1

Algunos dicen que el trayecto hace al héroe. Uno creería que después de haber cruzado una travesía que involucró una siesta de 100 años, un viaje en búsqueda de la recuperación de unas memorias perdidas, enfrentamientos victoriosos contra bestias divinas y mil y un enemigos de todas fuerzas y tamaños derrotados, uno estaría listo para ser coronado con un título como ese. Uno sería digno de ser nombrado «el héroe elegido», de ser reconocido allá a donde fuera.

Pero Link, el héroe elegido, no creía que pudiera sentirse como tal sino hasta completar aquella tarea para la que, precisamente, había sido elegido; esa para la que había nacido: vencer a Ganon, la encarnación del mal. Traer de vuelta la paz perpetua a Hyrule. 

Luego de un viaje largo, reflexivo, casi aplazado, el joven héroe estaba finalmente en la entrada de los Bosques Perdidos, donde encontraría la Espada Maestra; antigua compañera suya, reliquia conferida a los héroes de antaño.

—La necesitas para poder vencer a Ganon de una vez por todas —Le había recordado Impa, la anciana líder de los Sheikah. Una tribu ancestral que estaba estrechamente relacionada con la familia real del reino de Hyrule, y con los héroes de las leyendas—. Es la única arma con la facultad de repeler y disipar la más profunda maldad. ¿Pensabas irte sin ella?

Había negado en el momento, cuando tuvo la conversación, el día anterior a ese. Cuando había llegado a la aldea de Kakariko con toda la intención de prepararse e ir en pos de su destino, buscando últimas direcciones en la anciana. Y esta había evidenciado la clara ausencia del arma sagrada, haciéndole sonrojar de la vergüenza.

No. No era que la había olvidado.

Respiró profundo luego de bajarse de los lomos castaños de su montura, frente a los dos árboles torcidos que marcaban la entrada en la arboleda. La brisa helada. El cielo estaba tapizado en gruesos nubarrones grises, que aunque se desmoronaban en una lluvia tranquila, aún pintaban el ambiente un tanto sombrío.

A pesar que desde lejos, en su viaje rumbo a la zona, había podido notar que los Bosques Perdidos parecían ser una región no muy amigable, había subestimado un poco las advertencias que había recibido al respecto.

Pero una vez pisó el suelo terroso del bosque y su ambiente tétrico le cubrió por completo, pensó en reconsiderar. Por donde quiera que se mirara, sólo le rodeaban los robustos árboles de madera oscura. No eran especialmente altos, ni especialmente frondosos. Y aún con sus hojas angulares y quebradizas, al mirar hacia arriba, ni el cielo ni la luz del sol se discernían. La lluvia de fuera había desaparecido. La niebla lo cubría todo. Las únicas fuentes de luz eran unas pequeñas partículas translúcidas que iban de acá para allá. Tranquilas, aparecían y desaparecían, pero no eran luciérnagas.

Link las observó con curiosidad, tratando de atrapar alguna con sus manos, pero descubrió que estas se deshacían al tacto. Se obligó a retomar el enfoque. 

No había ningún intento de camino en el suelo. Ni carteles, ni direcciones. Con la niebla, apenas era posible ver más allá de las propias narices.  Supo ahí porqué les llamaban Bosques Perdidos. 

Impa misma se lo había advertido antes de dejarlo partir; había un solo camino correcto dentro de los numerosos senderos de ese milenario bosque. Un solo paso en falso y estaría de vuelta al inicio, en el mejor de los casos. En el peor, acabaría perdido y atrapado por siempre ahí dentro. Su alma se resentiría, su mente enloquecería, se convertiría por siempre en un alma en pena.

Pero a pesar de esa amenaza, su instinto de valentía, que refulgía siempre, le impidió acobardarse. Igual podía ser su corazón ya curtido luego de tantas dificultades. Pensó en buscar soluciones y observando a su alrededor, pareció notar una hilera de antorchas encendidas, que comenzaba no muy lejos suyo.

Luego de algunos errores y desviaciones del camino, comprobó que el fuego indomable y ondeante de estas guiaba direcciones, y que las propias antorchas estaban dispuestas en algún tipo de secuencia. Intuyó que se trataría del sendero único al que Impa se refería. Y luego de seguir su pista y sentir que avanzaba en vez de dar vueltas en el  mismo lugar, pudo comprobar su teoría.

