24
—¿No estás tenso, verdad?
Se adelantó un poco, asomando la cabeza para poder ver mejor su expresión. Link permaneció impasible, apenas un atisbo de sonrisa en las comisuras de sus labios, su mirada parecía tranquila. Él negó con la cabeza, silente.
—Recuerda que son tus vacaciones, tienes que estar relajado —sonrió la princesa, dedicándole una mirada divertida.
Link volvió su vista al camino, en silencio. Su rostro estaba perfectamente relajado; no se evidenciaba ninguna flexión en su semblante adusto de siempre. Aunque por dentro, sí que estaba tenso. Pero jamás lo diría. No podía dejar de estar alerta teniendo a la princesa Zelda cerca suyo, su instinto de protección no entendía de vacaciones. Pero tener a dos guardias reales caminando a una distancia considerable detrás de ellos, encargados de cuidar a la princesa en «ausencia» de Link, ayudaba bastante a mantenerse un poco menos intranquilo.
Hacía solo un día que las cortas vacaciones como escolta de la princesa habían comenzado y Link había decidido darse un paseo por Hatelia, luego de casi un año de haberla dejado de lado. Dado que la princesa le había hecho prometer que le dejaría acompañarlo cuando eso sucediera, habían llegado a un acuerdo.
—Seguirán siendo vacaciones para ti, no tendrás que cuidarme —Le había dicho ella, aunque Link esbozó una expresión que denotaba que no estaba nada seguro de eso—, no te preocupes. Llevaré guardias extra para que no tengas que preocuparte en lo más mínimo. Tan sólo quiero conocer el lugar de donde vienes.
Esa curiosidad se le había antojado extraña proviniendo de la mismísima princesa Zelda. Tal vez, un poco invasiva. Pero ni la cuestionaba, ni lo resentía. A pesar de lo profesional que debían mantenerse sus lazos y sus sentimientos hacia ella, la apreciaba. De no ser ella la princesa, podría aventurarse a llamarla su amiga. Pero debía mantener la cordialidad y el respeto.
Zelda se paseaba con especial soltura, paseando por el camino de tierra que llevaban horas recorriendo, con las manos en la espalda, admirando el paisaje como si no pasara sus días, de por sí, yendo de un lado a otro por el reino.
Link la miró de manera discreta. Se veía muy contenta. Especialmente suelta. Seguramente era un respiro también para ella poder alejarse de la cuestión del despertar infructuoso de sus poderes; especialmente considerando que el despertar del mal se sentía tan cercano.
Pocos metros más adelante, se comenzaron a pintar las casas que daban aviso de la entrada a Hatelia. Los ojos verdes de la princesa se iluminaron con impresión.
—¿Ya llegamos? ¿En dónde vives tú? —preguntó ella, muy interesada.
—Es por aquí —señaló Link.
Las caras conocidas del pueblo saludaron al joven con efusividad, y algunas, reconociendo los emblemas reales no solo de la ropa de la princesa, sino de los propios guardias, se quedaron boquiabiertos a ver a una celebridad como la propia princesa pasearse por las humildes calles de Hatelia. Zelda saludaba a todos con la misma gracilidad y amabilidad.
No sin algunos contratiempos —niños que se acercaban o adultos que saludaban con más alevosía de la debida—, llegaron finalmente a casa de Link. Una morada humilde que se refugiaba a las esquinas de la aldea; con un patio muy amplio y árboles torcidos decorando su entrada. Por la chimenea salía humo que olía como a arroz frito.
Cuando se acercaron lo suficiente, la madre de Link les recibió con ojos impresionados, pero una sonrisa grande en los labios. Saludó a la princesa con mucha hospitalidad y les invitó a pasar dentro de la casa, pero cuando estaban acercándose al umbral, algo llamó la atención de la princesa en la periferia. Un punto rojo que apenas vió venir.
Cuando volteó, una chica con atuendo campesino y cabello rojo cereza iba saliendo del granero trasero, cargando una cubeta de lo que parecían ser semillas. Sin embargo, la soltó cuando vió que había gente en la entrada. Y los ojos, verdes como el jade, le brillaron cuando notó que entre esa gente estaba Link.
