Capítulo 40
Sirius despertó porque notó algo extraño en su oreja. Buscó a tientas su varita y con un gesto, las cortinas se abrieron. Eran las cuatro de la tarde y los pinchazos que notaba se debían a que un jaguar le estaba mordisqueando la oreja. Al ver que había conseguido despertarlo, Bellatrix volvió a su forma humana. Se había despertado hacía un rato y se aburría. Cogió de su mesilla una botella con un líquido azul y se lo tendió a Sirius que lo aceptó con fervor. Era una poción para la resaca que obró maravillas en cuanto rozó sus labios. Bellatrix se sentó sobre su cintura y le cogió de las manos.
-Lo pasé muy bien anoche, fue la mejor fiesta de Año Nuevo del mundo. Muchas gracias, Sidi.
-A ti, nena. No vamos a separarnos ni un solo día, es mi propósito de año nuevo y esta vez lo voy a cumplir.
-¿Como el año en que te propusiste dejar el alcohol? –preguntó ella.
-¡Y lo dejé! –se defendió él- Lo malo es que a las dos horas lo volví a encontrar.
Bellatrix rió divertida. Se inclinó sobre él, le besó y ya que estaban hicieron el amor para empezar bien el año. Después se ducharon y Sirius murmuró que estaba hambriento e iba a preparar algo de desayuno. Desde joven cocinaba por necesidad y con el tiempo se le dio bien, pero ahora disfrutaba haciéndolo. Bellatrix siempre alababa sus platos y eso le hacía feliz. Le indicó que el desayuno estaría en quince minutos y ella asintió.
-Voy a ver si estas dos siguen vivas –comentó con curiosidad.
Buscó dos mudas de ropa y otro frasco de poción y llamó a la puerta del dormitorio. La voz pastosa de Nellie le indicó que pasara. Las cortinas estaban medio corridas, para que entrase la luz pero sin resultar molesta. Su amiga estaba en la cama medio enterrada bajo las mantas, se la veía muy a gusto y no parecía querer moverse. En el cuarto de baño contiguo se escuchaba el agua corriendo.
-Rose se está duchando –murmuró Nellie bostezando-. Hemos dormido genial, es la cama más cómoda que he probao, mejor que la del hotel. Pero me duele la cabeza como si tuviese una manada de monos y estuvieran peleando entre ellos.
Bellatrix sonrió. Dejó la ropa sobre una cómoda y se sentó en la cama.
-Bébete esto, es un remedio casero contra la resaca.
Nellie lo miró sorprendida. Al poco se encogió de hombros y murmuró: "Como si es veneno, a peor no voy a ir...". Se lo bebió de un trago. Su fascinación al comprobar su rapidez y eficacia fue mayúscula. Se sintió mucho mejor, pero sus ganas de moverse no aumentaron.
-Ven, métete conmigo –le indicó a la bruja haciéndole hueco bajo las mantas.
Bellatrix obedeció y se sumergieron juntas. La pastelera la abrazó y cerró los ojos disfrutando de unos minutos más de sueño. Al rato la puerta del baño se abrió y apareció Rose envuelta en una toalla. No es que no sintiera celos de ver a su mujer abrazando a otra en la cama, es que sintió alivio porque así no era la única víctima de los parloteos incesantes de Nellie. Le dio las gracias a Bellatrix por acogerlas e insistió en lo bien que habían dormido, lo precioso que era el dormitorio y la ducha tan agradable que se acababa de dar. La mortífaga asintió y le indicó que les había dejado ropa limpia para que no tuvieran que volver a ponerse lo mismo. Rose le dio de nuevo las gracias ruborizada y le aseguro que se la devolverían.
-Os la regalo, es un nuevo año pero sigo siendo igual de millonaria que el pasado –declaró la bruja-. Pero cámbiate en el baño, por vuestra culpa he descubierto que mi heterosexualidad es mucho más frágil de lo que pensaba...
El rubor de Rose aumentó. Asintió con rapidez, cogió la ropa y se encerró en el baño. Nellie sonrió, volvió a taparlas a ambas con las mantas y juntó su frente con la de Bellatrix.
