Capítulo 38

-¿Qué hora es? –murmuró Bellatrix adormilada.

-Las cinco de la tarde –respondió Sirius también medio dormido.

"Mm" fue la única respuesta de la bruja. Se acurrucó junto a su primo y cerró los ojos de nuevo. Él tampoco tenía ganas de moverse, así que le pasó un brazo por la cintura y remoloneó también. Bellatrix no despertó de nuevo hasta que su estómago rugió. Apoyó la barbilla en el pecho de Sirius como preguntándole cuándo pensaba hacerle el desayuno. El animago le acarició el pelo pero no se movió:

-Trixie, lo de anoche fue mejor que ahogar a Lucius en un caldero, pero no tengo fuerzas ni ganas de mover un dedo.

-¡Pero si hemos dormido diez horas! –protestó ella mirándole con cara de gatito inocente.

-Y follamos otras tantas. Vas a tener que hacer tú el desayuno, nena. Con que intentes no quemar la cocina bastará.

-De acueeerdo –suspiró la bruja levantándose-. Pero para aparecerte sí que tendrías fuerzas, ¿verdad?

-En caso de necesidad... ¿Por qué?

-Por si quemo la cocina.

Dejando a su primo un tanto preocupado, se puso una bata sobre el pijama y bajó a la cocina. Pese a que estaba en el piso de abajo, de vez en cuando Sirius oía golpes y maldiciones en varios idiomas. "Con que esas tenemos, ¿eh, estúpido gorro metálico con agujeros? ¡Crucio!" escuchó gritar a la mortífaga. Por algún motivo que a él se le escapaba, estaba torturando al escurridor. Debía ser la primera vez que Bellatrix cocinaba y probablemente coincidiría con la última. Pero lo que más miedo le dio fue cuando dejó de escuchar ruidos.

Pasaron cinco minutos de silencio y empezó a preocuparse. Estaba muy a gusto en la cama, que olía a Bellatrix, y fuera hacía frío y nevaba. Pero aún así no quería quedarse viudo antes de casarse... Cuando iba a levantarse, su prima regresó con una enorme bandeja levitando tras ella repleta de dulces exóticos:

-Esto son knackerli, chocolate suizo fundido con frutos secos; esto se llama bündner nusstorte y es el pastel típico de la zona de los Alpes –murmuró la bruja señalando los diferentes manjares-; esa es una trenza de Berna, pan de leche dulce; y esto frunchtwähe, una especie de tarta de frutas. Esto son unas galletas normales, pero me han hecho gracia porque, mira, tienen caritas de gatos. Y esto es lo que llamo té de la suerte: té con whisky, pero con poco té... bueno, con nada de té.

Su primo parpadeó varias veces y al final inquirió:

-¿De dónde has sacado todo esto?

-De una pastelería de Zúrich, me he aparecido. Lo de prepararlo yo misma no ha funcionado.

-¿Por qué no?

-Han pasado cosas... -murmuró la bruja desviando la mirada- ¡Pero no ha sido culpa mía, todo funciona muy raro en la sala de comidas!

-Se llama cocina, amor mío. La has quemado, ¿verdad? –suspiró él.

-¿No?

-Sí.

-Bueno, sí –reconoció la mortífaga-. Pero mira qué bueno esta esto.

Cuando él abrió la boca para protestar, Bellatrix le metió una galleta. Sirius tuvo que reconocer que estaba muy buena. Los suizos eran grandes maestros reposteros. Así que medio tumbados en la cama devoraron las diferentes exquisiteces. Sirius le preguntó si se había aparecido en medio de Zúrich en pijama. Su prima asintió y comentó que había tenido que usar un hechizo de calor porque vaya frío hacía ahí fuera.

-¿Pero te ha visto alguien?

-Como veinte muggles –comentó despreocupada mientras se servía el tercer pedazo de tarta-. Creo que los he desmemorizado a todos...