—¡Link, viniste! —sonrió ella, acercándose con rapidez, colgándose al cuello del chico en un abrazo que casi lo hizo tambalearse. Zelda vió a Link sonreír mucho más amplio de lo que lo había visto jamás. El joven asió la espalda de la chica y acarició su cabello.
La madre de Link sonrió y rodó los ojos.
—Como si no se vieran todo el tiempo en la ciudadela.
—Pero hacía mucho que no coincidían nuestros descansos —Se excusó Illyria, soltándolo finalmente, pero no sin acariciarle la mejilla con calidez. Zelda observó cómo su sonrisa se ampliaba por un segundo más, cómo sus mejillas se sonrojaban. Alzó la ceja.
Y entonces la misma chica la notó. Vió el color recién adquirido de sus mejillas desaparecer, no sólo cuando la reconoció como la princesa, sino cuando vió a los guardias llegar a los límites de la parcela, que al fin había conseguido alcanzarlos.
—¡P-princesa Zelda! Lo siento, no la había visto —Se inclinó ante ella.
La rubia le miró bien el rostro cuando Illyria volvió a alzarse. Estrechó los párpados... la reconocía. La había llegado a ver algunas veces, hablando con Link, por los rincones del castillo. Pero jamás la había visto de cerca.
Y no fue sino hasta ese momento que la tuvo cerca, y que pudo analizarla, que lo constató... Entonces no lo había imaginado.
Ese sentimiento. Esa atracción. Había algo en ella, en sus ojos. Sobre todo, en la forma en que Link y ella se miraban.
Jamás había visto a Link comportarse de esa manera. Podía ser que incluso él mismo se había dado cuenta de lo mucho que había salido de su impasibilidad, pues apenas los guardias se reunieron con ellos, él estabilizó su expresión y volvió a tensarse. Pero cuando sus ojos azules volvían de vez en vez a la chica de cabello rojo, la cercanía era obvia.
Y esa sensación...
Zelda sintió una punzada en el estómago. Tal vez, celos.
Link estaba enamorado de ella...
Pero esa no podría ser suficiente prueba... ¿O sí?
No podía ser ella...
જ⁀➴
Saliendo de entre ensoñaciones, recuerdos y ecos de voces, la luz del sol sobre los ojos y el trinar tan fuerte de los pájaros dejó gradualmente de ser tan soportable. Pronto Illyria abrió sus ojos verdes y la visión del pecho de Link la recibió. Parpadeó con rapidez, dándose cuenta que estaba envuelta en sus brazos. Se habían quedado dormidos fuera de la casa, frente la fogata de la cual quedaban ya solo cenizas. Pero no se atrevió a moverse.
Trató de no hundir demasiado el mentón sobre el pecho del joven para no despertarlo. El roble junto al que se habían dormido fungía como un soporte para el cuerpo del chico; la sombra de sus hojas protegía su rostro de la luz apenas por poco. Ella le miró, sintiendo cómo esa «posesión» le caía encima de nuevo. Los recuerdos de la noche anterior vinieron y aunque se cuestionó a sí misma cómo había podido hacer aquello, no fue una pregunta tan importante como otra que se formuló: ¿cómo podría haber querido matarlo? Y ahora, que no podía negar todas esas emociones, ¿cómo podría matarlo?
Acarició el rostro del chico, que tan hermoso le parecía, saboreando el deje eléctrico que el roce de su piel le dejaba en las yemas. Esperaba que él no lo sintiera, esta vez se veía tan plácidamente dormido...
Illyria sabía que tenía un compromiso con los Yiga. Algo que les debía. Ellos eran su clan, la habían acogido, eran técnicamente su hogar. Pero nada se sentía más como un hogar que la compañía de Link.
Suspiró, sintiéndose un poco ansiosa. Ya tendría tiempo para decidir. Mientras durara ese momento, Illyria sólo deseaba pasar un poco más de tiempo entre sus brazos. Alargar cuanto pudiera esa tranquilidad... Antes de la tormenta. Después pensaría en una manera de poder solucionar las cosas sin decepcionar a ninguno de los lados.
