5.
30 de octubre
Estos días no había instituto, era festivo puesto que se acercaba el día de los santos.
Desde que salimos de clase, no había vuelto a salir a la calle. Me he quedado cuidando de mi madre, ya que ha tenido fiebre alta, sin embargo, ahora se encuentra mejor.
El profesor nos había puesto varios exámenes.
Con pereza, me levanté de la cama. Agarré la mochila y la coloqué en el suelo, justo al lado de mi escritorio.
No me puedo creer que tenga que estudiar en vacaciones
Después de leer la primera página del libro, me entró el sueño. Me dejé caer sobre la mesa, cerrando los ojos.
Un segundo después, estos fueron abiertos de golpe gracias a un sonido ya casi familiar:
No vay...
Otra vez esa voz.
Empezaba a pensar que tal vez, estaba loca.
Estos días, las cosas en mi vida se habían puesto raras, y por mucho que trato de buscar respuestas, no las encuentro.
Entonces lo recordé: "Valeria, prométeme... prométeme que no harás nada de lo que te digan esos susurros. Es importante. Prométemelo".
Definitivamente, no era solo mi imaginación. No estaba loca. Él lo sabía. Kalen lo sabía.
Había algo en esta situación que me intrigaba. Sin embargo, Kalen me prometió que me daría respuestas. Mi única opción era creerle.
A decir verdad, no estaba segura de poder cumplir mi promesa, que consistía en no prestarle atención a aquellos susurros, ya que estos cada vez despertaban más curiosidad en mí.
—¡Valeria! —gritó mi madre, llamándome.
Con rapidez, bajé las escaleras. Me adentré en la sala de estar, donde ella se encontraba tumbada en nuestro grande sofá.
—Dime mamá.
—Me duele mucho la cabeza ahora mismo... ¿Podrías ir a casa de Amelia a dejarle este pastel?
Asentí.
—Claro.
Amelia era nuestra vecina. Era una señora amable, dulce y sincera. Siempre la he tenido mucho respeto y aprecio. Ella era amiga de mi abuela, por lo que la conozco muy bien. Me solía preparar galletas de chocolate, y me compraba regalos todos los años por navidad.
Agarré mi abrigo, mis guantes y mi gorro. Abrí la puerta, saliendo así de mi casa.
Me dirigí hacia mi destino, la casa de Amelia, la cual se encontraba al lado de la mía, por lo que no tenía que caminar mucho.
En cuanto llegué, toqué su timbre. Sin embargo, este no sonaba. Era una casa muy vieja, por lo que era totalmente comprensible.
Me dispuse a tocar su puerta con el puño de mi mano.
Nadie abrió la puerta.
Decidí dejarle el pastel en la entrada de su casa con una nota, para que lo pudiera ver en cuanto llegara.
Salí de ahí y me dispuse a caminar en dirección a mi casa, pero algo llegó a mi mente. Una serie de globos blancos que corrían en todas las direcciones.
Todo lo que ha pasado últimamente me estaba afectando. Hay ciertos detalles que aparecen en mi cabeza, y por mucho que trato de alejarlos, ellos vuelven.
Esto me recordó al parque donde empezó todo. Aquella niña, tan bonita con sus coletas de tirabuzones a los lados. Se veía tan delicada portando aquel globo con su mano.
Me preguntaba si esto me estuviera pasando si no le hubiera prestado atención a la niña en aquel entonces. Todo sería más fácil. Yo seguiría con mi vida normal, con Abril, con mis amigos, mi familia. No estaría viviendo esta pesadilla.
Giré mi cabeza y divisé de lejos el parque. Un impulso me tomó desprevenida, como si mis piernas se movieran por sí solas, dirigiéndose al lugar.
En cuanto llegué al parque, miré a mi alrededor. Todo estaba igual. Las hojas de los mismos árboles esparcidas por el suelo. El columpio balanceándose a causa del viento. El chirriante sonido del balancín.
Aquel lugar, empezaba a causarme escalofríos, aunque por alguna razón, también comenzaba a provocarme una sensación de familiaridad.
A lo lejos, logré visualizar aquel monte por el cual Kalen me había hecho subir hace unas noches atrás. Sin saber por qué, una enorme sonrisa apareció en mi rostro. Me dispuse a cambiar mi rumbo, hacia el lugar.
Estaba muy feliz, deseando llegar allí, corrí lo más rápido que pude. Comencé a subir el pequeño monte.
