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—En verdad, Link, no puedo creerlo. Solo a ti se te ocurre enfrentarte a un monstruo como si estuvieras hecho de metal —reprochaba la chica, mojando una bolita de algodón en un pequeño cuenco con agua. Lo pasó después por un arañazo medianamente profundo y muy reciente en el hombro del chico, quien se retorció por el ardor.
—Alguien tenía que hacerlo —alzó los hombros, arrepintiéndose al momento en que eso logró que ella encajara más el algodón en la herida. Se quejó. Illyria rodó los ojos.
—¿Qué harás cuando te vayas al entrenamiento de la guardia? ¿Cómo sobrevivirás con todas las heridas que te haces y, que de no ser por mí, no limpiarías? —replicó ella, volviendo a limpiar el algodón para pasarlo por la última herida con sangre seca, mucho más pequeña, en la mejilla bronceada del chico—, quédate quieto... —pidió, poniendo una mano en su otro carrillo, acercándose para limpiar con cuidado. Link hizo lo que pudo por no estremecerse. Se enfocó en los ojos verdes de Illyria, que dada su cercanía, reflectaban su imagen con una nitidez cristalina.
Especialmente su media sonrisa.
—Bueno, no lo sé. Dime, ¿qué harás tú cuando yo me vaya al entrenamiento y ya no esté? —preguntó él, señalando el pie luxado de la chica, cuyo talón ya se iba poniendo rojo. Se puso colorada, pero solo encajó el algodón con saña en respuesta, haciéndolo gemir.
Finalmente tiró el agua ensangrentada sobre unos brezos que quedaban cerca de ellos. El algodón lo guardó en su pequeña alforja, pensando en tirarlo luego. Era una suerte que siempre llevara consigo un pequeño kit de preparación por las heridas que Link, sin falta ni duda, se hacía siempre que iban a dar una exploración cómo la de aquel día.
Nunca podían alejarse demasiado, pero era como si los lugares para explorar y jugar nunca se terminaran para ellos. Llevaban años haciéndolo, era una costumbre. Esa mañana habían salido en dirección a la costa, alejándose un poco más de los confines de la aldea, tonteando cómo solían hacer. Saltando sobre piedras tapizadas en verdín, cruzando marismas en busca de peces y cangrejos inquietos. Fue en una de esas piedras donde la pelirroja se había torcido el pie, terminando a medio caer sobre una de esas pequeñas lagunas salinas, de no haber sido por la ayuda de Link. Al final, terminó siendo cargada por él para emprender el sendero colina arriba, de vuelta a casa.
No obstante, había sido en el camino en donde se habían encontrado con una criatura terriblemente fea y errática, de largas orejas troceadas, piel roja y un garrote en mano; un bokoblin.
—Link, no... No te metas en problemas —le había dicho ella, pero el chico pareció no escucharla. O quizás, sólo la había ignorado.
Siempre que se encontraban con alguna criatura hostil, era como si su mente se nublara y sus oídos se taparan. No oía razones, de repente le poseía un coraje que Illyria percibía como molesto, socarrón y preocupante. Demasiado arriesgado para no tener ningún tipo de experiencia real en combate más que las esporádicas lecciones que recibía de su padre, cuando este estaba en la aldea.
—Quédate aquí —le había dicho él, mientras la bajaba en un árbol del camino. Le vió sacar lo que reconoció como una daga de mediano tamaño, de esas que su padre coleccionaba en la mini armería que tenían en casa. De esas que, se suponía, Link tenía prohibido tomar.
Al final, el chico se había terminado enfrentando a aquel monstruo sin escuchar a Illyria en ningún momento. Claramente, había terminado con golpes y arañazos propinados por las sucias y filosas garras de la bestia. Pero sorprendentemente, había logrado vencer; el monstruo se había desaparecido en bruma malva.
Cuando la batalla se había terminado, Link, que tenía los ojos bien abiertos y el cuerpo bien arañado, le había sonreído como si nada hubiera pasado. Como si sus ojos azules no se hubieran transformado en el combate, como si no hubiera vencido a un enemigo sin tener el menor entrenamiento para hacerlo. Podía haber jurado que por la tensión que adquirió su cuerpo, casi parecía que Link se hubiese convertido en otra persona por un momento; sin miedo, sin dobles pensamientos. Era como si supiera hacerlo todo de forma innata, como si hubiera nacido para combatir.
