11

—¿Enamorarla?

Impa asintió, en silencio y con tranquilidad. Como si no acabara de decir algo tan descabellado.

—Pero... ella... es una Yiga —Fue lo que atinó a decir él, en contra. En realidad, las palabras se le agolpaban en la boca. Había tanto que decir y había muchas cosas que se podían objetar algo como eso. Pero no podía.

—Sé que suena extraño, tal vez más para alguien como tú. Pero ella no fue siempre una Yiga, lo sabes ahora. Alguna vez, fue amiga tuya.

«Suena ruin...», pensó él, sin poder evitarlo. Pero mordió un poco el interior de sus carrillos para no soltarlo. A pesar de todo, estaba evidenciando demasiado su conmoción.

—No estoy muy seguro de qué es lo que sé.

—No te presiones, los recuerdos y la claridad irán llegando con el tiempo —resolvió Impa, sin preocuparse demasiado por el estado mental o emocional del héroe. En lo que sabía del chico, Link tendía a ser estoico. Tal vez demasiado. No pensaba que aquello le pudiera afectar demasiado.

Pero lo hacía.

—¿Es necesario que sea así?

—Es necesario, por supuesto. Siempre el héroe y la vidente nacen destinados a conocerse y compartir, pero nunca es tan fácil. Necesitan demostrar que son dignos de llevar a cabo sus roles y cumplir con lo destinado, por eso en el camino hay dificultades varias. Los Yiga, al haber sido Sheikah, saben perfectamente la leyenda y sus implicaciones. Pienso que de alguna manera, consiguieron enterarse de que teníamos resguardada a la vidente y decidieron usarla a su favor —conjeturó—. Por eso es que ahora ella les es tan leal. Pero es necesario que tomes cartas en el asunto y tomes esta parte de tu destino, para traerla de vuelta y poder ponerle fin al mal. No importará si ustedes están cerca del otro, si no están realmente unidos a un nivel más emocional; espiritual. Es eso lo que desvela la fuerza real.

Link tensó un poco las comisuras de los labios. La incomodidad al respecto era obvia. No era solo que no estuviera seguro de poder lograr algo así con alguien que no parecía muy dispuesta a aceptarlo, sino que no le parecía correcto. Por mucho que algo muy dentro suyo, en el fondo, sí resonara con lo que le habían dicho.

Dando por terminada la conversación, Impa se despidió, dándole un recordatorio:

—El futuro de Hyrule, está en sus manos —señaló ella, dándole una palmada al héroe en el brazo, para luego continuar su trayecto escaleras arriba.

Él se quedó con la palabra en la boca y una desazón que le hacía cosquillear el cuerpo. No la detuvo más, como siempre, se tragó todo lo que pudo haber dicho. Se atuvo a su deber.

જ⁀➴

Por la tarde, se quedó observando el estanque de la diosa Hylia, en Kakariko. Sentía que quería despejarse, que necesitaba hacerlo. Pero dadas las circunstancias, dada su nueva misión..., era mejor no alejarse demasiado de la aldea por una temporada.

Había pasado la tarde lanzando pequeñas piedritas al agua, en busca de hacer que estas rebotaran; hacían ondas en el agua, que se extendían hasta desaparecer.

Mirando la efigie de Hylia, la escritora de las leyendas y su precursora, pensaba en las nuevas implicaciones agregadas a lo que siempre pensó que había sido su destino. De repente, se sentía como si siempre hubiera vivido en una mentira. Era ignorante del porqué le ocultaron información tan vital como esa; porqué si la familia real lo sabía, nunca hicieron un esfuerzo por buscar ese último rol, tal como habían hecho con los campeones. Llegó a considerar, incluso, que si habían fallado, seguramente podía deberse a ese pequeño detalle faltante.

Y aún así, jamás se le dijo nada. Tanto tiempo creyendo que todo había sido su culpa...

Aunque en el fondo, aún lo creía.

Y ahora todas las esperanzas volvían a recaer no sólo en él, sino también en una persona que no se veía muy dispuesta a apoyar la causa... A pesar de lo que fuera que hubiese sido para él en el pasado.

