4.

Había pasado una semana desde mi encuentro con aquel extraño chico en el parque.

No lo había vuelto a ver. Estaba confundida, ¿por qué el colgante brilló? Desde ese día no me lo volví a poner.

Era fin de semana y había quedado con mis amigos para ir al cine. Me vestí y me dirigí a casa de Abril para ir a buscarla.

En cuánto llegué a su hogar llamé al timbre. Una mujer alta con un vestido verde abrió la puerta, era su madre.

—Hola Valeria, cariño. Ahora baja Abril, se está cambiando —me informó.

Asentí.

—Está bien. —Me senté en el sofá.

—¿Hace mucho frío? ¿Quieres un chocolate caliente?

—La verdad que si está helando, pero no se moleste, estoy bien. —La dediqué una sonrisa.

—No, tranquila cielo. No me molestas. Ahora te lo traigo.

Ella siempre había sido muy amable conmigo. La conozco desde que tengo memoria, y la quiero como si fuese de la familia.

Estuve un rato esperando, con la cabeza gacha mientras observaba el suelo en silencio. Después de unos minutos, la mujer apareció.

—Aquí tienes —me dijo, mientras me ofrecía el chocolate.

—Muchas gracias.

Cuando estaba acabando de tomármelo, Abril apareció por la puerta.

—Hola Valeria.

—Hola. Dame un segundo, ahora me lo termino —informé, refiriéndome al chocolate.

Se cruzó de brazos.

—Nos están esperando.

—He dicho que ya voy. —Dejé el vaso, que ya se encontraba vacío, sobre la mesa—. Estaba delicioso, muchas gracias, señora —le dije a su madre.

—Adiós mamá —se despidió Abril. Después de cerrar la puerta detrás de ella, me miró—. ¿Has traído la bicicleta?

—Podemos ir andando.

Ella me señaló su garaje.

—Tengo la mía ahí dentro, podemos ir juntas.

Nos dirigimos hacia el lugar, que para ser sincera, estaba un poco sucio.

—Móntate.

Obedeciéndola, me senté en la parte trasera de la bicicleta.

Salimos del garaje, dirigiéndonos al cine. Cuando por fin llegamos, observé a nuestros amigos al fondo. Ahí se encontraba Lucas, mi mejor amigo, junto a Diana, aquella compañera de mi curso, que estaba acompañada por su novio, Isaac.

—Hola chicos —saludé, mientras me bajaba de la bici.

Todos me devolvieron el saludo, excepto Isaac, que se encontraba mirando al suelo.

"Debe ser tímido", pensé.

—¿Entramos ya? —preguntó Lucas, apuntando a la entrada del cine con la cabeza.

—Sí, claro —afirmé.

—¿Qué película queréis ver? —cuestionó Diana, una vez estábamos dentro.

—¡De terror! —exclamó Lucas, animado.

—Ni se te ocurra —negó Abril—. Sabes que las odio.

—Por favor —suplicó Lucas, haciendo un puchero.

—No.

—Aburrida. —Resopló

—Oye, ¿y si vemos una de comedia? —pregunté.

Todos asintieron, excepto Isaac.

Me dirigí hacia la taquilla.

—Cuatro entradas para esa película, por favor. —Señalé la cartelera.

Una vez conseguimos las palomitas y las entradas, nos adentramos a la sala de cine. Diana se sentó al lado de Isaac, y yo me situaba entre Lucas y Abril.

—Yo quería una de miedo —se quejó Lucas, encogiéndose de hombros.

—Deja de quejarte, concentrémonos en pasar un buen rato —dije.

Después de un rato de película, la luz del proyector se apagó, dejando de reproducirla. Un hombre mayor, que llevaba el uniforme del cine, apareció por la puerta.

—Disculpen, un fallo técnico, lo solucionaremos en unos minutos —nos informó.

Nos miramos los unos a los otros.

—Lo que faltaba —dijo Lucas.

—Mientras lo arreglan, voy al baño —advertí a mis amigos.

Una vez me encontraba en el aseo, me situé frente al espejo, sacando mi pintalabios de mi bolso para repasármelo.

Hasta que unos golpes sonaron en la puerta:

Toc, toc.

Una voz masculina se dejó oír al otro lado de la puerta

—Está ocupado —advertí.

