22

El camino dejó de sentirse insufrible y largo. Pronto, apenas las grandes rocas playeras cubrieron de su mirada el panorama de la costa. Los ojos de Illyria se abrieron de par en par. Sin poder esperar, sin siquiera pensar en las esposas que los unían, Illyria corrió en dirección a la playa, dándose cuenta cómo con cada paso la superficie arenosa hacía más difícil su avance. Link le siguió con rapidez, antes de que se separaran demasiado.

Cuando pareció llegar a la bahía abierta, un horizonte peninsular se abrió ante ella. Miró las arenas amarillentas y pedregosas, se inclinó un poco para tocarlas, como quien acaricia lo más preciado. El aire le trajo la brisa del mar, que tenía un regusto mucho más salado del que esperaba. El viento paseaba las nubes del cielo de la necluda.

Link sonreía, viendo cómo la chica observaba todo sin poder llenarse. La vió oler la arena, incluso lamerla. Cuando una risa se le escapó, ella giró la vista hacia él con una sonrisa inmensa.

—Link, es.... es... ¡Increíble! ¡La arena sabe salada!

—¿Te gusta? —llegó a su lado, observó cómo se quitaba las botas con necesidad frenética.

—¡Me encanta! ¡Es maravilloso!

Sintió su corazón llenarse de calidez.

—Me alegra... —murmuró. Las hojas de las altas palmeras que se alzaban por encima de ellos se mecían, produciendo un sonido que le acariciaba los oídos. Esa playa casi siempre estaba sola, por el flujo de monstruos y la nula cantidad de peces que podían encontrarse ahí a comparación de otras playas de Hyrule—. Pensaba en llevarte a la bahía de Onaiso... La arena ahí es blanca y fina como la caliza. El mar es poco profundo y de un azul turquesa brillante... Pero... esta playa tiene cierto valor sentimental para mí, a pesar de que hay mejores.

—¡Para mí es perfecta! —exclamó ella, aventando su botas contra una piedra. Extendió los dedos de sus pies sobre la arena, sintiéndola. Pronto el calor del sol le caló—, aunque es verdad que la arena es molesta... ¡Y quema!

El bailotear de sus pies, que evitaban el calor de la arena de la mañana la llevaron hasta la orilla del mar, donde hundiéndolos en la arena mojada, por fin pudieron descansar. La arena húmeda era mucho más suave. Al voltear la vista hacia abajo, descubrió enterradas un par de bolas café. Las tomó en sus manos y las alzó un poco, dejando que el vaivén espumoso de la marea, que justo se devolvía, las limpiara. Enarcó bien y bien una ceja.

—¿Bellotas? —movió una de ellas entre sus dedos, los granitos de arena que aún le quedaban, se le despegaron de a poco. Sintió algo de repente. Una desestabilización rara en el cuerpo, en la mente. igual que el día anterior. Esta se intensificó cuando alzó la vista de nuevo al rubio, quien se había acercado.

—¿Encontraste bellotas? —tuvo la sensación de que Link estaba muy cerca, pero al mirarle bien, notaba que estaba aún a una distancia segura del límite personal. Ella mordió su labio, confundida. En el rostro del chico vió sorpresa, enajenamiento. Melancolía.

—¿Cómo llegaron aquí? —murmuró ella, con una sonrisa vaga. en los alrededores, no había árboles. Lo más cercano que se alcanzaba a ver eran las coronas de algunos de ellos, pero solo hasta la cima del acantilado que delimitaba la playa.

El rostro de Link se había descolocado. O tal vez, así lo había sentido ella. Tenía un gesto ambiguo, difícil de descifrar. De pronto sintió que lo vió sonreír con infantilidad, pero no estaba segura. El viento del mar volvió a pegar contra ella, enfriándole la espalda.

—Tal vez... las trajo el viento.

