23
De los nubarrones que antes habían opacado el cielo sobre la necluda ya no quedaba ni pista, más que los pequeños charcos que se hacían entre los recovecos de las piedras del camino. El sol ya se iba escondiendo y la curiosidad de la chica por descubrir esa aldea de la que Link hablaba y de la que venía, la consumía. Casi iba por delante de él, camino arriba de la colina. Al mirar atrás, dejar la playa le provocaba una punzada de melancolía infantil, como si desde entonces solo le tocara esperar el momento en que pudiera regresar.
A la cima de la colina, un camino de tierra bien delimitado les dio la bienvenida a Hatelia. Junto al petricor, un aroma a manzano inundó las fosas nasales de ambos. Conforme avanzaron, estos árboles se hicieron notar, así como unos pequeños faroles de fuego azul que llamaron especialmente la atención de la joven. Link le observaba de reojo, con el mismo interés.
—¿Esto es... tu aldea? —preguntó ella en voz baja. Observó con intriga la construcción solitaria en forma de faro y también de casa que se alzaba en un alto monte al final de una de las desviaciones del sendero. Se sentía como estar viendo una novedad.
—Sí... Esto es Hatelia. —asintió él, bien interesado en cada una de las inflexiones del rostro de Illyria. Como si con eso pudiera prevenir el advenimiento de cualquier recuerdo que pudiera recuperar. Pero nada se evidenciaba en su rostro más allá de la conmoción.
La calma que la pelirroja había llegado a sentir en la costa había pasado. Los sentimientos se arremolinaban dentro suyo conforme más se adentraban en Hatelia. Las fachadas de barro de las casas. El aire. Los rostros de la gente que pasaba al lado de ellos, saludando a Link sin falta, con asentimientos de cabeza o con la mano. No reconocía a nadie, y aun así, todo le era familiar. Illyria le miró responder a los saludos y cuando Link sintió su mirada, los nervios la invadieron. Ella sintió sus mejillas enrojecerse, se le revolvieron más los interiores. Apretó la capa de Link, que aún llevaba a los hombros.
—Parece que eres... muy popular —murmuró, volviendo a perder la mirada en el pueblo tan pintoresco. Aunque no supo si realmente hacer eso la tranquilizaba más. Link alzó los hombros.
—Esta no es una aldea muy grande... Todos se conocen.
—¿Y dices que es aquí donde creciste? —Pasaron junto a un manzano especialmente frondoso. Su aroma le causó un escalofrío. De repente se estaba sintiendo mareada.
—Es aquí donde crecí... —afirmó Link finalmente. Un deje nostálgico en la voz—, donde crecimos...
No era la temperatura, que era templada a comparación de la playa. Algo en ella se estremecía con cada paso que daba. Era todo... tan extraño... y tan familiar. Sentía que en cualquier momento una manada de niños conocidos saldría a retarlos a duelo con espadas.
Sentía que en cualquier momento iba a oler el aroma de la sopa de calabaza cocinada por una persona que no recordaba.
Sentía como si ya hubiera estado ahí.
Y aun así, tenía que esforzarse en mantener la compostura. Eso no podía ser. Debía solo estarse sugestionando... Tenía que ser eso...
—E-es... bonito... muy bonito.
Link la observó con cuidado, ante lo que sintió como una respuesta muy escueta y temblorosa. El rostro de la chica casi nervioso, casi colapsante. De pronto sintió que eran señales de lo que estaba esperando.
—¿Sólo eso?
—S-sí... —asintió ella, con dificultad.
De repente un tornado de voces resonando en su cabeza. Voces de gente que no conocía, ecos extraños. Y del pasado. Del jefe, de sus compañeros. Formando un vaivén desesperante y contradictorio en su cabeza.
—Illyria, ¿estás bien? —preguntó al ver cómo se iba poniendo pálida a cada segundo, cómo su paso amilanaba. Ella había abierto la boca para despreocuparlo, cuando de pronto alguien llamó su atención, interrumpiéndolos:
—Hola, Link. Qué gusto verte de nuevo aquí — Observó el semblante del hombre, quedándose pálida. Una visión pareció presentarse en su cabeza.
El mismo hombre, también pareció sorprenderse mucho al verla.
—¿Illyria...? No puede ser, Illyria, ¿eres tú?