Lo que pareció ser el ruido de ramitas y hojitas rompiéndose la puso alerta, haciéndola erguirse de inmediato. Pero aunque escudriñó los alrededores, no vio nada fuera de lugar. «Alguna ardilla...», trató de tranquilizarse. Cuando volvió la vista a Link, le vió despierto, con los ojos bien abiertos, inspeccionando a la par los alrededores.
—¿Qué pasa? ¿Hay algo? —preguntó él, atento, alerta.
—No, no, tranquilo —murmuró la pelirroja, sintiéndose apenada por haberlo despertado de forma tan abrupta. Se dió cuenta de que él seguía teniendo cara adormilada; pensó en volverle a acariciar el rostro, tratar de invitarlo a seguir durmiendo, pero se retuvo de inmediato. Se dió cuenta también que seguía encima suyo. Se quitó de inmediato, con las mejillas enrojeciéndose, especialmente cuando él mismo fue consciente de la situación—. N-no fue nada, solo, eh... me levanté con demasiada rapidez. Lo siento.
—Está bien... —sonrió él, sentándose por igual. Se estiró para espabilar un poco y parpadeó bien. A pesar de que el cuello le dolía por haber mantenido tan mala postura durante tantas horas, no se arrepentía. Sentía las dichosas mariposas revolotear dentro suyo de solo verla. De notar su nerviosismo. Y podía ser, también, por su propio nerviosismo. La sensación era embriagante y ella se le antojaba adorable.
Pasaron el desayuno en casa de Link. A pesar de que la casa tan vacía y los fantasmas del pasado prolongaba ese sentir interno de soledad y nostalgia en ambos. Link se había esmerado en hacer bolitas de arroz de Hyrule con trozos de carne seca que había guardado en el granero la última vez que había visitado la casa; a Illyria le supieron como a su infancia. Al mediodía se pasaron al pueblo. Observando las calles de Hatelia, el ir y venir de su gente, los árboles meciéndose al viento. Todo tan nuevo y tan viejo; tan similar y diferente.
Alguna clase de estática mental quedaba siempre al fondo de la cabeza de Illyria, interrumpiendo sus pensamientos; haciéndolos imprecisos. Podía ser que se tratara de un último intento por mantener en pie lo que ahora creía —tal vez, sabía—, que había sido una mentira. Todo lo que le había dicho el clan Yiga, en esas lecciones que, de hecho, se habían parecido tanto a la que había soñado en su pesadilla del día anterior.
La cuestión de su familia, su supuesta vida antes del cataclismo... «El héroe dejó morir a mi familia», eso era lo que el clan siempre le había dicho; lo que había oído en su pesadilla, lo que retumbaba ahora en lo más profundo de su mente, como un grito amortiguado que la incitaba a seguir pensando de esa forma. Pero ya no le resonaba. Tenía la impresión de saber que no había sido así.
Sentados a los pies de la colina que, Link le dijo, llevaba al laboratorio de Hatelia, Illyria suspiró. Tenía tantos pensamientos dentro suyo...
—Todo esto es muy lindo, como... nostálgico —admitió ella, con la mirada perdida en la aldea.
Link le observó entonces y sus pensamientos se escaparon de sus labios:
—Si quisieras, podrías quedarte para siempre. El tiempo que quieras... al final, mi casa siempre ha sido tu casa.
Las mejillas de la chica se encendieron. Pero aunque lo consideró, negó con la cabeza con rapidez.
—Link... ¿Puedes llevarme a ver mi antigua casa?
Él pegó un respingo. La miró con los ojos abiertos.
—¿A tu antigua casa...? ¿La cabaña hacia el bosque, donde vivías antes?
Illyria asintió. Él la miró bien, preguntándose si acaso lo que sucedía era un espejismo.
—¿Lo recuerdas...?
—... Sólo quiero saber qué pensar —dijo ella, al cabo de unos segundos, mirando al suelo.
—Está bien —asintió el rubio. Se levantó, un poco impaciente, un poco conmocionado. Le extendió la mano y ambos partieron.
