21
Apenas Link estuvo, bajo la percepción de Illyria, curado y listo para continuar, prosiguieron con su viaje. La arenisca, las minas de halita que se dejaban ver por aquí y por allá hacían cada vez más obvia su cercanía al destino que habían planeado. Y tal vez esa fuera, en el fondo, la razón justa por la que Link había permitido a Illyria jugar un poco más con la tableta y explotar algunos bokoblins desde las alturas de la montaña. Habían aprovechado también para tomar muchas fotos. Fotos del paraje. Fotos a las minas. Fotos de los bokoblins antes y después de ser explotados. Fotos de ellos explotando bokoblins. Fotos solo de ellos...
Link sentía que, incluso si su plan no funcionaba y no podía hacerla recordar, pasar esos momentos con ella hacían valer todo sacrificio.
Al final, las horas habían pasado. El viento que soplaba del norte venía frío y salino. Al subir un poco más por la ladera en la que viajaban, vista abajo, ya podía alcanzarse a ver la costa; con su mar de un azul profundo y una reducida porción de arena que fungía como playa. Enormes rocas negras la rodeaban como una cerca de picos, pero aún así, los ojos verdes de Illyria centellearon al avistarla.
—¡Mira allá! ¿¡Es ese el mar!?
—Sí —asintió Link con una sonrisa, cuando ella giró su rostro hacia él. Sus cabellos rubios del color de las cerezas por el aire, o podía ser también, por la emoción—, estamos muy cerca.
—¿¡Podemos ir ya!? ¿Podemos bajar?
Link pareció distender un poco la sonrisa en su semblante, entonces.
—Bueno... podríamos, pero esas playas son más rocas que nada y algunas están plagadas de lizalfos —explicó, apenado—, pensaba llevarte a una mejor...
—¿A qué playa vamos exactamente? —preguntó ella, entonces, luego de asentir ante la idea y prefiriendo retomar el camino. Aunque no podía alejar la vista del añorado horizonte.
Link pareció reír ante eso. Pero justo cuando abrió la boca para explicar, sintió caer una gotita de agua en su nariz. Miró al cielo, no había notado lo nublado que se había puesto hasta el momento. Sus párpados cayeron con ironía, mientras la lluvia se empezaba a soltar en más y más en gotas dispersas.
—Oh, está lloviendo, qué inesperado —mencionó Illyria, alzando sus manos. La lluvia humedeció sus dedos, que quedaban al descubierto por sus medios guantes.
—Sí y se pondrá peor... aquí en la Necluda, llueve y deja de llover siempre sin aviso. —dijo él, sacando la tableta Sheikah para observar el mapa—. Hay un rancho aquí cerca, podemos pasar ahí hasta esperar que la lluvia cese... Escalar con las montañas mojadas no es nada recomendable... Lo sé por experiencia —murmuró eso último.
Aunque ella se tomó un segundo más para observar las lejanías, haciendo un puchero, no lo pensó más. De todas maneras, la imagen de la playa había dejado de emitir ese destello brillante en el mar, con la neblina que se había arremolinado de repente. Y en unas pocas horas, el sol se iría. Por lo que lo más recomendable sería hallar un lugar digno para dormir.
—Está bien —asintió, permitiendo que Link le ayudara a descender por el terreno escarpado.
No muy lejos del camino, en un cañón redondo y casi desolado, muy por debajo del nivel del mar, hallaron un pequeño rancho de caballos. Incluso Illyria pudo distinguirlo por su característica carpa circular y la emblemática cabeza de caballo hecha a madera que sobresalía del techo; aunque nunca había estado en un rancho antes en persona.
El último vestigio del horizonte que pudo ver antes de descender al nivel del rancho le reveló los altos picos que formaban la fachada del castillo de Hyrule. Luego, solo roca, mientras descendía. Esta vez no atrapó a Link mirándolo, pero recordar su mirada enajenada hizo despertar su curiosidad de vuelta. Le miró desde atrás; su cabellera rubia ondeando. Sus manos aún entrelazadas.
Apenas llegaron al lugar, Link se acercó a la recepción para alquilar camas. Ella observó el lugar. Había algunos hylianos chachareando en las mesas del bar. El relinchar de los caballos que estaban en el establo de afuera y su bufar era un ruido de fondo que se distinguía apenas del repiqueteo que hacía la lluvia al caer. Pero lo que sí se rescataba, aunque sólo por momentos, era la dulce melodía de algún acordeón con el que alguien parecía practicar, por fuera de la carpa.