—¿Q-qué? ¿Quién es usted? —Su voz mareada—, ¿cómo sabe mi nombre?
—Soy Ryda... ¿Recuerdas?
—¿Ryda?
Ni siquiera había terminado de pronunciar las palabras en ese nombre cuando algo hizo clic en su memoria. El rostro de un niño castaño, odioso y pecoso apareció en su mente entonces. Después golpes, insultos, risas escandalosas.
Ryda...
¿No era ese el nombre de uno de los que le hacían la vida imposible, cuando era niña? ¿Cuando era niña? Se preguntó a sí misma. ¿Qué infancia? ¿Cuándo? ¿Dónde?
Pero las imágenes y los sentimientos eran demasiado fuertes como para negarlos. Era como tapar el sol con un dedo. Finalmente todo comenzó a ser demasiado para ella. Se le cerraron los ojos y de pronto todo para ella fue negro. Apenas sintió el agarre fuerte de las manos de Link en sus hombros, el golpe que pegó contra su pecho, lo que evitó que cayera de lleno al suelo.
"Sí, es ella..." una voz lejana resonaba en su inconsciencia.
"¿Realmente es Illyria...?" la voz anciana. "Pensé que ella... había sucumbido también. Debimos sospechar que estaría con los tuyos... porque desapareció poco después de que la princesa Zelda y su sierva vinieran a buscarla"
"¿La princesa?"
¿La princesa...? ¿La había buscado?
En su inconsciencia, aún danzaron las imágenes y las sensaciones. Una melena rubia, destrucción.
"En persona. Es increíble verlos así... tan jóvenes. Como si el tiempo se detuviera para ustedes... Siempre pensé que hacían muy buena pareja. Incluso como amigos, los envidiaba un poco."
"No, nosotros no..."
Una risa vaga fue lo último que escuchó, cuando la bruma la tomó finalmente.
જ⁀➴
«Illyria...»
«Illyria...»
«Illyria, despierta, querida...»
Abrió los ojos lentamente, se topó con piedra. Piedra en las paredes, piedra en el suelo, una cama de piedra. El jefe Kogg en una de sus esquinas, le tomaba de la mano.
—Illyria, al fin despiertas, te he extrañado tanto —A través de su máscara, una sonrisa. Ella espabiló con mayor rapidez. Creyó ver a Sooga en la otra esquina del cuarto en el que estaba, pero cuando volteo era solo una mancha borrosa.
—¿Qué...? ¿Dónde estoy?
—En el cuartel, por supuesto. ¿Cómo que en donde? —preguntó él, con una risa obvia—. Ven, ven, levántate. Hay muchas cosas que hacer.
La cama en la que parecía haber reposado despareció. De repente se encontró a sí misma caminando por los pasillos lúgubres de la guarida Yiga. Se veían igual que siempre, pero el aire estaba más sofocado que de costumbre... O bien, se había desacostumbrado al claustro. A su lado, Kogg caminaba de su propio pie, sin ningún Sooga que lo sostuviera. Sus pasos sonaban metálicos. Su agarre se sentía metálico; lo ejercía con demasiada fuerza sobre el brazo de Illyria. La atrapaba. La tenía.
—¿Estoy en el cuartel? ¿Qué? Pero.... ¿Dónde está Link? ¿Y Hatelia? ¿Y Ryda?
—Oh, querida, ¿De qué cosas estás hablando? —Kogg detuvo su caminar un segundo para ladear su cabeza extrañado hacia ella—. El héroe lleva muerto y enterrado meses. ¿No recuerdas? Lo aniquilamos el mismo día que volviste con nosotros. Ahora somos los reyes del mundo, tú y yo. Con el poder de Lord Ganon...
Casi sintió que el mundo se le venía encima de pronto. Ella misma se hubiera ido para abajo, de no ser porque caminar en esos momentos se sentía como flotar.
—¿¡Que qué!? ¿C-cómo es eso posible?
—Así es... sólo necesitamos la información que nos diste al volver sobre sus debilidades para acabarlo. Pobre iluso.... Pero te veo muy pálida. ¿Es que no lo recuerdas.
—¡N-no! —Se tomó la cabeza con ambas manos, alzó sus brazos y ni así se libró del agarre de Kogg. Este se enredaba en su antebrazo. Trató de recordar, pero no se le venía nada a la mente. Nada cuadraba. Era irreal.