Me aproximé con delicadeza al mirador. Sin embargo, mi expresión contenta y emocionada, fue sustituida por una seria y confundida. Un globo estaba atado a la barandilla del lugar. Me acerqué poco a poco, comenzando a sentir escalofríos correr por todo mi cuerpo. Esta situación me aterraba.
Me paré enfrente del globo, sin saber qué hacer, estaba en shock. Lo observe con detenimiento. Tenía la piel de gallina.
—¡Basta! —grité— ¡No sé qué me estás haciendo, no sé quién coño eres! —Tomé una respiración pesada—. Sal de mi mente —pausé—. ¡Sal de mi puta mente!
Las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas rápidamente.
—¡Kalen, Kalen, Kalen! —grité repetidas veces.
Mis piernas fallaron y me derrumbé, apoyándome en el suelo sobre mis rodillas para llorar.
—Por favor... Para —susurré por última vez—. Por favor...
Estuve un rato llorando sin parar, agachada en el suelo. No sabía por qué había reaccionado así... No sabía de dónde había sacado esa voz para gritar de esa forma, y por supuesto, tampoco sabía de dónde venía toda esta presión acumulada en mi cuerpo.
Sentí dos toques en mi espalda, me di la vuelta para ver de quién se trataba, lo que vi me dejó petrificada.
—No... no, no, no... ¡Para! —Rompí otra vez a llorar.
La niña que se encontraba enfrente de mí, traía una expresión confundida. Extendió su mano hacia mí, dejándome visualizar una aguja que llevaba en ella.
—¿Qu —traté de preguntar, pero la niña me interrumpió.
—Agárrala —me ordenó.
Obedeciéndola, agarré la aguja que se encontraba en la palma de su mano.
—No llores, estás bien. —Me sonrió.
—¿Para qué necesito esto?
La niña señaló con la cabeza el globo, que se encontraba detrás de mí. Empecé a darme cuenta de lo que ella quería.
—Entiendo.
—Alicia.
Lo que dijo me desconcertó por un momento.
—¿Alicia...? ¿Te llamas Alicia?
Ella solo me dedicó una sonrisa.
Me di la vuelta, quedando cara a cara con aquel objeto flotante, Alicia a mis espaldas. Desaté el globo de la barandilla del mirador, estaba con un nudo increíblemente bien apretado.
En el momento en el que este se encontraba en mi mano, agarré la aguja, decidida.
—Vamos Valeria. Tú puedes, es solo un globo —dije, susurrándome a mí misma—. Uno, dos... ¡Y tres!
Mi mano, que portaba la aguja, hizo un movimiento rápido hacia el globo.
Un sonido fuerte.
Abrí mis ojos poco a poco. El globo, ya sin aire, se encontraba en el suelo.
Una nota se dejó caer de su interior, cayendo a mis pies. Con temor, la recogí. Esta era un poco más grande que la anterior:
¿Qué haces aquí? ¿Me estabas buscando? Sé que me echas de menos, pero tranquila, no por mucho tiempo, nos veremos pronto.
Debajo de la nota, se podían ver unas coordenadas:
Síguelas. En busca del tesoro, pirata.
¿Pirata? Sabía que Kalen se encontraba detrás de todo esto. Aún seguía temblando. Jamás pensé que llegaría a este extremo.
Le di la vuelta a la nota, para mirar su parte trasera, había algo más escrito:
Deja de quejarte, son solo unas coordenadas. Lo de pirata... Será tu nuevo mote, espero que te guste y si no es así... Me da igual. Besos.
Si Kalen se creía que me iba a poner a buscar por toda la ciudad, siguiendo estas coordenadas, estaba muy equivocado. Yo tenía una vida, amigos, estudios... Él debía entender que sus jueguitos no lo eran todo, que él no era el centro del mundo.
Levanté mi mirada de la nota, buscando a Alicia. Pero tal y como la última vez, ella ya no estaba, había desaparecido.
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¡Nuevo capítulo!
Debo disculparme una y mil veces por la tardanza en actualizar. Pero ya oficialmente terminé todos mis exámenes:) Debo de decir que me siento libre, no voy a mentir.
A partir de ahora tendré más tiempo para escribir y actualizaré más seguido. Prometido;)
Bueno, de todas formas, espero que os haya gustado el nuevo capítulo.
¡Ya sabemos el nombre de Alicia! Ella se me hace muy dulce, pero no voy a mentir, a veces me da un poquito de miedo jeje.
Y... ¿Coordenadas? ¿Para que serán? ¿Qué estará tramando este Kalen?
De nuevo tengo que agradecer por todo el apoyo.
Bebed mucho agua y cuidaros. Hasta la próxima <3
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