Capítulo 23

Bellatrix despertó con una sensación extraña, algo la tenía atrapada. Estaba acostumbrada a dormir en su forma animal, eso reducía sus emociones y simplificaba sus sentimientos. Así era más sencillo pegar ojo. Lo que no entendía era qué tritones era la enorme manta peluda que tenía en su lomo. Intentó sacudírsela de encima y entonces la manta gruñó. Fue en ese momento cuando recordó que su entrometido primo había decidido dormir abrazado a ella en su forma perruna. Sin embargo, había descansado estupendamente, el fuego de la chimenea se apagó en algún momento y ni siquiera lo notó. Y todo por ese maldito y estúpido chucho...

A Sirius lo despertó un rugido. No sonó muy alto, era casi un gruñido entre dientes, pero pocos animales podrían emitir semejante sonido. Abrió los ojos buscando el origen. Resultó que el origen estaba atrapado bajo su pata delantera: un jaguar negro lo miraba fijamente exigiendo ser liberado. El perro la soltó pero más por satisfacer su acto reflejo de estirar las patas tras tantas horas de sueño. De inmediato el jaguar abandonó la habitación. Sirius volvió a su forma humana extrañado de lo bien que había dormido. Los suaves rayos del sol bañaban esa habitación-jardín y se escuchaban los trinos de los pájaros. Se preguntó qué hora sería. Lo descubrió cuando salió al pasillo y Didi le indicó que la comida ya estaba lista.

-¿La comida? –preguntó desconcertado.

-Es la una del medio día, señor traidor –le indicó la elfina.

Sirius abrió los ojos sorprendido. No recordaba haber dormido tantas horas desde su estancia en Hogwarts. Pero no tenía problemas en adaptarse: comió en lugar de desayunar.

Ambos Black pensaron que esa experiencia sucedería una única vez... Pero a la noche siguiente Sirius se descubrió vagando por los pasillos hasta dar con la habitación-guarida. Poco le costó localizar al jaguar dormitando en el rincón. Trotó alegremente hacia ella. Le recibió con un gruñido pero no se apartó, así que volvieron a dormir abrazos (o "apatados" como le gustaba pensar a Sirius). Descansaban tan bien de esa manera que se convirtió en rutina. A la cuarta noche Bellatrix no se molestó ni en gruñirle ni en abrir los ojos, simplemente dejó que se tumbara junto a su lomo y así se quedaron.

Sirius descubrió que convertida en jaguar su prima adoptaba manías felinas: le pisoteaba a ratos, le mordisqueaba las orejas o se tumbaba cruzada encima de él. No sabía si lo hacía para incordiarle o porque como animal no controlaba esos impulsos, pero a él no le importaba. De hecho le gustaba, era agradable conectar con alguien en ese estado tan primario y a la vez profundo. No hablaban de ello cuando durante el día se encontraban en sus formas humanas, pero por las noches ambos se buscaban sin reconocerlo.

Hasta el día que volvió Marlene. Entonces Sirius tuvo que regresar a su cama. Aún así algunas noches, de madrugada, se escabullía para buscar al jaguar y acurrucarse junto a ella. Se sentía extraño, incómodo consigo mismo. Era como si estuviese engañando a su novia y fallándole a su prima. No tenía remordimientos por haberse acostado con Bellatrix, pero tampoco quería hacerle daño a Marlene. Estaba planteándose tomar una decisión cuando ocurrió algo que alteró el status quo de su relación.

Sucedió al finalizar una reunión de la Orden. Además de Harry, Tonks, Ted, Sirius y Marlene habían asistido los Weasley, Moody y ese día también Dumbledore. Ni Harry ni Sirius se atrevieron a preguntarle por su mano (o por su examante). Fue de nuevo un encuentro desalentador puesto que ninguna raza mágica –ni duendes, ni gigantes, ni hombres-lobo- parecía dispuesta a ponerse de su parte.

-Es igual, tenemos que seguir intentándolo –apuntó Lupin-, no es posible que todos se pongan de parte del enemigo, seguro que alguien nos apoya.

