Capítulo 37
Al igual que el pueblo mágico, Zermatt estaba a media hora de la actual residencia de los Black, solo que en dirección contraria. En lugar de adentrarse en la montaña, el camino se alejaba de los grandes picos. Los bosques eran más luminosos y la pendiente menor. Como a Bellatrix no le hacía gracia la excursión, Sirius decidió hacerlo más divertido:
-¡Echamos una carrera! El que llegue antes invita a cenar al otro.
No dio opción a réplica porque se transformó en perro y miró a su prima. Esta suspiró y dos segundos después se convirtió en el jaguar negro. Echaron a correr entre los árboles, aunque no se tomaron la competición muy en serio: cada poco paraban para perseguirse y jugar entre ellos. El jaguar disfrutaba especialmente mordisqueando las orejas de su compañero. Así que lo pasaron bien y olvidaron la carrera. Cuando llegaron al límite en el que podían encontrarse con muggles, volvieron a sus formas humanas.
El pueblo era realmente hermoso y muy tranquilo, imperaba una paz absoluta y los residentes parecían disfrutar de la calma y el lujo de los establecimientos. Había un mercadillo navideño con todo tipo de puestos y el olor de las castañas asadas flotaba embriagante. Sin soltar la mano de Sirius (no se fiaba de los muggles), Bellatrix lo contempló todo en silencio. Su primo le hizo comentarios sobre lugares y costumbres muggles, pero a ella no le interesaba demasiado.
-Mira, esa es la chocolatería más famosa de Suiza, vamos a tomar algo –sugirió él con repentino entusiasmo.
Aun reticente a entrar a una cafetería muggle, Bellatrix se dejó arrastrar. Estaba dispuesta a cumplir su parte del trato a cambio de tener a su primo como esclavo en la cama. El local era pequeño pero acogedor y estaba casi vacío; eso animó un poco a la bruja. Se acercaron al mostrador a elegir los dulces que querían para acompañar el chocolate. Delante de ellos había una clienta charlando alegremente con el dependiente. Bellatrix no pudo evitar poner los ojos en blanco al escuchar sus comentarios y su acento de barrio humilde.
-Yo jamás hubiese tenido pasta pa venir a un lugar así –comentaba alegremente-, pero tuve suerte porque me... Uy, perdón –se disculpó cuando Sirius se chocó con su codo.
La mujer se giró hacia ellos con intención de volver a disculparse (pese a que había sido culpa del mago). Era guapa, de su misma edad, con el pelo cobrizo, ojos color avellana y una figura envidiable. No llegó a completar la frase, se quedó mirando a Bellatrix con interés.
-¿Nos conocemos?
-Lo dudo mucho –respondió la bruja casi con desprecio.
-Yo creo que sí, nunca olvido una cara, cielo –aseguró escrutando su rostro.
-Ni se te ocurra llamarme cielo.
-¿Bella? ¿¡Bellatrix!? –exclamó la muggle con una emoción incontenible.
La mortífaga abrió los ojos más que el día en que pilló a Voldemort usando un crecepelo (huelga apuntar que sin éxito).
-¿Eleanor? –susurró con un hilo de voz- ¿Ne... Nellie?
A la muggle le dio exactamente igual su parálisis. Sin dejar de soltar grititos de alegría, la abrazó tan fuerte que Bellatrix casi lo vivió de forma extracorpórea. Sirius aprovechó para atraer la atención del dependiente (que contemplaba la escena divertido) y pedir sus consumiciones. Cuando se las sirvió y pagó, su prima continuaba en shock y la muggle seguía abrazándola y besuqueándola. Decidió intervenir para que al cerebro de Bellatrix le diese tiempo a reaccionar.
-Yo soy Sirius –comentó sonriente tendiéndole la mano-, soy el...
-¡El primo favorito de Bella, siempre me hablaba de ti! –exclamó ella ignorando su mano y abrazándolo también- Soy Eleanor, pero puedes llamarme Nellie.
Al animago le conmovió profundamente que Bellatrix le hablase de él a la novia que tuvo a los catorce años.
