14
Una vez más, pronto estuvo frente de la puerta tras la que mantenían encerrada. Alzó la mano con la intención de volver a tocar, pero aunque estuvo a punto, pronto se detuvo y abrió sin más.
Ella seguía ahí, en el mismo lugar al centro de la habitación y pegó un respingo cuando le vió entrar con su rostro sepulcral. Los ojos de ella enrojecidos, bien abiertos y de repente alerta. Había estado dormitando de nuevo.
Se miraron por algunos segundos en un silencio incómodo. Illyria sintió la incomodidad de haber sido encontrada a medio dormir. Él, porque los recuerdos del otro día seguían frescos y humillantes. Instó su gesto a volverse más duro en seriedad para acallar esos pensamientos sobre todo, para no dejarse flaquear y revelarlos. Ella solo desvió la mirada, prefiriendo ignorarlo.
Link hizo un asentimiento de cabeza hacia los dos guardias que cuidaban a la chica como un saludo y finalmente cerró la puerta para avanzar, en silencio.
—Hola... —Se sentó frente a la chica—. ¿Cómo estás?
Ella frunció un poco el ceño, apretando el gesto. No respondió, se mordió la lengua para no hacerlo. Cualquier cosa, la diría con mordacidad.
El rubio sabía que no iba a cooperar. Por lo que se tuvo que tragar un suspiro.
—Te traje esto —dijo, sacando de su alforja lo que parecía ser una bellota. Ella volteó como quien no quiere la cosa y al ver la pequeña semilla, arqueó la ceja.
—¿Una bellota?
—Solían gustarte —explicó él, rememorando vagamente, pero con convicción—. Más tostadas.
Ella siguió con la ceja flexionada. Eso sonaba tan rebuscado... No recordaba haberse interesado por las bellotas en su vida... pero viéndolo a los ojos finalmente, estos mostraban tanta convicción mientras le extendía aún la pequeña semilla, que hasta le hacía dudar.
Link, por su parte, luego de haber anotado las vagas ideas que había conseguido reunir en su diario de viaje, había llegado a la conclusión de que la mejor forma de traerle recuerdos era mostrándole pruebas tangibles. Cosas que pudieran hacerla recordar.
Cómo había llegado a la conclusión de que una bellota podía servir, cuando la vió tirada de camino a casa de Impa era aún un misterio. Pero había hecho caso a su corazonada.
—¿Y qué? ¿Qué se supone que haga con ella?
—Se come...
—¿Con las manos atadas?
Link se quedó unos momentos en silencio. Miró su cuerpo amarrado y luego a ella, luego a su cuerpo de nuevo. Su gesto antipático, una expresión de obviedad en su cara:
—No puedo soltarte.
—Entonces no puedo comer tu ridícula bellota... —rezongó ella, aunque pronto él carraspeo agudo de una garganta la detuvo. Ella miró rápidamente hacia donde había venido, el punto detrás del héroe, dónde uno de los vigilantes «sheikah» le miraba con reproche. En loa ojos amarillos de uno, el recordatorio de su misión: generar confianza en el palurdo. Se mordió la lengua y volvió la mirada hacia el chico frente a ella, quien la miraba confundido por su tensión repentina y había girado su cabeza hacia atrás por igual, sin ver nada extraño—. Quiero decir... no puedo comerla, si no me la das... tú —se corrigió, mascullando.
Link le miró, enarcando una ceja sin comprender del todo el cambio tan repentino del discurso. Pero llevó la bellota en su mano derecha, en silencio, aunque dudoso, a la boca de ella. Fue retrayendo su cuerpo entre la expectativa y el miedo a que le escupiera de nuevo la comida.
Ella abrió la boca de mala gana, sus ojos verdes, fijos y de mirada ofendida sobre los azules de Link. Sintió la tentación de morderle la punta de los dedos al chico cuando él dejó la bellota sobre sus labios, pero no pudo alcanzar a hacerlo.
Masticó la semilla de mala gana, aunque pronto su sabor amaderado, su textura crujiente y su deje a nuez chamuscada y dulce le llamaron la atención. Era un sabor mucho más placentero del que esperaba. Link miró su cambio de semblante con algo de satisfacción, y aunque esta apenas se reflejó en su rostro, Illyria la notó, lo que la hizo regresar pronto a la guardia alta.