A pesar de que lo había dicho en ese momento, justo frente a ella, su voz había sonado como un eco lejano y más tierno. ¿Qué era eso que sentía? Vértigo... Confusión. El tacto de la bellota le era tan familiar de repente; el viento, las olas contra sus tobillos, el sol sobre su piel. Incluso el vestido que portaba. Miró a Link y en sus ojos expectantes, abiertos, halló un brillo. ¿Qué era esa sensación?

Sentía como si los hubiera visto antes. Esos ojos azules...

Pero antes. Mucho antes.

Pasó saliva. De pronto todo encajaba.

—Ya estuvimos aquí antes... ¿verdad?

—Sí —replicó Link. Sus ojos se abrieron con expectación, demasiada. Estaba funcionando, ¿Había funcionado? ¿recordaba? Un impulso vago le llevó a querer alzar las manos para tomar las de ella, pero se detuvo a medio camino, cuando sus ojos jade le miraron de nuevo—. ¿Lo recuerdas?

Illyria parpadeó. Tenía la mirada ida, como si mirara hacia otro evento. Otro tiempo. Sintió que no distinguía entre lo que veía y lo que sentía. De repente, pareció ser demasiado para ella. Con el viento, que sopló aún más fuerte, las bellotas que sostenía se le resbalaron entre los dedos. Desvió la mirada, cerró los ojos, negó.

—No, yo... No. —musitó. Mordió su labio inferior.

Las palabras volvieron a agolparse en la garganta de Link, que pensó en decir algo, muchas cosas, pero apretó los labios. Algo en él le pedía que no dejara ir el tema. Que la ayudara a recordar, que le dijera algo, algo... ¿Pero qué podía decir él? Tensó los dedos simplemente, bajó las manos. La frustración que sentía en el fondo por verla resistirse tanto, le exasperaba. ¿Por qué...? ¿Por qué lo hacía? ¿Era tan malo el pasado?

Cuando Illyria sintió que la postura de Link decayó y que se retrajo un poco, para observarla solo de reojo, con los ojos azules plantados en la arena, ella se distrajo en sus alrededores. Estaba en la playa. Finalmente, después de tanto tiempo, estaba en la playa. No podía creer que sus sueños se estaban haciendo realidad, y de la mano de su peor enemigo... A quien debía vencer... Cuya derrota debía asegurar.

Y aún así, quien más se había preocupado por ella. Y por quien más sentimientos encontrados tenía. Cerró los ojos, sacudió su cabeza. Basta de pensar. No podía permitirse un solo pensamiento más sin colapsar.

En un movimiento rápido y errático, recogió y guardó discretamente ambas bellotas, antes de que se las robara la marea. Se giró de vuelta hacia el mar, que se extendía hasta fundirse con el cielo, y brillaba en chispazos azul rey y turquesa. Como el cielo. Como sus ojos. Como sus ojos... Mordió su labio.

—¿Realmente el agua es tan salada? —se inclinó hacia el mar, rompiendo el silencio tratando de salir de ese ambiente de tensión que tan pesado estaba empezando a sentir sobre los hombros. Con una mano tomó un poco se la pasó a la boca. Pegó un escupitajo al instante, lleno de espuma. Puso cara de asco.

—Sí, lo es —sonrió Link de a poco, divertido—, de hecho, si tuestas las bellotas que encuentras en la playa, tendrán un sabor más salado; como agridulce. Por el contacto con la arena y el mar.

—¿Ah, sí? Eso tiene sentido... —murmuró ella, una vez esas imágenes vagas trataron de volver a su mente, pero por suerte, el asqueroso deje salado del mar le hacía la suficiente mella como para mantenerla en la realidad. Además del frío vaivén de las olas en sus pies.

Mirando su reflejo impreciso sobre la cristalina agua, no se la pensó dos veces en seguir su instinto y meterse más profundo, alzando apenas un poco de su pantalón beige y sus pomposas faldas. Sintió la fría marea empaparle las piernas, le subió un escalofrío por la espalda. El sol pegaba fuerte, pero el agua era fría. Era un choque interesante.