El líder pareció pensárselo unos segundo.
—Hmmm... veo que la memoria está comenzando a fallarte de nuevo. ¿Y quién es ese Ryda? Oh, lo bueno es que en nuestra lista de pendientes como reyes del mundo incluí para hoy en la tarde tu sesión semanal de clases de adoctrinamiento, pero supongo que tendremos que adelantarlas.
De pronto el piso de piedra se difumino en azulejos terracota. En frente suyo el pasillo se había terminado en una pizarra de caliza y aunque aún sentía el agarre firme de Kogg, él parecía haber desaparecido de su lado. Sentada en un pupitre, bajó la mirada a un papiro extendido sobre su mesa. Frente a ella, la voz de su maestro Yiga leía al son de su mente:
«Le debo todo mi respeto y devoción al clan Yiga, pues cuando estaba sola y desamparada, me ha acogido como una de los suyos»
«Le debo todo mi respeto y devoción al clan Yiga, pues cuando estaba sola y desamparada, me ha acogido como una de los suyos»
«Le debo todo mi respeto y devoción al clan Yiga, pues cuando estaba sola y desamparada, me ha acogido como una de los suyos»
«Le debo todo mi respeto y devoción al clan Yiga, pues cuando estaba sola y desamparada, me ha acogido como una de los suyos»
«Le debo todo mi respeto y devoción al clan Yiga, pues cuando estaba sola y desamparada, me ha acogido como una de los suyos»
«Le debo todo mi respeto y devoción al clan Yiga, pues cuando estaba sola y desamparada, me ha acogido como una de los suyos»
«Le debo todo mi respeto y devoción al clan Yiga, pues cuando estaba sola y desamparada, me ha acogido como una de los suyos»
—Le debo todo mi respeto y devoción al clan Yiga... —recitó en voz alta, sintiéndose hipnotizada.
—Y a mí también, que soy tu líder, tu esposo y tú destinado —alzó su mano, en donde vio un brazalete nupcial. Miró la suya propia; el suyo le apretaba la muñeca. Como si estuviera hecho para alguien de una complexión mucho más chica que la de ella.
—¿¡Esposo!?
—Y tu líder y tu destinado. ¿Recuerdas la leyenda?
—¿La leyenda...? —pasó saliva—. ¿Del héroe y la vidente?
Kogg se llevó una mano al pecho, negó la cabeza, aspiró ofendido.
—¿¡Qué dices!? ¡La de la vidente y el líder de los Yiga! ¡Vuelve tu vista a la lección!
Miró de nuevo el papiro, que esta vez rezaba algo diferente:
«No debo creer ninguna información externa a la que me dé el clan Yiga: Yo soy la vidente de los tiempos, destinada a destruir al héroe elegido, destinada a estar con el jefe Kogg de los Yigas; huérfana, de familia asesinada por el elegido. Destinada a ser fiel amante de Kogg de los Yiga»
«El héroe mató a mi familia. Todos me abandonaron, los Yiga me acogieron. Yo soy la vidente de los tiempos, destinada a destruir al héroe elegido»
«destinada a destruir al héroe elegido»
«Destinada a destruir al héroe elegido»
«Destinada a destruir al héroe elegido»
«Destinada a destruir al héroe elegido»
—Yo soy la vidente de los tiempos...
—Y le debes todo tu respeto y devoción al clan Yiga —terminó Kogg por ella, cerrando el papiro de par en par y afianzando su pesada palma al brazo de Illyria, de nuevo—. Creo que ya quedó claro por hoy. Vamos a lo demás.
«Destinada a destruir al héroe elegido...», resonó un momento más en su cabeza. No pudo impedir que Kogg la llevará con él hacia otra sala.
—¿Qué sigue? —preguntó, atontada. Las palabras de su lección continuaban haciendo un torbellino de la marea en sus pensamientos.
—Nuestros deberes reales: la hora de la comida, en la que debes alimentarme en la boquita de 1 a 4. Escuchar las quejas y las súplicas de los hylianos sometidos de cinco y media a seis. Lectura en pareja de seis a siete. La hora de la cena de siete a ocho. La hora del baño, de ocho a diez...
—¿¡La hora del baño de ocho a diez?!