-Venid, sentaos con nosotras –indicó Eleanor empujándolos a una mesa en la que una chica rubia los observaba nerviosa-. Esta es Rose, mi mujer, nos casamos el año pasao. Ella es Bella, la primera novia de la que te hablé. Y él es su primo Sirius.
La aludida se levantó de inmediato ruborizada y les estrechó la mano con educación. Era también bonita y de aspecto dulce, pero mucho más tímida y nerviosa que Eleanor.
-Venga, siéntate, amor -le ordenó a Bellatrix quitándole el abrigo y separando la silla para que no tuviera que hacer ningún esfuerzo.
Después se sentó frente a ella y junto a su mujer y comentó con entusiasmo la enorme casualidad que suponía aquello: tras veintitrés años se reencontraban en un país a cientos de kilómetros de Inglaterra. Les contó que ellas jamás hubiesen podido pagar el viaje, era la primera vez que salían de su país. El viaje le tocó a Eleanor en un sorteo entre los comerciantes de su barrio. La mortífaga le dirigió a su primo una mirada de reojo, sospechaba que no era ninguna casualidad.
-¡Yo no sabía ni que existía ese concurso! –exclamó Eleanor- No me lo creí hasta que me llegaron los billetes, la reserva del hotel y to eso. ¡Nos pusimos super contentas!
Sirius sonrió satisfecho. Dar con la primera (y única) novia de su prima fue más sencillo de lo que creyó: su pastelería seguía exactamente donde Bellatrix le contó, en la esquina de la calle del Caldero Chorreante. Comprobó que la dueña se llamaba Eleanor y su edad coincidía. Para que posteriormente no le reconociera, le pidió a Tonks que se hiciera pasar por la presidenta de la Asociación de Comerciantes de Charing Cross. La auror no hizo preguntas: solo le hizo prometer a Sirius que a cambio entretendría a Lupin un par de días para que ella pudiese disfrutar de la soledad. Él aceptó. Así, le notificaron que había ganado un viaje para dos personas para pasar las Navidades en el mejor hotel del pueblo más exclusivo de Suiza. Sirius no sabía nada de ella: si tendría quién la acompañara, si se acordaría de Bellatrix o si tendría planes de Navidad, pero confió en que todo saliera bien. Y así fue.
-¿Y qué fue de ti? –continuó la muggle- Cuando me dijiste que teníamos que dejarlo porque te mandaban a estudiar a Francia me quedé mu triste... Supongo que te quedaste ahí, ¿no?
-Sí... –mintió Bellatrix lentamente- Me quedé varios años. Y cuando volví... todo había cambiado.
Era mejor esa mentira piadosa que reconocer la verdad: cuando regresó del verano en Francia renunció a visitarla para que sus padres no descubrieran su identidad y le hiciesen daño. A Druella y a Cygnus solo les llegó el rumor de que su hija andaba besándose por ahí con otra chica de aspecto no-mágico.
-Es verdad –reconoció la muggle con el rostro sombrío-. Fueron años duros... Subió mucho la delincuencia, hubo muchos ataques y crímenes sin resolver... Mis padres murieron en una explosión cuando salían del trabajo.
-Lo siento... lo siento mucho –murmuró Bellatrix sintiendo una especie de dementor en el pecho.
-Gracias, amor. Pero bueno, como ya era mayor de edad pude hacerme cargo de la tienda y salir adelante. Y aunque me ha costao me va bastante bien, ¡tengo muchos clientes!
Eso animó un poco a Bellatrix que asintió forzando una sonrisa. Estuvieron los cuatro charlando y poniéndose al día sobre sus vidas mientras disfrutaban de sus chocolates. Más bien era Eleanor la que hablaba mientras su mujer la contemplaba con adoración, Bellatrix asentía nerviosa y Sirius miraba a Bellatrix de reojo porque sus reacciones le hacían mucha gracia. Cuando empezó a anochecer (muy pronto porque era invierno) abandonaron la cafetería para salir a dar una vuelta. Como Sirius explicó que ellos no habían visitado el pueblo, Eleanor comentó que debían ver el mercadillo. Les pareció un buen plan.
