Hatshepsut Jenemetamón

La civilización faraónica es una de las civilizaciones más antiguas.

Ya desaparecida, aún hoy, casi dos mil años después, sigue provocando el interés de la sociedad y de los investigadores de la Historia de Civilizaciones Antiguas. Con sus imponentes pirámides, enigmáticas momias y vasta cultura, los antiguos egipcios consiguieron ocupar un lugar privilegiado en la memoria de la humanidad.

Las grandes hazañas de sus gobernantes, que ostentaban el título de "Faraón", hoy son conocidas. Sin embargo, entre todos esos poderosos hombres destacaron algunas mujeres, que si bien fueron limitadas, reconocemos que para su época fueron excepcionales.

Entre estas escasas mujeres, una, logró llevar el título de Faraón por más de dos décadas, dirigiendo al imperio hacia una época de gloria y esplendor; una época en la cual la paz fue la invitada de honor, desde el momento en el que asumió el trono.

Hatshepsut o Hatshepsut Jenemetamón, nombre con el cual la conocemos en la actualidad, no es más que un título honorífico: "la primera de las grandes damas"; o como se haría llamar una vez coronada: "la primera de las grandes damas unida a Amón". Se descubrió que en vida, fue nombrada por su padre como heredera al trono, sin embargo, el camino no fue fácil para la joven princesa.

En una confabulación, los cortesanos bajo el mando del visir Ineni, lograron que fuera coronado el que más tarde sería conocido como Tutmosis II. La princesa tuvo que ceder a casarse con quien fuera el hijo de una esposa secundaria, viéndose supeditada a la figura de su esposo.

El reinado del segundo de los Tutmosis fue muy breve, muriendo cuando sus dos únicos hijos conocidos aún estaban en la primera infancia: una niña nacida de la gran esposa real y un niño de una simple concubina. Una crisis sucesoria estaba a las puertas del imperio puesto que la consorte real no había traído un heredero varón. Una vez más, Ineni logró que la nobleza reconociera como único heredero posible, al hijo varón, a pesar de no ser descendiente de la "dadora de herederos".

No obstante, la reina viuda no permitiría que la historia se repitiera por segunda vez.

Dado que Tutmosis III era demasiado pequeño para gobernar, la gran esposa real de Tutmosis II asumió la regencia y pospuso indefinidamente el matrimonio entre el nuevo rey y su hija, la princesa real Neferura, única persona que podría legitimar su ascenso al poder absoluto. Los casos de regencia en la historia egipcia no eran excepciones en absoluto, de hecho fueron bastantes los casos, pero en ninguno de ellos, hasta el momento, regentó una mujer que no fuera madre del rey.

Fue durante los primeros años del reinado de Tutmosis III en los que Hatshepsut preparó un "golpe de estado". Consiguió alejar a Ineni de la política, y en su lugar elevó a sus fieles Hapuseneb y Senenmut a los más altos cargos. Con esto además, convirtió a Hapuseneb en la figura política más importante de la época, teniendo en su poder los cargos de chaty y de sumo sacerdote de Amón.

Teniendo a su lado unos aliados tan poderosos, Hatshepsut por fin tenía los medios y el apoyo suficientes para sorprender al mundo. Estando en presencia del faraón Tutmosis III, se autoproclamó también faraón de las Dos Tierras y primogénita de Amón, por supuesto contando con el apoyo de los sacerdotes, encabezados por Hapuseneb. Esto supuso un giro de los acontecimientos, consiguió dar un golpe de efecto tan magistral que hasta Tutmosis III tuvo que admitir la superioridad de su tía y madrastra. Hatshepsut se había convertido en el quinto faraón de la dinastía XVIII de Egipto.

Es importante la contextualización, porque nos estamos refiriendo todo el tiempo a Hatshepsut como faraón y no como reina-faraón o faraona. Esto no es por otra cosa que porque el título de reina no existía. Las mujeres soberanas, recibían títulos como gran esposa real y esposa del dios, es decir, esposa del rey, y no se les puede llamar reinas porque no tenían ese poder.

Es por eso que para legitimarse y ser aceptada, a pesar de ser mujer, decide ser representada de forma masculina, con el tocado nemes, el ureus y la perilla característica de los faraones. Fueron estas decisiones las que provocaron que los egiptólogos cientos de años después, cuando se descubrió su tumba, estuvieran en debate sobre quién era aquel faraón que en ocasiones aparecía representado como hombre, o a veces, como mujer.

El Faraón Hatshepsut dedicó gran parte de su reinado a embellecer el país y eliminar los rastros que las batallas de las generaciones que la precedieron, habían dejado en el país. El centro de acción principal de la reina fue su ciudad, la pujante Tebas. Se implicó en la restauración de los templos sagrados y ordenó la construcción de otros, además coordinó la edificación de los obeliscos más grandes que se habían erigido en Egipto hasta entonces.

Con el paso del tiempo el heredero legítimo del trono comenzó a madurar y a indagar el lugar, que por derecho, le correspondía. La estrella que guiaba el reinado de la Faraona comenzó a menguar sucediéndose un hecho fatídico tras otro: primero sus fieles fueron encontrados muertos en circunstancias misteriosas y como si eso no fuera poco, su hija, el arma secreta de la reina, también falleció. Se sospecha, aunque no se tiene corroboración histórica, que el despechado príncipe orquestó su propio plan en contra de su tía-madrastra.

Lo cierto es que la Faraona, después de tales hechos se desplazó a su ciudad natal en Tebas, donde pasó sus últimos años en soledad dejando el trono a su sobrino, hasta que llegó el momento de su muerte.

La memoria de la reina fue ultrajada tras su fallecimiento, eliminándola de los templos y registros que quedaron. Lo único que no lograron borrar fue su más grande creación: el templo funerario construido en el paraje de Deir el-Bahari, que sirviera al mismo tiempo para proteger y recordar a la Faraona.

Muchos autores han dejado volar su imaginación con respecto a la vida de esta mujer, algunos la han hecho ver como una usurpadora que atentó contra las costumbres establecidas en su sociedad. Otros la hemos visto como una mujer que quiso emparejar respeto, en un mundo lleno de hombres.

Lo cierto e indiscutible es que ha inspirado a miles de creadores en diferentes áreas del arte. Siendo el único personaje histórico del antiguo Egipto, en contar con su propia serie animada, cortesía de una mujer proveniente de una cultura tan diferente a la suya: la japonesa.

Nuncaconoceremos lo que en realidad sucedió con esta imponente mujer, que se convirtió en reina y estratega. A los escritoressólo nos queda honrar su memoria, dejándola gobernar en nuestras obras, ya seacomo una maléfica antagonista, o como unaprotagonista que lucha por una igualdad ilusoria.

Entrada realizada por: Leo_Hidalgo

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