-Crees. O sea, que puede haber alguno que lo recuerde.

-No –respondió la bruja alegremente-, puede haber alguno muerto. Ya sabes, te pones a lanzar hechizos aturdidores y se te escapa un avada... Así maté al peluquero de Cissy.

-No lo estás diciendo en serio... ¿verdad?

-¡Lo estoy diciendo en Sirius! –exclamó ella abalanzándose sobre él y mordisqueándole la oreja como hacía en su forma animal.

Consiguió no solo desestabilizar a su primo, sino también derramar el whisky y arrojar la comida en todas direcciones. Cualquier otro le hubiese echado la bronca por ser tan bruta, pero Sirius se dejó mordisquear y aplastar (por suerte su prima –en su forma humana- pesaba muy poco). Cuando se cansó, Bellatrix se sentó sobre su cintura cogiéndole de las manos sin dejar de sonreír.

-Estás contenta –apuntó Sirius.

Ella asintió. No era que estuviera contenta, llevaba contenta desde el momento en que Sirius le reveló que iban a pasar las Navidades los dos solos. Pero ahora parecía que la sombra del dementor que los días previos danzaba en sus ojos se había desvanecido. Las conversaciones profundas con Bellatrix debían elaborarse poco a poco, porque si no se cerraba en banda. Así que Sirius le ofreció darse un baño juntos mientras con un par de hechizos el desastre de la habitación se iba arreglando solo. La bruja aceptó.

-Vamos al jacuzzi, me da pereza llegar hasta la piscina –murmuró Sirius.

Se metieron al jacuzzi del cuarto de baño más próximo y Bellatrix se sentó de espaldas sobre él para que la abrazara. Se medio tumbaron y cerraron los ojos disfrutando de la sensación. Bellatrix había volcado varios geles de baño y el agua burbujeante cambiaba de color y emitía un relajante olor a jazmín y cítricos. Sirius apoyó la barbilla en el hombro de su prima. Unos minutos después, ella le preguntó cómo lo hizo. No le hizo falta especificar, supo perfectamente a qué se refería.

-Desde que nos hablaste de Eleanor sentí curiosidad. Me dio la impresión de que la idea de que hubiese muerto durante la guerra te entristecía, a pesar de ser una muggle... Y ahora lo entiendo, está tremenda.

-Su mujer también.

-¿Y eso te parece bien? ¿Te pone triste que esté con otra o...?

-No, estoy contenta de que Nellie sea feliz y haya encontrado a alguien digno de ella –reconoció la bruja-. ¡Y odio sentirme así, soy cruel y despiadada, no una sangre sucia caritativa!

Sirius rió y le recordó que posiblemente había matado a varios muggles esa mañana solo para conseguir su desayuno. Eso tranquilizó a su prima. Él le refirió cómo ideó y organizó el encuentro en Suiza. No tuvo claro si ella querría verla, por eso tardó en pedirle que le acompañara a Zermatt. Sin embargo, cuando Bellatrix manifestó sus dudas de si le habría ido mejor con Voldemort porque los muggles no tenían valor, decidió mostrarle que algunos sí.

-Tenías razón –susurró Bellatrix-. Algunos muggles no están tan mal...

Sabiendo lo mucho que le costaba reconocer aquello, su primo la besó en la mejilla y comentó que él solo quería que fuese feliz. En ese momento (y no antes porque Bellatrix iba a su ritmo) se dio cuenta de que quizá había sido un poco insensible. Se giró y le miró con cierta vergüenza:

-¿Y tú estás bien? No te he preguntado... Pero tú has perdido a muchos amigos, al final te traicionó la imbécil esa... Has tenido una vida de perros.

Sirius rió ante el absurdo chiste final y la miró con cariño.