Aun así, no se permitió bajar la guardia. Los alrededores eran tan enigmáticos, tan sospechosamente silentes y le crispaban tanto los nervios que sentía que en cualquier momento, de cualquier lugar, podría salir algún monstruo y podría tomarlo desprevenido. Avanzó más y más, hasta que las antorchas parecieron terminarse. A la redonda ya ninguna luz nueva brilló y él sintió la necesidad de rascar su nuca con confusión. ¿O era que había regresado a su posición inicial? Todo era tan similar que era difícil de saber. 

Unos ruidos detrás de él lo pusieron alerta. Las ramas se mecieron. Voces diluidas. Tomó su espada y se giró de inmediato, sólo para descubrir lo que parecía ser un zorro que había salido de la nada y que por su giro, habías salido huyendo. Intentó relajar sus nervios. Debió ser solo eso. No podía haber nadie más en el bosque, ¿quién podría meterse ahí sin necesidad alguna? Sería un suicidio. 

Pero de repente, una sensación de estar siendo seguido y observado llegó y no cedió. Un sentir magnético, extraño. No necesariamente malo, solo… absorbente. Cómo si algo estuviera cerca de él, en cualquier lado, en cualquier parte. Algo que lo obligaba a mirar hacia arriba y a todos lados, en su busca.

Escrudriñó las copas de los árboles, aún avanzando, espada en mano. Miraba en todas direcciones, pero nada… de pronto un nuevo sonido, como de un roce contra algo maderoso volvió a tomar su atención. Esta vez hacia un árbol específico y se tuvo que retener de atacar por inercia al ver que era solo eso, un árbol. A pesar que era enorme y en su corteza estaba tallado una suerte de rostro de facciones horribles. Pero como no se movió, no podía considerarse como un enemigo real. Bajó la espada. Y de pronto, esa sensación magnética de ser perseguido no se sintió más. 

Continuó, mirando siempre a los alrededores con desconcierto y cautela. Sabía que no podía haber imaginado esa sensación ni esos sonidos, pero a menos que ese árbol fuera su causante, no había nada a la vista que los pudiera haber hecho. Pronto se dio cuenta que ese árbol no era el único en su tipo, alrededor, simulando también una secuencia como las antorchas de antes, había más. Siguió los pasos del patrón, parando oreja para detectar el mínimo movimiento, el mínimo ruido. Pero no escuchó ya nada más que graznidos de pájaros lejanos y sus propios pasos sobre la hojarasca. Así como el caudal de un río en algún lugar profundo del boscaje.

Más pronto que tarde, el héroe superó la prueba de los Bosques Perdidos y luego de un último tramo estrecho y neblinoso, la bruma por fin le abrió el paso a un claro bien iluminado, verde y frondoso. El Bosque Kolog.

Un tronco hueco y enorme afiguraba un portal de entrada, ornamentado con una gran variedad de flores de las más bellas y tranquilas combinaciones. Pero al cruzar esa entrada y guiar sus pasos a través de un puente de piedra musgosa, lo que halló fue de todo menos tranquilizador. 

Los Kolog, que regularmente eran criaturas tímidas pero juguetonas, estaban casi al borde de la crisis de nervios. Varios se hacían ovillo en las copas de los árboles, con sus máscaras de hoja temblando junto con su cuerpo. 

—¡Hay otro, hay otro! ¡Vino otro! —chilló uno desde arriba, con su vocecilla trémula, apenas vio a Link pasar por la entrada. Algunos de los valientes que ya habían salido de sus escondites, volvieron a su camuflaje entre el pasto alto del bosque. 

Otros, que parecían renunciar a su naturaleza por el bien de su tribu, al ver al chico entrar se levantaron y tomaron en sus bracitos cortos y amaderados unos intentos de lanzas hechos de ramitas cortas pero afiladas. Y a pesar de estar igual de temblorosos, amenazaron a Link, impidiendo su paso más allá de la entrada.

—¡D-d-deténgase ahí!  —comandó el que parecía ser el líder de la pequeña cuadrilla, lo más valeroso que pudo, amenazando a Link al alzar su tiritante lanza en un intento de verse amenazador.

—¡N-no vamos a dejar que nos ataquen de nuevo! ¡Vuelvan por dónde vinieron!

El rubio no evitó torcer una de sus cejas, confundido. ¿Acaso alguien los había atacado? ¿Qué estaba sucediendo?

—Tranquilos, no voy a hacerles nada… —intervino, pero los chillidos no pararon.

—¡Árbol Deku, uno ha vuelto!

—¿Quién es el que anda ahí? ¿Quién osa volver a perturbar el Bosque Kolog? —bramó una voz fuerte y profunda, desde arriba de todos, interrumpiendo cualquier cosa que Link había pensado mediar de nueva cuenta.