Era extraño, pero en el fondo había esperado que la bellota tuviera un sabor más salado; agridulce.
—¿Y... qué te parece? —preguntó él, con la atención bien fija en ella, en cada reacción.
—Sabe como a... —tragó la última vez, saboreó lento— madera.
La mirada expectante de Link se desvaneció al momento, viendo tan solo con cierta desilusión como Illyria parecía querer pasarse lo engorroso de la bellota que le había quedado en los dientes y en la lengua. No parecía haber servido de mucho... ¿Pero podía culparla? Ni siquiera él tenía claro porqué una bellota sería tan importante.
— ¿Algo más? ¿O solo viniste a darme esto?
Link se recargó contra las palmas de sus manos, por detrás de su espalda. Pensó en lo que había estado contemplando que debería hablar con ella. Aunque la dificultad se le presentó, trato de comenzar la conversación:
—Solo... quería saber cómo estabas. Y hablar. Yo... esto..., ¿qué es lo que te gusta hacer?
Aunque se tardó unos segundos en reaccionar, Illyria supo que si no tuviera los brazos inmovilizados, los habría cruzado. Pero las ataduras no fueron un problema para su gesto irónico.
—Pensé que lo sabías todo de mí, señor elegido —ceja alzada, sonrisa ladeada.
—Eres... una persona diferente ahora —pareció justificarse Link. Ignorando el gesto de suficiencia de Illyria —. Quiero conocerte.
Eso la tomó por sorpresa. Mantuvo la mirada fija sobre el gesto serio de Link, reacia a contestar nada. Pero una vez más, la mirada de advertencia de Ced detrás de ella le asoló, así como los ojos entornados de Rolko, que la vigilaban. Le exigían continuar con lo planeado. Ella tuvo que morderse el interior del carrillo, pero accedió:
—¿Qué quieres saber?
—¿Qué te gusta hacer? —preguntó luego de un silencio de pensarlo. ¿Qué se preguntaba la gente entre sí para conocerse?
—Me gusta... entrenar, hacer misiones... Y comer plátanos bélicos —resumió ella, cautelosa ante la pregunta.
Link casi arrugó la nariz ante la respuesta. Eso no le sonaba muy cierto ni convincente.
—¿Entrenar? Pero si siempre te costaba levantarte de la cama en las mañanas... No puedo iamgianr que sea tan diferente ahora.
«Je, es verdad», se rió en voz baja Rolko por detrás, ganándose un codazo de inmediato por parte de su compañero. Especialmente al casi llamar la atención del héroe.
—¿Cómo lo...? —comenzó ella, con las cejas alzadas y sorprendida, pero pronto se reprimió, negando incluso con la cabeza—. T-tú no sabes nada de mí... Yo amo el entrenamiento. Como todo buen Yiga.
—Sé que te gustaba explorar. Y que te gustaba mucho ir a la playa —contraatacó él, cuando volvió la atención a ella tras su respuesta. La información salía de su boca sin que lo pudiera retener realmente.
Ella se quedó sin palabras, buscó negar, pero no pudo. Recordó que tenía que llevarse bien con él. Lo primero era cierto, le gustaba cada oportunidad que tenía de salir de la guarida, que no solían ser muchas. ¿Pero cómo podía saberlo?
—B-bueno..., sí, pero eso cualquiera, ¿no? A cualquiera le gustaría ser viajero... y ver el mundo... no solo a través de libros o diarios de expedición.
—¿A cualquiera? —sonrió él levemente.
—Bueno, a la mayoría.... Pero de todas formas, estás equivocado. Yo nunca he ido a la playa, así que no puedo decir que me encanta... Que quisiera ir, sí, pero eso es otra cosa...
—Claro que has ido —se extrañó él. Illyria negó repetidamente.
—¿Tú qué sabes?
La sonrisa del rubio flaqueó al fin, especialmente cuando se fue hacia su tableta sheikah, que colgaba de su cinturón. Dispuesto a llevar a cabo otra idea que había contemplado. Cuando la tuvo en sus manos, Illyria le vió seleccionar algunas cosas con los dedos y pronto giró la pantalla hacia ella. Una imagen de lo que parecía ser una playa apareció frente a sus ojos y aunque quiso alzar una ceja ante lo extraño de eso, no pudo evitar interesarse enormemente por la foto.