—De ocho a diez —asintió Kogg. Su agarre comenzaba a cortarle la circulación en el brazo—. Necesito que me cambies, me frotes y me vistas. Es tu deber de reina real. Y de diez en adelante, somos libres de nuestra ajetreada agenda real.... Podemos hacer lo que quieras...
—Ay, no... —sintió que se le revolvió el estómago. Quiso apartarse, pero el agarre que el líder de los Yiga ejercía en ella era demasiado, demasiado rígido.
—Así es... —siseó él, puntilleando con sus dedos brazo arriba de la chica, hasta acariciar uno de sus hombros. Ella le miró con los ojos bien abiertos, la boca torcida, el gesto asqueado.
—Ay no, no, no, no, no... —Como pudo intentó zafarse del agarre del jefe, con todas las fuerzas de su cuerpo, retorciéndose y tirando. Hasta que por fin lo logró.
—¡Illyria! ¿Illyria, a dónde vas? —Kogg le siguió de inmediato, razón por la que ella comenzó a correr. Se desplazó a zancadas, tan rápido como sus piernas le permitieron, a través de ese pasillo de piedra que se le antojaba asquerosamente infinito de pronto. Los pasos pesados y metálicos de Kogg la seguían por atrás—. ¡Illyria! ¡Le debes todo tu respeto y devoción al clan Yiga!
—¡No!
«Le debo todo mi respeto y devoción al clan Yiga»
«Le debo todo mi respeto y devoción al clan Yiga»
«Le debo todo mi respeto y devoción al clan Yiga»
—No... —sintió que se asfixiaba. La mano derecha se le entumecía, el brazo le apretaba, aunque Kogg aún no la hubiera alcanzado, aunque ya no la estuviera tocando. Su agarre seguía ahí. Sintió que las lágrimas se le acumulaban en los ojos.
El pasillo no terminaba. Kogg venía pisándole los talones, sus pasos metálicos retumbando cada vez más fuertes; haciendo eco en las paredes, taladrándole los tímpanos. La iba a atrapar.
—No... ¡No!
De golpe abrió los ojos. La cabeza le dolía a pinchazos. Se sobó un momento y tardó todavía un rato antes de poder erguirse. Sus ojos, sin embargo, a pesar del dolor y el adormilamiento, escudriñaron de inmediato sus alrededores, alertas. Las paredes de piedra habían desaparecido; aún en la oscuridad, estas eran notoriamente reemplazadas por una fachada de caliza y vigas de madera. Bajando la vista, se topó con su cuerpo medio acostado en lo que parecía ser una cama de colchón —aunque bastante dura; seguramente por el desuso—, cubierta hasta la cintura. Su frente, como la única almohada de la cama, estaban cubiertas en sudor. Aunque ya en ningún lado halló a Kogg, y la presión en su brazo había desaparecido.
Suspiró, sosteniéndose la cabeza unos segundos. Sentía como si no hubiera dormido nada. «Fue sólo una pesadilla», se repitió a sí misma.
Se quitó de encima las cobijas verdes cuando tuvo la intención de levantarse. El cielo estrellado le recibió a través de una ventana, al lado izquierdo de la cama, haciendo recuento del paso de las horas. A lo lejos, apenas algunas casas alumbradas por antorchas alcanzaban a destacar entre la negrura de la noche. Volvió su atención momentáneamente a la habitación en la que estaba, sin siquiera tener la necesidad de hacer un esfuerzo por ubicarse. Sabía dónde estaba. Sólo lo sabía.
Aunque los muebles habían cambiado de distribución y la mayoría eran nuevos. Aunque ya solo quedara una de las tres camas que solía haber, cosa que no era tan difícil de comprender..., pero que significaba que Link vivía solo.
Escaleras abajo del desván que era esa única habitación en la casa, una caldera colgaba de la chimenea; su madera recién se estaba terminando de consumir. Aun así, la luz de luna era suficiente para alumbrar los muebles; una mesa, expositores varios de armas; escudos y arcos de diferentes pesos y estilos. Entre esas armas, la que reconoció como la espada favorita del padre de Link: un mandoble real, usado pero bien afilado. Una sonrisa le llegó al rostro, cuando aún entre la modorra, llegó a Illyria un recuerdo de aquel hombre blandiendo ese mandoble; tratándolo como si fuera más preciado para él que su misma esposa. Luego, estática. ¿Eso fue un recuerdo?