—Parece gustarte mucho eso de la cocina, ¿no? —preguntó Illyria de repente, mirando sus pies levantar la arena del fondo del mar cuanto más los movía. El ir y venir de las olas inflaba sus faldas ya empapadas, a veces más, a veces menos. Comenzaban a pesar.

Al rubio, le tomó por sorpresa la pregunta. Bajo el sol, los cabellos de la chica brillaron casi con destellos rosados. Levantó sus ojos hacia él. Algo dentro del joven dió un vuelco y ya fuera por la pregunta, o bien, por la sensación de temblor que le recorrió los pies, sus mejillas se tiñeron y tardó en responder.

—¡Ven! —alzó la mano, invitándolo a entrar junto a ella. Él rascó su nuca de manera inconsciente, pero no lo pensó demasiado para seguirle el paso. Ni siquiera se quitó las botas, lo que hizo reír a la chica.

Pronto quedaron al mismo nivel dentro del mar y ella dejó caer sus faldas sin importarle más que se empaparan. Incluso aunque la tela pesara aún más.

—¿Y bien? —insistió ella, chapoteando un poco con la mano, aventando un poco dfe agua salada a Link, repentinamente. Un suspiro de sorpresa salió de los labios del chico, quien apenas alcanzó a cubrirse.

—Es... Es verdad, me gusta mucho la cocina. La comida, en general. Hace unos años, incluso... —calló de repente, reparando en que «hace unos años», no era la expresión correcta para referirse a algo que pasaba del siglo—, bueno, antes del cataclismo, incluso pensaba que quería dedicarme a eso... Tener un restaurante o algo así.

—¿En serio? —La pelirroja alzó bien las cejas. Link observó cómo se arremangaba también sus mangas húmedas hasta el nivel del codo.

Link asintió, silente. Con una sonrisa tímida. Los pájaros trinaron encima de ellos.

Illyria volvió a chapotear con sus manos hacia él, con más fuerza, rompiendo el silencio y empapándolo a la misma vez. La marea subió hasta cubrirles la cintura a ambos.

Con la camisa mojada, Link hizo un gesto de confusión por su actitud, pero sonrió de manera ladina, tomándolo como un reto. Un brillo jocoso le resplandeció los ojos. Ella sintió que lo había visto antes. Y que le agradaba.

—¿Por qué no lo hiciste, entonces?

—Porque... me convertí en el héroe elegido —Un deje de obviedad en sus palabras. Un chapoteo de su parte, que contrastaba totalmente con la seriedad de su diálogo. Ella rió un poco, gotitas de mar le brillaban en el pelo, como rocío.

Vió a Link adoptar algo parecido a una pose de defensa, seguramente preparándose para recibir un nuevo chapoteo de parte de ella, lo que la hizo sonreír. Pero algo en el discurso del chico le llamó la atención.

—¿Y no puedes ser el héroe elegido y a la vez un cocinero?

Una vez más, la pregunta desarmó al joven. No advirtió lo suficientemente rápido el movimiento de la chica, que con una braceada más le dejó empapado hasta el rostro. Él jadeó sin quererlo, cuando sintió que el agua salada le metía en los ojos. Se cubrió el rostro, alarmando a Illyria.

Illyria se acercó de inmediato, poniendo las manos a los costados del rostro de Link, con la intención de verificar cómo estaba.

—¡Link, lo siento! ¡¿Estás bien?! —Él descubrió un poco sus ojos, buscando tranquilizarla, pero habían quedado un algo rojos. Illyria hundió sus cejas—, ay no...

—Está bien, no te preocupes —tranquilizó él, en voz queda, como la marea—, me tomaste por sorpresa, es todo.