-Esa es sin duda la actitud –aprobó Dumbledore-. Continuaremos con nuestras respectivas misiones.

Nadie (o casi nadie gracias a Bellatrix) sabía cuál era la misión del director, pero todos asintieron. Con un clima de desánimo generalizado se organizaron para seguir con sus reclutamientos y abandonaron la sala de reuniones. Justo cuando llegaron al amplio recibidor de la Mansión, la puerta se abrió.

Entró un hombre alto, musculoso, de pelo rubio oscuro, ojos verde avellana y porte distinguido. Era sin duda atractivo, elegante y había en su expresión un aparente desinterés por cuanto le rodeaba. En cuanto entró, los miembros de la Orden empezaron a exclamar y a apuntarle con sus varitas.

-¿¡Qué haces tú aquí!? –espetó Sirius.

-Es mi casa –respondió el recién llegado con calma- y la verdad es que jamás pensé que pudiese acoger a gente de tan paupérrima clase...

Barrió la sala con la mirada en una actitud despectiva que bastó para provocarlos. Iban a empezar los ataques cuando apareció Bellatrix indignada por los gritos. Abrió la boca con incredulidad al descubrir al intruso. Tardó unos segundos en reaccionar, pero finalmente exclamó con los ojos muy abiertos: "¡Rod!". Sin dudar echó a correr hacia él.

La expresión del hombre cambió radicalmente. Dibujó una cálida sonrisa y con ojos brillantes la estrechó entre sus brazos. "Te he echado de menos, ma belle" murmuró. Ambos susurraron cosas al oído del otro sin separarse y estuvieron así largos segundos. El resto los contemplaban atónitos sin saber qué decir. No se atrevían a enfrenarse a Lestrange si tenía a la mortífaga de su parte. Además era la bochornosa realidad: estaban en la mansión de Bellatrix que Rodolphus reformó para ella. Los que sobraban eran ellos. Al final fue Moody quien interrumpió el reencuentro:

-Esto es precioso, no lloro porque se me oxida el ojo. Pero ambos tenéis celdas con vuestro nombre en Azkaban, una cosa es perdonarla a ella porque...

-Ni te atrevas a insinuarlo –advirtió Bellatrix girándose y colocándose delante de Rodolphus-. He sacrificado mi vida por ayudaros, no sabes bien hasta qué punto, y encima ahora estáis viviendo en mi casa y utilizándola como sede de vuestro patético club de frikis. Así que si no queréis convivir con Rod y conmigo no habrá ningún problema, ahí tenéis la puerta. Pero os aseguro que mi marido no se va a marchar.

Hubo débiles protestas porque el tono apasionado de la mortífaga no dejaba opción a réplica. Dumbledore observó la escena en silencio como si, de nuevo, aquello le divirtiera. "Claro, te vas a morir, cuanto más lío nos dejes aquí más te entretienes, cabrón" pensó Sirius con fastidio. Finalmente el director intervino y le preguntó a Rodolphus con amabilidad por el motivo de su visita. Tras mirar a su mujer para ver si estaba de acuerdo con que respondiera, el mortífago confesó:

-Hace unas semanas el Señor Oscuro nos liberó de Azkaban... otra vez. Siempre he estado de su parte, basta miraros a vosotros para ver que su causa es justa... -comentó con sarcasmo ante los furibundos invitados- Él creyó que encontraría a Bella en la prisión y como no fue así, está desesperado. No sabe qué le ha pasado, daba por hecho que la habíais capturado, pero ahora está empezando a sospechar que quizá le ha traicionado. Ayer se le ocurrió que pese a que siempre hemos fingido tener mala relación, igual yo sabía dónde está mi esposa. Quiso obligarme a revelar lo que supiera... Así que he tenido que huir para no delatarla, no me pienso arriesgar a que te suceda algo.