-¿Por qué has montado esto? –susurró Bellatrix mientras Sirius la ayudaba a ponerse el abrigo (la bruja no estaba acostumbrada a las prendas muggles).
-Por ti, porque creo que lo necesitabas –respondió con sinceridad-. Pero si estás incómoda nos vamos.
Bellatrix negó con la cabeza. Sirius le ofreció su brazo a Rose y abrieron la marcha para que las dos viejas amigas se pusieran al día. Como el mago sabía ser encantador, Rose pronto venció la timidez y charlaron animadamente. Ella le contó que como le hacía mucha ilusión el viaje, había pasado semanas consultando guías turísticas para prepararlo todo. Habían llegado hacía tres días y ya habían hecho excursiones a los lagos más bonitos, cogido el teleférico para alcanzar los picos más famosos e incluso visitado un museo subterráneo. Rose no soltaba su cámara de fotos, ya iba por el segundo carrete. Lo había planificado para disfrutar al máximo gastando lo mínimo posible y a Sirius le inspiró ternura, se alegró aún más de haberles regalado el viaje. Rose le explicó la historia de los edificios por los que pasaban y las costumbres de aquellos pueblos.
Unos pasos por detrás, del brazo de Eleanor iba Bellatrix que no sabía bien qué decir. Pero no hubo problema porque su antigua amante habló por ella:
-Sabes, sé que solo salimos un par de meses, de hecho creí que no te acordarías de mí, pero para mí fuiste muy importante.
A la mortífaga le llamaba la atención lo poco que le costaba expresar sus sentimientos. Se parecían en la energía, en el espíritu luchador y en que ambas eran unas supervivientes, pero Eleanor tenía una facilidad para ganarse a la gente y un optimismo que Bellatrix envidiaba.
-Claro que te recuerdo –confesó la bruja- yo también tengo buena memoria. Y también fuiste... importante para mí.
Su compañera le dedicó una amplia sonrisa y continuó:
-No solo porque fueras mi primera novia, sino porque me hiciste ver muchas cosas, contigo todo era más sencillo. De ser por ti igual nunca hubiese aceptao que me gustan las mujeres. Como a ti te daba igual to y eras mu inteligente, decidí que tu actitud era la que debía seguir. Y gracias a eso tengo la mejor esposa del mundo y soy muy feliz. He estado sola muchos años y jamás pensé que encontraría a alguien...
-A alguien que te mira como fueses el último cruasán con mantequilla de la tierra –bromeó la bruja.
La muggle se echó a reír. El poco tiempo que estuvieron juntas siempre le llevaba a Bellatrix esos cruasanes, eran su dulce favorito.
-Me alegro de que seas feliz, Nellie –reconoció la bruja más para sí misma.
-Lo soy. ¿Y tú?
-Bueno yo... Me tuve que casar por compromiso, siempre he tenido problemas familiares. Aunque mi marido Rodolphus fue genial, es mi mejor amigo; también es gay, por cierto. Pero hace unos meses anulamos nuestro matrimonio. Así que ahora estoy con...
Se interrumpió ahí. No se daba cuenta de lo fácil que le era conversar con Nellie y contarle sus intimidades. No le sucedía ni con Narcissa, solo con Sirius; aunque había cosas que con Sirius no se atrevía a hablar... Por eso siempre deseó tener una amiga.
-Con tu primo –completó la muggle-. ¡Oh, no me mires así, es obvio! Desde pequeña al hablar de él te brillaban los ojos, era evidente que le querías más de lo que es habitual querer a un primo...
-Yo no... -empezó la bruja avergonzada.
-Bah, casarse entre primos es repulsivo si eres pobre; pero si eres rico es elegante y casi recomendable.
