CAPÍTULO 4: FELICIDAD
CAPÍTULO 4: FELICIDAD
Blaine y Sam llegaron a casa del primero, iban a pasar la tarde estudiando. La verdad era que el moreno no necesitaba estudiar ese día, pero estaba tan comprometido a ayudar a su novio a aprobar el curso que no le importaba. Al final, tendría la recompensa de que ambos irían juntos a Nueva York.
Nada más entrar, fueron recibidos por la señora Anderson.
–Hola chicos... ¿Qué tal las clases? –Pam preguntó.
–Bien. –Su hijo respondió. Ella no esperaba nada más, hacía tiempo que no le contaba sus problemas. Sabía que desde su salida del armario se había distanciado. Ellos tardaron en asimilar la realidad de su hijo porque no lo esperaban y sabía que por eso el adolescente había cambiado su relación hacia ellos.
–Ya sabes las normas, nada de cerrar la puerta. –Ella añadió.
–Sí, mamá...
–¿Por qué? –Evans preguntó, extrañado porque esa norma no había existido.
–Ahora eres el novio de mi hijo, por lo que no puede cerrar la puerta... Y antes de que protestes como hizo mi hijo, Cooper no podía cerrar la puerta cuando traía alguna chica, sin importar si era o no su novia, así que el que os haya dejado cerrar la puerta hasta ahora podría ser motivo de queja por parte de Cooper. –Pam explicó.
–¡Que sea gay no significa que voy a tener sexo con todos los amigos que tengo! –Blaine dijo indignado.
–Cooper tampoco tuvo sexo con todas las amigas que tuvo, pero todas tuvieron que dejar la puerta abierta. Algún día comprenderás que solo estamos haciendo lo que es justo. Es cierto que al principio nos constó hacernos a la idea de que eres gay, pero eres nuestro hijo y eso no va a cambiar nunca. –La mujer se acercó y le dio un beso en la mejilla a su hijo y acarició la de Sam antes de marcharse. Sabía que enfadarse y gritar no era la solución, necesitaba tener paciencia.
Los adolescentes subieron las escaleras y entraron en la habitación, dejando la puerta abierta como la señora Anderson había pedido. Se sentaron en la cama, con sus espaldas apoyadas en el cabecero. Por mucho que querían estudiar, primero necesitaban relajarse un poco.
–Siento lo de mi madre...
–No es necesario. –Sam lo interrumpió. –Te quiere y es su papel... Mi madre ya tuvo "la charla" conmigo... Cuando venían a casa alguna chica, no me dejaban cerrar la puerta y... Bueno, ya me avisaron que esa norma también tendré que respetarla contigo... –Sam se encogió de hombros. –Además, soy yo el que tiene que disculparse. Siento lo de Mercedes.
–No tienes que disculparte, no es culpa tuya. –El moreno sonrió, su novio siempre hacía eso. No lo presionaba ni intentaba convencerlo de lo que él pensaba. Simplemente le daba su argumento y dejaba que fuera él quien tomara la decisión... Además, le parecía adorable que se disculpara de algo que claramente el no deseaba hacer.
–Pero debí parar antes... –El rubio evitó mirarlo.
–Te sorprendió, es normal que tardaras...
–No es normal, pero como soy idiota yo...
–¡No eres idiota! –Anderson gritó y se movió para arrodillarse frente a su novio, entre sus piernas. Agarró su cara con dulzura, obligándolo a mirarlo a los ojos. –Eres una persona maravillosa y eres inteligente. Confío en ti y me encantan las ideas que tienes. Tienes dislexia, lo que hace que te cueste más estudiar... ¡Pero estás aprobando todo! Cosa que otros que te llaman idiota no pueden decir...
–No sé... –Sam no estaba convencido y Blaine lo sabía, por lo que decidió jugar una carta. Tal vez no era la mejor, pero no se le ocurría qué más decir sin que sonara vacío. –¿Crees que me enamoraría de un idiota?
–¡No! Claro que no... Yo... –El rubio se dio cuenta que su novio había ganado, por lo que sonrió. –¿De verdad crees que no soy idiota?