Toc, toc, me da igual.

La puerta se abrió poco a poco, dejando ver al chico del colgante.

—¿Qué haces aquí?

—Visitarte, ¿no puedo? —Se encogió de hombros.

—No aquí, este es el baño de chicas por si no lo sabías.

Entonces recordé su anterior aparición en los baños del instituto.

—Parece que tienes una obsesión con entrar en los aseos de mujeres.

—Siempre te encuentro en ellos.

—¿Por qué me buscas?

—Solo quiero pasar el tiempo contigo.

—¿Por qué? No te conozco —pausé—. Además, estoy con mis amigos.

—Digamos que eres... Interesante. —Se acercó a pasos lentos.

—¿Interesante? —inquirí.

—Sí. —Se acercó más a mí, acorralándome contra el lavabo—. Algo me atrae a ti, siempre.

—Aléjate, estás... Muy cerca.

—Sé que te encanta.

—¿Qué? —resoplé—. No.

—También sé que estás mintiendo. —Agarró un mechón de mi pelo y comenzó a enrollarlo en su dedo. Sentí su respiración caer sobre mí.

El calor subió a mis mejillas.

—Dime, Valeria... ¿No te cansas de fingir?

—¿Perdona?

Me dio una sonrisa de lado.

—Ven. —Me ofreció su mano.

—¿Qué? ¿Dónde?

—¿Te apetece una escapada?

—No, ni hablar, no. Mis amigos me están esperando —dije, mientras meneaba la cabeza.

—Te prometo que volveremos a tiempo.

—Pero, ¿dónde vamos?

—¿Sabes que haces muchas preguntas?

—¿Sabes que nunca las respondes? —dije—. Apártate. —Le empujé, sin embargo, no movió ni un músculo.

—Valeria. —Me miró—. Por favor.

Nuestros ojos conectaron.

Él volvió a ofrecerme su mano.

—Está bien —acepté, tomándola—. Pero prométeme, que volveremos a tiempo, no quiero preocuparles.

Me dio una sonrisa triunfante.

—Te doy mi palabra. —Giró su cabeza—. Mira, hay una ventana ahí.

—¿Te has vuelto loco? Ni hablar. Podemos salir de aquí como personas normales. —Señalé la puerta.

—¿Y eso qué tiene de divertido?

En un abrir y cerrar de ojos, el me agarró por los pies y me cargó en su hombro.

—¡Bájame! Sé caminar sola.

—Pero no creo que sepas saltar una ventana tú sola.

—¿¡Qué!? ¡No! ¡Suéltame!

—Cuando lleguemos al suelo te suelto. Deja de quejarte.

Unos segundos después, me soltó, dejándome libre.

En efecto, estábamos en la calle, sin embargo, no había sentido movimiento alguno, como si nos hubiéramos tele-transportado directamente aquí.

—¿Cómo has...?

—Y sigues con las preguntas. —Rodó los ojos—. Vamos —anunció, dándome la mano.

—¿Por qué me das la mano?

—¿No te gusta? Pensé que tal vez te sentirías más segura.

Permanecí en silencio, dándole una sonrisa tímida. Estuvimos todo el camino callados, sin embargo, no era de esos silencios incómodos, me sentía en confianza con él.

Noté cómo nos alejábamos. Estábamos subiendo un pequeño monte del pueblo.

—¿No estamos muy lejos?

—Tienes que ver esto.

Cuando terminamos de subir el monte, pude observar como al fondo había un mirador.

—Ven.

Nos acercamos. Él posó sus codos sobre la barandilla del mirador, yo copié la acción.

—Vengo todos los días aquí.

—Esto es... precioso.

Desde aquí se podía contemplar el pueblo entero.

—¿Te gusta? —Me sonrió—. Es mejor cuando hay luna llena y las nubes están despejadas, sin embargo, no deja de impactar.

—¿Por qué vienes aquí todos los días?

—La verdadera pregunta es, ¿por qué no hacerlo? —Se giró para mirarme, sus ojos blanquecinos conectando con los míos—. En verdad, mi familia siempre me traía aquí cuando había luna llena, me recuerda a ellos.