Cuando sintió la suficiente fuerza y el dolor cedió un poco, bajó las escaleras. No había pista de nadie en la casa de Link. Ni siquiera del mismo Link.
En la mesa de madera deslucida encontró una tetera y unas tazas. El té seguía tibio. A los pies de la tetera, había una pequeña nota escrita con caligrafía serena. Indicaba que el té era para ella, cortesía del viejo Ryda; una infusión dulce de princesa de la calma, canela y miel. Aunque una voz en el fondo de su mente, ironizó acerca de lo mucho que el molesto de Ryda había cambiado con los años y que seguramente debería desconfiar de la infusión, acalló esa voz zampándose toda la taza de una sola vez, por inercia. Fue sintiendo que su mente se lograba aclarar un poco desde el primer sorbo.
Todas esas voces de fondo y pensamientos que habían comenzado a volver se esclarecieron poco a poco, y de repente, sintió como si volviera a poner sus pies sobre la tierra. Como si volviera al momento, a la realidad. Pudo distinguir a las chicharras chirriando a lo lejos, el regusto picante que tenía el té y algo que crepitaba desde fuera de la casa.
Con la taza aún en manos, se dispuso a buscar a Link. La puerta de la entrada estaba entreabierta, lo encontró al salir. Estaba sentado al costado de una fogata, en el rincón de la parcela que era su casa, bajo un talludo roble. Solo.
El rubio tenía la mirada perdida en las casillas deshabitadas que le eran vecinas; unas construcciones que se veían nuevas, cúbicas, coloridas. Se giró hacia Illyria cuando notó que venía hacia él por el rabillo del ojo. La pelirroja notó que Link alzaba las cejas con sorpresa al verla levantada. Él se incorporó y fue hacia ella; le ofreció su mano para ayudarla a continuar avanzando, siendo que sus pasos eran aún torpes. Fue cuando lo tuvo cerca que notó un deje decaído en sus ojos azules, a pesar de la sonrisa tenue que le ofrecía.
—Illyria... estás despierta. —La guió hasta la fogata, sin soltar su mano incluso cuando ella tomó asiento al lado de donde él había estado. Illyria no dijo nada por algunos segundos; miraba tan solo el danzar del fuego, abstraída. Dejó la taza sobre el pasto—, ¿cómo te sientes? ¿Estás bien?
Ella le miró apenas, dándose cuenta de cómo a pesar de la sensación de calma anestésica que le había conferido el té, le era muy difícil sostenerle la mirada al joven. Sus ojos azules le despertaban tantas emociones, de solo verlos. Entre ese magnetismo, esos nervios... y una extraña nostalgia.
—Siento como si me hubiera golpeado horrible la cabeza —Fue lo único que atinó a decir, desviando la mirada de una vez por todas, pero sonriendo, haciendo a Link reír por lo bajo.
—No te pegaste contra nada, te pude sostener antes... —La mención hizo calentar un poco las mejillas de la chica. Aún recordaba la vaga sensación del pecho tibio de Link, de sus brazos fuertes. Una vez más, algo en su vientre revoloteaba. El magnetismo se intensificó. Link insistió, aún así, acercando su rostro al de ella para tratar de ver mejor su semblante—: entonces, ¿está todo bien?
Cuando sus ojos verdes volvieron hacia él, parecían ensombrecidos por un alguna neblina. Cristalizados. Y aun así, ella asintió.
—S-sí, yo... ¿y tú? ¿Qué haces aquí?
—Me gustan más los espacios abiertos, ya sabes. —murmuró. Atizó el fuego usando una ramita que había dejado tirada a su lado. Pero esa respuesta se sentía poco convincente.
—Son los recuerdos, ¿verdad?
Silencio. Él la miró de nuevo, notando con sorpresa sus ojos cristalizados.
—¿Tú... también te sientes así? ¿Eso quiere decir que recuerdas? —Se encaramó un poco más hacia ella, tratando de buscar indicios de veracidad en su rostro. Ella no asintió ni negó. Su mirada estaba puesta en el paso que se mecía apenas con el viento sofocado.
—Link... ¿Y tus...? ¿ Y Tus papás?
El semblante del joven se tornó funesto por un segundo. Era, en parte, una respuesta a su pregunta, pero no una esperada. No había pensado que los recuerdos irían de la mano con preguntas incómodas. Y que en una realidad como la suya, tendrían respuestas nada gratas.