Teniendo la mente un poco nublada entre impresiones y recuerdos, Illyria atinó sólo a seguir al chico por el camino de tierra que tomaron, en un cruce apenas en frente de la colina. El sendero llevaba a las casas más alejadas de la aldea, hasta perderse en el bosque. Continuaron a través de los arbustos, bajo los árboles, con el aroma a fresno rodeándolos. Y de repente, cuando llegó un nuevo cruce, fueron los pies de ella los que comenzaron a guiarla. No faltó avanzar demasiado más para encontrarla; a los pies de otra colina, resaltando entre rocas musgosas, a medio comer por los arbustos y las enredaderas.... estaba la cabaña.
Se quedó quieta antes de entrar al predio que antes formaba parte de su parcela. Sintió frío en los pies, frío en las manos, en el pecho. La fachada de madera estaba hinchada y enmohecida; las plantas habían trepado hasta llenar el techo y las flores que solían crecer en verano habían muerto todas. Pasó saliva.
—Es aquí... —anunció Link. La miró después, su expresión estaba en shock, por lo que se apresuró hacia ella. Puso una mano en sus hombros—, Illyria, ¿estás bien?
El calor de su tacto la trajo de vuelta en sí. Miró los ojos azules de Link apenas superficialmente y asintió. Volvió la vista a la cabaña y decidió avanzar.
Las ramas caídas del jardín tan sucio crujieron bajo sus pies; los helechos le llegaban algunos hasta la altura de la rodilla. Se paró frente al umbral que era la puerta y de repente creyó escuchar algún ruido raro salir de la ventana de cristal rota que esta tenía al lado, pero al echar un vistazo adentro y no ver nada, lo tomó por su imaginación. La puerta estaba semi destrozada, así que no hubo nada qué forzar para entrar.
Dentro todo estaba fuera de lugar. Aún entre la austeridad, la única silla que quedaba como mueble estaba volcada en el centro de la casa. Astillada, polvorienta. El revestimiento de las paredes estaba mohoso. Las raíces de las enredaderas se abrían paso por entre los resquicios en los tablones del techo, y las ventanas rotas, y adentro se respiraba un aire sofocado. Se notaba que nadie había puesto un pie ahí en décadas.
Illyria pasó saliva, sin ser capaz de dar un solo paso más dentro. Aunque tuvo que hacerlo por inercia, para dejar a Link pasar.
Sus ojos verdes estaban desorbitados, perdidos en cada rincón de esa casa. Su rostro tenía una mueca congelada y apretada. Link abrió la boca, pensando en decir algo, pero se retuvo temiendo que el sonido de su voz pudiera abstraerla, o hacerla caer en alguna crisis.
La dejó moverse con libertad, cuando por fin al cabo de unos segundos ella decidió avanzar.
Se adentró en lo que pareció ser el salón. La chimenea vacía en el centro le trajo un sentimiento de vacío en el estómago. Al fondo de la construcción, un desnivel en la madera del suelo dividía el área del dormitorio del resto de la cabaña. En una esquina, quedaba solo la estructura de una cama grande y roída, el resto de la habitación estaba desierta. Casi sintió un escalofrío cuando, al acercarse, notó unos relieves irregulares y paralelos en las paredes. Rasguños.
Illyria emitió un gemido cuando las imágenes la comenzaron a asediar. Imágenes de un hombre. Una mujer. Un monstruo...
Dió todavía unos pasos más por inercia. luego. Cuando sus ojos se perdieron a través de la única ventana del cuarto, aparecieron ahora frente a sus ojos imágenes titilantes de un bosque oscuro. Fuego. Gritos. Sus piernas corriendo, arañadas y sucias. Luego oscuridad. Miedo. Soledad.
Sostuvo su cabeza entre sus manos. A pesar de que esas visiones hacían que su cuerpo temblara y que sus pierna flaquearan, buscaba retener cuanto podía de ellas; aunque se deshacían como arena en el agua, se integraban y desintegraban. Intentó recordar esos rostros, grabárselos, pero sus facciones iban y venían, por lo que le fue imposible.
«El héroe mató a mi familia», resonaba de fondo en su mente, entre visión y visión.
—Illyria, ¿estás bien? —preguntó Link, yendo hacia ella. Y aunque la chica lo escuchó, su voz había sonado para ella como un murmullo lejano entre tanto ruido dentro de su mente.
