3
—¿Que los Yiga están detrás de la espada? —preguntó Impa, con un gesto extrañado.
Link asintió.
Por alguna razón, luego de haber salido del bosque y haber emprendido su viaje de vuelta, Link no podía sacarse de la cabeza la idea de que el clan Yiga hubiera siquiera intentado llevarse la Espada Maestra. A pesar de que el Árbol Deku no parecía saber de su existencia, asumió que serían ellos. ¿Qué otros ninjas malignos podría haber en el reino de Hyrule?
Con su falta de fuerza para poder sacar el arma que, se suponía, era la única capaz de derrotar a Ganon, le había nacido algo de presión por apurarse en volver a ser digno de ella. Tan solo necesitaba un poco más, podía sentirlo. Pero el apremio crecía ante el ninja, quienquiera que fuera, que había intentado obtenerla. No podía evitar sentirse intranquilo ante ello, aunque en el fondo no creyera que el hecho de que alguien más pudiera blandir fuera posible. Entonces, había decidido darse un viaje rápido a Kakariko. Quería descartar posibilidades.
—Atacaron a los Kolog, intentando conseguirla. Cuando llegué, estaban en un estado de alerta.
Impa pareció pensarse las palabras del joven Sus ojos negros, encapuchados por sus párpados caídos y arrugados, se pasearon por la habitación.
—¿Representa alguna amenaza? —indagó el antiguo campeón, al ver que no obtenía ninguna respuesta clara.
La mujer guardó silencio solo por unos segundos más. Negó tenuemente con la cabeza, pareció descartar alguna idea que de repente le había surgido. Luego, su rostro volvió al gesto afable de siempre.
—No podría asegurar que no es así, pero me parece poco probable.
—¿Es que los Yiga no saben las limitaciones de la Espada Maestra?
—Por supuesto que lo saben. Todo el mundo en Hyrule sabe una leyenda tan esencial y antigua como esa. Por eso me extraña. —anotó ella—. Y además de todo, antes de ser Yiga, ellos fueron Sheikah, tal como nosotros. Saben cada pormenor de las leyendas... Pero no debemos apresurarnos a temer o sacar conclusiones. No sabemos qué están tramando, pero lo que sabemos, Link, es que debes apresurarte. Debes volverte fuerte, para que puedas recuperar la espada cuanto antes.
«Debes vencer a Ganon», terminó él en su interior, a la par de la líder Sheikah. Su mirada se tensó, pero no cambió su gesto serio y distante.
Link asintió. Al menos debería poder estar tranquilo. Como narraban las leyendas, nadie podía ser portador de esa espada, sino él, que al final había nacido para ello; que era el héroe elegido, por la espada.
«El héroe elegido por la espada...»
Resonó esa frase en su cabeza por la tarde de aquel día, estando ya a varios kilómetros de la aldea. Había partido en busca de alguna prueba heroica que pudiera ayudarle a crecer su fortaleza; uno de esos desafíos encriptados, pasados de generación en generación precisamente para entrenar al portador de la Espada Maestra, cualquiera que fuera la época en que llegaran a sus oídos.
Desde que tenía memoria, e incluso antes de que siquiera la tuviera, cuando había despertado en aquel santuario sin un solo recuerdo, eso fue lo único que siempre supo de sí mismo. Porque los demás siempre procuraron recordárselo; que él era el héroe elegido. El destinado a acabar con Ganon. El único capaz de hacerlo. El único capaz de salvar a Hyrule.
Aún en esos momentos, que ya sentía haber recuperado gran parte de sus recuerdos más importantes, como esos tiempos en que fue el guardia personal de la princesa, cuando fue nombrado campeón o incluso su más temprano recuerdo, cuando se hizo por primera vez con la Espada Maestra y el mundo descubrió la verdadera índole de su alma... La responsabilidad siempre le perseguía, el título, la expectativa.
Y también la insuficiencia.
Notando los tintes anaranjados en los arreboles del cielo, distintivos del ocaso, Link decidió, aunque a regañadientes, darse un momento para descansar. No podía evitar sentir como la tripa le rugía ferozmente luego de no haber probado un bocado desde mediodía. Sabía que si continuaba pensando, solo podría terminar sumido en un muy mal ambiente.
