Capítulo 1
Nota: Esta historia comienza al principio del sexto libro, hasta entonces es canon. Bellatrix y Sirius tienen 36 años. Ojalá os guste y me hará muchísima ilusión leer vuestros comentarios. ¡Muchas gracias por vuestro apoyo, sois mejor que un patronus!
::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
La noche caía oscura y angustiosa sobre Privet Drive. Pese a ser julio, todo Londres parecía sumido en una pegajosa melancolía, con un tiempo inusualmente frío y una serie de catástrofes que se sucedían. Puentes que estallaban, aviones que caían, tornados, asesinatos, desapariciones... Hasta los muggles notaban que algo ocurría, el gélido viento les susurraba la tragedia. Pero al chico de cabello alborotado y ojos verdes que contemplaba el techo sin lograr conciliar el sueño le daba igual. Desde que dos meses atrás perdió a su padrino, casi todo le daba igual.
Sí, ahora los Dursley le trataban mejor –le dejaban en paz, que era lo máximo a lo que aspiraba– por miedo a los miembros de la Orden. También recibía cartas de sus amigos y la promesa de ir pronto a la Madriguera. Además, el mundo reconocía por fin que tenía razón respecto al regreso de Voldemort y estaban tomando medidas (aunque todo pareciera insuficiente). Y aún así, le daba igual. ¿Qué más daba todo si Sirius, la única familia que había conocido, se había ido para siempre?
Sin embargo, una pequeña parte de él pugnaba por salir a flote: su padrino, al igual que sus padres, no merecía que se rindiera. No querrían verlo hundido y sin esperanza. Dieron su vida por él, debía luchar por ellos: se lo debía. Pero quizá aún era pronto para que esa valerosa parte de su alma venciera al duelo. Sacudió la cabeza e intentó conciliar el sueño pese al carrusel de pesadillas en que se habían convertido sus noches.
Poco duró el intento: una tormenta eléctrica le sobresaltó. Había empezado de repente, sin llovizna previa, atacando directamente con truenos y relámpagos. Tenía la ventana abierta porque Hedwig había salido de caza, así que no se atrevía a cerrarla. Pero como siguiese lloviendo a ese ritmo, pronto podría remar sobre el colchón. Le dio rabia que aún le faltase un año para poder utilizar la magia fuera del castillo, le hubiesen venido bien varios encantamientos...
En hechizos meteorológicos pensaba cuando le pareció ver algo. Se puso las gafas y distinguió entre el aguacero a un extraño pájaro. Era enorme, mayor que un cisne, azul claro casi como el hielo y con una larga cola. Parecía que la tormenta surgiera directamente del batir de sus alas y aún así, se fundía perfectamente con el aguacero. De no ser por su entrenamiento divisando la snitch, no lo habría distinguido. Aquel pájaro no podía ser común... Le sonaba haberlo visto en el libro de "Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos"...
Corrió hacia la ventana y observó el panorama. El vecindario se había quedado a oscuras. Pese a que esa noche había luna de sangre, los oscuros nubarrones la ocultaban casi por completo. Solo los relámpagos iluminaban la escena. En uno de esos fogonazos, descubrió de nuevo al pájaro. Había descendido hasta posarse sobre un brazo extendido. Había alguien en la calle, inmóvil bajo el aguacero. Harry forzó la vista. La silueta parecía femenina y por la capa con capucha dedujo que no era muggle. Pero él era el único mago en Little Whinging.
–Será un auror... –murmuró.
Sospechaba que seguían vigilándole para asegurar su bienestar, pero nunca había visto a nadie de los que hacían las guardias. La discreción era fundamental. Pensó que quizá era Tonks o algún otro auror... Aunque ninguno se aparecería ahí con un ave más grande que Fawkes para quedarse inmóvil en medio de la calle. Era un peligro en un vecindario donde todos eran muggles que espiaban por encima del seto. A menos que...
–¡Mortífagos! –exclamó con terror.
A ellos les daba igual causar problemas con el Estatuto del Secreto. Desde que había quedado manifiesto el regreso de Voldemort, no hacían más que demostrarlo. Intentó calmar su respiración: esa casa estaba protegida y no podían tocarlo. Aunque supieran que vivía en Privet Drive, les sería imposible acceder al número cuatro. Además, en caso de que se tratarse de un mortífago, los aurores que vigilaban se habrían lanzado a detenerlo.