Ella emitió un jadeo ambiguo apenas como respuesta, ninguno de los dos supo si significaba un «sí», o un «no.»
«Le debes todo tu respeto y devoción al clan Yiga», siguió sonando el eco de esa lectura en bucle. Palabras no solo pertenecientes a un sueño, sino a una realidad. Citadas directamente desde sus clases de adoctrinamiento, que de techo, había tenido cuando recién habia despertado.
Tuvo que apoyarse de una columna de madera cuando sintió que las piernas iban a fallarle. Link llegó hasta ella en el momento, asistiéndola, tomándola por los hombros. Ella le miró de forma fugaz, y aunque en un inicio su tacto se sintió apabullante, bastó con mirar los ojos azules del chico para que la tormenta en su mente se comenzara a asentar. Ella soltó el aire que había retenido.
—¿Estás bien? —inquirió con énfasis, analizando la mirada de ella, un poco preocupado.
—Eh... Sí... —suspiró, volviendo a sostener sus sienes con sus manos, cerrando sus párpados con fuerza.
Aunque las imágenes seguían exhibiéndose dentro de su cabeza en forma de flashazos, su frecuencia había disminuido. Y ahora Link era parte de ellas. Link de niño. Su granero. Graneros ajenos. Manos y pies sucios.
Y luego el magnetismo. La aparición de él. Abrió los ojos una vez más y vio las mismas orbes azules que sus visiones habían proyectado, frente a ella. Y el sentimiento de soledad, finalmente acabó de disiparse.
—Hay que salir de aquí... Creo que está siendo demasiado para ti.
Sin esperar una respuesta, aunque sin recibir tampoco ninguna negativa, Link llevó a Illyria consigo, camino fuera de la cabaña.
Afuera el aire que se respiraba era fresco. El aroma de los fresnos le ayudó un poco a esclarecer la mente. El trinar de los pájaros volvió a escucharse, aunque leve. Para ella, se sintió cómo si con sólo salir de ese ambiente hubieran cambiado por completo de mundo.
Link sentó a Illyria en una piedra musgosa de una altura considerable, sin que ella se quejara. Tras unos momentos, tomó asiento también al lado suyo. Pasó uno de sus mechones rojos por detrás de sus orejas, observó su semblante aún abstraído.
De pronto, las imágenes dentro de la mente de Illyria eran más claras y concisas. Ya todo parecía a cuadrar: La forma en que había llegado a casa de Link. Cómo y porqué los padres de él la habían acogido. Su vida consiguiente, con ellos.
Y aunque su vida antes de Link seguía sin ser demasiado clara, lo que llegaba a intuir tras las cosas que había visto y sentido expiaban al chico de cualquier culpa ante todas sus desgracias. No había forma en que él hubiera podido tener algo qué ver con la desaparición de sus padres, dado que él era tan solo un niño, de la edad de ella al momento. Todo apuntaba a que había sido culpa de algún monstruo.
De todas maneras, se seguía escuchando un eco sibilante en el fondo de su mente:
«El héroe asesinó a tu familia. Él es el culpable de toda cuanta maldición ha caído sobre Hyrule. Le debes todo tu respeto y devoción al clan Yiga.»
—¿Cómo te sientes? —La voz de Link volvió a interrumpir su tren de pensamientos. Él la miraba, atento a cada reacción. Ella frunció sus cejas involuntariamente, y antes de dar una respuesta a esa pregunta, balbuceó:
—Link... no lo entiendo.
—¿Qué cosa?
—¿Por qué me mintió el clan Yiga? —preguntó ella, tratando de salir del vaivén mental en el que su cabeza se había visto envuelta, y consiguiéndolo al fin al mirarlo a los ojos. El semblante de él se volvió algo adusto por la mención del clan.
—¿Qué quieres decir?
—Desde que desperté..., me dijeron tantas cosas. Y me las repitieron, y sonaban tan creíbles, pero ahora... Parece que todo era una mentira. Como cuando me dijeron que tú habías asesinado a mi familia. Y ahora... —Su mirada se fue de nuevo, lejos de los ojos del chico, hacia la cabaña destartalada por detrás de ellos. Su visión le hizo tener un escalofrío—. Sonaba tan real, pero ahora... No lo sé.