Cuando Link estuvo listo y parecía que iba a volver hacia ella, uno de los niños del rancho se atravesó en su camino y pareció reconocerlo, por lo que llamó a otros que iban correteando. De pronto una pequeña manada de niños rodeó al héroe, saludándolo y aclamando su llegada. También los padres se le acercaron. Illyria observó con interés la calidez con la que todos lo trataban. Parecía que lo conocían. Y aunque Link había vuelto a ostentar de pronto su típico semblante impasible, pensó por unos segundos en la imagen tan contradictoria que su clan le había pintado de su persona. Pensó en la imagen que ella había logrado ver los últimos días; ese Link pícaro y sonriente. Pensó en el Link que en ese momento alababan los aldeanos. Y se preguntó cuál de todas esas versiones, conformaba al verdadero Link. Quién sería realmente ese héroe de quien tanto se hablaba y poco a ciencia cierta se sabía.
La curiosidad le asedió, pero pronto fue sintiendo cohibida por las personas que se acercaron a ellos. Antes de que la gente notara la estela azul que unía su muñeca con la de Link y que de pronto eso hiciera que tuvieran que prestarle atención, Illyria prefirió girarse y aprovechar la distracción para explorar los alrededores.
Dentro del rancho, el ambiente era cálido y ciertamente vivo. En una de las mesas de la esquina, un par de viajeros reía alto, bebiendo y comiendo. Cerca de la entrada a la carpa, un jinete hacía chacotear los cascos de su caballo en el lodo, intentando meterlo al establo. Un joven flacuchento cargado por montones y montones de de bultos que apenas parecía poder con sus piernas entraba a la carpa, anunciando sus cachivaches. Pero lo que llamó la atención de Illyria, fue una pareja, sentada en la esquina más alejada del rancho; con un par de maletas y semblantes recelosos. Sin embargo, no fue la manera en que el chico miraba escrutaba el rancho de rincón a rincón, con sus ojos azul terciopelo. Sino que fue el libro de tapa verde vibrante que la chica al lado suyo leía con soltura y sin tanto conflicto en la mirada.
Se acercó por inercia; apenas podía leer su título conforme más se acercaba. "Los chismes de Mirene" Mirene... ¿Qué era eso? ¿Por qué sonaba tan familiar?
Sin quererlo, su cercanía también le permitió escuchar lo que murmuraban.
—Espero que aquí ya nunca más nos encuentre esa loca... —alcanzó a oír al chico susurrar, conforme se continuaba acercando. Con la mirada bien puesta sobre esa carátula que, de repente, le había desestabilizado el mundo.
—Tranquilo, Noalli. ¿Cómo va a saber a dónde nos fuimos?
—L-lo siento... ¿Interrumpo? —pregunto Illyria tímidamente, cuando estuvo frente a ellos. El chico le miró de inmediato, su pelo negro alborotándose junto a su expresión cautelosa. Ella, de cabello rosado opaco, le miró apenas, con un aire cansado.
—Oh, no es nada... Sólo estamos huyendo de su admiradora loca —reveló ella, pasando una página del libro y buscando enfocarse.
Illyria abrió bien los ojos ante la afirmación y la naturalidad con la que la dijo. Miró al joven, quien era atlético pero esbelto. Sus ojos azules alertas a ella.
—¿Cómo le dices eso? —masculló, alarmado, mirando a la que aprecia ser su novia con reproche.
—Es la verdad, ¿no?
—¿Necesitas algo? —volvió él la atención a Illyria, mirándola de arriba abajo, como examinándola; como si pudiera ser su supuesta admiradora encubierto. La pelirroja se puso aún más tensa.
—Lo siento, solo quería saber qué estaba leyendo ella... Me llamó mucho la atención —admitió, un poco cohibida. La chica le miró de nuevo.
—Ah, ¿Esto? Es solo un viejo libro de chismes. Tiene ya más de 100 años de viejo, es de la biblioteca del rancho. Son los Chismes de Mirene.