–Muy hábil tendría que ser para deshacerse de...
No terminó la frase porque en ese momento otro relámpago iluminó a la figura que se alejaba con lentitud. Harry no supo qué fue: el movimiento del brazo con el que lanzó de nuevo al ave, la seguridad que exudaba al caminar o la magia oscura que parecía envolverla como una segunda capa... Pero algo dentro de él se removió. Se puso los vaqueros a toda velocidad, agarró su varita de debajo de la almohada y salió de casa intentando no despertar a los Dursley. Era una temeridad absurda que fácilmente podría costarle la muerte. Pero ya no le importaba, quizá así se reuniría por fin con su familia.
Ya en la calle pensó que hubiera estado bien coger también la capa de invisibilidad... Pero no podía desperdiciar más tiempo y arriesgarse a perder a la mujer. Entre la oscuridad y la intensa lluvia no la distinguía, pero aún así echó a correr en la dirección en que la había visto marchar. Lo más probable era que fuese una trampa y se encontrase ante Voldemort...
–Qué más da, si al final vamos a tener que matarnos... –masculló oteando el panorama.
Desde que conoció la profecía que ligaba su supervivencia a la muerte de Voldemort ya no le veía tanto sentido a escapar del mago oscuro. Si tenían que enfrentarse, cuanto antes mejor.
No se veía a nadie en Privet Drive: ni vecinos, ni aurores, ni la misteriosa figura. Hasta que descubrió la cola del inmenso pájaro aventurándose por la calle Magnolia. Corrió hacia él intentando ser sigiloso. Alcanzó el callejón en el que vio por primera vez al perro negro que resultó ser su padrino y donde el año anterior le atacaron los dementores. Ahí estaba, la misma figura femenina, de espaldas y de nuevo con el ave sobre su brazo.
Harry ni se lo pensó. Alzó la varita y exclamó:
–¡Desma...!
No pudo terminar. Con un batir de alas, el ave lo propulsó hacia atrás y su varita salió disparada. La atrapó con el pico y se la entregó a su compañera.
–Vaya, vaya, bebé Potter... ¿Pensabas usar magia siendo menor? Creía que el viejo Dumbledore te había enseñado mejor...
–¡Usted! –exclamó el chico con odio– ¿¡Qué, qué...!?
Se detuvo frente a ella con los puños apretados sin saber cómo terminar la frase. No pensaba huir ni mostrar temor. Aún así, miró a su espalda preguntándose cuánto tardaría la persona a la que le hubieran encargado vigilarle.
–No vendrá nadie, me he ocupado del auror. Le ha alcanzado un rayo. Esas cosas pasan...
Su voz era fría y cruel con una nota de diversión. Bellatrix disfrutaba con aquello, alargando el momento en que procediera a torturarle. Harry reparó en lo que acababa de decirle: "¿Por qué ha fingido un accidente y no ha usado una maldición imperdonable?". La respuesta fue esperanzadora: era el único mago de la zona, si ella usaba la magia, pensarían que había sido él y le mandarían una lechuza. Con un poco de suerte, dado que supondría su tercera infracción, igual hasta se presentaba alguien del Ministerio. Tanía que obligar a Bellatrix a atacarle con magia. No parecía difícil.
–¡LA MATARÉ CON MIS PROPIAS MANOS! ¡Pagará por lo que le hizo! –bramó Harry, aún incapaz de pronunciar el nombre de Sirius, mientras se abalanzaba sobre ella.
Antes de poder alcanzarla, el pájaro se interpuso y lo derribó esta vez con sus garras. Harry perdió el equilibrio y se vio tirado en un charco, empapado, y con una furia sin parangón.
–Es un ave del trueno –murmuró la duelista cuando la criatura volvió a posarse sobre su brazo–. Presiente el peligro, es capaz de crear tormentas y huracanes batiendo sus alas y su canto puede inducir locura. Lleva décadas conmigo y si intentas atacarme una tercera vez, te acuchillará con sus garras.