—¿Qué... qué es esto?
—Es una fotografía. La tomé en la playa Onaona, cuando estuve en Farone... —explicó él, sintiéndose complacido de pronto cuando, al dejar la tableta sobre el regazo de Illyria, sobre sus manos atadas, ella no la quitó de encima sino que se encorvó sobre ella para verla mejor.
En sus claros ojos verde té, el reflejo brillante de las arenas blancas y el mar turquesa. El sol de la media tarde destellaba en su pupila, asombrada.
—¿Esto es... la playa? —Maravillada, hizo el amago de levantar la mano para tocar la superficie de la tableta, pero terminó haciendo que esta se tambaleara y que Link apenas pudiera detenerla de caer poniendo una mano sobre su pierna. Ella se avergonzó de pronto, al notar lo fijo que él la miraba.
—Sí, tengo más fotos —dijo, deslizando su dedo sobre la pantalla, revelando una foto más de cerca de la playa, de tarde. Unos cangrejos azules y verdes aparecían borrosos por el movimiento, paseando a la orilla del mar. Los ojos de Illyria relumbraron.
—Se ve tal como dicen... El mar es azul..., la arena es... la arena, ¿cómo se siente? —alzó la mirada, al haberse inclinado hacia abajo, su rostro había quedado muy cerca del de Link, pero por la impresión ni lo notaba.
—Es... suave, especialmente cuando está mojada —su tono nervioso, de repente. Carraspeó—. Pero también pica y puede ser molesta cuando se mete en los zapatos.
—¿Y esos cangrejitos?
—Uno es un cangrejo tenaz, el otro es roquero. Saben muy bien.
Ella observó la imagen por algunos segundos más. En su cabeza, trataba de imaginar ese olor salado que sus compañeros decían que el aire tenía en la costa; la arena picándole en los pies o el agua alrededor de su cuerpo. ¿Sería fría o caliente por el sol? ¿Olería cómo lo hacen los pescados, olería cómo a la halita? La halita ni siquiera tenía un olor preciso.
Link espectaba su interés y la emoción en sus ojos con ternura. Pero su actitud tan maravillada era imposible de fingir. Era como si nunca hubiera visto la costa., Entonces, debía ser cierto...
Él había esperado que, mostrándole fotos de lugares donde había estado, pudiera recordar. Aunque fuera un poco. A él le había servido... pero aparentemente la amnesia no era igual para todos.
—Illyria... ¿En serio no recuerdas nada?
Ella alzó la vista solo un segundo, percibiendo los ojos nubosos de Link.
—¿Qué? Claro que no... Nunca he estado ahí —Balbuceos imprecisos. De repente la cabeza le punzó. La cabeza, volviendo a enfocar su mirada en la tableta y su grabado brillante—. ¿Tienes... tienes más fotografías?
Link asintió, regresando a su sonrisa tenue.
—No tengo muchas más de otras playas... pero tengo muchas de los lugares que he visitado.
A Illyria la vergüenza quería asolarle, quería obligarse a comportarse como debía; mostrarse arisca, reacia y desinteresada. Pero ver aquellas fotografías no era como ver las imágenes o ilustraciones vagas en esos diarios de expedición de sus compañeros del clan Yiga que se pasaba los días escudriñando. De hecho, no tenía nada que ver y muchos de los garabatos que llegó a ver sobre las playas de Hyrule ni siquiera se parecían a lo que veía.
—¡Quiero ver! Por favor... digo... muéstramelas —ordenó, corrigiéndose. Trataba de mantener algo de enajenación y dignidad, por más difícil que resultara.
Algo complacido, Link empezó a deslizar la mano sobre la tableta por intervalos. La siguiente foto, era del área de jungla de Farone. La que seguía, de uno de los tantos bosques de Hyrule. Iba cambiando las fotos en función de lo que Illyria parecía querer ver más o menos, aunque ella igual pasaba minutos enteros mirando cada parte, cada detalle de las imágenes. Como queriendo memorizarlas, con miedo de olvidar y nunca más volver a ver algo así. Vió partes del desierto de Gerudo a las que nunca había ido... Una foto de la región lluviosa de Akkala... Lo que reconoció como el reino Zora, con sus construcciones de apariencia resbaladiza, pero estilosas. Era como hacer un recorrido por el reino sin mover un solo pie.