No iba a preguntarle lo que le pasó a su familia. Era una persona muy curiosa, pero no era irrespetuosa, así que opté el silencio como mi mejor opción.

—Oye... ¿Por qué antes me preguntaste si me cansaba de fingir?

—Lo sabrás, Valeria —pausó—. Tienes que descubrirte a ti misma, no puedo ser yo el que lo haga, a menos de que eso sea lo que quieras. —Me dio una sonrisa de lado.

—Tú no sabes si me conozco o no... No me conoces.

—O eso es lo que tú te crees.

—¿Tú quién eres? —pregunté—. No sé ni cómo te llamas.

—Adivina —dijo en un tono juguetón.

—¿Va en serio? Hay miles de nombres en el mundo, no voy a adivinarlo por mucho que lo intente.

—Mala suerte entonces. —Miró hacia el frente de nuevo.

¿Por qué tenía que ser así?

Estuvimos un rato más en silencio hasta que él habló:

—Kalen —Me miró directamente. Pareció notar mi cara confusa, así que lo aclaró—. Kalen es mi nombre.

—Bien, Kalen... Si eres tan amable, ¿me podrías decir por qué has estado todo este tiempo ocultándolo?

Él se rio.

—Solo me estaba divirtiendo.

—Pues no sé dónde está lo divertido.

—No es mi culpa que seas una aburrida. —Sonrió, pero al observar mi cara de desagrado intentó corregir su comentario anterior—. Es broma

—Kalen... Necesito que me des una respuesta en serio.

—Haya vamos, con otra pregunta.

—Hablo en serio. —Fruncí el ceño.

—Está bien, dime.

—¿Qué quieres de mí? Y no me digas que soy interesante o cualquier tontería como esa, necesito una respuesta de verdad. No entiendo por qué has aparecido de un día para otro en mi vida sin conocerme. No entiendo lo del colgante, ni por qué me lo tengo que poner cada veintiocho días, tampoco por qué este mismo se ilumina cuando entra en contacto con la luna llena. No consigo comprender lo de los globos o las notitas —pausé para agarrar un poco de aire—. Por último, no sé si esto tenga algo que ver contigo, pero escucho voces... Tal vez me esté volviendo loca, sin embargo, sospecho que también estás detrás de eso.

Kalen perdió su expresión divertida al escuchar la última frase, y fue reemplazada por una enfadada.

—¿Voces? —preguntó con el ceño fruncido—. Son... ¿Susurros?

—Sí. Si tú estás detrás de todo esto, por favor, para. Necesito una respuesta ya.

—Calla.

—¿Qué? ¡No! ¡Claro que no me voy a callar, llevo unos días confundida y mareada por tu culpa!

Se giró rápidamente hacia mí, agarrándome de los hombros.

—Necesito que me digas que es lo que escuchas en esos susurros.

—Pues... Hasta ahora nada, solo escuché un "no", eso es todo. ¿Por qué es importante?

Él me soltó y le dio una patada a una piedra.

—¡Joder!

—¿Qué pasa?

—Valeria. —Se giró a mí de nuevo—. Prométeme que no harás nada de lo que te digan esos susurros. Es importante. Prométemelo.

—Mira Kalen, te he pedido respuestas, y lo único que haces es dejarme más confundida, solo quiero dormir tranquila.

Me ignoró.

—Prométemelo.

Resoplé.

—Solo si respondes a mis preguntas.

—Lo haré —confirmó.

—Está bien.

Él asintió y corrió lejos de mí, desapareciendo entre los árboles.

Entonces, él sí está involucrado en los susurros... ¿Por qué le importa tanto? ¿Por qué me ha hecho prometer eso?

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¡Buenaas! ¡Nuevo capítulo!

Perdón por tardar en actualizar, estoy enferma y no me encuentro bien:(

Pero bueno, ¡estamos de regreso de nuevo!

Este ha sido un capítulo un poco más corto. Pero mirad el lado bueno... ¡Ya sabemos el verdadero nombre del chico misterioso!

Kalen... ¿Os gusta el nombre? Porque a mí me encanta.

¿Por qué le habrá hecho prometer a Valeria que no haga caso a los susurros? Este chico me intriga hasta a mí.

¡Recordad votar y comentar!

Hasta la próxima, ¡chao, chao!

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