De vuelta al camino, apoyada de Link, ella había insistido en buscar un lugar para tratarle las heridas, insistiendo en que podían infectársele y finalmente convenciéndolo al hacerle ver que llegar a su casa ensangrentado no era opción si no quería que le castigaran.
Al final, Illyria alzó los hombros.
—La batalla no es lo mío.
—Yo pienso que podría serlo. No lo sé, algo me lo dice. —Él se recargó de espaldas contra la piedra en que estaba sentado—. Haríamos un gran equipo, ¿A que sí? Deberías venir conmigo al entrenamiento. Al menos, tú me curas, las heridas y luego yo me hago más.
La pelirroja volvió a rodar los ojos. Aunque luego una punzada de aflicción le invadió, al pensar en su inminente separación. Por más pequeña que fuera. Pensó en el vacío que sentiría sin él, y sus palabras resonaron en su mente. «¿Qué harás tú cuando yo me vaya al entrenamiento y ya no esté?». Pero sacudió esos pensamientos tristes de su cabeza.
—Debemos volver, tu mamá ya estará por preparar la cena.
Link se paró de un salto, sin pensar ya en los raspones ni en las heridas.
—¡Tienes razón! Dijo que haría estofado de cangrejo hoy, quiero ayudarla —se encaminó, no sin antes frenar seco un segundo para mirarla con ojos aguzados—. Ni una palabra de esto a mamá.
Le hizo prometer con la mirada que no diría nada. Su madre se volvería loca de pensar que Link se había enfrentado a no un bokoblin con tan solo «una espada de madera» (que era lo único que se le permitía portar). O peor, que había tomado uno de los cuchillos de su padre sin permiso. Accedió a mantenerse en silencio.
«¿Qué haré cuando él ya no esté...?»
Estaba tan acostumbrada a la compañía de su mejor amigo que no terminaba de vislumbrar una vida sin ella.
જ⁀➴
Fue abriendo los ojos lentamente. La luz la recibió poco a poco, con paciencia. Su cuerpo se sentía pesado, un poco rígido, tenso. Especialmente en cuanto a sus extremidades se trataba. Mientras el ensueño se le escapaba, unas imágenes raras iban apareciendo en su mente.
La visión de ella misma con la espada maestra en la mano, jaleo por el suelo, el héroe... encima de ella. Frunció las cejas. Abrió los ojos de par en par. ¿Lo había soñado todo?
Cuando sus pupilas se acostumbraron a la luz, lo primero que vio, fue el rostro del mismo héroe, confirmándole que no había sido un sueño. Se puso alerta, se dió cuenta que los alrededores no los reconocía. Era un cuarto con paredes de madera, adornos orientales; muy parecido a la decoración Yiga, pero con el logotipo tradicional del ojo rojo sin estar invertido. Se trataba de los Sheikah. Intentó moverse, alarmando a Apaya, quien permanecía nerviosa pero a la defensiva tras de Link, pero se dio cuenta que no podía. Estaba amarrada por brazos, manos y piernas sobre un cojín acolchado. La cuerda azul que la aprehendía, evidencia de una tecnología avanzada como lo era la que usaba su clan, constató también que le sería difícil poder escapar. La habían atrapado los enemigos.
—Tranquila, tranquila... No debes temer —escuchó de repente, era una voz serena. Alzó la mirada con rapidez y pánico, encontrando justo en frente suyo a una señora bajita y ajada, pero de apariencia sensata. Debía tratarse de Impa, la líder de los sheikah.
La chica frunció el ceño y no bajó la guardia. Al volver a mirar hacia el elegido, que permanecían poco por detrás de Impa, con las manos sobre el cinturón y ese semblante serio, estático, aunque curioso, recordó entonces todo. Justo cuando ella había conseguido desenvainar la espada de su espalda y la había alzado, él la había tomado del brazo y de un segundo a otro, habían dejado de estar en la guarida del clan Yiga y habían pasado a estar en un lugar completamente diferente, a exteriores. A pesar de que ella tenía la espada, ya no había conseguido atacarlo. De pronto se le había congelado el cuerpo, se le había paralizado. No podía moverse. De ahí, sentía que se hubiera ido adormilando. No recordaba nada más que haber dejado de sentir la espada en sus manos, haber caído tiesa. El recorrido de un camino de árboles fugaz y difuso, unos brazos sosteniéndola, la visión azul del pecho del héroe. Y luego el desvanecerse. Él la había llevado hasta ahí.