Ella le extendió el libro, aunque con un poco de disgusto, dado que era lo único que la distraía de la paranoia de su acompañante. Illyria ojeó la página que la chica tenía abierta, alejándose unos pasos, sin escucharlos apenas murmurando lo que parecía una discusión.
Su mente fue atrapada por el libro, que ni siquiera parecía la gran cosa; con sus hojas amarillentas y porosas a medio resquebrajar. Las letras estaban borrosas, pero legibles. Eran chismes y cuentos antiguos, de diferentes personajes que en su tiempo, debieron ser famosos y que tras el cataclismo no debían ser más que un recuerdo.
Dió un vistazo superficial a otras hojas. Reconoció los glifos que hablaban de la princesa, de la situación del momento con el despertar del mal y en una de las últimas hojas, en una sección que parecía dedicarse a mitos, vió algo con respecto a un lago de corazón; una ilustración llamó su atención.
«El estanque de los enamorados
Se rumorea que en una de las múltiples cordilleras tropicales de Farone, por allá cerca del monte Rízor, dónde los árboles escasean pero la brisa del mar es lo que se respira, existe escondido un pequeño lago de forma inusual: un lago en forma de corazón.
Varios han sido los rumores de casos de gente que encuentra esta locación sabiendo de su leyenda, o por error. Pero ya sea por destino o por casualidad, a los pocos minutos una figura del otro lado del lago aparece, y basta con mirar a los ojos de la otra persona para descubrir en ella a tu alma gemela.
Se dice que el lago une a los amantes con su tal por cuál, y que las uniones creadas por este lago serán únicas, irrepetibles e inquebrantables.
Aunque también se rumorea que en realidad el lago tiene aguas sagradas y que estas solo sirven para fortalecer la unión de los amantes que lo visiten, teniendo ya a alguien especial en la vida. ¿Será verdad, será mentira? ¿Será la vieja del otro día? Sólo me queda tratar de averiguarlo por mi cuenta.
¡Campeón hyliano, no te me comprometas! Que veré si te encuentro ahí.»
Illyria alzó las cejas al notar la mención de Link. Inconscientemente, le buscó con la mirada; seguía con el tumulto de niños alrededor, esta vez con los brazos cruzados, sin verse muy dispuesto a acatar lo que estos le proponían. Link parecía ser demasiado popular, incluso antaño... Una imagen atrapó su mente de pronto. De repente se imaginó, en medio de un valle, con el sol cálido pegándole en la piel y la brisa del mar entrando por su nariz. Del otro lado de las tranquilas aguas del lago, de pronto vió a un chico aparecer. Su cabello rubio destelló con el sol, su reflejo se fundió en las aguas del lago, de forma de corazón. Sonrió, tranquilo...
Se sonrojó de solo imaginarlo, cerró el libro de inmediato. ¿Qué estaba pensando?
Volvió a mirarlo, de reojo. Esta vez los niños estaban amontonados, queriendo empujarle hacia la salida de la carpa del rancho. Link también alzó la mirada, buscándola. Aunque intentaba negarse, le hizo una seña a Illyria para que fuera con él, hacia afuera.
Ella no lo pensó demasiado, se giró hacia la pareja, exaltándolos con la brusquedad de sus movimientos e interrumpiendo sus murmullos, antes de que la separación entre Link y ella fuera demasiado grande y acabara siendo incómodamente teletransportada de vuelta a él.
—Muchas gracias —atropelló las palabras, devolviéndole el libro a la chica—, hasta luego.
Los ojos azules del novio por fin se mostraron más relajados, cuando oyó la despedida y vió a Illyria tan dispuesta a irse, pero no parecía bajar la guardia.
—Debemos movernos en la mañana. Me dijeron que había intentado pedirle a alguien que nos amarraran haciéndole una ofrenda a la diosa Hylia, ya sabes, por esa leyenda tonta del santuario... Erie está loca... —Fue lo último que Illyria le oyó murmurar, antes de trotar hacia la salida de la carpa.
Fuera, el ambiente de la lluvia volvió a envolverla; una lluvia cálida y humeda. Afuera, el acordeón había comenzado a tocar una melodía más lenta y dulce, aunque se seguía escuchando apenas con fuerza, entre el jaleo de las voces de los niños.