Ambas se rieron, era verdad. Si dos primos sangre sucias se casaran, Bellatrix vomitaría; pero cuando se enteró de que los padres de Sirius eran primos le pareció muy romántico. Le animó darse cuenta de que Eleanor no la juzgaba en absoluto. Le contó que no estaban casados, que Sirius le había sugerido hacerlo esos días pero a ella le daba reparo. Y entonces se vio compartiendo con ella los miedos que a nadie más confesó:
-Los dos hemos tenido vidas muy difíciles, ahora estamos genial, es como si cada día bebiese una botella de felix... -se interrumpió la bruja- De felicidad absoluta y no quisiera que acabara nunca.
Eleanor asintió, la escuchaba con atención y no le chocaban sus pausas ni sus extrañas metáforas.
-Por eso me da miedo de que si nos casamos algo cambie. Igual al darlo por sentado todo se vuelve aburrido y dejamos de preocuparnos el uno por el otro...
-Bella, tú misma dices que vuestras vidas siempre han sido complicadas, precisamente por eso nunca dejarás de valorar lo que tienes. No cambiará na si te casas con él. Ni mucho menos se volverá aburrido, eso no depende de vuestro estado civil sino del mental, y en ese aspecto creo que entre los dos no sumáis diez años –se burló la muggle-. Así que os lo pasaréis bien.
-En eso tienes razón –sonrió la bruja-. Pero yo siempre lo estropeo todo, aun sin querer, no se me dan bien las relaciones humanas...
-Vamos a ver, lo fastidiarás con la gente que no valga la pena; no vas a perder el tiempo con imbéciles... Pero de las parejas que has tenido: querías a tu primo desde pequeña y sigues con él más feliz que nunca a pesar de las complicaciones. Con tu marido gay no solo lo llevasteis bien sino que ahora sois mu buenos amigos. Y con la más maravillosa novia que tuviste... Han pasado más de dos décadas y no he olvidao lo feliz que fui contigo. ¡Hasta mi mujer tenía ganas de conocerte! Sí que vales para las relaciones, Bella, en las que de verdad valen la pena, eres la mejor.
La mortífaga sintió un escalofrío y se arrebujó en su abrigo intentado disimular la lágrima que había escapado de sus ojos. Aquella muggle le había dicho con absoluta claridad y sencillez lo que más necesitaba. Nadie más habría sabido confortarla así y hacerla sentir especial. "Al final el puñetero Sirius va a tener razón con los muggles" pensó con rabia. Solo fue capaz de murmurar un gracias.
-¿Pero ande van estos? –comentó Nellie cuando Rose y Sirius se acercaron a un matrimonio mayor- Ah, a acariciar a ese perro... A Rosie le encantan los perros, está deseando tener uno, pero creo que dan demasiao trabajo...
-Te confirmo que dan mucho trabajo –comentó Bellatrix mirando a su primo jugar con el can-. Y son muy dependientes.
-Bueno, de toas maneras mejor tener mascotas que hijos, por suerte Rose está de acuerdo en eso. Vosotros tampoco querréis, ¿no?
-Uy, no, ¡en absoluto! En nuestra familia es casi obligatorio procrear pero...
-Vosotros estáis mu por encima, no podéis tener algo tan vulgar como un bebé baboso... Os pegaría tener una serpiente, un minicerdito o un cuervo.
-¿Un mini cerdito? –se rió la bruja.
-Son adorables y divertidos, lo malo es que suelen hacerse enormes... Aunque entonces te los puedes comer, todo tiene su parte buena.
Bellatrix adoraba la naturalidad de esa muggle. Le contó que tenía varios cuervos amaestrados y a su compañera no le extrañó en absoluto.
-Te he reconocido por el colgante, aunque estás igual, has cambiao muy poco... Pero siempre lo llevabas –comentó señalando su calavera de cuervo.
-Es verdad, me lo compré un año antes y fue el primer regalo que me hice –recordó Bellatrix-. Tú siempre llevabas un pasador de un dragón. Te encantaba, creo que nunca te vi sin él.
-¡Uy, sí! Mis padres tenían poca pasta y me lo regalaron por un cumpleaños, era lo más bonito que tenía. Se le rompió una pata, pero aún lo guardo.