—¿Todos estos lugares... los has visitado? —preguntó ella, absorta, sin poder creerlo, aún observando la nieve en la imagen de lo que parecía una región fría. Volvió a subir la mirada hacia al joven, como para comprobar su respuesta. Su rostro serio, aún siendo ligeramente influenciado por la alegría.
—Sí. En mis viajes por Hyrule...
—Increíble... —Se le escapó de la boca en un murmullo. Pronto una imagen de una ciudad desértica; de edificios alzados en arenisca y coloridas banderas y motivos en morado, verde y azul. Pudo reconocer los puntos de melones y sandías cuando él joven volvió a pasar el dedo. Había visto antes eso en una ilustración...
—¿Esa no es...?
—La ciudadela Gerudo... Sí...
Ella se quedó en silencio unos segundos. Luego lo miro con una ceja enarcada.
—Oye, ¿Pero cómo entraste ahí? Se supone que tienen la entrada prohibida a los hombres. Ahí solo viven mujeres. Lo he leído.
La seriedad en el rostro de Link se quebrantó un poco ante la pregunta. Relamió su labio interior, guardó silencio. Pasó saliva cuando, dando tumbos en la explicación y buscando pasar a otra cosa, deslizó el dedo de nuevo sobre la pantalla de la tableta.
Lo que apareció no fue mejor.
—Wow, wow, wow, espera, ¿ese eres tú vestido de mujer? —Se encorvó totalmente sobre la tableta. Llamó incluso la atención de Ced y Rolko, quienes incluso estando en la puerta trataron de ojear lo que pasaba, con diversión. Pero Link pasó la foto rápido.
Otra foto más de él vestido con un traje Gerudo. Pasó rápido. Una más de él posando femeninamente junto a otras guerreras. Una más de él frente a las mismas guerreras, quitándose el velo Gerudo que ocultaba sus rasgos «varoniles». Las guerreras sorprendidas, una con el arma ya alzada.
Illyria soltó una carcajada, que se amplificó cuando a la siguiente imagen, vio a un Link sonriente, posando con una mano alzada como si estuviera sosteniendo a la moldora que, enorme y agresiva, por detrás de él, estaba a punto de echársele encima para clavarle los dientes. O cuando vio en una foto un Link pensativo, frente a un centaleón que se le iba encima. O incluso cuando vio a Link con una mano y un dedo alzados, bien sonriente, hundiéndose en arenas movedizas.
—¿Qué es todo esto? Es increíble —preguntó ella, apenas pudiendo respirar con la risa. Haciendo ademanes con la cabeza en señal de que quería ver más.
Link, quien se sintió avergonzado y temeroso al principio, alzó las cejas impresionado al ver su reacción. Pasó la foto con el dedo, aún dudoso. Una foto del ojo de un Zora muy de cerca y en ángulo de ojo de pescado atizó la risotada de la chica.
—¿Te gusta...?
—¡Me encanta! —se le escapó, sin que pudiera siquiera evitarlo, una sonrisa enorme y una lágrimas de risa en los ojos—. Es muy divertido es, es...
Se dió cuenta de lo que estaba haciendo. Estaba disfrutando con el héroe. La seriedad de él se había vuelto a quebrantar con una sonrisa ya no tan ínfima, seguramente de satisfacción. Sus carcajadas habían llamado incluso la atención de sus compañeros encubiertos, Rolko la miraba con un gesto de interrogación. Ella se aclaró la garganta.
—Es... inesperado del héroe... —Dijo, recordando también las cosas que le habían dicho de él y su sanguinaria persona. Link dejó de sonreír. Ella paró su risa y se retrajo. Y aún así, no pudo evitar desilusionarse al ver que Link se saltaba todo el resto de fotos que eran similares en su galería.
Que no eran pocas.
«Supongo que sí», asintió él, en su mente. Pero no dijo nada.
—Aunque bueno... como mujer, eres muy bonita —jugueteó ella burlonamente, sin pensarlo demasiado. Alzó una ceja hacia Link, quien hizo lo mismo, divertido repentinamente.