-Sí, estoy bien. Después de lo de los Potter... ya casi nada me ha afectado, perdí incluso la capacidad de sufrir; no sé si será bueno o malo pero fue necesario para sobrevivir. Hemos perdido a mucha gente, sí, pero yo hubiese dado mi vida por la causa, por haber logrado el final que tenemos ahora. Así que no ha sido en vano. Y lo de Marlene... Tampoco es que pensase en ningún momento que era el amor de mi vida, fue algo de conveniencia para ambos. No me tomo su traición como algo personal, evidentemente le lavaron el cerebro y dejó de ser quien conocí.

Era la primera vez que hablaba de ello. No quiso hacerlo con Lupin, con Harry ni con Tonks, pero con su prima todo era más fácil. Y sintió que otro peso se aligeraba de su alma al compartirlo con ella.

-Estoy bien –repitió él con una sonrisa-, ahora estoy bien. Mejor que nunca.

"Yo también" susurró la bruja besuqueándole el cuello. Como ambos seguían bastante cansados, frenó ahí para evitar volver a devorarse cual animales. Cuando salieron, Sirius comentó que iba a responder cartas. Tanto Harry como el resto le habían escrito para preguntarle por sus vacaciones y a él le había dado pereza contestar. Pero no podía demorarlo más o empezarían a preocuparse, en su círculo todo el mundo era muy tendente al drama. Bellatrix asintió y comentó que ella haría una visita al Santuario.

-Me han avisado de que Zyru va a empezar a echar fuego un día de estos, no quiero perdérmelo –murmuró mientras se vestía.

Sirius iba a comentar que iba a ser duro estar sin ella (aunque solo fuese una hora) ahora que se habían acostumbrado a no estar ni un minuto separados. Pero entonces la bruja añadió que compraría algo de cena y cerró la boca. Si así se ahorraban otro incendio en la cocina, podría asumir la distancia.

-Te quiero, Sidi –murmuró dándole un beso rápido antes de marcharse.

-Yo también te quiero, nena –respondió él guiñándole el ojo.

La tarde se le pasó rápido al animago. Escribió a Harry y a Remus pero también a McGonagall que quería cerciorarse del estado psicológico de Bellatrix y a Shacklebolt que al parecer era el nuevo ministro. Los debates sobre el Ministerio de Magia le resultaban ya lejanos, no tenía ninguna prisa en volver. Salió a la lechucería y les ató las misivas a dos lechuzas. Iba a volver a entrar cuando vio a Bóreas sobrevolando la zona. Siempre lograba localizar a su compañera y se aseguraba de que estuviese a salvo. Estaba contemplándolo cuando apareció Bellatrix que corrió hacia él emocionada:

-¡Mira lo que me ha regalado Zyru! –exclamó mostrándole algo entre sus manos.

-¿Pero qué...? ¡Joder, Bella, es un ratón muerto! –respondió el animago con repugnancia.

-¡Sí, lo ha cazado para mí! ¡Lo ha cazado esta mañana y lo ha guardado hasta que me lo ha podido entregar! ¿¡No te parece lo más bonito del mundo!? Me he emocionado mucho, casi he llorado... Bueno, la verdad: he llorado.

-Eh... -balbuceó Sirius- Sí... Es un detalle precioso...

No quería desilusionar a su prima, pero le daba tremendo miedo que decidiera guardar aquello como recuerdo. Así que con bastante tacto, le comentó que no era buena idea conservarlo porque se descompondría.

-¡Pues claro que no voy a guardar, vaya tontería! –exclamó ella- Zyru no pretende que me lo guarde.

Sirius suspiró aliviado.

-Quiere que me lo coma, lo ha cazado para alimentarme. No sé si hay que despellejarlo antes de asarlo, ¿cómo lo ves?

Sirius reprimió una arcada. Él pasó meses alimentándose de ratas durante el cuarto curso de Harry, cuando vivió en una cueva, y pasado ese tiempo les cogió mucho asco a los roedores (también ayudó Colagusano).

-Bellatrix, si te comes eso, no te vuelvo a besar.