-¿Es normal que las amigas se entierren juntas en la cama? –preguntó la mortífaga sonriente.
-Sí, es normal. Sigo sin tener amigas (todo el mundo se harta de mí porque dicen que estoy loca y hablo demasiado, no lo entiendo) pero he visto en las pelis que las amigas lo hacen –aseguró la muggle-. Ves, lo raro sería esto –aleccionó colocando una mano en el pecho de la bruja.
Bellatrix tomó nota mental de preguntarle a su docto primo que era una "peli".
-Yo tampoco tengo amigas, solo mi hermana pero no cuenta, es mi hermana. Y lo otro no lo acabo de entender... -murmuró con seriedad- O sea, si te toco el brazo es normal, ¿pero esto ya no? –murmuró acariciándole el muslo.
-Bah, igual sí, las pelis mienten mucho. Mejor que nos metamos mano ahora, que luego te mata un puma y te arrepientes de no haberlo hecho.
-Los pumas viven en América, dudo mucho que alguno haga el viaje solo para matarte...
-Igual viene también para sobarte las tetas, ahí ya le compensa el viaje –declaró Nellie con gravedad.
Mantuvieron el gesto serio durante unos segundos pero enseguida se echaron a reír. Nellie la abrazó y susurró:
-Como tu mejor amiga exijo que me cuentes cuándo vas a ser legalmente la mujer de tu primo y cómo tienes pensado hacerlo.
Con una sonrisa y un agradable cosquilleo por tener a alguien con compartirlo, Bellatrix le confesó a Nellie las ideas que tenía (con la precaución de adaptarlo a términos muggles). La pastelera la escuchó con atención y en esa ocasión no intervino ni le dio consejos: le pareció perfecto todo.
Cuando Rose salió con el jersey de cashmere y los pantalones a juego que la bruja les había regalado, a Nellie no le quedó otra que abandonar la cama y meterse a la ducha. Cuando también estuvo lista, bajaron a desayunar.
-¡Gofres! –exclamó Nellie sirviéndose un buen plato- Sabes, Sirius, al principio creí que Bella estaba contigo solo porque estás bueno y tienes un culo estupendo... Pero también cocinas de maravilla.
-Mi amor, alguna vez podrías cortarte un poco –comentó Rose avergonzada.
-Bah, a Sidi le encanta que constaten sus encantos –comentó Bellatrix sumergiendo su gofre en chocolate.
-Iba a fingir falsa humildad... Pero así es, muchas gracias, Eleanor –sonrió Sirius.
Terminaron de desayunar y los Black las acompañaron a Zermatt. A la entrada del pueblo se despidieron definitivamente. Bellatrix le susurró a Rose que le enviaría el dinero y la muggle asintió emocionada (había llegado a pensar que el encargo del vestido fue un sueño durante la embriaguez). A Nellie le prometió que la avisaría en cuanto volvieran a Londres y harían juntas "cosas de mejores amigas". Después, los Black dieron media vuelta para regresar a su cabaña.
Por la tarde Bellatrix sugirió ir al Santuario de Galtic y por supuesto Sirius aceptó. Los encargados ya no los guiaban en sus visitas, los dejaban campar a sus anchas pues habían comprobado que eran muy respetuosos con las criaturas. Como casi nunca permitían visitantes, solían estar solos. En cuanto entraron, Zyru voló hacia Bellatrix y se posó sobre su hombro.
-¿Cómo estás, pequeñín, todo bien? –le preguntó con cariño- ¡Mira lo que te ha traído tu madrina Bella!
La mortífaga había cogido la costumbre de cazar roedores por el camino para llevárselos a Zyru y el dragoncito estaba encantado. Estaba mucho más fuerte que sus hermanos gracias a su dieta. Sirius, por su parte, acarició con mano experta a la pareja de hipogrifos que acudieron a saludarle. Enseguida los dos animales empezaron a darle cabezazos para que los montara. "Ahora vuelvo, Trixie" murmuró subiéndose de un salto sobre el hipogrifo más grande. La mortífaga asintió distraída. Estaba acostumbrada a que Sirius saliera a volar con los hipogrifos, sentían predilección por él. Ella prefería los dragones.