—Ellos... No lo sé. Creo que fallecieron hace mucho ya.
El rostro de Illyria se petrificó. Lo temía. Algo dentro suyo lo sabía. Ni siquiera se atrevió a preguntarse porqué le importaba.
—¿Cómo...? —Un hilillo era su voz. Link suspiró pesadamente.
—No lo sé. Nadie sabe. Cuando volví a Hatelia, luego de haber despertado, nuestra casa estaba abandonada. A punto de ser derrumbada... Y nadie sabía nada de ellos —hizo una corta pausa. Su mano, que había estado atizando el fuego, dejó la rama a un lado. Dejó de fingir que no le importaba lo que decía. Su postura se apesadumbró. Su rostro continuaba serio, pero no era la seriedad habitual—. Todos los que vivían aquí en ese tiempo murieron... o son muy viejos y sus facultades no les permiten recordar bien. Nadie me reconocía, tampoco, más que Ryda. Pero por mucho que me guste creer que mis padres fallecieron a su tiempo, con los años, conociendo a mi padre... No se habrá quedado de brazos cruzados ante el cataclismo. Y mamá... —Su voz se detuvo una vez más. Sintiendo que si decía una sola palabra más, esta se quebraría. Aun así, se obligó a pasar saliva y callar sus sentimientos—; no es algo en lo que piense mucho. Mucha gente murió durante el cataclismo, entonces, era solo de esperarse...
El silencio se estableció entre ellos. De repente, incluso los grillos se acallaron. Al volver la vista a Illyria, Link se dio cuenta que ella lloraba en silencio. La pelirroja desvió el rostro con vergüenza y trató de escurrirse las lágrimas.
—Lo siento, lo siento, no sé por qué lloro, pero... es que es muy triste.
Link la abrazó, sin pensarlo. Hundió su rostro en el hombro de ella, con pena, aunque algo dentro suyo quería evitar contagiarse de su tristeza. Ya le había costado mucho poder superar los sentimientos de esa pérdida. Ella sollozó en silencio, lo que no ayudaba demasiado. Illyria no entendía porqué lloraba, genuinamente, pero algo dentro suyo se sentía quebrado de pronto.
—Está bien, los querías mucho... Y ellos a ti —palmeó su espalda, acongojándose aún sin quererlo.
—¿Qué...? —su voz sonaba mormada.
—Como creciste alrededor de nosotros, siempre te vieron como a una segunda hija —explicó él, tratando de recordarle; tentado a escurrirle lágrimas y acariciar su cabello con cariño—. ¿Lo sabes?
Illyria le miró con los ojos acuosos. Algo dentro suyo le sentó tan cálido, unos rostros le vinieron a la mente, por un segundo, todo cobró sentido. Y los brazos de Link fueron mucho más reconfortantes. De repente se sentía como si una persona totalmente diferente tomara posesión de su mente y acciones.
No se cuestionó más. Se acurrucó contra el chico, tocó su mejilla, como quien toca lo más preciado y lo más añorado. Incluso él notó el cambio de actitud. Sintió sus adentros temblarle. Nervios. Era como ver a la Illyria que conocía. Sólo que afligida.
—Link... ¿no estás triste?
Él pasó saliva.
—Yo...
—Siento... que debes estar muy triste.
—No es algo en lo que piense mucho —bajó la mirada—. Mucha gente ha muerto a causa del cataclismo. Todos mis amigos, Mipha, Daruk... muchas familias rotas. No soy el único que sufre. En todo caso, soy el que menos debe sentirse mal.
—¿Por qué? —preguntó con ímpetu. De repente era ella quien no reconocía a ese ser frío que tenía enfrente. Que se negaba a las emociones con una facilidad tan gélida. Link se puso tenso, incluso se separó un poco de ella.
—Porque yo soy el culpable en todo esto.
—No es verdad...
—Tú misma lo dijiste una vez —enfatizó él. Sus ojos azules se veían helados. Ni el fuego que debía arder al fondo de su ser, esa chispa pequeña de molestia y desazón que se había encendido, los descongelaba.
—P-pero... —No pudo continuar. No supo qué decir.
Lo que Link dijo fue como un guantazo que le daba la realidad de repente. Era como si la posesión, súbita como había empezado, hubiera terminado. De nuevo era «ella». Su mano flaqueó en la mejilla del chico, que por su parte, se separó más.