La chica suspiró al ver que estaba bien, y pronto los ojos de Link, que se fueron por inercia a las manos de la chica, evidenciaron su agarre. Hasta entonces reparó ella en lo cerca que habían quedado sus rostros; en el roce tibio de la piel mojada de Link. Sus mejillas se tiñeron y sus ojos se abrieron con vergüenza. Retiró las manos en seguida.

—L-lo siento... —murmuró, de manera ambigua.

Un silencio se estableció entre ellos. Sin saber por qué, pero con los nervios a flor de piel y hasta una sensación extraña de náuseas en el vientre, la chica lanzó la vista a los alrededores, en la costa, como esperando atrapar aunque fuera un vestigio de la cabellera o ropaje de alguno de sus compañeros Yiga. Como si sintiera que alguien la vigilaba, y sólo en caso de que así fuera, que no la confundieran. No era que se había preocupado por el héroe, no, no, no... No debía dar esa impresión por nada del mundo.

Atrapado en sus propios pensamientos, Link también miró sus alrededores, terminando de lagrimear el agua salina para sacarla de sus ojos. El viento sopló más fuerte y más frío, haciendo las nubes chocar. A lo lejos, en el horizonte, unos nubarrones grises se deshacían en agua sobre el mar. Llovería pronto. Pero no era eso lo que ocupaba su mente.

—¿Sabes? Nunca lo había pensado... lo que dijiste —rompió el silencio. Aunque su voz era un suave susurro que se le escapaba de los labios—. Es que... no es eso lo que se espera del héroe elegido.

—¿Lo que se espera? —preguntó ella de manera atropellada, tratando de volver su atención a la conversación que tenían, intentando dejar de pensar en los claramente desolados alrededores.

Link asintió.

—Cuando se tiene un papel tan importante en el destino del mundo, no se le puede fallar a nadie —Casi sintió en su voz escuchar el eco de la joven Impa, o del difunto rey de Hyrule. Esa había sido la primera pauta que se le había impartido, desde el momento en que había puesto un pie en el castillo de Hyrule, para comenzar su entrenamiento como héroe elegido—. La gente espera mucho de mí, dependen de mí... No estoy seguro de que un "cocinero" sea algo digno del héroe. Ni tampoco sé qué es lo que la gente pensaría si supieran eso de mí.

—¿Importa tanto?

Aunque dudoso, el joven asintió, con un movimiento cada vez más certero. La respuesta se le antojaba obvia.

—Tengo que ser el héroe que la gente necesita, como lo fueron los anteriores. Sólo así podré vencer.

—¿Y cómo es ese héroe?

Una nube se posó encima de ellos, oscureciendo sus rostros de repente. O tal vez, fue el nuevo descoloco que causó esa pregunta. Algo dentro de Link comenzaba sentirse fuera de lugar. Incómodo. El cielo le secundó, finalmente la lluvia que se venía anunciando, comenzó a caer. El vaivén de las olas ya era más alto.

Illyria largó una cara de decepción y miró hacia el cielo fastidiada.

—¿Qué? ¿Es en serio? Deben ser como las dos de la tarde, no es hora de llover —Las gotas cayeron sobre su rostro, pesadas, heladas e indiferentes.

—Ya lo sabes... Aquí llueve demasiado seguido... —mencionó él, abstraído. Alzó una mano, apuntando en dirección a la bahía—. Vayamos a aquel árbol, antes de que la marea se ponga pesada...

Illyria hizo un ligero puchero antes de seguir al joven por la orilla del mar, luchando contra la corriente de agua que se fue poniendo impetuosa. El aire estaba helado y las nubes chocaban encima suyo.

Al fondo de la playa, había un solitario árbol, torcido y alto, que nacía desde un pequeño pedazo de tierra entre la arena y se inclinaba sobre el mar. Entre sus ramas, una estructura de madera roída y algo maltrecha, pero de arquitectura familiar.

—¿Esto qué es? ¿La base de unos bokos? —preguntó ella, cuando Link comenzó a subir por las escaleras de la estructura, despreocupado. Él sonrió hacia ella. Una vez más, un deje nostálgico en su evasiva mirada.