Pronto anocheció y miles de estrellas empezaron a motear el cielo. Bellatrix contemplaba las constelaciones sentada en una enorme roca del hábitat de los dragones. Muy pocos criadores accedían a esa zona, pues las bestias eran fieras e inteligentes, no permitían el paso a cualquiera. Pero sí a ella. Aunque pagaba un peaje: junto a su pecho dormitaba Zyru a quien debía acariciar sin pausa; en su regazo Blasty mordisqueaba los huesos ensangrentados de una rata y a su alrededor, Groedil lanzaba pequeñas llamas que la bruja convertía en figuras de fuego para divertirlo. Eran las tres crías de opaleye y más que sus padres (que solían estar siempre de caza) los estaba criando Bellatrix.
-Blasty, te vas a atragantar si lo astillas tanto, cómete la carne mejor. Gro, todavía eres un cachorro, es normal que tus llamas se apaguen pronto, ya crecerás.
La querían mucho pero le hacían poco caso. Pronto tuvo que introducir dos dedos en la garganta del Blasty para extraer un hueso atascado y salvar a Groedil de una serpiente ígnea que había perdido el control. Eso por no hablar de Zyru, que cuando soñaba se agarraba con fuerza a su piel y le dejaba el escote lleno de arañazos. Aún así los adoraba.
-Hoy tus hijos están hiperactivos –comentó Sirius cuando volvió de su vuelo.
Su prima asintió contemplándolos embobada.
-¿A que son preciosos?
Sirius se sentó junto a ella y asintió. Eran de un blanco puro como la nieve y sus pupilas multicolor destellaban en la noche. Estuvieron contemplándolos en silencio hasta que Blasty terminó de comer, Groedil se cansó de jugar y Zyru se desperezó. Bellatrix le dijo a su primo:
-Mira lo que han aprendido a hacer.
Con un gesto suyo, los tres dragoncitos alzaron el vuelo. Se alejaron volando unos metros (pocos, porque dado su reducido tamaño y su color níveo sería fácil confundirlos con estrellas). Simultáneamente empezaron a lanzar pequeñas llamas que contrastaban con la oscuridad del paraje y resultaba en un espectáculo precioso. Lo sorprendente era que el fuego no se desvanecía sino que permanecía flotando en el aire. Los animales batían sus alas para desplazarse sin dejar de proferir llamaradas. Unos minutos después, el característico fuego escarlata intenso que producían los opaleye empezó a retorcerse formando palabras. Ante el atónito Sirius, en el aire quedó flotando una frase ígnea: "¡Cásate conmigo, Sidi!".
Obviamente eso último había sido producto de la varita de Bellatrix, pero fascinado con la exhibición dragoniana, el mago no se había dado cuenta. Le costó apartar la vista y mirar a su prima. Bellatrix sacó de su bolsillo un anillo de la mejor plata forjada por duendes del siglo XV. Era fino, con destellos oscuros y grabados en su interior se distinguían un león y una serpiente. Se lo tendió a su primo y con una sonrisa comentó:
-Desde los cinco años pensé que si algún día tenía que casarme, quería que fuese contigo. Y por muchos odios, muertes y traiciones que hayamos vivido, nunca he dejado de desearlo. Así que, ¿te casas con tu prima, Sirius Black?
El animago no era capaz ni de cerrar la boca. No se había dado cuenta de que Blasty, satisfecho de su gran ejecución, estaba mordisqueándole las botas. Zyru había vuelto al regazo de Bellatrix y Groedil seguía lanzando llamitas para enmarcar su obra. Pero Sirius no los veía. Solo distinguía el rostro de Bellatrix, mientras su corazón palpitaba a velocidad colérica y sus ojos pugnaban por controlar un tsunami de emociones. Aunó toda su fuerza para asentir con vehemencia. Bellatrix le colocó el anillo en el anular y le hubiese besado, pero el mago no lograba cerrar la boca.