La bruja miró apenada el ratón muerto y luego a su primo. "Pero me lo ha regalado Zyru..." balbuceó con tristeza. A Sirius le dio lástima, pero no tanta como para permitir semejante asquerosidad. Entonces escuchó el suave canto de Bóreas y le sugirió a la bruja que completase la cadena y le regalase el ratón al ave del trueno. Él lo devoraría entero y así no se desperdiciaba nada. Bellatrix frunció los labios meditándolo, pero al poco decidió que era buena idea.

-¡Bóreas! –gritó.

Y sin más aviso, arrojó el ratón hacia el cielo con todas sus fuerzas. Al instante el enorme pájaro descendió y antes de que el roedor volviese a caer, lo atrapó con su pico y lo engulló. Sirius pensó que Azkaban había sido menos desagradable que esa imagen. Entraron en la casa y Bellatrix le explicó que había pedido la cena en un restaurante y se la enviarían por la chimenea. Cinco minutos después, unas llamas azuladas prendieron de la nada y apareció una bolsa repleta de diversos manjares. Bellatrix cenó más que Sirius, que tenía el estómago inexplicablemente cerrado, pero no dejaron ni una miga.

-¡Ahora follemos otra vez, aún me debes muchos! –exclamó la mortífaga alegremente.

-Un Black siempre paga sus deudas –sentenció Sirius desabrochándose la camisa.

Al día siguiente despertaron a medio día, por suerte con más energía. Aún así les costaba hacer cualquier cosa que no fuese comer y besuquearse en la cama; ambos cargaban con años de sueño retrasado y les iba a costar mucho recuperarlo. El animago le preguntó a Bellatrix si le apetecía hacer algo o se ceñían a su plan predilecto: vaguear en casa.

-Pues... ¿podríamos volver a Zermatt? Nellie se irá en dos días y ahora que por fin tengo una amiga...

-Claro –respondió Sirius-. Mañana es Nochevieja y estará todo lleno, mejor ir hoy que estará más tranquilo.

Él también empezaba a odiar las aglomeraciones. Se vistieron y se encaminaron al pueblo muggle. Recorrieron la mitad del sendero correteando en sus formas animagas y la otra mitad haciendo el tonto y besuqueándose en sus formas humanas. Dieron gracias a que nadie utilizase esos caminos. Cuando llegaron a la chocolatería no había nadie. Pidieron sendos chocolates con bizcochos y se sentaron en una de las mesas.

Cuando Bellatrix empezaba a temer que ese día no acudieran, escuchó que la puerta se abría y alguien exclamaba su nombre con alegría. Antes de darse cuenta, tenía a Nellie enganchada a su cuello y parloteando sin parar.

-¿Lleváis mucho rato esperando? –preguntó Rose sentándose en la silla que le ofrecía Sirius.

-Hubiésemos llegao antes –reconoció Eleanor-, pero alguien se ha parao a jugar con un perro enorme que había en la plaza. De verda, es solo un perro, tampoco veo yo que sea para tanto...

Antes de que su mujer pudiera defenderse, Sirius exclamó que los perros eran lo mejor que le había sucedido a la humanidad. Bellatrix sentenció que eran mejor los gatos, en concreto los gatos gigantes. El debate prosiguió hasta que Nellie comentó como si nada:

-A mí también me gustan los gatos, pero en mi vecindario no hay. Creo que la pastelera de la bocacalle los usa para sus empanadas. Que no lo veo yo muy práctico, un gato da pa muy poco, mejor usar humanos que son más feos...

Los Black la miraron sin saber qué responder. Sirius entendió por qué fue la primera novia de Bellatrix. Rose abrió la boca para intentar suavizar la declaración de su mujer, pero viendo que era imposible, optó por desviar la atención. Abrió su bolso con rapidez y extrajo un sobre:

-Llevé a revelar las fotos y esta mañana ya estaban. Mirad qué guapos estáis.

