San Patricio



Patricio nació con el nombre de Maewyn alrededor del año 387 en Bennhaven Taberniae, en la actual Escocia. Era hijo de un oficial romano, cuya religión era el cristianismo. A los 16 años cayó prisionero de piratas irlandeses y fue vendido como esclavo. Tras varios intentos, logró huir y se convirtió en predicador del Evangelio en Irlanda, isla que en esos tiempos se encontraba dividida en numerosos clanes sometidos a la poderosa autoridad de los druidas.


Logra convertir al pueblo de Irlanda al catolicismo sin desmerecer las tradiciones reinantes de los druidas y los celtas, ni las creencias hasta ese momento reinantes en el lugar. Es entonces cuando nace la cruz celta (la cruz como la conocemos todos los católicos apostólicos romanos, pero a su vez tiene un aro que simboliza el sol, que era la deidad de los celtas).

Se adaptó muy bien a las condiciones sociales del lugar, formando un clero local y varias comunidades cristianas, respetando las tradiciones y costumbres propias de sus habitantes. Se le conoce como el Apóstol de Irlanda, donde murió hacia el año 461.

San Patricio para enseñarles el misterio de la Santísima Trinidad a los celtas y los druidas, tomó un trébol, que crecían por todos lados en los campos de Irlanda, y les explicó que, así como ese trébol de tres hojas en una plantita era la Santísima Trinidad. Así de una manera muy pacífica fue logrando la evangelización cristiana de toda Irlanda.

Una tradición irlandesa le atribuye la hazaña de haber librado la isla de serpientes. Actualmente, Irlanda es la única región de las Islas Británicas que no posee ofidios silvestres, debido a su separación de Gran Bretaña poco después de finalizar la última glaciación.

Su fiesta se celebra el día 17 de marzo. La Fiesta de San Patricio es muy celebrada en Irlanda, de donde es patrón, y sobre todo en Estados Unidos. Cada 17 de marzo se organiza en Nueva York un gran desfile por la Quinta Avenida en la que participan multitud de personas vestidas de verde.


Bendición irlandesa de San Patricio

Que la tierra se haga camino ante tus pasos,

que el viento sople siempre a tus espaldas,

que el sol brille cálido sobre tu rostro,

que la lluvia caiga mansa sobre tus campos,

y hasta tanto volvamos a encontrarnos,

que Dios te guarde en la palma de su mano.

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