La pelirroja vio cómo los niños arrastraban a Link hacia una de las esquinas del rancho, dónde aún bajo la lluvia, un Orni alto, de plumaje azul turquesa y con pintas de viajero, tocaba el acordeón. Casi pego un respingo, nunca había visto un Orni tan de cerca. Aunque en el fondo sintiera que sí. De cerca, la música se escuchaba mucho más clara y envolvente.
—Me encanta esta canción... —murmuró una niña hacia otra de sus amigas, poniendo una cara de ensoñación.
Llegó al lado de Link, quien había saludado al Orni con una corta sonrisa y había puesto las manos sobre su cinturón, mostrándose abierto a quedarse a escuchar. Illyria miró al rubio, sintiéndose extrañamente cohibida. Y su estado se agravó cuando, al notar su presencia, él le recibió con una sonrisa que se le antojó encantadora.
—Bajo el cielo de Hyrule, en tierras mágicas y ancestrales —comenzó a recitar el orni, al son de su tierna tonada—, donde el destino entrelaza sus hilos inmortales, se teje un lazo eterno de amor y coraje sin final, en la epopeya de dos almas que se entrelazan en un ideal.
»Fue en tiempos inmemoriales, cuando la Trifuerza brilló, la princesa del tiempo tomó una decisión sin temor. Cambió el curso de la leyenda con su poder divino, y así nació la historia del héroe y la vidente, destino.
Tanto Illyria como Link pegaron un respingo. Sin especial sutilidad, ninguno de los dos, aunque él trató de disimular al segundo. Pero fue lo suficientemente obvio para varias miradas que, por debajo de ellos, les clavaron algunos niños. Unos, porque habían notado sus gestos. Otros, porque sabían quién era Link en la historia de Hyrule.
—Eran venidos del bosque, leales amantes, uno con alma celestial, otra sin serenos instantes. Se juntan, se unen, donde hadas convergen y la selva se cierne. Dos seres destinados, unidos por el camino, con valentía y pasión, sus almas se entrelazan con tino.
»El héroe valiente, de noble corazón templado, se alza con su espada, al mal ha desafiado, su mirada es reflejo de un ardiente fuego, y su valentía es un estandarte que ondea al viento. La doncella misteriosa, de aura y encanto sutil, es la llama que alumbra su sendero más vil, sus ojos resplandecen con magia y dulzura, y su presencia envuelve a la tierra en ternura.
Illyria tragó saliva, intentó mantener la mirada en el Orni. Bajo ninguna circunstancia. Ni una sola. Mirar. a Link. Aunque sus mejillas ya ardían. De repente sentía como si todas las miradas de los que escuchaban se hubieran puesto encima de ellos. Los niños cuchicheaban de repente, había sentido como intentaban jalar de la estela de la cadena que los unía; que por la cercanía que guardaban ambos, se había vuelto tangible a medias. Se estaban dando cuenta, se dijo a sí misma en su mente.
Cuenta.
¿Cuenta de qué?
Ella no tenía nada que ver con eso.
Por mucho que la tonada le sonara tan familiar... La historia... Y que de repente, con el vibrar del acordeón, algo se le removiera en los adentros.
—Juntos enfrentan la oscuridad con valentía, cruzando mil peligros en su lucha y travesía, la fuerza de su amor se alza como un escudo, protegiendo el reino y defendiendo su lazo audaz y agudo. —pasó saliva. ¿Su amor?
Finalmente miró a Link de reojo, sin poder evitarlo. Él no se veía tan afectado como interesado por la letra de la canción. Tenía una mano en el mentón, escuchaba atentamente. Si él no creía que era para tanto, entonces no era para tanto, ¿no?
—Sus corazones son hogares de valor y pasión, la épica aventura se tiñe de amor con devoción, el eco de sus hazañas resuena en el tiempo, como un canto eterno, un poema sublime y envolvente.
»Que su historia se entrelace en el libro de la eternidad, donde las almas enamoradas encuentran su verdad, y en cada latido, en cada verso lleno de ardor, se dibuja el poema épico de su amor, con vigor.
»Que la melodía de su amor, como la flauta del viento, encante al mundo y sea un eco constante y ferviento, pues su unión es eterna, como los lazos que los unen, los pertenecientes de Farore, de corazones compartidos así como el cometido.