—De vez en cuando. Pero... solía ser una casa del árbol. Tranquila, no hay monstruos. Los residentes de la aldea cercana se encargan de ellos cada luna roja.

Ella pareció dudosa a subir, mas le siguió. Los primeros escalones estaban hundidos y mohosos de tanto contacto con el mar.

Las frondosas hojas del árbol les cubrían de la lluvia apenas parcialmente, pero lo suficiente como para no quedar empapados. A la cima del cuartel, las vistas del horizonte marino quedaban totalmente a su disposición, aunque difuminadas a medias por la neblina que traía el aire frío. Este les soplaba en la cara.

Ambos tomaron asiento en la orilla. Los pies de Link colgaban por encima de la marea inquieta, mientras que Illyria se sentó con las piernas y los brazos cruzados, resintiendo de pronto lo mucho que le hacían falta las botas en sus pies empapados y arenosos, y lo húmedo de su ropa. Aunque intentó ser discreta, Link le observó con una sonrisa.

—¿Tienes frío?

—E-eh.., solo un poco —el crepitar de su voz no sirvió de coartada.

Él se tomó entonces la libertad de sacar su capa azul de la alforja y la cubrió sin previo aviso. De alguna manera, la capa permanecía seca y tibia por el calor del cuerpo del chico. Sintió sus mejillas arder con pena, seguramente por mostrarse tan vulnerable ante alguien como él. Y aun así, le agradeció con su voz temblorosa.

Las gotas caían desiguales, pero persistentes, sobre la marea danzante. Aquel mar se asimilaba al de sus pensamientos.

—Link, ¿cómo es el héroe elegido? —llamó su atención, perturbando el repiqueteo de la lluvia—. Yo... he escuchado historias... Muchas versiones diferentes. Y yo no creo que tú seas nada como él.

Aquello se sintió casi como una flecha en el alma. Pero Link se mantuvo estoico, esforzándose por no notarse muy conflictuado, clavando la vista en la oscura neblina. Su voz, funesta al preguntar:

—¿Por qué lo dices?

—Bueno, en el clan Yiga... en el clan Yiga dicen que es un hombre egoísta y ruin.. que solo ve por el beneficio de unos; la familia real. Y nunca realmente por el resto. Y bueno... Pienso... que tú no eres para nada así —aunque le costó, tuvo que admitirlo. De repente el viento sopló más fuerte, volándole la capucha de la cabeza. Ni aunque se abrazó a ella pudo evitar el escalofrío que le llegó.

Sintiéndose un poco más anestesiado con esa respuesta, Link le arregló la capucha antes de que ella lo hiciera y se acercó más hacia ella, discretamente. Tal vez con la idea de brindarle su calor.

—Ah... Eso es porque en ese clan se comparten las leyendas sólo desde su visión. Pero en realidad, el héroe elegido... Los héroes del pasado, han sido valerosos, firmes, serenos... De corazón noble, espíritu de acero y fuerza inmensa. No fallaban nunca.

Ella alzó su cabeza hacia él, con afán.

—Entonces eso sí te describe a ti. Eres perfectamente así: valeroso, estoico, fuerte... bondadoso, amable... divertido... cálido...

El sonrojo fue inevitable en las mejillas de ambos, especialmente en las de la joven. Se notó tan parlanchina que tuvo que cubrir su boca discretamente y desviar la mirada para poder callarse.

Link soltó una risa nasal, sin ganas. Volviendo su vista al lluvioso horizonte, inclinando su cuerpo hacia el de la joven. Casi sin querer. Negó con la cabeza.

—No, yo fallé. No soy digno de ser llamado el héroe elegido, porque le he fallado a Hyrule, a la princesa... Más de una vez, con terribles grados de importancia. Y terribles consecuencias. —Link cerró los ojos con fuerza, esta vez, ninguna voz ni ninguna interferencia atormentándole dentro de su cabeza. Tan sólo él mismo—. No soy como los héroes del pasado... Y a veces pienso que es porque... fui elegido por error. No merezco llevar ese título.