—Eso es porque no es real —sentenció él, con severidad—. Todo lo que te dijeron es una mentira.
—¿Pero por qué?
—Para conseguir ponerte de su lado, por supuesto. Es muy fácil aprovecharse de alguien que acaba de despertar y no tiene recuerdo alguno. Y si lograban conseguir que me odiaras, una vez más, no habría manera de cumplir la profecía. Ganon sería liberado y ellos reinarían Hyrule.
Illyria volvió su rostro a él entonces, y asintió, cabizbaja.
—Sí... Tiene sentido. Pero... no puede haber sido todo una mentira, todos me acogieron tan bien...
—Illyria, ¿qué más te dijeron los Yiga?
Ella se quedó callada por unos segundos, rememorando.
—Además de que tú habías asesinado a mi familia y que habías sido el causante de la decadencia de Hyrule... —pensó en voz alta, haciendo que Link tensara el gesto—, me contaron una versión distinta de la leyenda de la vidente.
—¿De verdad? —él alzó las cejas, sorprendido de saber que siquiera habían tocado el tema con ella. La chica asintió—, ¿qué te dijeron?
—Especificaron que aunque casi nadie creía en la leyenda, esta era real. Que la vidente nacía como guía y consejera de aquellos quisieran apoyar el surgimiento del mal —Link hizo una mueca de pocos amigos, pensando en lo conveniente que eso sonaba para los Yiga—. Que era portadora de visiones y un conocimiento casi ilimitado, aunque superficial, de eventos en el presente, futuro y pasado, con los que se podían advertir amenazas que pudieran detener sus planes... Como el héroe elegido.
El gesto de Link adoptó una sonrisa sardónica, pero sin gracia.
—Pues sí que usaron la realidad a su conveniencia. Estos Yigas...
—Eso parece... Desde el día en que entré al clan, dijeron acogerme como una más de ellos. Dijeron que yo había nacido en una cuna equivocada, pero que ellos iban a corregirlo. Desde entonces, tuve lo que ellos llamaban... Clases de adoctrinamiento. Me hacían repetir las cosas que me decían una y otra vez. —Recordarlo le hizo provocar un corto escalofrío—. Decían que todos los Yiga las tomaban al ser niños, pero mis clases eran aparte de las de los niños normales... También decían que la vidente estaba destinada a enamorarse del jefe de los Yiga.
Link se atragantó con su saliva.
—Espera, ¡¿qué?! —Aquello le tomó desprevenido.
—Sí..., esa debe ser la cosa más bizarra —asintió ella, bajando la mirada, con un rubor incómodo tiñéndole las mejillas—, a-a veces todavía me siento en un compromiso con él. Me trataba como a su prometida, buscaba pasar tiempo conmigo... Y eso...
Con la vergüenza que le invadió de pronto, la chica apenas y se atrevió a mirar a Link de vuelta. esta vez, su rostro irónico se había tornado en uno serio, difícil de leer. Completamente adusto, con apenas un ligero tic en el ojo.
—¿Qué clase de cosas hacían?
—Eh, pues... ya que el jefe Kogg no tiene brazos, me pedía que le ayusara a alisar su ropa. Que le diera de comer en la boca... Pero era tan raro, porque al mismo tiempo, intentaba abrazarme mucho. Me hablaba sobre nuestras metas a futuro y me decía lo que haríamos cuando nos casáramos y reináramos el mundo —relató, con la mirada perdida en las copas de los árboles sobre ellos, navegando las memorias. De pronto hizo una mueca, llegando a los recuerdos menos favorables—, decía que quería tener hijos conmigo, me hacía cepillarle la coleta y masajear su único pie... —cerró los ojos del asco que le provocó revivirlo. Sacudió su cabeza y suspiró—. Cosas como esa. Antes me parecían normales, pero ahora...
Cuando volteó para ver al chico, el tic en su ojo se había acrecentado notoriamente y una de sus comisuras se alzaba en una sonrisa tensa y chueca.
—Maldito... —masculló, muy por lo bajo.
—¿Qué dijiste?
—Nada —zanjó él, mordiéndose la lengua para no soltar algo peor.