No supo si fue por los recuerdos, por la calidez que contra su voluntad le inspiraba la muggle o porque seguía conmovida por sus declaraciones previas. Pero aprovechando que sus respectivas parejas seguían entretenidas con el perro, se quitó el abrigo, se apartó la melena y se bajó un poco la espalda del vestido.
-¿Ves el tatuaje?
Nellie se acercó más a ella y bajó un poco más la prenda. Era la imagen del dragón sobre el cielo nocturno con las estrellas de Bellatrix y Sirius destacadas. Como fue la muggle quien acarició su espalda y en su tacto no había magia, el tatuaje permaneció inmóvil.
-¿Te... te tatuaste el dragón de mi pasador? –inquirió Nellie con voz temblorosa.
-Sí. Quería algo que englobara a mis personas favoritas. Utilicé la imagen de tu dragón porque era muy característico de ti, mi estrella y la de mi primo, esta constelación en forma de N por mi hermana Narcissa y Rod hizo la composición. Así de alguna forma estáis los cuatro.
Eleanor volvió a abrazar a Bellatrix profundamente emocionada. Por primera vez en toda la tarde no supo qué decir. La bruja carraspeó incómoda y volvió a ponerse el abrigo. Al poco volvieron sus parejas y les contaron lo cariñoso que era Brutus, el perro al que casi habían secuestrado. Como ya era tarde, Sirius comentó:
-Bella y yo queremos cenar en el restaurante ese del mirador panorámico, ¡venid con nosotros!
Eleanor y Rose se miraron nerviosas. Fue la rubia la que empezó a disculparse: "Es que íbamos a comprar algo en el súper y...". Sirius lo captó antes que Bellatrix: no podían permitirse cenar en un restaurante (mucho menos en el más lujoso). Su plan era comprar algo en el supermercado y comérselo en su suite.
-Invito yo, por supuesto.
-¡No, no! –empezó Eleanor con pudor- Ya os hemos molestao bastante. Además ese sitio solo funciona con reserva y vosotros tendréis mesa para dos, así que...
Bellatrix comprobó sorprendida que esas mujeres eran más prudentes y tenían una dignidad que en pocos magos había visto. Si el restaurante era lo suficientemente exclusivo, hasta Lucius se arrastraría por una invitación (había sucedido literalmente en varias ocasiones cuando Bellatrix quiso hacerle rabiar). "Mira, Eleanor" la interrumpió Sirius. Al momento la castaña le repitió que la llamara Nellie.
-Nellie, nuestra familia era un nido de víboras putrefactas –sentenció Sirius-. Lo único bueno que hicieron fue legarnos una cantidad indecente de oro. Y me haría inmensamente feliz hacer algo bueno con él, como por ejemplo, cenar con la que fue amante de mi prima y con la que ahora es la amante de la amante de mi prima.
Ambas sonrieron y le dieron las gracias con ojos brillantes, pero aún así preferían que no tuviesen que gastar dinero en ellas.
-Mira, seamos prácticos, el supermercado ya está cerrado y no habéis llegado a tiempo por enseñarnos el pueblo–apuntó Sirius-. Tendréis que iros a la cama sin cenar, yo no pararé de pensar en eso y me deprimiré. Y no me viene bien deprimirme hoy porque sospecho que me espera una noche muy larga... -apuntó mirando de reojo a Bellatrix que asintió.
Ante la idea de causarle una depresión al mago, tuvieron que aceptar. Al entrar en el restaurante, los Black se miraron. En el mundo muggle no eran famosos, ahí no tenían mesa simplemente por sus caras de revista. Así que Bellatrix –más versada en las maldiciones imperdonables- se adelantó deslizando su varita bajo su manga. No le hizo falta ni verbalizar el imperio.
-Madame Black –se presentó al maître-, tenemos mesa para cenar. Somos cuatro. Se acuerda, ¿verdad? Dijo que nos guardaría la mejor...
-Por supuesto, Madame –respondió el hombre sin dudar-. Acompáñenme, por favor.