—¿Qué dices?

—Eso —suspiró—; la verdad. Me ha costado mucho tiempo tratar de amoldarme. No nací con el carácter del héroe. Y en el fondo, llevo la cuenta de todos los errores. Sé que tengo muchos comportamientos reprochables. Por eso sé que no soy suficiente.

Dejó caer finalmente su cabeza sobre la de la joven. Su cuerpo, de repente, se sentía pesado; su mente llena. Y aun así, se esforzaba por retener todo cuanto podía de sus emociones. Con pena, Illyria apoyó su propia cabeza en el hombro de Link, pegándose a él. Se sintió más tibia. Pasó incluso una mano por su espalda, sintiendo su alma estrujarse ante lo que reconocía como la pena de su amigo.

Su amigo...

—¿Y si crees que no eres el héroe elegido... entonces quién eres? —indagó ella. Su tono dulce e indulgente, pero insistiendo en algo que le llevaba mucho tiempo provocando curiosidad—, ¿quién es Link? ¿Qué le gusta?

—¿Qué me gusta? Me gusta... viajar, entrenar, combatir... ayudar...

—¿Entrenar? —Su ceja alzada y su nariz fruncida eran palpables en la inflexión de su voz.

Link asintió, lento.

—Con la espada y otro tipo de armas.

—No te he visto entrenar en todo el tiempo que llevamos viajando...

Link notó calor en sus mejillas. Vergüenza, por la obviedad.

—... A todo soldado le gusta.

—¿A todos?

Link levantó su cabeza entonces, solo para captar la sonrisa de complacencia de la chica y sonreír ante su juego. Estaba citando sus palabras, las que dijo cuando se conocieron.

—A la mayoría.

Ella negó con la cabeza, aun con una sonrisa. Lo miró de nuevo, volviendo a recargar la cabeza contra su hombro, aún con vergüenza. Era el viento que estaba muy frío y las gotas heladas que aún caían sobre sus cabezas, se excusaba.

—Hasta ahora, lo que he visto es que te gusta la cocina. Me dijiste que te gustan los espacios abiertos y...

—¿Y? —La voz del chico, dulce de repente, le erizó la piel. De pronto sintió que una visión extraña se le presentaba en la cabeza, pero parecía la de otra persona, otro chico.

Pero tan pronto como vino, se fue.

—P-pues, no lo sé. Eso me lo debes responder tú. Estoy preguntando sobre ti.

—Tal vez puedas refrescarme la memoria.

Ella alzó la cabeza de nuevo, tratando de mirarle a los ojos y transmitir su confusión. De pronto encontró el rostro de Link muy cerca del suyo.

—¿Cómo podría? No... no te conozco.

—Siempre lo has hecho —enfatizó Link, con voz certera. Sus ojos, el mar en sus ojos, brillando con atisbos de determinación a pesar de su oleaje brumoso y atribulado.

El rubio sentía sus dedos agarrotados sobre la madera hinchada; los labios apretados una vez más. Sabía que debía estar haciendo alguna cara demasiado expresiva, pero no le importó. Algo dentro le invitaba a querer tomar una de las manos de la chica. Mantuvo el rostro cerca de ella, casi sintiendo su respiración templada. Vio en sus ojos verdes bien abiertos el reflejo de su expresión consternada.

Hasta que ella desvió la mirada, sin soportar la tensión. Se apartó un poco incluso del cuerpo de Link. Las orejas le ardían, el corazón lo tenía vuelto loco. Y empeoró, porque el rubio insistió, más bien, en buscar su mirada.

ella parpadeó repetidamente, tratando de tragarse todas esas emociones.

—Pues... p-pues... no lo sé... Lo único que sé es que a veces te ves como el tipo de persona que se baña con la ropa puesta.