Él era, técnicamente, su enemigo. Se dio cuenta de lo cerca que lo había tenido. Sintió mucha vergüenza. Carraspeó, pero el magnetismo y el latir desacompasado de su corazón continuaban. Eso nunca cambiaba. Y con los años, solo aumentaba.
—Yo... no sé, no creo que seas el culpable... —balbuceó.
—¿Cómo puedes saberlo? Si no me conoces... si nunca estuviste ahí —citó él, rebatiendo con las mismas palabras que ella había expedido. A pesar de todo, casi parecía que la estaba retando—, ¿puedes hacerme... creer lo contrario?
Ya fuera la sensación de estar siendo retada, el alboroto que le provocaba su cercanía, lo que creía recordar... o sus incipientes y de repente obvios sentimientos hacia él, algo cambió. Afianzó su mirada sobre Link. Adivinó tras la bruma azul de sus ojos que se veía herido. Ligeramente expuesto.
No estaba segura del camino que estaba tomando. Pero tampoco se detuvo a pensarlo. Las palabras se escaparon de sus labios:
—Sí puedo.
—¿Puedes...?
—... Puedo.
Dado que había vuelto a encaramarse sobre él, ni siquiera fue necesario acercarse mucho más para hundirse en su pecho. Ni tampoco, después, para alzarse y besarlo en los labios. Por inercia. Porque sí. Tal vez por gusto.
Link se quedó pasmado un segundo. Con los ojos bien abiertos. Y ya fuera por la reacción tardía del rubio, su conmoción o si propio criterio, apenas reparó en lo que estaba haciendo, Illyria se apartó de él. Soltó un chillido. Se cubrió la boca, la cara se le puso tan roja como una cereza y aunque quiso apartar la mirada, se quedó perpleja, incapaz de desclavarse de los ojos azules del chico.
Cuando finalmente pudo reaccionar, la pelirroja buscó apartar la cara, buscó alejarse en movimientos erráticos, pero Link la detuvo. Tomó el mentón de la chica con sus dedos, atrajo su cara hacia la de él, aunque ella puso algo de resistencia. Pero esta se desvaneció cuando los ojos de Link volvieron a atraparla. Link había eliminado su cara de pasmo, aunque sin duda tenía una expresión diferente a la regular.
Con cada segundo, la pelirroja se dejaba llevar más, por el roce de las yemas de él o por su propia convicción. Sentía las mejillas arder. Se relamió los labios. Y entonces él la atrajo hacia los suyos.
Ahora la sorpresa fue de ella, pero no se resistió más. Se dejó caer en las ondas que ese vaivén magnético ejercieron dentro suyo, esas que de repente le invitaban a acrecentar el movimiento de sus labios; un beso lento al inicio, dudoso, pero anhelante. En el fondo no se sorprendían de sentirse como si siempre hubieran querido que eso sucediera.
Como si llevaran una eternidad esperando ese momento.
Ella sabía que eso marcaba un cambio irrevocable en su camino; el cruce de un punto sin retorno. Pero no lo pensó demasiado. Lo único que importaba, era lo bien que le sentaba; la euforia, la explosión de sentimientos dentro suyo, provocada incluso con el más mínimo roce. Lo alineada que se sentía de repente.
No importaba nada más.
Ni siquiera las miradas a lo lejos.
.
.
.
N/A: Omg el mejor primer beso que he escrito nunca (siempre abandono las historias antes de esa parte XD). Es broma jeje, qué random está todo este rollo. Este es otro de esos caps que representan un hito importante en la historia pero que simplemente no me puedo tomar en serio lol. Eso sí, el sueño me gustó, me hizo gracia, es innegable. Espero que les haya gustado también 💗 gracias por leer. 💗💗💗💗
eSPERA NO TE VAYAS LEE LO QUE SIGUE
ALERTA DE INFO SUPER R E L E V A N T E !!1
Eeeehhhh acabo de publicar un fanfic de FNAFHS en conjunto con mi morrita 👍 está ilustrado y todo, x si les gusta esa cosa también. Agradecería que nos leyeran ❤ me haría mucha ilusión. Bueno, eso era todo jeje fin del comunicado, nos vemos la siguiente sem con suerte :^^
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