Camino al mejor reservado, Sirius le susurró a su prima: "No sabes cómo me pone que hagas eso". Bellatrix respondió con una sonrisa torcida. Se sentaron y disfrutaron de una cena exquisita. Al terminar, Rose comentó que podía hacerles una foto y así tenían un recuerdo. Sirius entendió que lo hacía porque no sabía qué más podía ofrecerles como agradecimiento.
-¡Uy, perfecto! A nosotros se nos olvidó traerla –comentó sonriente-. Ven aquí, Trixie, pon cara de que eres super feliz con tu primito.
Abrazó a su prima mientras Rose sacaba la cámara. Bellatrix frunció el ceño y abrió la boca para preguntar qué clase de cámara era esa tan pequeña pero su primo le dio un codazo. Se trataba de una máquina de las más sencillas y sin embargo mil veces mejor que las de los magos. Comprobar que también les superaban en tecnología puso en jaque a Bellatrix. Rose les hizo tres fotos porque objetivamente eran una pareja digna de retratar. Después hizo otra de Bellatrix con Eleanor y le pidió al camarero que les hiciera una a los cuatro.
-Creo que hay una tienda en que las podrán revelar –comentó guardando la cámara- y si no os las mandaré por correo, apuntadnos vuestra dirección y teléfono.
Sirius y Bellatrix se miraron. Como no sabían qué dirección darles -todas sus casas estaban protegidas de los muggles-, el animago les anotó la de su apartamento de soltero. Hacía un par de años que no lo visitaba, estaba en la campiña, cerca de Godric's Hollow. Lo compró a los diecisiete para vivir cerca de los Potter y ese sí era visible a los muggles.
-Estamos temporalmente sin teléfono, problemas con la compañía... -se excusó Sirius- Dadnos vuestro número y os llamamos cuando lo hayamos solucionado.
Hacía unos buenos diez minutos que la mortífaga no sabía de qué hablaban. ¿Qué diablos era un felétono y por qué les apuntaban una lista de números? Como para su primo parecía tener sentido, no preguntó.
-De todas maneras aún nos queda una semana aquí –comentó Rose-, si venís a Zermatt otro día podemos quedar.
-Sí, claro, tenéis que venir –resolvió Eleanor-. Solemos estar todas las tardes en la chocolatería de antes a la misma hora.
Bellatrix estuvo a punto de sugerir mandar una lechuza para quedar. Pero su primo negó ligeramente con la cabeza para indicarle que los muggles no se comunicaban con palomas mensajeras desde hacía varios siglos.
-Perfecto. Quedamos así entonces –respondió Sirius.
Tras intercambiar sus señas salieron del restaurante y las acompañaron a su hotel. Al despedirse, cuando Eleanor abrazó a Bellatrix y le repitió lo feliz que la había hecho encontrarla, la bruja se desató el colgante y se lo ató a Nellie con rapidez.
-Tu regalo de Navidad.
-¡Oh, no, no! ¡No puedo aceptarlo! Es muy importante para ti, llevas con él toda la vida y...
-Me lo compré para sentirme menos sola y recordarme que puedo con todo –confesó la bruja-. Y ya no lo necesito. Quiero que te lo quedes tú, por todos los cruasanes que me regalaste en su día.
Eleanor se limpió una lágrima de emoción y asintió. La besó en la mejilla, volvió a abrazarla y Bellatrix sintió que ese gesto recomponía una parte de su ser que quedó suelta hacía años. Los Black hicieron el camino de vuelta sin apenas hablar. Aquello había sido demasiado intenso y a la bruja le costaría procesarlo. Aún así en cuanto llegaron a casa se desnudó y su primo cumplió su promesa durante horas con sumo placer.
Cuando por fin de madrugada cerraron los ojos abrazados, la mortífaga reflexionó sobre el devenir de los acontecimientos. Conoció a su abuela Vinda Rosier porque la mandaron a Francia como castigo por besar a Nellie; gracias a Vinda supo del chivatoscopio y pudo frenar a Voldemort. Una muggle salvó el mundo mágico... y también una parte de su alma.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top