El ave era tan hermosa como letal, quizá por eso eligió a Bellatrix de compañera.
–¿Qué quiere? –le espetó con el coraje que da el verse del todo perdido– ¡Llame a Voldemort de una maldita vez!
–Mi Señor no tiene nada que ver con esto –respondió ella borrando la sonrisa –. Vas a ayudarme con un proyecto personal.
Ahí fue el joven quien casi se echó a reír e incluso decidió tutearla:
–Ya puedes matarme porque te aseguro que...
–Vamos a volver al Departamento de Misterios y vamos a traer a mi querido primo del mundo de los muertos.
Harry se quedó sin habla y el estupor eclipsó a la rabia. Inmediatamente adivinó que se trataba de un truco, una estratagema para llevarlo ante Voldemort. Aunque le pareció una mentira demasiado ridícula, tenía a Bellatrix por una mujer más inteligente... Adelantándose a su pregunta, la morena repitió que aquello no tenía nada que ver con su Señor y que no pensaba darle ninguna explicación.
–¡PERO SI LE MATASTE TÚ! –le espetó el chico– ¿Pretendes que crea...?
–Por eso solo yo puedo volver a traerlo. Y tiene que ser hoy.
–Eso es imposible. Dumbledore me dijo que ningún tipo de magia puede resucitar a los muertos.
–Y yo te dije que el Señor Tenebroso me enseñó las artes oscuras y conozco hechizos con los que tú no puedes ni soñar –recordó la bruja en un susurro siniestro–. Es imposible resucitar a los muertos, pero se puede traer a alguien del velo si se dan las circunstancias...
–¡Mentira! ¡Dumbledore me lo...!
–Le tienes mucha fe al viejo, ¿eh? –le interrumpió Bellatrix con desprecio– ¿Te das cuenta de que si él no se hubiese negado a cumplir la voluntad de tus padres y te hubiese entregado a tu padrino como él suplicó ambos habríais tenido una vida feliz?
Harry abrió mucho los ojos entre la rabia, la sorpresa y el odio. Era cierto. Tras conocer la muerte de los Potter, Sirius le suplicó a Hagrid que le entregara al bebé. Pero siguiendo órdenes del director, el semigigante lo llevó a Privet Drive y Sirius se fue a darle caza a Colagusano. A partir de ahí todo fueron desgracias.
–¿¡Cómo sabes eso!?
La sonrisa volvió al rostro de la bruja al comprobar que había tocado hueso. Harry acababa de reconocer que llevaba años intentando desterrar ese funesto pensamiento.
–Hablaba en sueños, en Azkaban. Lo repetía en bucle: "Dame a Harry, Hagrid, soy su padrino, lo cuidaré..." –se burló ella-. Además sol...
–¡CÁLLATE! –le exigió Harry ahogando las lágrimas de impotencia– ¡¿Por qué crees que te iba a ayudar, por qué crees que me fiaría de semejante...?!
Bellatrix alzó una ceja como retándole a que eligiera un adjetivo. Él no se atrevió. Veía en su rostro la misma expresión burlona y de superioridad que solía lucir Sirius pero mezclada con la crueldad de Voldemort. La mortífaga se acercó a él y le miró a los ojos. En esta ocasión habló con tranquilidad:
–Porque hay una parte de ti... Hay algo dentro de ti que te dice que yo nunca miento y que debes hacerme caso... Hay una parte de tu alma que confía en mí.
Por la curiosidad con que le miraba, parecía como si Bellatrix estuviese poniendo a prueba una hipótesis. El chico notó que aquellas palabras resonaban dentro de él y no eran rechazadas de inmediato. Se horrorizó. Sería debido a su conexión con Voldemort, a que él pudiera meterse en su mente y... Eso le dio una idea. Podía comprobar si realmente el Señor Oscuro tenía algo que ver con ese plan.
–¿Sabes qué? –respondió intentando aparentar calma– Voy a abrirle mi mente a Voldemort...
–¡CÓMO TE ATREVES A PRONUN...!
–... para que vea que estoy aquí contigo, a ver si quiere unirse.
En ese momento, una mueca de terror atravesó las facciones de Bellatrix.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top