Empuñó sus manos por detrás de la espalda, con ira. ¿Cómo lo había permitido? Debía haber sido esa cosa que le había metido en la boca. Volvió a pasear la mirada por todos los presentes, con recelo. Tratando de prevenir cualquier movimiento, pero las posturas de todos estaban tranquilas. Nadie parecía planear atacarla. Ni siquiera los dos soldados sheikah puestos a las puertas de la sala.
—¿Qué es lo que quieren? —preguntó ella, bien a la defensiva.
—No vamos a hacerte daño. Aunque sí necesito que me des esto... —reafirmó Impa, con tranquilidad. Acercó sus manos hacia ella, quien buscó retraerse, pero no pudo evitar que Impa la alcanzara. Ella retiró su máscara del rostro y bajó pacientemente la tela que recubría de su nariz. Su semblante avejentado brilló cuando la vió. Ya no cabían más dudas, era ella. Reconocía su rostro. A pesar de los años. Del siglo entero que había pasado desde que la había visto por primera y única vez.
Sin la máscara, se sintió totalmente expuesta, casi desnuda. Trató de esconder su rostro pero era imposible, así que su ceño fruncido, su confusión y su pánico quedaron evidentes también. Vió de reojo cómo el rostro del rubio también se flexionaba, por primera vez, con algún tipo de aturdimiento. Era la primera vez que él podía verla a detalle, de cerca, sin la máscara, y ya no era solo lo hermosa que era... sino lo familiar que en realidad le resultaba.
Pero Illyria prestó más atención a la señora frente a ella.
—Illyria... es bueno verte de nuevo. —dijo Impa.
—¿Q-quién es usted? ¿Cómo sabe mi nombre?
La sonrisa tranquila y sosegada de Impa no cedió. Más bien se amplió un poco, con comprensión. Aunque sus ojos eran analíticos.
—Tienes que saber que estás a salvo... A pesar de los medios que tuvimos que tomar para traerte aquí y las condiciones en las que estás, por las cuales me disculpo profundamente, has vuelto a dónde debes estar. Mi nombre es Impa, soy la matriarca de la aldea Sheikah.
Ella alzó una ceja. ¿No era eso acaso lo mismo que había mencionado el otro? Dió una mirada rápida al héroe. Él también miraba a la mujer, como expectante.
—Tú y yo nos hemos visto antes... por razones desconocidas, pero no especialmente particulares, no puedes recordarme —continuó Impa. Las manos entrelazadas por detrás de la espalda—. No te culpo tampoco, nos vimos por muy corto tiempo... antes de que cayeras dormida, hace ciento y un años.
—¿Cómo sabe eso? ¿Fueron ustedes los que me encerraron en el santuario? —inquirió con sorpresa, a la defensiva. ¿Cómo era que alguien más podía estar enterado de aquello?
Ella había dormido por 100 años tras el cataclismo, según le habían contado en el clan. Por razones desconocidas. Y nadie más que el clan, o los que la encerraron, podían estar conscientes
—Así es. —afirmó Impa, sin miramientos, pero con tranquilidad. Observando como ella se tensaba—. Pero no en las condiciones que seguramente te han hecho creer en el clan. ¿Qué te han dicho?
—Ustedes deberían saberlo, si es que lo contradicen. —espetó ella.
—Lo que yo sé, es que por órdenes de la princesa Zelda, se te internó en un santuario de la vida alterno al del héroe elegido —señaló, haciendo mención a Link, quien escuchaba atento aquella explicación de la que no estaba enterado—. Y se te mandó a dormir hasta que el santuario del héroe fuese abierto y activado... veo, sin embargo, que has perdido la memoria igual que él, no podrías recordar lo que te expliqué cuando yo misma te llevé al santuario, durante el cataclismo... y es que tú, igual que el héroe elegido y la princesa sagrada, tienen un rol importante a cumplir en la salvación de Hyrule. Un rol pactado por las leyendas, hace milenios y milenios atrás.