La risa de Link fue lo que terminó por romper la tensión. Fue casi escandalosa, había sido muy repentino. Incluso la frecuencia de la lluvia pareció amilanar.

—En mi defensa, solo lo he hecho una vez.

Illyria puso los ojos como platos.

—¿¡Sí lo has hecho?!

—Sólo una vez. Contigo...

Una vez más, su rostro se tiñó de rojo entero, su corazón dio un vuelco.

—¿Queeeeé...?

—Pero éramos niños. Entonces, por eso... —Pronto Link se dio cuenta de cómo eso había sonado, sus mejillas también se amapolaron y se notó nervioso. Pausó sin saber cómo arreglarlo—. Teníamos la ropa puesta, lo juro.

—Está bien... —su voz queda y avergonzada, pasó saliva. Aprovechando que de la lluvia ya solo quedaban gotas tenues, se alejó un poco de él. Carraspeó, tratando de encontrar un tema menos bochornoso—: Pero al final, no me respondiste nada. ¿Quién es realmente Link? Y no me refiero al héroe elegido, me refiero a ti... a Link. ¿Qué te gusta, Link? ¿De dónde eres? ¿Cómo se llamaban tus papás? No sé... ¿Cuál es tu color favorito?

Tomó un tiempo para pensarse las respuestas. Algunas, eran obvias y naturales, como su procedencia o lo referente a sus familiares. Otras... eran extrañamente más complejas.

En esencia, ¿quién era Link? ¿Y por qué era tan decepcionante que la respuesta no fuera tan similar a lo que era el héroe elegido?

Agachó la cabeza.

—Bueno, mi color favorito... Me gusta el verde... pero también el azul. Y de hecho, el lugar donde nací no queda nada lejos de aquí —alzó la mirada hacia la cima de la colina que bordeaba la playa, donde las hojas de los árboles se asomaban—, esta es la playa de Hatelia. Colina arriba, está la aldea de Hatelia... el lugar de donde provengo; de donde provenimos.

Una vez más, la impresión en el rostro de la chica. El sol pareció volver a asomarse en el horizonte. Hatelia... No sonaba fuera de lugar. En lo absoluto. El nombre le sonaba conocido, casi le evocaba sensaciones.

—¿Es en serio? ¿Y podemos ir?

—Sí, podemos pasar la noche ahí. Y... en relación a tus preguntas... Espero que puedas disculparme si me tomo algo de tiempo antes de responderlas.

Ella arrugó la nariz.

—¿No puedes decir quién es Link?

—¿Tú puedes responder quién eres?

Illyria infló el pecho de repente, irguiéndose.

—Claro: Yo soy Illyria, integrante del clan Yiga, mano izquierda del jefe Kogg, encargada de destruir al... héroe elegido...

Link sonrió sin gracia.

—Sí... Y yo, soy el héroe elegido.

De pronto la disonancia pareció obvia. Comprendió el punto. Mordió su labio, mirando el horizonte, ambiguo, indeciso entre el sol y la lluvia. Comprendió que ella tampoco podía estar segura de que lo que había dicho fuera cierto... porque en el fondo, no quería ser esa persona. Así como él tampoco podía estar seguro de ser solo el héroe elegido, o querer serlo.

De pronto la duda también le asedió.

¿Quién soy yo, realmente?

Y un sentimiento de vacío se le acrecentó en el vientre, al no tener respuesta.


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N/A: Heyyyy, soy yo, luego de casi un mes entero de inactividad, volviendo a trabajar en esta historia en vez de ponerme a trabajar en mi ensayo, necesario para mi calificación de final de semestre en la uni :DDD

Lo siento por la tardanza. La verdad es que me desmotivé demasiado de esta historia. Pero este es, probablemente, mi capítulo preferido hasta ahora de la historia. Al menos quería compartirlo. Si estás leyendo esto, gracias por llegar hasta aquí ♥♥♥♥


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