5

No pasó mucho tiempo antes que el héroe volviera a pensarse listo para volver al Bosque Kolog. Se había pasado un tiempo viajando por Hyrule, buscando y resolviendo pruebas en diferentes santuarios, fortaleciendo su alma. Y una vez más, sintiendo el poderío del coraje que Farore le confería, se había puesto en marcha directo hacia allá, en busca de la Espada Maestra. Para retomar su camino de una vez por todas.

Recorriendo una vez más los Bosques Perdidos, era difícil no sentir una sensación burbujeante de ansiedad, en las extremidades, en las yemas de los dedos. Cómo si tuviera un reloj encima, que se esforzaba en recordarle que iba tarde a cada acontecimiento de su destino. Pero trataba de olvidarlo. Tenía que concentrarse en lograr las cosas un paso a la vez.

Ya al saber la manera de llegar al Bosque Kolog, le fue fácil moverse por la arboleda de antes sin demasiados riesgos. Tan pronto como se fue acercando al final del recorrido, cuando la luz clara del sol le fue bañando, se dió cuenta que empezaba a sentir un magnetismo muy similar al que había sentido la última vez. Una gravitación similar al sentimiento de presión y prisa que, en el fondo, siempre tenía. Pero no era desesperante, era... diferente. Algo que lo llamaba a avanzar con rapidez para poder llegar hacia eso que lo llamaba. Asumió que podría ser la propia espada quien le estuviera llamando, si eso tenía sentido. Eso podría explicar el hecho de que lo hubiera sentido igualmente en el pasado.

Pero cuando cruzó el túnel de tronco viejo que daba entrada al templete de la espada, se dio cuenta que el magnetismo seguramente no venía de la espada. Y que la aldea estaba siendo destrozada por los Yiga.

—¡Señor héroe! ¡Señor héroe, ayúdenos! —gimoteó un pequeño Kolog que había conseguido apenas escapar de un Yiga, subiendo hasta los árboles, evidenciando su llegada.

Link tuvo que ahogar una exhalación conmoción, pues apenas los ninjas voltearon hacia él, corrieron a su encuentro. Aprovechando la distancia, el héroe sacó su arco y con destreza atinó una flecha al rostro del que parecía ser el líder del trío que se le lanzaba al ataque. El Yiga jadeó, cayó al suelo, pero los otros no desistieron y lo rodearon, sacando partido cuando Link intercambiaban el arco por un espadón. El más voluminoso le propinó una patada que le desestabilizó.

—¡Link! —jadearon algunos kolog al verlo caer.

—¡Ya está aquí! ¡Ve por la espada! —indicó el que no lo había golpeado, mientras Link saltaba en pie de nuevo. Parecía hablarle a alguien por detrás de ellos, por detrás de la entrada a la aldea.

Link apenas tuvo tiempo para reaccionar, pues se encontraba esquivando los golpes de las espadas rebanadoras Yiga y atizando espadazos, cuando ese magnetismo le llamó de nuevo, mucho más fuerte que nunca, distrayéndole. Un relámpago en rojo y negro hecho persona saltó de entre los árboles del Bosque Perdido y se abalanzó en dirección al pedestal sagrado de la Espada Maestra. Al pasar cerca del grupo que despistaba a Link, le dirigió a él apenas una mirada enmascarada; la atracción se intensificó. Parecía ser una chica, Yiga.

Link dio una estocada que alcanzó el brazo de uno de sus atacantes, quien se contrajo del dolor, permitiéndole observar cómo esa chica se posaba frente a la espada, haciendo que el Árbol Deku agitata sus hojas y raíces y le advirtiera que se alejara, o no la contaría una segunda vez. Recordándole que nadie podía sacar esa espada si no era el elegido de la misma.

El chico frunció el ceño, confundido, cuando vió cómo ella, a pesar de las advertencias, enrollaba sus manos en el mango. Parecía segura. La trifuerza brilló de nuevo en el dorso de Link cuando ella comenzó a jalar. Luz intensa azul brilló alrededor de ella, saliendo de la espada, que increíblemente, parecía ceder a su agarre. Entre la luz azul, otro centelleo dorado se acrecentó.

El triángulo del valor, en la mano del héroe, cuya mitad era lo único que poseía antes, tenía la fracción faltante a medio brillar. Se agitó al ver la Espada Maestra ceder a su agarre y comenzar a salir, ¿¡un Yiga estaba logrando sacar su espada?!