Se detuvo junto a un árbol de tronco ancho, ideal para recargarse. Convenientemente el pasto en esa área era más corto, por lo que había menos probabilidad de quemarlo al encender una fogata y comenzar un incendio. Se sentó sobre una roca entre las raíces del árbol y encendió su fuego, sacando a la par el último jamoncillo de su alforja y un hongo de Hyrule para asar. No era un platillo elaborado, ni de cerca su favorito. Pero servía.
—Mejor que comer vísceras de Bokoblin chamuscadas... —murmuró para sí mismo, entre el canto de las cigarras, viendo que vísceras de monstruos varios era lo poco que le quedaba en las alforjas—. Debería conseguir más ingredientes... Y una cacerola portátil para hacer mejores comidas...
Tomando una ramita para hacer una brocheta de sus alimentos recién salidos del fuego, Link probó. Se tomó un momento para observar las lejanías ponientes de Hyrule. La alta colina en la que se encontraba le permitía ver un plano directo y perfecto del castillo de Hyrule, que se alzaba en el horizonte, justo en el centro, justo frente suyo; enorme, imponente, maldito. Negro de tanta maldad que lo empapaba; cubierto por las garras de Ganon. Link suspiró, su apetito se había ido.
A veces, pensando, llegaba a la conclusión de que no era nada parecido al guerrero que había sido en el pasado. Ese que todos conocieron, que incluso él recordaba ser. Ese soldado fiero e imperturbable, serio. Sin duda, alguien que era lo que la gente esperaba del héroe elegido. Pero luego recordaba que ni siquiera él había sido suficiente para hacerle frente al cataclismo. Ni siquiera él había sido lo suficientemente fuerte o intachable, a pesar de tanto esfuerzo, tanto entreno y tanta dedicación. Se preguntaba, entonces, en qué posición quedaba él; su yo del presente. Que ni siquiera podía reclamar la Espada Maestra de su pedestal.
Era imposible no sentirse poca cosa, poco merecedor del título que llevaba a cuestas, siendo el culpable del cataclismo y de la destrucción de Hyrule como lo conocía.
Link dejó su brocheta a medio comer, aprovechando su soledad para suspirar y recargar su cabeza y espalda contra el tronco del árbol. Los últimos atisbos de la tarde morían. Pero pronto, unos gritos que parecían venir de atrás suyo le distrajeron una vez más de su marea de pensamientos, haciéndolo ponerse alerta de inmediato. Se levantó en pies y desenvainó espada y escudo, observando los alrededores que a cada minuto se ponían más oscuros.
No muy lejos de la posición de su fogata, pudo avistar un grupo inquieto de bokoblins; monstruos enanos, regordetes y brutos, que gruñían y graznaban alrededor de lo que parecía ser una pobre chica hyliana, quien había echado al aire los gritos en primer lugar. Sin pensarlo dos veces, Link se abalanzó hacia el grupo, lanzando una estocada directa a la espalda de un bokoblin rojo, quien había estado a punto de golpear a la joven con su garrote.
El monstruo jadeó, así como la chica, quien al perder el equilibrio por la sorpresa, había caído al pasto. Su vista se volvió torpe con la oscuridad, por lo que tardó en reconocer lo que era ese destello rubio y azul que iba de acá para allá, deshaciéndose de los monstruos sin hacer más ruido que unos cortos y bajitos resuellos de esfuerzo al atacar. Aunque eso le sugirió que era un hyliano, como ella.
En un abrir y cerrar de ojos, los bokos habían desaparecido y tan solo quedaba aquel chico, que no solo no se había despeinado demasiado el largo cabello blondo, sino que no tenía una gota de sudor en la frente por la batalla. Se había parado frente suyo y le tendía la mano para ayudarla a levantarse, en total silencio.
Ella le observó con lentitud, tratando de discernir en su cara solemne si se trataba de una buena idea el aceptar su ayuda, aún luego de todo. Había reparado en que a pesar de su cara joven y agraciada o su complexión chica, la mirada decisiva y los movimientos certeros que tuvo en su enfrentamiento daban mucho miedo. Al final, temerosa, aceptó su mano y se levantó con su ayuda.
—M-Muchísimasgracias por salvarme de esos horribles monstruos —medió ella, con la voz más tranquila que pudo dar—, de no haber sido por ti... ¡hubiera sido su cena esta noche! Pero debí haberle hecho caso a mamá... Debí haber salido de día...
—Los bokoblins no comen humanos, sólo carne de animales —mencionó Link en voz pasiva, luego de negar levemente con la cabeza—. Pero es mejor evitar las praderas por la noche.
