Henrietta Lacks

Ya sabéis que tratamos de traeros siempre historias de personas únicas, que han cambiado la historia de una u otra forma. Los hay con una mente privilegiada, capaces de crear un sistema que frena una guerra. Hay otros con un don en sus manos, que logran devolver la sonrisa a unos soldados desahuciados. Pero hay otros que cambian vidas, muchas. Miles, cientos... ¡millones! Y ni siquiera lo saben.

Bueno, no sabemos si hay muchos de ese último ejemplo, pero sí conocemos a uno: Henrietta Lacks.

Henrietta Lacks , antes Loretta Pleasant, (Roanoke, Virginia; 1 de agosto de 1920 – Baltimore, Maryland; 4 de octubre de 1951) fue una mujer afroamericana que, involuntariamente, se convirtió en donante. Os pondremos un poco en situación.

Como habréis podido suponer por la fecha, ser mujer y afroamericana no era nada fácil en su país. Se casó con su primo David Lacks, sorprendiendo bastante a su familia. Tuvo cinco hijos, el último tan solo cuatro meses antes de que le diagnostican cáncer.

En enero de 1951, el matrimonio llegó al hospital John Hopkins en Baltimore, porque este era el único hospital que admitía pacientes de color. Fueron directamente al ala para negros y allí pidió que un médico la mirara, debido a los fuertes dolores vaginales que tenía.

Ya durante un año la habían estado tratando con penicilina por dolores de ese tipo, creyendo que David le había pegado la sífilis. Pero no, nada que ver. Cuando por fin le hicieron algo de caso, un ginecólogo en su exploración descubrió un bulto en el cuello uterino. Tomó una muestra y la mandó a analizar.

A la semana se supo el resultado: era un tumor maligno. Pero Henrietta se fue. No dijo nada a su familia y siguió cuidando de ellos. Hasta que solo tres meses después el tumor había crecido a un ritmo realmente alarmante. Se convirtió en un carcinoma de lo más agresivo, y necesitaba someterse a tratamiento con radioterapia.

Por otra parte, en el hospital trabajaba un matrimonio, los doctores George y Margaret Gey, quienes llevaban toda su vida buscando la manera de cultivar células fuera del cuerpo. No lo habían conseguido nunca, todas las células de las biopsias que les mandaban se morían. Pero ellos estaban obsesionados y no desistían.

Durante su primera sesión de radioterapia, anestesiaron a Henrietta. Y, mientras estaba en la mesa de operaciones, el doctor Wharton, cortó dos pedazos de cérvix del tamaño de una moneda: una del tumor, pero la otra del tejido sano. Ambas las puso en placas de Petri y se las mandó a los doctores Gey.

Ellos, para el proceso, cortaron las biopsias, metieron los pequeños trozos en pipetas con una gota de sangre de pollo. Y luego los cultivos, los metieron en distintos tubos de ensayo, poniéndoles la etiqueta HeLa, por la paciente. Menuda sorpresa se llevaron cuando se dieron cuenta de que las células HeLa no solo vivían fuera del cuerpo, sino que se reproducían a una velocidad de todo exagerada.

Tras varios días, si tenían dos tubos tuvieron que repartir las células en cuatro. Al día siguiente en ocho... Cada 24 horas las células HeLa se multiplicaban. ¡Los doctores Gey no se lo podían creer! Habían conseguido lo que tanto habían ansiado durante treinta años. Unas células que sobrevivían sin soporte vital y que encima no envejecían.

Nada de esto sirvió a Henrietta para su curación. De hecho, la multiplicación milagrosa de sus células hacía que el cáncer se extendiera rápidamente. Henrietta falleció sin saber que sus células abrían una nueva era en la medicina.

Los doctores Gey no patentaron nada y comenzaron a mandársela a sus colegas médicos gratis. Cada laboratorio pedía y llegaron a mandar 20000 tubos semanales de HeLa. Margaret y George Gey fueron los únicos que no se lucraron con las células. Todo lo hicieron por la ciencia. Pero desde entonces los laboratorios farmacéuticos sí han ido creando patentes derivadas de estas células, consiguiendo ingresos multimillonarios.

Aunque su reproducción de células buenas es igual al de las células malas y son capaces de contaminar muestras y estudios de un plumazo, lo que ha llegado a crear incidentes diplomáticos internacionales.

Para que os hagáis una idea, las células HeLa sirvieron para desarrollar la cura de la polio del doctor Jonas Salk. Y eso ya de por sí sería importante puesto que salvó millones de vidas, pero es que además las células de Henrietta se han usado para elaborar medicamentos contra muchísimas enfermedades: parkinson, herpes, gripe, hemofilia, leucemia, cáncer, sida, tuberculosis...

Henrietta murió sin saber los milagros que sus células podían lograr. Ni siquiera supo que se las habían extraído. Fue una casualidad, un accidente biológico que cayó en las manos de unos investigadores que ansiaban ese descubrimiento.

Henrietta ha salvado la vida de millones de personas y lo seguirá haciendo. Porque es una mujer inmortal


Entrada escrita por:

Sonia Fuentes

¿Cuántos de ustedes habían escuchado de Henrietta o de las células HeLa?

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