De alguna manera tenía que hacer que las cosas funcionaran. Era la única opción, la última esperanza. Y aún así... No parecía demasiado fácil.

Por detrás de él, Apaya, que había salido por sus labores vespertinas, le miraba de vez en vez, mientras acomodaba las ofrendas para unas estatuas musgosas que tenían forma de rana, frente a la casa de su abuela. Casi sin quererlo, había escuchado gran parte de la conversación final entre su abuela y Link. Una parte de ella estaba apenada... no podía negar que con el tiempo que llevaba conociéndolo, había formado una simpatía más romántica hacia él. Y en esos momentos, podía percibirlo indispuesto. Se preguntó si era que su destino no le agradaba. Y pensó en tu hablarle, pero su timidez extrema le retuvo.

Eventualmente, Link pareció cansarse de perturbar el sereno estante al tirarle guijarros. Enderezó su postura y se giró con lentitud, seguramente sin un rumbo fijo al cual dirigirse. De repente su mirada se conectó inevitablemente con los ojos negros de Apaya.

Ella se ruborizó y desvió la mirada de inmediato, como en un intento de pretender que no había estado observándole. Pero era obvio. Las comisuras del héroe se curvaron un poco; la timidez de ella siempre le había parecido extraña y excepcional, pero adorable en el fondo. Sin saber que más hacer y sin preocuparse por perder tiempo antes de hacer lo que planeaba hacer (ir a la posada y dormir en una cama bien acolchada para liberar estrés), se acercó hacia ella voluntariamente, poniéndola aún más nerviosa.

—Hey... —saludó él, Apaya ya no pudo pretender que no había notado su presencia.

—¿Q-qué tal, Link? —saludó con pena, arreglando las manzanas de las ofrendas con las manos temblorosas. Pudo jurar escuchar cómo el chico suspiraba, pero como no lo veía a los ojos, era difícil saber si lo había imaginado.

Cuando subió la vista, le vió alzar los hombros, en respuesta a su pregunta. En su rostro, una sonrisa tensa y un gesto de resignación. Pero se había quedado callado.

Ella pensó en la postura que le había notado, en la leyenda, en su encomienda... se atrevió finalmente a preguntar lo que había querido. Se levantó del suelo e intentó encararlo sin nervios. Su semblante reflejó la preocupación que sentía él y por sus sentimientos, a pesar de todo.

—En serio... ¿Cómo estás? Escuché... escuché lo que la abuela Impa dijo... l-lo siento si soy impertinente pero... solo quería saber cómo estabas porque te ves... preocupado.

Link alzó las cejas, parpadeó. No estaba esperando eso. No estaba esperando que alguien le preguntara cómo se sentía, pero en el fondo se reprendió a sí mismo por haber hecho su malestar tan obvio. La nuca le dió comezón pero hizo de todo por disimularlo.

—Pues, yo...

—¿Es que no te agradó el destino...? ¿O-o es que no quieres hablar de eso? ¿Me estoy entrometiendo? —atropelló las preguntas, con miedo a estar siendo incómoda para él. El rubio se apresuró a negar con un ademán en las manos.

—No, no es eso... Supongo que es solo extraño. Inesperado... Cambia mi perspectiva acerca de muchas cosas —se limitó a admitir.

Apaya mordió su labio inferior, con impotencia. No sabía si estaba bien indagar más y aunque correteaba en su mente tratando de buscar alguna respuesta, algo que pudiera ayudarlo, no encontraba nada. Y su vergüenza tampoco la ayudaba. Desvió la mirada del héroe, encogiéndose una vez más.

—N-no debe ser fácil... descubrir que tienes que enamorar o enamorarte de tu enemiga... —trastabilló.

«No es mi enemiga...», resonó algo en el fondo de la cabeza de Link, pero pronto se volvió lejano. Como una voz del pasado. Bajó la cabeza, de nuevo esa contusión, ese sentimiento de que había alguna pieza faltante en su persona... No obstante, objetivamente, la albina tenía razón. Illyria era su enemiga, independientemente de cualquier circunstancia. No tenía idea de cómo iba a conseguir lo que tenía que hacerlo.