Terminó mirando a su mujer que le contemplaba con ojos chispeantes de la emoción. Sin decir nada le besó y le dedicó una sonrisa que aunque fue pequeña Sirius se dio cuenta de que jamás había envidiado algo tanto. El resto empezaron a mascullar y a cuchichear entre ellos. No les hacía ninguna gracia convivir con otro mortífago. El director comentó:

-Creo que podemos convenir que Rodolphus ha hecho lo mejor para todos... Si hubiese delatado a Bellatrix fácilmente habríamos recibido otro ataque. Bellatrix no quiere formar parte de la Orden y comprendo que tú menos aún. No te exigiremos fidelidad a la causa para no entregarte, Rodolphus, pero ¿puedo confiar en que a tu mujer sí que le serás fiel, que no nos delatarás y respetarás su decisión de ayudarnos?

Sirius miró a Dumbledore con rabia. En la próxima reunión tenía que proponer un cambio de líder, aquel hombre ya chocheaba... De todas las cosas que podría exigirle a Rodolphus, lo que le había pedido era que le fuese fiel a Bellatrix. El animago no acertaba a comprender por qué eso le molestaba tanto. Notó que a su lado Marlene sentía idéntica rabia, lo mismo Moody. El resto parecían más desconcertados que otra cosa. Agradecían que estuviese presente el todopoderoso Dumbledore y no tener que ser ellos quienes gestionaran la situación.

-Por supuesto –respondió Rodolphus lentamente-. Siempre he respetado la voluntad de Bella. Si ella os permite quedaros aquí... En fin, peores compañeros he tenido... creo.

Bellatrix soltó una carcajada y su marido la abrazó de nuevo. Dumbledore le estrechó la mano al mago y asintió mirándole a los ojos. El resto de la Orden tuvo que aceptar que en los últimos meses no les había ido mal y cuantos más seguidores le robasen a Voldemort, mejor. Así que quienes no vivían ahí se marcharon por fin. No hubo espacio a la incomodidad entre los residentes en la Mansión Black, puesto que de inmediato Bellatrix tomó de la mano a su marido y desapareció con él.

-Qué mala educación... -murmuró Tonks para romper el silencio- No me ha presentado a mi tito.

Su padre, Lupin y Harry forzaron una sonrisa, Sirius y Marlene se retiraron a su habitación para despotricar contra el recién llegado. Aún así en los días siguientes quedó demostrado que no era difícil convivir con los Lestrange. Bellatrix seguía tan ausente como siempre y Rodolphus mostraba un desinterés aún más grande que el de su mujer. Solía pasar horas leyendo en la biblioteca o en alguno de los salones, pero procuraba ignorar a cualquiera que se cruzase en su camino.

-Es insoportable –masculló Sirius una noche que lo vio pasar por el pasillo.

Harry, sentado en el sofá junto a él, frunció el ceño.

-¿Por qué? Es simpático –comentó el chico-. El otro día estaba practicando pociones y me comentó con toda tranquilidad que o removía la mezcla en dirección contraria o haría estallar la habitación. Si no me llega a avisar hubiese sido una muerte muy estúpida...

El animago resopló con fastidio pero no supo qué objetar.

-Y es evidente que se lleva bien con Bellatrix, así que...

-Estoy seguro de que lo fingen, no descarto que sea todo parte de un gran plan de Voldemort –murmuró Sirius.

-No creo... ¿Te has fijado en su aspecto? También es muy guapo.

-¿Eres gay, Harry? –preguntó Sirius mirándole- Te voy a aceptar igual pero...

-¡No! ¡Me refiero a que es imposible que haya estado en Azkaban! Es evidente que Bellatrix le sacó y dejó a cualquier criatura en su celda. Rodolphus probablemente invertiría esos años en reformar y proteger esta casa para quedarse con Bellatrix. Como se supone que la Mansión Black fue destruida aquí no los buscaría nadie.

El animago cerró la boca asombrado por su reflexión. Sin duda el chico le había dado vueltas a esa idea, porque tenía mucho sentido. Tuvo que aceptar que debió ser así. Cuando Harry se marchó a la cama él se quedó en el salón bebiendo. Cada vez pasaba más horas así: sentado junto a la chimenea con un vaso de whisky con la mirada perdida mientras procuraba no pensar en nada.

