El hilo rojo

Sonó la puerta de la entrada y ambos adolescentes se giraron para ver como Mameha, sin fijarse en ellos, intentado entrar en la cocina cargada con un montón de bolsas a lo que los dos chicos fueron rápidamente a ayudarla.

-Muchas gracias chicos- sorprendida de ver a un chico en la casa.

-Mameha- le regañó Gabriella-, deberías haberme llamado si tenías la intención de ir a hacer la compra.

Al ver que su niñera no despegaba la mirada de ambos jóvenes esperando alguna explicación, Diego le extendió la mano para saludar a la mujer.

-Encanta señora soy Diego, un amigo de la infancia de Gabi.

-Es un placer conocerte y, por favor llámame Mameha- pidió a la vez que respondía el saludo- ,¿te apetece tomar algo?

-Lo cierto es, Mameha- cortó Gabriella - que Diego ya se va a su casa.

-En realidad no tengo nada que hacer así que sí, me apetecería quedarme un poco más aquí para poder seguir charlando con Gabi. Espero que eso no sea ningún problema- dijo Diego sin hacerle ningún caso la chica.

Después de ver la cara de asombro de Gabriella, Mameha no pudo evitar soltar una pequeña risa. Pues aquella situación le estaba empezando a parecer realmente divertida.

Cuando Mameha le dijo a Diego que no había ningún problema en que se quedara más tiempo, Diego se dirigió a la cocina para ayudarla a preparar los aperitivos mientras Gabriella, muy frustrada, se fue al salón para ver un poco la televisión.

Al terminar de servir los aperitivos en la mesa del salón, ambos jóvenes se sentaron en el sofá pero a diferencia de Diego, que estaba sentado en el centro, Gabriella decidió sentarse en el extremo izquierdo al mismo tiempo que se cruzaba de brazos y le ponía mala cara. Parecía una niña pequeña.

-No te enfades Gabi- pidió Diego.

Al no responderle, Diego se dio cuenta de que Gabriella estaba realmente enfadada con él así que, con el fin de suavizar un poco el ambiente le preguntó si podían ver alguna película y antes de que la chica le contestara, Diego se levantó y se dirigió al lateral del armario donde estaba guardadas las películas caseras, ya que él tenía un armario igual en su casa.

-¿Qué te apetece ver?.

-Lo que realmente me apetece ver es que te fueras de mi casa- rspondió Gabriella enfadada.

-Venga mujer- contestó Diego-, te prometo que después de ver una película me iré, ¿vale?.

Al fijarse en la expresión de Diego, Gabriella se dio cuenta de lo arrepentido que estaba por haber aceptado la invitación de Mameha cuando sabía muy bien que ella aún estaba afectada por lo que le había pasado con Melania y para hacerle ver que ya no estaba tan enfadada con él le mostró una pequeña sonrisa.

Tras devolverle el gesto a Gabriella, Diego siguió mirando los dvds y encontró uno que le llamó mucho la atención. La carátula era de color negro y no tenía ningún tipo de adorno, así que lo cogió y metió el dvd en el reproductor y cuando le dio al play  la pantalla se volvió azul y tras unos segundos apareció una escena que los dos jóvenes conocían muy bien. Eran Gabriella y Diego cuando eran niños cantando la primera canción que compusieron juntos y que habían presentado en un concurso que había organizado el colegio. Diego tocaba la guitarra mientras Gabriella cantaba.

-Ganamos el primer premio, ¿verdad?- preguntó Diego sin apartar la vista de la pantalla.

-Sí- afirmó Gabriella.

-Ya desde pequeña tenías un gran talento para la música.

-Tú tampoco te quedas atrás. Tocabas tan bien la guitarra que todas las niñas querían que les tocases una canción- contestó la chica.

-Pero yo solo quería tocar para una sola chica- confesó con tristeza.

"Estaba enamorado de mí" pensó Gabriella con sorpresa, y en el fondo deseaba saber el motivo por el que nunca le confesó sus sentimientos pero si le decía algo sabría que no podría hacer nada para que estuvieran juntos ya que ahora eran personas muy diferentes.

-Bueno... será mejor que me vaya a casa- dijo Diego a la vez que se levantaba del sofá.

Tras apagar el televisor, Gabriella y Diego se dirigieron hacia la puerta y bajo la atenta mirada de Mameha, ambos jóvenes se despidieron y cuando Gabriella entró en la cocina Mameha se fijó en que su ánimo estaba muy bajo y se acercó a ella para abrazarla ya que eso podría ser lo que necesitaba.

-Parece un buen chico.

-Si, lo "era"- dijo enfatizando el pasado.

Al ver que la chica no se animaba, Mameha decidió contarle que le extrañó mucho a Gabriella.

-Mi niña, ¿te acuerdas de la leyenda del hilo rojo?

-Claro- contestó sorprendida-, era mi leyenda favorita de pequeña.

La leyenda del hilo rojo era una de las historias más famosas y conocidas de Japón. Se dice que cuando nacemos tenemos un extremo del hilo anudado en el dedo meñique y que nos pasamos el resto de nuestra vida buscando a la persona que tiene anudado el otro extremo del hilo. También se dice que por mucho que se enrede o se alargue dicho hilo, lo que nunca podrá hacer será romperse.

-He de confesarte que he visto vuestro hilo- dijo Mameha con una pequeña sonrisa.

Y a pesar de que dicho hilo era invisible para muchos, solo había  un puñado de personas capaces de ver el hilo rojo y una de ellas era Mameha. Aquella era una peculiaridad que extrañaba mucho a Mameha, pues según ella, era capaz de ver el hilo rojo cuando dos personas que estaban destinadas a estar juntas se encontraban en la misma habitación.

-Vamos Mameha- contestó Gabriella-, Diego y yo no podríamos estar unidos ni con el pegamento más resistente del mundo.

-Sé que ahora crees eso, pero estoy segura de que cuanto más tiempo paséis juntos más os daéis cuenta de que vuestro destino es estar unidos- dijo la mujer muy convecida de lo que decía.

Como Gabriella no quería seguir discutiendo se dirigió a su cuarto donde decidió llamar a sus padres, quienes se sorprendieron mucho al escuchar que Diego se encontraba en Buenos Aires y tras hablar un rato con ellos llamó a su abuela para contarle lo ocurrido con Diego y ver si podía darle algún consejo ya que no podía hablar del tema con sus padres porque si lo hacía ocurrirían dos cosas; su madre le pediría que volviera a Japón y su padre iría hasta allí para cantarle las cuarenta a Diego por haberse comportado como un cretino no sólo con su hija, sino también con las personas.

-Por lo que me has contado debo decirte que estoy de acuerdo con lo que a dicho Mameha. Siempre que me hablabas de Diego tus ojos brillaban y veía lo mucho que lo añorabas y aunque ahora creas que nunca podréis estar juntos porque está saliendo con esa tal Melania, sé que las cosas cambiarán- le explicó la mujer-, pero si deseas un mejor consejo deberías centrarte en la música, utiliza lo que te esté ocurriendo con Diego y úsalo para crear nuevas canciones porque estoy segura de que cuando los profesores te oigan te admitirán en el estudio. Y no olvides nunca que eres maravillosa.

Al oír el calificativo con que la había llamado su abuela soltó una pequeña risa pero aún así se quedó pensando en lo que acababa de decirle aquella mujer tan sabia y se dio cuenta que el verdadero motivo por el que se encontraba en Buenos Aires: hacer música. Por eso, después de despedirse de su abuela cogió su cuaderno de canciones y comenzó a componer hasta la hora de cenar.

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