La melodía cesó con un desvanecimiento lento y suave. El guacamayo abrió los ojos, sonriendo hacia el héroe, mirando de manera fugaz a Illyria y luego, haciendo una reverencia al grupo que se había formado de repente para escucharlo.
—¿Habías alguna vez escuchado la leyenda del héroe y la vidente, joven amigo? —preguntó el Orni a Link. Cuando los adultos que se habían acercado comenzaron a dispersarse. Illyria desvió la vista, se cruzó de brazos. Aunque paró la oreja ante la conversación. Especialmente expectante ante la respuesta de Link.
—Sí, algo así... alguna vez... —sonrió él, de lado.. El hombre pájaro volvió la vista a su acordeón, apretándolo un poco, generando sonido.
Luego miro al horizonte.
—Se trata de una leyenda antigua, data de tiempos inmemoriales. Suena más alrededor de ciertos rincones de Hyrule, aunque en realidad, tiende a ser bastante desconocida. Narra el romance entre el héroe elegido y otra figura misteriosa, cuyo don se relaciona con algún tipo de clarividencia —comentó—. Mi maestro me habló alguna vez de la historia con un cierto escepticismo que, honestamente, yo había heredado. Pero de pronto, en estos tiempos, ya nada parece lo suficientemente descabellado, ¿no?
Lanzó de nuevo una mirada fugaz a los dos viajeros y la chica sintió como el cabello se le crispaba de la vergüenza. Link también pareció cohibirse un poco.
—Eh... —El rubio interrumpido.
—Link, ¿tú eres el héroe elegido, no? —preguntó una de las niñas, jalando una parte de la túnica del chico para llamar su atención.
—Pues, sí... Eso creo—asintió él, aunque sin tanta vehemencia.
—¿Y ella? ¿Quién es? —preguntó la misma, apuntando a Illyria. La otra niña, que parecía ser su hermana mayor, le reprendió por apuntar con el dedo.
Los jóvenes se miraron, un sonrojo ligero creciendo en las mejillas de ella.
—Ella... es mi... mi... amiga. Illyria.
—¿Y por qué están amarrados?
—Están unidos...
—¡Están juntos!
De repente sus sospechas parecieron confirmarse. Los ojos de los niños brillaron. Y se fueron sobre Illyria.
—¿Eres la vidente?
—¿Ves el futuro?
—¿Te gusta Link?
—¿Q-qué...? —Fue lo único que alcanzó a mediar ella.
Se enrojeció hasta las orejas, especialmente porque de repente era el enfoque de todo el mundo, incluso de él.
—Y-yo... Eh... Yo no...
No.
¿No?
¿Por qué no solo podía decir que no?
—Creo que son suficientes preguntas —intercedió Link por ella. Tomando a las niñas de los hombros para sacárselas a Illyria de encima. Rascando su nuca—. Había algo más que me querían mostrar. ¿Qué era? ¿Dónde lo vemos?
—¡Ah, sí! ¡La fortaleza de monstruos afuera del cañón!
—¿Pero entonces ella sí es la vidente, o no? —insistió otro niño, que no fue tan fácil de disuadir.
—¿Tú estás enamorado de ella?
—Eh, eh... —miradas fugaces. Rostros sonrojados, vuelcos en el estómago de solo cruzar miradas—. Eso es privado. Enséñenme dónde están esos monstruos.
El héroe terminó yéndose con los niños, quienes ahora se interesaron en ver cómo Link combatía un asentamiento de bokos que se había establecido al otro lado del cañón, cerca de una de las salidas.
Illyria le observó, siguiéndole de cerca. Pensó en la tonada, que tan conocida se le antojaba. Pero sobre todo, repasó en su mente las palabras de Link. «Eso es privado». ¿Qué significaba eso? La idea le generó un sentimiento que sól pudo describir como un revoltijo en las entrañas. Pero no era nada incómodo.
Le observó de lejos. Creció un impulso; ese magnetismo, esas ganas de estar cerca suyo, más cerca, tan cerca... tocarle. De nuevo, su rostro se convirtió en una cereza. ¡Por Ganon! ¡No podía pensar así!
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N/A: Lol no yo subiendo de una el límite de edad de la historia por lo que dijo Revali x.x juro que él no es así, sólo lo hace x joder a Link. Perdóname, Nintendo.
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