El rubio levantó la mirada y pudo ver justo frente suyo, no solo lo que parecía ser un pequeño pabellon de forma triangular, cuyo centro poseía el pedestal de una espada, sino también un árbol gigante, enorme. Más grande que cualquiera que hubiera visto en el pasado, con un rostro tallado en su corteza, que a pesar de no ser de naturaleza macabra, estaba haciendo una cara adusta dadas las emociones del momento; era el guardián de la Espada Maestra. El Gran Árbol Deku. 

Link no supo qué decir, pues el ser era imponente, pero tampoco tuvo qué obligarse a hacerlo. Apenas el majestuoso árbol reconoció su rostro y sus ropajes, distendió su gesto en un semblante de sorpresa. 

—Ah…, pero si eres tú… Al fin has regresado…

Tanto los Kolog como Link parecieron un poco confundidos.

—Señor Árbol Deku, ¿quién es? —preguntó uno.

—¿Es peligroso? —se afianzó el más valeroso  a su estaca, aún apuntándole a Link, a diferencia del resto que ya había descuidado su posición amenazante.

—No, no… Al menos no lo creo —explica el árbol Deku, lento, escudriñando al joven para asegurarse de no haberse confundido—. No es como los que nos atacaron. Aunque también ha venido por la espada.

De pronto algunos Kolog hicieron pequeños sonidos de exclamación, mientras que asomaban sus cabecitas enmascaradas por los árboles y entre los arbustos, curiosos. Incluso los que se habían propuesto  a cubrir el paso de Link, especialmente el líder, parecieron también interesarse en él, pues retrocedieron un poco para poder observarlo mejor. Aunque no perdieron el recelo. 

—¿Los han atacado? —preguntó Link,  avanzando más hacia el centro de la estancia, para quedar mejor ante la visión del árbol Deku. El árbol frunció su corteza por el ingrato recuerdo.

—Así es. Justo antes de que tú llegarás, una bandada de ninjas enmascarados y malvados irrumpieron en el Bosque Kolog. Dañaron a mi gente, nos desafiaron e intentaron llevarse la Espada Maestra; la espada que doblega al mal.

El joven héroe se tensó. En los alrededores del bosque, un montoncito de Kologs que recién se animaban a salir, evidencian la verdad de las palabras del árbol. Algunos estaban dañados; con las ramitas de la cabeza y los brazos rotas y las hojas de sus máscaras resquebrajadas. Ninjas… ¿serían los yiga?  

—Por suerte… Como tal vez sepas, nadie sino el elegido puede blandir esta espada, pues su objetivo primordial es confrontar a Ganon. No hay mucho de lo que tengas que preocuparte.

—Aun así… es extraño que ellos, los Yiga, hayan venido hasta aquí para intentarlo. Aún sabiendo sus limitaciones. —meditó Link.

—Tienes razón. Pero a lo largo de los siglos, mucha gente sin oficio ni beneficio ha logrado llegar aquí y ha intentado manipular la espada infructuosamente. Claro que en este último centenio que he estado aguardando tu regreso,  eso había sido mucho menos frecuente y agresivo…

Link evidenció sin palabras la sorpresa de saber que se le esperaba con tanta antelación, aunque a esas alturas, debía ser obvio. El rostro del Árbol Deku era ya menos severo y miraba al joven con curiosidad. 

—¿Qué pasa, muchacho? ¿Por qué pones esa cara? Pareciera que no recuerdas quién soy...  Hay muchos que me conocen como el Árbol Deku.

Link arrugó el entrecejo, tratando de recordar. Pero como le sucedió muchas veces en el pasado, ningún recuerdo demasiado claro pudo aparecer en su mente. Descubrió en ese momento que todavía parecían quedar algunas áreas de su memoria de antaño vacías y sin explorar, y volvió a tener esa sensación de ser un cascarón vacío. Algo hueco, con hoyos. Partes incompletas de sí.

Su mirada, que había bajado hacia la brillante espada que parecía ser motivo de tanta atención, no pasó desapercibida por el gran árbol.

—Esa arma sagrada fue forjada por la diosa Hylia. Ya sabes que solo el elegido puede empuñarla… —comenzó tratando de sondear su memoria—. Hace cien años, tú mismo fuiste el encargado de blandir esa espada. Y es bueno ver que por fin has vuelto por ella. ¿Estás listo para enfrentar tu destino, joven Link? 

Link  disipó sus pensamientos y sus vagos intentos de recuerdo. Enérgico, asiente silente con un solo movimiento de cabeza. Se sentía listo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top