Bellatrix y Sirius contemplaron los retratos que les había tomado la muggle en el restaurante panorámico. Realmente eran las dos personas más atractivas del mundo. Su belleza les hizo olvidar lo de comer muggles.

-Oye, estamos genial –comentó Bellatrix-, ¿pero por qué no se mueve?

"¡El padre que te parió!" pensó Sirius intentando mantener la calma. Debió pensarlo tan alto que, sin necesidad de legilimancia, la mortífaga entendió que había metido la pata. Pero Rose ya le había preguntado confundida a qué se refería.

-Bella es una fotógrafa nefasta, le salen movidas todas las fotos –explicó Sirius- y se le hace raro ver estas tan bien enfocadas. Están genial, Rose, muchas gracias.

Puso su sonrisa encantadora y eso terminó de convencer a la rubia que se ruborizó y asintió satisfecha. Se repartieron las fotografías para que ambas parejas tuvieran recuerdos. Eleanor contempló la suya con Bellatrix y comentó:

-Ahora tienes que ser mi amiga y quedar conmigo, no puedes estar otros veinte años sin verme porque haré carteles con tu foto y empapelaré la ciudad.

Los Black se miraron de reojo. Aquello ya había sucedido... Bellatrix le prometió que esta vez estarían en contacto. Después dieron un paseo por el pueblo. Había más gente que en su visita anterior, entre esquiadores y amigos que se reunían para celebrar el año nuevo. Cuando se acercó la hora de cenar, Eleanor comentó que esta vez querían invitarlos ellas. Antes de que los Black pudieran alegar que ellos eran millonarios, Rose comentó que habían encontrado un italiano que estaba muy bien.

-Está a las afueras y es pequeño, pero el local es muy acogedor y la comida es muy buena... ¿Os gusta la pizza?

-Es lo segundo que más me gusta después de Bella –declaró Sirius.

Carraspeó para silenciar la pregunta de su prima de qué era eso y lo logró. Intuyeron que las muggles habían dedicado tiempo a buscar un restaurante que fuese bonito y se pudieran permitir para poder devolverles el gesto. Así que no les quedó otra que aceptar; Sirius lo hizo encantado, no comía pizza desde sus noches de juerga con James.

Caminaron alejándose del centro, las calles cada vez se volvían más estrechas y desiertas y Bellatrix amaba eso. Eleanor la agarró del brazo y le pidió que le contara cosas de sus hermanas y su sobrino y la bruja la complació.

-La verdad, no me apetece retomar la relación con Andrómeda, aunque se haya solucionado todo. Se fugó de casa para casarse con un vagabundo y nos dejó solas con los tarados de mis padres... -argumentaba Bellatrix.

Había adaptado la historia a términos muggles: sangre sucia equivalía a vagabundo. Su amiga asintió pensativa. Bellatrix sospechó que le aconsejaría esforzarse y recuperar a su hermana, pero la pastelera comentó:

-Yo no creo que la familia sea la que te viene impuesta, sino la que está contigo en los malos momentos.

-En los malos momentos estuve sola, ni siquiera Rod...

-No me refiero literalmente, sino dentro de ti. ¿En quién pensabas en los peores momentos, por quién saliste adelante? A veces no están a tu lado, pero te dan una razón por la que luchar.

La mortífaga asintió lentamente. No necesitaba estrechar lazos con su hermana mediana. Con Narcissa tenía cubierto el cupo, no deseaba una sobrina ni mucho menos otro estúpido cuñado. Se sentía extraña compartiendo aquello con una muggle, pero cuando estaba con ella todo fluía. Por su parte Rose y Sirius debatieron sobre los mejores ingredientes de la pizza y las razas de perro más adorables. Rose le contó que tenía un ahijado de diez años y Sirius le habló de Harry. Luego descubrieron que les gustaban los mismos grupos de rock clásico y casi se pasaron de largo el restaurante.