Ante tanta información recibida, Illyria tardó unos segundos en reaccionar, poniendo una cara aturdida, frunciendo los labios y una de sus cejas. Negó lentamente, incrédula.
—¿Qué dice...?
—Sé que es demasiada información para procesar —Impa relajó la postura de sus hombros, para verse comprensiva. No buscaba imponerle la verdad, después de todo. Solo informársela—, al final, acabas de despertar, estás rodeada de extraños... Tienes ideas diferentes. Pero, si me lo permites, me gustaría que me dejaras explicarte a lo que me refiero.
—No quiero oír nada de ustedes.
—Illyria, por favor... —pidió Impa, tratando de mediar la situación. Al ver que no respondía más, pero sin esperar a darle oportunidad para que lo hiciera, continuó—: Es importante que sepas que tu rol está estrechamente ligado al del héroe elegido. Como has notado, anteriormente has podido sacar la Espada Maestra de su pedestal; una espada que, se supone, está únicamente ligada a su elegido. Una espada que nadie más puede portar. La razón por la que pudiste hacerlo, es porque eres la vidente de los tiempos —explicó ella—, portadora del segundo fragmento de la trifuerza partida de Farore: el coraje. Encargada de cuidarlo.
Illyria quedó perpleja, ojiplática. Era todo lo contrario a lo que jamás le habían contado en el clan. Debía ser una mentira, un disparate, debían estarle mintiendo para ponerla de su lado. Negó continuamente.
—Eso no es verdad...
—Lo es. Tu espíritu fue designado a cumplir este rol hace muchos milenios, alterando los sucesos previstos desde el inicio de los tiempos. Tu destino es trabajar junto al héroe, ser su apoyo y combatir junto a él. Si él no pudo sacar la espada antes fue porque tú no estabas cerca. Eres el fragmento del valor faltante, que lo prueba como el elegido; si tú pudiste hacerlo, fue porque él estaba presente. Y tu clan lo sabe. Sabe la importancia de tu rol en la victoria del héroe.
—No... Es mentira. Son unos mentirosos. Son ustedes los que no saben la historia; si tengo que cumplir un rol, es al lado del jefe Kogg. Él me lo dijo cuando desperté y me sacó del santuario en el que me habían encerrado —reveló ella, con una mirada de molestia convicción—. Si estoy destinada a algo, es ayudar en la destrucción del héroe... al lado del jefe Kogg... como..., como su alma gemela... o algo así... —balbuceó lo último, desviando la mirada. Cada oración era más silente. Impa pudo ver entonces la gravedad del asunto.
—Comprendo que no puedas creerlo. Que te hayan contado lo que quisieron, aprovechándose de tu vulnerabilidad, para ponerte de su lado. Pero la realidad es totalmente diferente. Estás destinada a combatir al lado del héroe, no en su contra. De otra forma, no portarías en tus manos una responsabilidad tan grande. La diosa no habría puesto en manos de alguien algo tan importante como una parte de la trifuerza, por más mínima que fuera, para que esta estuviera a disposición de Ganon.
—Ustedes son los únicos que quieren aprovecharse, pero no caeré —escupió, sintiéndose extrañamente acorralada, con el ceño bien fruncido. Reacia a cambiar sus impresiones—: ustedes fueron los causantes de la destrucción que ahora conocemos. Ustedes son los malos. E intenten lo que quieran, jamás voy a ayudarlos, no se van a salir con la suya.
Impa se quedó sin palabras por algunos segundos. Su sonrisa pareció flaquear un poco. Unos minutos después, le retiró la mirada a la joven y suspiró apenas notoriamente, preparándose para dar la vuelta y retirarse.
—Entiendo que te tomará un poco de tiempo acostumbrarte y asimilarlo... creo que por ahora, te dejaré descansar —concluyó la mujer. La sonrisa volvió a ella y se dió la vuelta al fin, mirando a los ninja sheikah que cuidaban la entrada, lista para ordenar—: Cederick, Rolmo, por favor, cuiden de nuestra invitada... aliméntenla y si quiere dormir, llévenla a la cama. No quisiera tomar estas medidas, pero por ahora no podemos permitirnos ser más holgados en precauciones... Espero que puedas entenderlo, Illyria.