-Bueno, ya me avisarás cuando se te pase la parálisis –murmuró la bruja.
Volvió a centrar la atención en los tres dragoncitos mientras su primo intentaba sobreponerse al shock. Les dio como premio unas golosinas para dragón que compraba en el pueblo mágico y las devoraron con placer. Cuando Sirius logró volver a la realidad, los tres animales se habían cansado y dormitaban uno sobre el escote y dos sobre el regazo de su prima. Llegó entonces la fase de la euforia y se echó a correr emocionado. Se transformó en perro y corrió desenfrenadamente durante varios minutos. Bellatrix lo observaba en absoluto sorprendida, sabía que le iba a costar tranquilizarse.
Cuando calmó también la violenta exaltación de felicidad, regresó junto a su prima y balbuceó:
-Pero... Pero.... Pero... -fue lo primero que acertó a decir- ¿¡Me has pedido que nos casemos con una exhibición de dragones!? ¡Has tenido que entrenarlos mucho tiempo para que...!
Se interrumpió porque se echó a llorar. Pasó más tiempo llorando del que había pasado corriendo. Quiso abrazar a la bruja pero ella le advirtió que no lo hiciera: molestaría a los dragones durmientes y eso no tendría buenos resultados... Tuvo que reprimir las ganas hasta que estuvieran solos.
-¿Pero por qué? Debería haberlo hecho yo... -comentó casi avergonzado.
-Me niego a hacerlo como los demás. Si echas rodilla a tierra, me pides la mano y me das el anillo de tu tatarabuela como hizo Lucius con Narcissa, vomito. Eso es más antiguo que Dumbledore. Quería que fuese perfecto y, sinceramente, para que algo resulte perfecto debo hacerlo yo misma. Les pedí ayuda a mis pequeñines y lo han hecho genial.
El mago asintió todavía procesándolo, contemplando la alianza fascinado. Bellatrix extendió su mano, que lucía el anillo de diamantes en forma de constelación que él le regaló por Navidad. Sin duda hacían juego.
-Podemos casarnos en el juzgado de Galtic, como me dijiste. Los dos solos, quiero que sea sencillo y rápido. Pero tenemos que esperar dos semanas, Rose me hará el vestido. Que por cierto, tengo que pagarle: me apuntó una lista de números que me dijo que son su número de cuenta. No tengo ni idea de cómo funciona eso, ¿es la contraseña de su cámara del banco muggle?
-No te preocupes, yo me ocupo–aseguró él sonriendo y besándola con cuidado-. Te quiero, te quiero muchísimo.
-Lo sé, Sidi –aseguró ella.
-Sé que te debo mucho. Me has salvado la vida demasiadas veces... y solo una de ellas me mataste tú.
Bellatrix soltó una carcajada. Parecía que fuese ayer cuando resucitó a su primo, pero ya había transcurrido año y medio.
-Nunca podré agradecértelo, ni estar a tu altura en nada pero...
-No es necesario que estés a mi altura, me vale con que estés debajo –comentó ella con una sonrisa sucia.
Ahí la carcajada fue de Sirius.
-En cualquier posición que quieras, preciosa. Siempre. Eres lo más perfecto que existe en este mundo y en cualquier otro (pasé dos meses muerto, sé de lo que hablo) y te quiero. Te quiero con infinita locura.
La mortífaga le besó y él le cogió la mano incapaz de soltarla. Pocos minutos después, dos enormes siluetas blancas se perfilaron en el cielo: Lancelot y Merlina, la pareja adulta de opaleyes. Bellatrix despertó con cuidado a los tres dragoncitos. Se despidieron de ella frotando la cabeza contra su estómago y volaron hacia sus padres. "Vámonos a casa" murmuró la bruja levantándose. Su primo la imitó, salieron del santuario y se aparecieron en la casa del bosque. No querían perder ni un solo minuto, debían celebrar su compromiso.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top