La joven enfocó sus ojos miel sobre él entonces, aunque se le veía afligida
—Tú pareces saber mucho de monstruos... Yo no, pero es que no podía esperar, hay un lugar al que quiero... ¡No, al que tengo que llegar! Pero ahora que casi muero...
La curiosidad del joven pareció encenderse sin poder evitarlo.
—¿Por qué has salido? ¿De dónde vienes?
—Vivo cerca del rancho del cañón —explicó ella, sonriendo un poco, de manera complaciente—. Salí porque... bueno... Es una tontería.
Link alzó una ceja levemente, en señal inevitable de que estaba interesado. Todo eso pintaba muy misterioso, algo le llamaba a escuchar. Al notar su interés, ella pareció sonrojarse y de repente pareció tímida, pero continuó:
—Es que mira, de donde vengo, se comparte un poema hermoso. A mí me lo contó mi mamá y me dijo que fue el poema el que la llevó a conocer a mi papá, porque dicen que quien encuentre el lugar al que este te guía, tendrá garantizado un amor eterno con aquel que esté en su corazón —explicó ella, uniendo sus manos y llevándolas al pecho. Su sonrisa ensoñada—. Dicen que parte de una leyenda muy antigua.
A Link casi parecieron iluminársele los ojos. Si partía de una leyenda y tenía algo que ver con una ubicación, lo más probable sería que se tratara de una de esas pruebas que precisamente, venía buscando.
—¿Puedes recitar ese poema? —pidió amablemente, posando una mano sobre su cinturón, dispuesto a quedarse a escuchar. La curiosidad de Link se le contagió a la chica.
—¿Y eso? No me digas que tú también estás buscando algo similar. ¿También tienes a alguien?
El rubio sonrió tímidamente por la pregunta, aunque negó en el momento. No, no había nadie en mente... como héroe elegido, no sentía ni pensaba que tuviera tiempo ni siquiera de pensar en eso.
—Es solo curiosidad.
Ella achicó los ojos como si no le creyera.
—¡Claro! Como si un chico como tú pudiera estar sin alguien especial en su vida. ¿Sabes? Eres tan guapo... ¡Te pareces mucho a mi novio! Es en quien pienso, a quien yo quiero tener en mi vida por siempre. El poema dice así: «Eran venidos del bosque, leales amantes, uno con alma celestial, otra sin serenos instantes. Se juntan, se unen, donde hadas convergen y la selva se cierne. Dos seres destinados, unidos por el camino, con valentía y pasión, sus almas se entrelazan con tino...» o algo así... No recuerdo el resto, era muy largo... ¿O era venidos del bloque? ¡Ay, no me acuerdo!
Link pareció repasar la balada, algo intrigado por sus palabras. « Se juntan, se unen, donde hadas convergen y la selva se cierne...»
¿Eran esas las pistas para solucionar la prueba?
—¡Y no sabes! Yo necesito llegar allá, para ver qué hay, para ver si es cierto. Hoy me peleé con mi novio, pero yo lo amo, quiero que estemos juntos por siempre... Estaba pensando llegar para poder pedirle a la diosa Hylia que lo una a mí eternamente —Sus manos volvieron a su corazón y una sonrisa se pintó en su rostro. Un poco espeluznante.
El joven no pudo evitar hacer una mueca incómoda luego que ella se bajó de las nubes de su «amor» y se giró a verlo.
—Podría ser yo quien vaya por ti —propuso sin mucho problema, en un intento por mantenerla tranquila, ayudar y de paso, investigar.
A ella se le iluminaron los ojos.
—¿En serio harías eso por mí? ¡Me ahorrarías todo el viaje! Y es que además ni siquiera sé dónde buscar... —Se le escapó en un susurro—. ¡Te lo agradecería tanto! ¡Cuando llegues allá y veas lo que hay, por favor, por favor! Vuelve al rancho y cuéntamelo. Pídele a la diosa Hylia que nos una a Noalli y a mí, Erie, cuando llegues.
LInk asintió, sin mucha vehemencia. Ella rió alegre y se despidió, aunque él se propuso a acompañarla al rancho. Le vendría bien recoger algunas provisiones antes de viajar una vez más. Después de todo, en su cabeza se pintaban ya algunas sugerencias de lugares donde podría empezar a buscar.
Su mente se sintió apenas un poco más apaciguada, teniendo un punto por el cual comenzar a mejorar. Para poder seguir los últimos pasos. Para poder cumplir su destino.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top