La pelirroja alzó una ceja hacia él, sin creerle. Link esbozó una sonrisa forzada que la hizo reír por lo bajo.
—También me hablaban demasiado sobre ti. Decían que eras un bárbaro, inconsciente, grosero, incapaz de pensar por su cuenta, como una hormiga. Que no razonabas y que eras un salvaje, que olía mal y era feo.
Aquello hizo que Link soltara una carcajada sarcástica.
—Qué específicos.
—Lo sé... —dijo ella, esbozando una sonrisa divertida—. Ahora sé que no hay nada más alejado de la realidad.
—¿Cómo? ¿De verdad? ¿Entonces no te parezco un tipo apestoso y salvaje? ¿O piensas que soy guapo? —Tal vez fue el intento de «gesto de galán» que hizo tras esa pregunta, o la naturaleza jocosa de su ser, pero esa vez fue el turno de Illyria de carcajearse.
—No seas bobo... —bajó la mirada, ruborizada de nuevo.
—¿Qué? ¿No es así?
Ella le lanzó una mirada de molestia, aunque sonreía con gracia. Rodó los ojos y le dio un giro al tema:
—Me dijeron también que por tu culpa, en un intento de asesinato a sangre fría, fue que el jefe Kogg perdió sus extremidades. Y... Bueno, ahora sé que tú serías incapaz de haber provocado eso, tan bondadoso como eres...
—Eh, no, eso sí pasó.
Ahora se exaltó ella, interrumpiendo su tren de halagos y mirándolo incrédula.
—¡¿Qué?! ¿¡Tú lo hiciste!? ¿Por qué?
—Porque... —Link se cohibió de pronto, rebuscando en su mente alguna respuesta factible, y que no sonara demasiado mal—, los Yiga se habían robado algo... Y fue él quien quiso enfrentarme...
Ella lo miró con los ojos verdes bien abiertos y horrizados.
—¡¿Y eso qué?!
—Pues, es el malo...
—¡Link!
—¿Qué? ¿Vas a defender al viejo ese aprovechado? —Él se cruzó de brazos, ofendido.
—¡P-pues no, pero...! ¿Por qué lo harías?
—Porque son los malos, Illy. Cuando eres un guerrero, tienes que tener bien claros tus bandos —sentenció. Una sombra de la seriedad que siempre poseía se dejó vislumbrar levemente—. Lo sabes, ¿no? Ellos no dudarían en hacrrle lo mismo a alguien de los nuestros si tuvieran la oportunidad.
«De los nuestros», resonó en su cabeza. Un doble eco. Yiga e hyliano. Un bando indefinido.
Suspiró.
—Lo sé...
—Además, en mi defensa, yo no esperaba que quedara vivo. ¡Quiero decir! No era mi plan que tuviera que vivir así —se justificó.
Ella rodó los ojos. Luego recargó su cabeza en una de sus palmas, de pronto pensativa; apesadumbrada.
—Sé que técnicamente ellos son los "malos", pero me acogieron y me hicieron parte de ellos tan cálidamente... Aunque la mayoría no creía del todo en mí —Sus ojos se desviaron, tras el recuerdo de Ced, que se le vino a la mente—, todos fueron tan amables... sin necesidad de serlo.
—Más que la necesidad de apropiarse del reino —enfatizó él, de nuevo con ironía.
Illyria volvió a suspirar, esta vez dejando caer la parte superior de su cuerpo sobre sus piernas, cubiertas por su pomposa falda.
Al final, aun sentía cierto sentido de pertenencia al clan Yiga, a pesar de todo. Ellos habían confiado en ella; la habían arropado, la habían incluido. Tenía la impresión de haberse sentido más aceptada durante su estadía en el clan, que durante toda su vida en Hatelia.
Y su única misión, lo único que le pedían a cambio para pagar todo lo que habían hecho por ella, acabar con el héroe elegido, estaba siendo ignorada, mientras pasaba la tarde con él.
A pesar de todo, no quería traicionarlos, pero tampoco quería que lograran su cometido, considerando lo que eso significaba para Link. Queriendo jugar su parte en dos bandos, estaba atada a una verdadera encrucijada.
