el rey de Jotunheim. Y hay un motivo, por el cual yo gane mi trono.

Ante la mirada de todos, Loki continuó aumentando la fuerza de su agarre mientras las runas brillaban con más intensidad en su piel. Thunor no soportó mucho más y terminó desmayándose por la falta de oxigeno.

—Sáquenlo de mi vista —ordenó Loki, dejándolo caer al suelo.

Los ojos de Perun se abrían lentamente, sintiendo como el dolor en su cuerpo despertaba junto a él. No tardo en notar que estaba en una cabaña bastante grande, aunque con algunas filtraciones de agua. Su cabeza daba vueltas, y no podía terminar de concentrarse en lo que ocurría. Volteó levemente la cabeza, en dirección a el olor de un caldo cocinándose en la cercanía. Allí visualizó a una enorme criatura de piel gris, con una apariencia vagamente humanoide. Su cabeza era enorme, llegando a ser casi tan ancha como sus hombros. Su nariz era redonda y prominente, con algunos pelos saliendo de esta. Su cabello oscuro y sucio, acompañado de ojos blancos sin pupilas. Era aquel ser, aparentemente femenino, quien revolvía la sopa del enorme caldero. Perun se alertó al notar que en una de las manos, aquella criatura sostenía a un niño pequeño. Aquella imagen fue suficiente para que el dios eslavo se sentara en la cama de un solo movimiento, sin prestar atención al dolor en sus heridas. Con su enorme mano se sacó la sabana de encima, finalmente llamando la atención de la criatura y del infante.

—No deberías hacer movimientos bruscos —exclamó la criatura en un antiguo lenguaje olvidado, con un tono de voz siniestro.

—Suelta a ese niño, criatura —dijo Perun, en el mismo idioma—. No permitiré que te lo comas.

La anciana grotesca pareció sorprenderse, y luego empezó a reir, enfureciendo al dios del trueno.

—No lo voy a comer; lo estoy cuidando.

Aquello confundió aún más al dios de la guerra, quien no podía creer las palabras de su contraria. En eso, una joven rubia y de ojos marrones ingreso en la habitación, que era claramente una humana.

—Thusnelda, querida, llévate a tu hermano. Otra vez quiso nadar en el caldero de la sopa —exclamó la anciana, en la lengua de la mortal.

Perun guardó silencio mientras veía a la joven, no mayor de dieciséis años, llevarse al pequeño del lugar no sin antes darle una rápida mirada al dios.

—Es una buena chica —dijo la anciana, sin dejar de revolver la sopa—. Perdió a sus padres cuando todo esto comenzó.

—¿Quién eres tú? —preguntó Perun, más calmado pero aún alerta.

—Tök me llaman. Y sí; soy una jötunn. Pero a diferencia de la mayoría de mis pares, no me interesa dañar a los humanos.

Perun emitió un pequeño quejido de dolor mientras se tomaba del pecho, viendo como los vendajes sobre este empezaban a adquirir una tonalidad rojiza.

—Mejor acuéstate otra vez, así la vieja Tök podrá terminar de curarte —exclamó la anciana, notando la desconfianza del dios—. Si quisiera matarte, lo hubiera hecho cuando te encontré en el rio.

Perun, de mala gana, no tuvo más opción que hacer caso. Se volvió a recostar, observando como la anciana empezaba a caminar hacia él de forma extraña. Era como si sus piernas fueran de tamaño desigual, y cojeaba en cada paso que daba. Tök le sacó los vendajes del pecho, revelando las heridas aún presentes por el arma de Thunor. Tomó una pequeña bolsa y arrojó un polvo extraño sobre aquellas heridas, provocando un quejido mucho más audible de parte del dios. Era como si su piel estuviera siendo quemada y arrancada al mismo tiempo. Tök empezó a conjurar palabras extrañas mientras mantenía la mano suspendida sobre el pecho del eslavo, cuya herida empezó a brillar con algo de fuerza. Finalmente la anciana se detuvo, respirando de forma sumamente agitada.

—Por ahora es todo. Una herida con el martillo Ijsbreker es muy difícil de curar. Por suerte, la vieja Tök sabe dos o tres cosas sobre magia antigua.

—¿Por qué me ayudas? —preguntó Perun, recuperándose del inmenso dolor.

—Porque no todos los jotnar estamos de acuerdo con Loki y su familia —exclamó Tök, caminando de regreso a su asiento—. Ni mucho menos queremos que Thunor siga propagando su matanza por los Nueve Mundos. Tu lucha con él se sintió por todos lados, estoy segura que incluso en otros Mundos.

—Él me derrotó —exclamó Perun—. Nunca me había enfrentado a alguien como él. Cada vez que lo hería, parecía que se hacía más fuerte.

—Thunor disfruta el dolor, y se fortalece con él —exclamó Tök—. Tanto provocarlo como sentirlo, el dolor es el máximo placer para el príncipe maldito de Jotunheim.

—¿Hay más como él? —preguntó Perun, inclinándose levemente hacia adelante—. Los otros jotnar a los que enfrente, no eran ni de cerca tan poderosos.

—Oh, sí, varios más. Loki es el rey, y el más poderoso de todos. Se dice que el motivo por el cual Thunor pasa tanto tiempo en Manheim es porque Loki lo expulsó, o de plano no lo tolera. Tambien está Fenrir, el lobo de la perdición. La serpiente Jordmungander, tan grande como el mundo. Angrboda, la hechicera. Skadi, la diosa invernal. Hela, la señora de la miseria. Y me estoy limitando a la familia cercana de Loki.

Perun guardó silencio unos instantes. Entonces entendió que incluso y derrotara a Thunor, aún tendría que enfrentar a toda una familia de capacidades similares e incluso superiores.

—Eres el único dios que ha logrado enfrentarlo y sobrevivir en mucho tiempo —dijo Tök, pensativa—. Freyr, el príncipe de los vanir, lo había logrado antes. Pero luego de que Vanheim cayera, ya no se supo más de él o de su familia. Hay rumores de que sigue vivo, pero Thunor lo tortura siempre que puede. Otros dicen que murió en combate, pero nadie sabe con certeza.

—¿Hubo otros dioses en estas tierras?

—Sí, los dioses de los hombres. Los vanir eran dioses de la naturaleza, y estaban en paz con los jotnar hasta que Thunor decidió que quería guerra. Los jotnar somos una raza conflictiva, siempre luchábamos entre nosotros por el más mínimo motivo. Se ve que ahora, para mantener Jotunheim en paz, Loki le permite a los suyos hacer lo que quieran en los demás reinos. Ya no recuerdan, pero la vieja Tök si recuerda, que no todos estábamos de acuerdo con Loki. Pero aquellas voces que se alzaron contra Loki, fueron silenciadas bajo el martillo de Thunor. Los jotnar sobrevivientes de aquella masacre escapamos a otros reinos, pero ahora la sed de sangre de Thunor nos siguió hasta aquí —exclamó Tök, antes de soltar una pequeña risa—. Loki nos liberó de la tiranía de los Aesir, solo para reemplazarla con la suya.

Perun juntó las manos delante de su rostro, pensando en la información que había recibido. Thunor era alguien cruel y poderoso, respaldado aparentemente por seres tan crueles y poderosos como él. Apenas había sobrevivido al primer enfrentamiento, ¿podría realmente vencer a tan brutal enemigo?

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