Y aún sin eso, se preguntó cómo alguien tan soso y serio como él podría realmente hacer que alguien le quisiera así.

—Apaya... —llamó su atención, luego de una pausa. Algo de vergüenza por lo que iba a preguntar le invadió y se evidenció en el enrojecimiento de sus mejillas, pero permaneció firme—: si tú... bueno, si tú fueras... quiero decir, si alguien tuviera que... enamorarte... —titubeó. Ella se puso de golpe tan roja como las amapolas bajo la luz crepuscular. Link finalmente fue al grano—: ¿Cómo se llama... el interés de una chica?

Aún a través del rubor, se evidenciaba la desilsión. Pero pensó en esa pregunta como una oportunidad para ayudarlo. En su cabeza se agolparon las sugerencias, pero lo que más se obviaba, era que ella creía que Link no necesitaba ninguna táctica para llamar la atención de nadie. Simplemente ser él... con ese cabello rubio que bajo el sol tomaba una tonalidad dorada, con su rostro jovial y bien parecido o sus ojos azul profundo... Además de su porte y su aura fuerte y relajada. Era más que suficiente. De pensar en eso se puso aún más roja y le costó mucho mantener la mirada sobre él. Link se extrañó ante su reacción, creyendo que había sido imprudente.

—Perdona si te incomoda —se apresuró a disculparse volviendo a refugiarse en su aire circunspecto luego de haber mostrado vulnerabilidad con su pregunta—, es solo que yo, yo... No sé. Creo que jamás me enfoqué en algo como esto ni tengo idea de cómo hacerlo... Ni estoy seguro de si seré interesante para ella o...

—Es porque nunca lo has necesitado... —murmuró ella, muy por lo bajo, pero elaboró con rapidez, antes que él le preguntara al respecto—. B-bueno..., creo que puedes hacer lo básico, como... tratar de conocerla... a-ayudarla en sus labores y acompañarla... O solo estar cerca de ella. Incluso lejos; donde pueda apreciarte de lejos, en silencio... ¡P-pero e-eso solo lo sigo porque me preguntas a mí! Deberías sólo tratar de conocerla... hablar con ella.

Link analizó sus sugerencias. A excepción de lo último, era cierto que el resto era lo más esencial. Por algo era que se tenía que comenzar, no podía pretender formar ningún tipo de lazo con ella, mientras no la viera... una vez más se cuestionó a sí mismo qué tan seguro estaba de querer hacer algo como eso. Pero su sentido del deber le devolvió a la realidad.

En realidad, tan solo tratar de hablar con ella era una buena idea... si tan solo fuera más elocuente. Pero tenía que hacer el esfuerzo.

Sonrió entonces hacia la chica de cabello blanco. sinceramente. Bajo sus ojos, sin embargo, las marcas del cansancio.

—Gracias, Apaya.

Ante su semblante, ella se sintió derretir. Buscó de nuevo una distracción y una forma de terminar rápidamente la conversación.

—N-no, no es nada, Link... —bajó de nuevo hasta los altares de las estatuas, volviendo a manipular las manzanas de manera torpe—. Vas... vas a poder hacerlo...

—Eso espero. —concluyó él, vagamente. Realmente no estaba seguro, pero esperaba un resultado cuando menos satisfactorio

Pronto se despidió de ella. El sol estaba ya muriendo en el horizonte, la noche y su aire frío se presentaban, era tiempo de darse un momento de descansar. Pensaba que algo bueno de tener que quedarse en la aldea era la oportunidad de conseguir camas dignas.

Apaya lo observó retirarse, desde su posición. No era secreto el interés que portaba hacia él. Suspiro, estando segura que iba a triunfar en su misión, sin siquiera dudarlo. Un poco decepcionada. Hizo un mohín de resignación para continuar en lo suyo.

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