-Ah, eres tú.

Fueron tres palabras y aún así se las ingenió para que sonaran despectivas. Aquello sacó a Sirius de su ensoñación. Contempló como su prima abría el armario en busca de su propia botella y se sentaba en su asiento favorito junto al ventanal.

-¿Qué, ya te has cansado de tu maridito? –comentó Sirius burlón.

Ella se giró brevemente para dedicarle una mueca de desprecio.

-No me gusta molestarle cuando tengo insomnio, Rod duerme muy bien.

-Porque no sabe con quién está casado.

Bellatrix le miró con rabia. Sirius creyó que iba a insultarle pero su expresión se relajó y supuso que exclamaría que su relación conyugal era idílica. Entonces Bellatrix dibujó una sonrisa y volvió su vista hacia la ventana. "¿Qué?" espetó Sirius molesto al verse ignorado. La bruja no respondió ni dio muestras de haberle escuchado. Él se levantó y se acercó al ventanal. Se la quedó mirando fijamente hasta que su prima comentó:

-Entiendo que estés celoso, Rod tiene lo que tú nunca podrás tener.

-¡Por Merlín, vaya estupidez! –se burló él- Lo último que querría es estar casado contigo.

La bruja le miró con una sonrisa torcida.

-Yo no he dicho nada de casarte conmigo. Me refería a tener varias mansiones, castillos, buen estatus, un físico de campeón de quidditch... Pero es bueno conocer tus prioridades.

Sirius apretó la mandíbula con irritación. Por unos segundos no supo qué contestar. Al final le pudo su orgullo y decidió jugar sucio:

-No recuerdo que comentaras nada de su espectacular físico cuando celebramos nuestra particular Navidad.

-No sé de qué me hablas -respondió ella sin alterarse.

-¿De la de horas que pasaste gimiendo "¡Joder, Siri, justo ahí!"?

-No recuerdo esa conversación... ¿Qué estábamos haciendo, limpiar la caseta de los elfos?

-¡Sí, claro! –ironizó él- Desnudos mientras nos lamíamos hasta el alma.

Bellatrix se encogió de hombros y comentó:

-Es comprensible que tengas sueños eróticos con tu prima, siempre has sido un pervertido. Pero hazme el favor de guardar un mínimo de buen gusto y no compartirlos conmigo.

Que insinuara que todo había sido una fantasía suya sulfuró por completo a Sirius. Sabía que lo hacía con ese propósito, pero eso no reducía su indignación. Y por desgracia no era por los motivos habituales... No le molestaba que menospreciara sus aptitudes como amante (estaba muy seguro de sí mismo), sino que pretendiera olvidar la noche de conexión íntima y profunda que vivieron juntos. Él había intentado no volver a pensarlo, casi logró convencerse de que fue solo sexo. Solo que no lo fue: esa noche hubo magia de verdad y a Bellatrix parecía que le daba igual.

Sin poder contenerse la agarró del brazo y la obligó a levantarse. La bruja le miró sorprendida e iba a protestar cuando Sirius le espetó con una mezcla de desprecio y pasión:

-Quizá así tu preciosa cabecita recuerde algo.

La besó sin darle opción a rechistar. Bellatrix respondió pero enseguida le apartó de un empujón. Eso hizo dudar a Sirius que la miró ligeramente avergonzado por su arranque. Con aquel gesto reafirmó quién seguía ostentando el poder y eso tranquilizó a su prima que volvió a besarle. Antes de darse cuenta estaban en el sofá completamente desnudos.

-¿Estás segura de...? –empezó Sirius.

-Cállate y dale a mi preciosa cabecita algo para recordar –respondió ella mordisqueándole el cuello.

Su primo no necesitó más y cumplió su voluntad. Cuando terminaron, agotados y jadeando, se quedaron unos segundos en silencio. Después, sin decir nada, cada uno se marchó a su habitación. 

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