–No lo creo, lo sé. ¿Has podido ser tú mismo con alguien más además de conmigo? –De pronto, al moreno se le ocurrió como podía disipar esas dudas.
–No...
–Eso significa que has intentado ser otra persona y has invertido toda tu energía en ser quién creías que querían que fueras y no quien realmente eres. Eso es lo que hace que todos te vean así, porque realmente no te conocen... Sólo conocen a la persona que has querido mostrarles... –Anderson sonrió satisfecho cuando vio a su pareja relajarse.
–Gracias...
Los dos se besaron y estuvieron un rato así, compartiendo su amor antes de comenzar a estudiar.
Sam cogió su mochila para irse a su casa. Había sido un día muy productivo y, para su sorpresa, empezaba a creer que podría aprobar el examen de literatura que tanto le preocupaba. Por primera vez en meses, empezaba a creer que podría graduarse con sus compañeros.
Cuando bajaron a la planta de abajo, vieron a los Anderson en el salón, sentados en el sofá. El hombre estaba leyendo un libro mientras su mujer veía un documental en la televisión.
–Hola señores Anderson. –El rubio saludó, no iba a marcharse sin decir nada.
–Hola Sam... ¿Cuántas veces tendré que decirte que me llames James? Y sé que mi mujer también prefiere que la llames Pam. –Blaine miró a su padre como si le hubiera salido otra cabeza. Después de más de un año de relación con Kurt, no había conseguido que su padre tuviera una conversación con él. Sólo se dirigía hacia él para ser educado, pero nada más.
–Lo siento, la costumbre... –Evans se sonrojó un poco.
–¿Te vas ya? –El mayor preguntó.
–Sí, ya casi es la hora de la cena. –Sam respondió.
–¿Tus padres estarán en casa o trabajando? –James cuestionó. Blaine iba a decir algo porque le parecía que estaba interrogando a su novio, pero el rubio le agarró de la mano y se adelantó a hablar.
–No, mi padre trabaja de noche, pero mi madre ya habrá llegado a casa.
–En ese caso, tus hermanos no necesitan que los cuides... ¿Quieres quedarte a cenar?
–Claro... –Evans miró a su novio, que parecía sorprendido.
–Sam, cariño... ¿Quieres ayudarme con la ensalada? Quiero preparar algo que te guste, sé que ya no quieres ser modelo, pero sé que sigues queriendo cuidar tu cuerpo... –Pam buscó esa excusa porque sabía que padre e hijo querían hablar. Tal vez podía ser el momento de que todo en su familia se solucionara... Como si no tuvieran motivos suficientes para adorar a Sam.
Cuando los dos fueron a la cocina, Blaine se volvió para mirar a su progenitor.
–¿Qué ha sido eso? –El joven quiso saber.
–¿El qué? –El padre miró a su hijo con fingida ignorancia.
–¿Por qué has invitado a Sam a cenar? –Blaine insistió.
–Porque es tu novio y quiero pasar tiempo con él... ¿No quieres eso? –El adulto se mantuvo tranquilo.
–Claro que lo quiero... Es sólo que... Con Kurt... –El adolescente comenzó, pero el mayor lo interrumpió.
–Kurt no me gustaba para ti. Tengo la sensación de que no estaba enamorado de ti... Creo que se sentía más atraído por el hecho de que eres abiertamente gay, que tienes éxito y dinero que por como eres... Y la primera muestra es que te cambió. Con Sam eres tú mismo y veo que te quiere... Y eso es lo que quiero para mis hijos, sea con un hombre o con una mujer... Y no solo hablo en mi nombre, tu madre se siente igual.
–Gracias papá.
Blaine se abrazó a James, sintiéndose un poco tonto... Se dio cuenta de que después de contarle a sus padres que era gay, pasó poco tiempo hasta que sufrió la agresión. Sus padres apenas habían tenido tiempo para hacerse a la idea cuando se encontraron con su hijo en el hospital. Después de su traslado a Dalton, Kurt tardó poco en aparecer y a partir de ahí confundió el desagrado de sus padres hacia el que era entonces su novio por un desagrado a su homosexualidad. Se prometió a sí mismo trabajar para arreglar su relación con sus padres antes de marcharse a Nueva York.
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