—Gracias —rió, sintiéndolo impropio, pero sin pensarlo. Era como si la actitud de ella le invitara a hacerlo.
Ced y Rolko observaban bien atentos la escena. Uno con más interés que espanto. O realmente se le daba bien fingir y actuar a Illyria (cosa que dudaban), o existía cierta complicidad entre ellos. Rolko carraspeó bajo, pero lo suficientemente entonado como para llamar la atención de Illyria. Ella borró su sonrisa, se aclaró la garganta también y trató de volverse a comportar.
Las imágenes pasaron entonces a ser de lugares varios de nuevos y algunas más específicas, de lo que parecían ser animales, materiales e ingredientes. Fotos de hongos coloridos, árboles frutales y otros alimentos llenaban la galerías. A Illyria pareció interesarle de repente. Especialmente cuando una de las fotos se detuvo en un hongo de color terroso, grisáceo. Un pequeño momento de estática se cruzó por su mente. Casi sintió recordarlo, su textura, su olor... su sabor... pero nunca lo había comido, no sabía lo que era. Se debía estar confundiendo.
No tuvo tiempo para preguntar al respecto porque al momento que Link cambió la foto, una nueva imagen interesante se robó su atención. Era lo que parecía ser una bolita brillante con alas transparentes, que emitía un brillo rosado.
—¿Qué es eso? ¿Es un insecto?
—Es un hada —explicó Link, subiendo la tableta por ella, para que pudiera observar mejor. Notó de nuevo sus ojos bien abiertos y como batía sus largas pestañas con impresión. Sonrió.
—¿Un hada...? ¿Y dónde viven? ¿Qué son? ¿Qué hacen? ¿Se comen?
—Regularmeme están en las fuentes de la gran hada —dijo, reteniendo la risa una vez más. Cambió la foto para mostrar ahora una imagen de la fuente de la gran hada que estaba cerca de Kakariko. Ella observó con asombro todas las bolitas flotantes que aparecían en esa foto, por grupos—. Y es mejor no comerlas... dan indigestión. Tienen otros usos.
—¿Dónde está esa fuente? ¿Qué hay ahí? —clavó los ojos en Link, aún con asombro. Él se retrajo por inercia.
—Esta queda cerca de Kakariko. En el bosque.
—¿Tan cerca? —pronto desvió la mirada, alucinada. No podía imaginar que pudiera estar tan cerca y tan lejos de algo tan genial como eso—. Ojalá pudiera ir... daría lo que fuera... —se le escapó. Hizo el amago de cubrir su boca pero no pudo, así que solo apretó los labios. Rubor en sus mejillas. Link ya no pudo contener la risa, soltó una ligera, casi enternecida—. D-digo...
Entonces se encendió el foco en su cabeza. La vergüenza se disipó.
—¿Te gustaría ir?
—Me gustaría demasiado. Siempre he querido... ver... la fuente del hada grande... Por supuesto —vaciló ella—, pero ahora, estando aquí encerrada...
Link frunció un poco el ceño, dándose cuenta de lo que decía. Dándose cuenta de lo que estaba sugiriendo, que quedó especialmente claro con un pestañeo intenso y sus ojos de cachorro.
Pero pronto lo consideró.
Recordaba su semblante sorprendido, sus ojos brillantes, su impresión y sus ansias. Sintió ese jalón magnético enfatizarse y hacerse más fuerte. Ese magnetismo. La miró de nuevo, absteniéndose de morderse el labio. Aunque ahora ella lo miraba fijamente, tal vez intentando descifrar sus pensamientos y su decisión. Se preguntó si dentro ella había sentido lo mismo. Ese sentimiento extraño. Esa sensación de fondo que nunca se iba. Se preguntó qué era lo que podía significar.
—Espero... que podamos ir, pronto. —dijo, de manera enigmática. Recogiendo suavemente la tableta de las manos de ella. Levantándose de su cojín, con una idea en mente.
Se despidió con una sonrisa muy tenue, una mirada misteriosa y un asentimiento de cabeza para los guardias. Sin decir más. Illyria se quedó expectante, extrañada. El héroe era extraño. Dual. Intrigante.
Y más...
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