—Illyria... —la llamó el rubio, poniendo una mano sobre su cabello color cereza. Ella le dirigió la mirada desde su posición, como un cachorro cabizbajo—, sé que aún es difícil de asumir para ti, pero perteneces con nosotros... Conmigo, en Hatelia... Había pensado que lo mejor sería quedarnos unos días más en la aldea. —sugirió, con una sonrisa tímida dibujándosele en los labios—. Podría llevarte a otros lugares donde solíamos pasar tiempo, tus recuerdos, tus pensamientos, podrían quedar más claros, si tan solo...
—Yo... No creo que sea una buena idea —le interrumpió ella, clavando su mirada de vuelta al pasto—, me gusta Hatelia, pero estar aquí... Me hace sentir asfixiada, y me provoca jaqueca. No puedo quedarme aquí... Me gustaría que fuéramos a otro lugar —murmuró, sin pensarlo demasiado. Pero de pronto se le antojó la manera perfecta de hacer tiempo.
Para poder decidir, para aclarar su mente.
—¿Quieres volver a Kakariko? —preguntó Link, con un gesto solemne, aunque decepcionado.
La pelirroja tragó saliva.
—No, no, no... —negó de inmediato, incluso alzándose—, creo que me gustaría hacer una parada en algún otro lugar antes de volver; ya sabes, aprovechar el viaje.
El gesto de Link oareció aligeearse un poco entonces. sus comisuras se alzaron en una tenue sonrisa.
—¿Tienes alguna idea de donde?
—B-bueno... escuché de un lugar, pero creo que es una tontería...
—Nada es una tontería —murmuró él, ampliando un poco mas su sonrisa, perdiéndose en los ojos verdes de la chica. La mano que había puesto sobre su coleta permaneció en su espaldaz aún cuando ella se alzó; convirtiendo su caricia en un abrazo—, ¿qué es?
Ante la cercanía del chico y lo que pensó en decir, el corazón de la chica comenzó a latir más rápido de golpe.
—Quiero... ir al lago en forma de corazón. Leí sobre él en un libro, en el rancho en que estuvimos. Dicen que hay un lugar así en las montañas... en la región de Farone, creo.
Aquello lo tomó desprevenido. Hundió un poco una de sus cejas, sonriente, intrigado. Especialmente cuando reconoció al lugar al que se refería. Alguna vez había escuchado algo de él también.
—¿Al lago en forma de corazón...?
Las mejillas de la chica se tiñeron aún más de rojo.
—Quiero decir, no sé, la idea de ver un lago así me llama mucho la atención, ¿a ti no? me provoca curiosdidad.
Él hizo un gesto ambiguo. En el fondo el interés de la chica sobre esa zona le intrigaba y, en el fondo, le emocionaba. Se dio cuenta del revolotear de sus adentros y no pudo evitar sentir algo de vergüenza. Pero no era una sensación nada desagradable... ni mucho menos desconocida. Asintió entonces, al final. Se alzó de la piedra, con una idea en la mente.
—Está bien, partiremos cuando quieras, entonces. Será nuestra última aventura de momento.
La chica quiso sonreír, pero fue más bien una mueca lo que hicieron sus labios. Aunque la expresión complaciente de Link y su sonrisa se le antojaron adorables, no pudo evitar resentir un aire frío que sopló repentinamente, llevándole el olor de la maleza, los árboles, la madera mohosa. Miró de reojo la figura de la cabaña aún detrás de ellos, sintiendo un hueco en el pecho.
Las palabras de Link eran inquietantemente acertadas; sería la última aventura, antes de la verdad.
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N/A: Este capítulo lo acabé escribiéndolo en papel pq estaba en bloqueo, y escribir de forma "tradicional" fue lo único que me sacó de él :0 luego fue un horror tener que transcribirlo pq escribo de manera muy ilegible JAJSJSSH pero bueno. Fue interesante.
Muchas gracias a todas las personas que leen, y aún más gracias a todas las que votan ❤ no saben lo que su apoyo implica para mí. Ojalá pudiera conocer sus opiniones acerca de este rollo, me agradaría mucho leerlos ❣
Gracias por haber llegado hasta aquí, nos vemos pronto ❤❤❤❤
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