Impa pasó al lado de Link sin esperar realmente una respuesta de ella. El rubio, que parecía pasmado, no prestó mucha atención a su partida, sino hasta que ella estuvo en el umbral y aprovechó para llamarle.
—Link, necesito que tú vengas conmigo. Dejémosla descansar, lo necesitará —medió ella. El joven, acudió a su llamado, aunque se le complicaba quitarle la mirada de encima a Illyria.
Pronto, ambos estuvieron fuera de aquella habitación improvisada que habían hecho del almacén en la casa de Impa. En el pasillo, Link rebasó a Impa con la intención de hacerle preguntas, pero ella se le adelantó.
—¿La recuerdas ahora?
Le tomó por sorpresa, casi pegó un respingo. Aún analizando todos los pensamientos, sentimientos y sensaciones que tuvo en todo el tiempo que la tuvo de frente... la respuesta era difusa.
—Pues, yo... siento que sí. Siento que sé quien es, pero... ¿Sería posible? Han pasado cien años, todos están muertos. No puede ser... realmente ella, ¿o sí?—escudriño el semblante de la mujer, con la intención de encontrar cualquier atisbo de respuesta. Ella se mantenía serena, mirándole apenas fijamente.
—Lo es. Es tu amiga de la infancia... aquella que conociste en Hatelia. Illyria, ¿Recuerdas? Me contaron que parecían ser muy cercanos.
—Es difícil pensar que la había borrado de mi cabeza... Creí que estaba muerta.
—Fui yo quien la llevó al santuario de la vida para que pudiera estar presente cuando tú despertaras, luego de descubrir que en ella se encontraba el espíritu de la vidente. De otra manera...
—¿Cómo fue que lo descubrieron? ¿Por qué no lo hicieron antes? —indagó él, la curiosidad le carcomía—. Si fue por su ausencia que no pudimos derrotar a Ganon en el pasado, entonces, ¿por qué nunca la buscaron? ¿Por qué nunca dijeron nada al respecto?
Impa se detuvo casi en seco, justo al pie de las escaleras que les devolverán a la sala principal.
—Link, hay algo muy importante con respecto a la leyenda que tienes que saber. —el cambio de conversación pareció radical, pero el héroe no tuvo tiempo (ni intención) de objetar al respecto—. No lo mencioné en la sala, frente a Illyria, porque no lo creí prudente dadas sus condiciones y su postura. Pero debes saber que no es una coincidencia que el alma de la vidente haya reencarnado en alguien tan cercano a ti. No es una coincidencia que se hayan conocido, o que hayan sido amigos. Ni siquiera las complicaciones del presente, son una coincidencia.
—¿Qué quiere decir?
Sus ojos negros, acuosos e imprecisos, fijos en Link. Misticismo en su ser. Tal vez en una manera de analizar o prevenir la reacción que el héroe podría tener al respecto de lo que iba a decirle. Pensó en la seria fachada de Link, en su personalidad devota pero muy cuadrada y distante. Se preguntó si alguien así sería capaz de comprender lo que, en esa situación, era necesario.
—La leyenda de la vidente y el héroe, no solo involucra una unión de fuerzas para desafiar al mal. Mejor dicho, la unión no se da de una manera más informal, sino que de una forma conveniente. Para que las cosas funcionen y los pedazos de trifuerza, separados en dos portadores distintos, puedan actuar como solo uno, el héroe y la vidente tienen que ser muy cercanos. Y tradicionalmente... están destinados a enamorarse. El romance es lo que los termina unificando.
—¿Qué?
—Link, tienes que enamorar a Illyria. Solo así la tendremos total y devotamente de nuestro lado.
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N/A: heyyy soy yo, reapareciendo luego de la muerte xd han sido meses movidos para mí, entre los finales de semestre en la uni y que me busqué una chamba para pasar vacaciones (horrible elección, pero bueno. Toca ser adulta). He trabajado lento en esta historia, pero no la he dejado. La edición es algo más pesada de lo que puede parecer. Como sea, espero que todos hayan pasado un buen final de año y le deseo lo mejor para este 2024 a quien lea esto ♥♥♥ que todas nuestras metas y sueños se cumplan.
Les dejo unos dibujitos por ahí de Illyria, que hice a lo largo de 2023. Luego pongo unos en digital, cuando sea más pertinente xd
¡Gracias por leer! ♥♥♥
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