Trató de librarse del dúo que le atacaba, ignorarlos y correr hasta detener a esa chica, pero notando su cometido, uno de los ninjas sacó lo que parecía ser un lazo plegable y lo lanzó a las piernas de Link, enrollándose automáticamente y haciéndolo tropezar. Link cayó al suelo y el mismo ninja regordete se aseguró de asegurar el agarre, enrollando más la cuerda hacia el torso del joven, inmovilizándolo.

El rubio trató de zafarse, trató de alcanzarse las alforjas con una de las manos, pero cuánto más se movía, más ceñida se ponía la cuerda. Para colmo, el otro Yiga, altísimo y flacucho, caminó campante hacia él y le puso un pie en la espalda en un signo de dominación.

—Ni lo intentes, elegido —Se mofó uno de sus captores, el que le había amarrado, con voz gangosa y boba, mientras le miraba retorcerse—. Mientras más te mueves, más te enredas.

—Mejor disfruta la vista y cómo alguien más se lleva esa ridícula y pretenciosa espada.

Y así era, frente a sus ojos, aquella extraña y desconocida joven había logrado alzar la mismísima Espada Maestra de su pedestal. La ondeó un poco, como si se acostumbrara a su peso. Incluso se subió la máscara del clan. Sus ojos verdes reflectaron el brillo índigo del arma con impresión, como si ni siquiera ella creyera que lo había logrado.

Con aire infantil e incrédulo, se volteó hacia el grupo que sometía a Link y agitó la espada en el aire con una gran sonrisa, evidenciando que lo había conseguido, señalándola con un dedo. Una risa pareció escapársele. Link observó su rostro, con ira e impotencia, luego con pasmo. Cabello cereza, ojos verdes. A ella la conocía... Conocía su rostro... ¿Pero de dónde?

—¡La tengo, la tengo!

—¡Alto ahí, no te llevarás la espada a ningún lado! —bramó un pequeño pero alto kolog alzando unos arcos desde la copa de los árboles. Otros salieron de otros árboles—. ¡Kologs, ataquen!

Aprovechando la lluvia de pequeñas flechas hechas de ramitas endebles pero afiladas, Link logró sacar la navaja corta que quería de una de sus alforjas y con mucho esfuerzo cortó la cuerda que ceñía su cuerpo. Haciendo fuerza logró desenredarse lo suficiente, logró levantarse, dispuesto a atacar de nuevo.

—Debimos matarlo cuando lo teníamos en el suelo... —murmuró el más bajo y robusto, de la voz gangosa.

—Eso va después en el plan, lo sabes —respondió el otro, esquivando por los pelos las estocadas fúricas del joven, cuyo verdadero objetivo yacía en realidad sobre la chica. Tenía que deshacerse de esos dos para que no evitaran que fuera por ella, quien hacía lo que podía con su agilidad para evitar las flechas, aunque aun así había sido víctima de algunas.

Al notar el interés de Link sobre la de la espada y ver lo pesado que se estaba poniendo, el más alto del grupo de Yigas se giró hacia la chica y le hizo una señal con las manos. Todos los demás ninjas del batallón, que habían estado molestando a los pobres Kolog, pararon al instante.

—¡Retirada! ¡Ya la hemos conseguido! —Los Yiga se movilizaron, pero la pelirroja se había quedado más ocupada tratando de esquivar ágilmente las flechas que le caían encima (aunque aun así había sido víctima de algunas) por lo que aún evitando los golpes de Link, el alto la tuvo que llamar de vuelta—. ¡lllyria, ya!

«Illyria...» resonó una voz al fondo de su mente. como el eco de tantas veces que había pronunciado ese nombre en el pasado. Una punzada extraña le llegó al rubio, como aquella sensación que tenía cuando recuperaba parte de sus recuerdos.

La joven Yiga asintió, volviendo a su deber. Apenas dirigiendo una mirada al rubio, bajó su máscara de vuelta y se movilizó para esfumarse. A pesar de la inestabilidad que los extraños recuerdos que iba teniendo se le formaban en la cabeza, Link intentó impedir su avance, evitar que se llevara su arma, pero ella lo evitó rauda cuando pasó al lado suyo. Su emblema de la trifuerza brilló por última vez, generando una sensación de magnetismo increíble, difícil de ignorar. Pero así como habían llegado para aprovechar la llegada de Link, se habían marchado, dejando todo el desastre a su partida.

Se habían llevado la Espada Maestra, la única forma viable de vencer a Ganon. Su única esperanza. Aun cuando se suponía que nadie más que el elegido podía portarla.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top