En efecto el restaurante resultó ser una joya escondida. Por fuera no parecía gran cosa, una puerta de madera con un simple cartel que rezaba "Il Trovatore", pero el interior era otro asunto. El techo en azul oscuro con lucecitas blancas brillantes representaba una noche estrellada en la campiña italiana y daba acceso a un patio interior. En él crecían árboles y vides enroscadas en las paredes de piedra, custodiando las mesas de madera con manteles de cuadros.

-Es bonito –murmuró Bellatrix contemplando el techo.

Para ella pronunciar un cumplido sincero sobre un local muggle era un avance descomunal. Eleanor asintió y la hizo avanzar: "Sí, cielo, pero tengo hambre, vamos". A Sirius le hacía mucha gracia ver cómo alguien era capaz de manejar a su prima con tanta facilidad. Se sentaron en una de las mesas del patio y les trajeron la carta. Pidieron un par de platos de pasta y tres pizzas para compartir y poder probarlo todo.

-¡Joder, está buenísimo! –exclamó Sirius sirviéndose otro pedazo de pizza.

Las dos muggles asintieron orgullosas de que les gustase el lugar. Al menos a Sirius. Bellatrix miraba aquel pan redondo con cosas encima sin entender qué era. Su primo estaba demasiado ocupado probándolo todo, así que delegó la tarea:

-Eleanor, córtale tú el trozo que sus padres eran muy estirados y no sabe apreciar la alta cocina.

-¿¡Nunca has comido pizza!? –exclamó la muggle haciéndose cargo de inmediato- Mira, esta es barbacoa, es mi favorita. Venga, cógelo y come, así.

La muggle le puso literalmente el trozo de pizza en la mano y se lo acercó a la boca. Sirius se dio cuenta de que hacían falta bastantes personas para cuidar a una Bellatrix: una amiga muggle que le enseñara a disfrutar del mundo real, un primo que obedeciera sus órdenes en la cama y un exmarido que le rascara el cuello en su forma animaga. Cuando por fin su prima dio un mordisco pensó con orgullo: "La hemos criado bien".

-¡Oye, está muy bueno! –exclamó sorprendida.

Los otros tres asintieron entre aliviados y preocupados porque hubiese tardado treinta y seis años en comer pizza.

-¿Y tenéis planes para mañana? –preguntó Rose- Aquí hay muchas fiestas de Nochevieja pero a nosotras (bueno, a mí) me da angustia que haya tanta gente... Nos quedaremos en el hotel tranquilas.

-Sí, nosotros tampoco hemos pensado nada especial, haré algo de cena y... ¡Oye, podéis veniros! –propuso Sirius- Podemos cenar los cuatro en nuestra casa y después beber y... y beber, no hay más plan. Es un dato importante: somos semi-alcohólicos.

Bellatrix se sumó al ofrecimiento de Sirius. Al principio las dos mujeres aseguraron que no querían entrometerse, pero hizo falta poco para convencerlas. Quedaron en que al día siguiente las irían a buscar a la entrada del pueblo y luego Sirius prepararía la cena.

-Uy yo te ayudaré, se me da bien cocinar –comentó Eleanor.

-A mí no, ayer quemé la cocina –comentó Bellatrix-. Pero no fue culpa mía, todo funciona muy raro ahí.

-¿Solo la cocina? –preguntó Rose- Yo una vez quise ayudar a Nell en la pastelería. Únicamente cogí una sartén con aceite hirviendo, pero pasó a mi lado un camarero con una tarta de cinco pisos para el cumpleaños de un niño...

-¿Incendiaste la tarta? –inquirió Sirius.

-Incendié al camarero. Y por poco al niño –confesó Rose-. Pero no sé cómo pasó, de verdad que yo no hice nada...

Bellatrix se solidarizó por completo. Tras eso, se despidieron y fijaron su cita del día siguiente para despedir juntos aquel año tan extraño.

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