Una dálmata de manchas rojas
(Intento dedicarla y wattpad no me deja, así que aquí va: Porque la vida siempre nos sigue dando motivos para reír, aun a costa de nosotros mismos. Mi valiente guerrera para vos... @Natamarsol)
Vida: Mil millones ochocientos treinta y cinco mil quinientos y sumando...
Nata: Un número entre uno y cinco... creo.
Ser yo no es sencillo, a veces es muy pero que muy difícil ser yo. Haciendo a un lado que tengo mis ataques de Drama Queen (Como cuando el protagonista de lo que leo o miro se porta como un idiota y hace sufrir a la chica y de paso a mí) lo cierto es que la vida se ha portado muy perra conmigo, en este juego voy perdiendo por mucho.
¿Qué haces cuando la vida te acaba de asestar otro pequeño y certero golpe o mordida en todo caso? Llamas a una amiga ¿verdad? se supone que eso te hará sentir mejor ¿verdad? entonces ¿Por qué quiero asesinarla ahora mismo?
- ¡Dios! Pareces un dálmata. – Decía "mi amiga" Phoebe de rodillas sobre mi cama casi encima de mí observándome con la curiosidad que tendría un chiquillo de cinco años y no una mujer adulta.
- Los dálmatas tienen manchas negras. – Gruñí. – ¡Estos son ampollas o granos o qué rayos sé yo!
- Deja de gruñir o te parecerás en serio. ¡Ey! No me muestres tus colmillos, quieta. No son ampollas en todo el sentido de la palabra, son como manchitas rojas– Se sentó sobre sus piernas aun encima de mi cama y vi que apretó los labios con fuerza.
- Adelante – La animé sabiendo lo que pasaba.
- No, está bien. – Dijo en un suave murmullo y no es que ella sea suave en nada, es que por la forma en que apretaba los labios no salían sonidos demasiado audibles.
- Hazlo. – Si no, esa mujer explotaría.
- No debería... - Expresó dudosa y vi como empezaba a ponerse roja.
- ¡Que lo hagas maldita sea! – Exploté y ella empezó a reír como si se le fuera la vida en ello.
Quince minutos después.
Sí, quince ¡quince! Phoebe por fin había dejado de reír.
- Lo siento. – Decía aun limpiándose las lágrimas. – Fue inevitable.
- Claro. – Refunfuñé cruzándome de brazos molesta.
- ¿Debería recordarte cuanto te reíste de mí aquella vez? Rodabas por mi cama apretándote el estómago muriéndote de risa. Y debo decir también que tu receta esa del ajo fue la que me puso en ese pésimo estado.
- ¡Jamás dije que triturarás el ajo! Era la cascarilla y solo. Además yo no te mandé a servir de cupido para esa parejita.
- Tenía que ayudarle al novio con su propuesta de matrimonio. – Phoebe se encogió de hombros.
Como si el ser devorada por miles de moscos que le dejaron sus respectivas ronchas mientras ayudó a esa propuesta hubiera valido la pena. Bueno, al menos no se habían divorciado esos dos. Lo malo es que ella tenía una entrevista de trabajo al día siguiente de dicha ocasión y le recomendé que se pusiera cascarillas de ajo y la boba se puso el ajo, llegó apestando obviamente.
- Pues a pesar del pésimo estado en que según yo te dejé, conociste al que es el amor de tu vida ¿no?
- Mi Ángel. – Dice con un suspiro y derritiéndose. Ruedo los ojos. Se levanta de inmediato. – Me llamaste la momia de Ramsés II ¿tú que serías ahora eh? – Dice maliciosa y veo que saca su celular.
- ¡Ni se te ocurra! – Grito y enseguida iniciamos una lucha, ella intentando tomarme una foto y yo intentando quitarle el teléfono, el cuál de pronto sonó y aproveché a arrebatarle. - ¿Hola? – Contesto y con un ágil movimiento me siento encima de mi amiga que queda boca abajo y que lucha por librarse.
- Has subido de peso. – Me dice y con una mano le entierro la cara en la cama. – ¡Ay! –Llega su grito amortiguado.
- Ah, Ángel eres tú. Sí aquí está. Intentaba matarla, pero me has aguado la fiesta. –Oigo las risas del novio de mi amiga quien luego pregunta como sigo. – Sigo igual pero no empeorando... creo. – Phoebe empieza a moverse como potro salvaje y logra tirarme, tomando su teléfono en el acto.
- Hola amor, parece un dálmata.- Dice de inmediato y yo le tiro una almohada a la cabeza.
Una hora después.
- No te pregunté si querías ir, es que vamos a ir. – Dice Phoebe.
- Es feriado, no hay nada abierto. –Gruño tapándome con la sabana la cabeza.
- Dónde te llevo sí que estará abierto.
- Todo está cerrado. –Insisto desde la precaria seguridad de mi cama.
- No puedes seguir así. Lo que tomas no ha hecho efecto. No vamos a esperar a que haya un consultorio disponible. Además donde iremos te digo que está abierto. Es amigo de Ángel, se conocieron cuando fue a hacer ese seminario de marketing.
- ¿Me llevas a un médico o a un Licenciado en Mercadotecnia? – Me destapo y me siento mirando con sospecha a mi amiga. - ¿Me quieren para un comercial sobre una crema o algo así?
- Serás boba... aunque viéndolo así, podemos sacar provecho de tu situación. – Dice pensativa y lamento no tener algo más pesado que una almohada para aventarle. Se ríe al ver mi expresión asesina.
- Contigo no me fío en serio...
- Ángel se sentía mal del estómago esa vez, por algo que comió. Ya sabes toda esa comida picante asiática. Tuvo una leve reacción alérgica. Le recomendaron a Leo quien es un médico de medicina oriental, todo natural y súper efectivo. Ángel dice que jamás se había recuperado tan rápido de una enfermedad y aparte se sintió con mucha energía, pese al cambio de horario y todo eso.
- ¿Vas a llevarme hasta China para que me cure el mentado Leo ese? – Le digo estupefacta. Esta vez una almohada me golpea a mí en la cabeza.
- Creo que las manchas esas te penetraron el cerebro ¿me dejas continuar?
- Adelante. –Le dijo enfurruñada.
- Leo es aparte un hábil cirujano, le invitaron a dar cursos, seminarios y ponencias y todo eso sobre las nuevas técnicas que él usa para evitar pérdidas innecesarias de sangre, creo que inventó un aparatito...
- Ve al grano por Dios. –La apremió al ver como divaga.
- Ah sí, pues está aquí desde hace un mes y como es médico especialista también en medicina oriental pues ha atendido a algunas personas pero solo por recomendación, es el amigo de Ángel del que tanto te he hablado y tú ni caso me has hecho.
- He estado ocupada...
- Sí, con tu nuevo negocio de muebles decorados a mano. Lo sé perfectamente, así como sé que has trabajado tanto que mira, enferma por ello. –Me reprocha.
- No sabía que tendría una reacción alérgica a uno de los materiales que uso para decorar en los muebles.
- Tienes un empleado ¿Por qué no lo pusiste a él?
- Porque la que pinta y hace los dibujos por los cuales me ha ido tan bien últimamente soy yo y dudo mucho que Aura sepa escribir correctamente, mucho menos la pondré a dibujar. – Aura es una adolescente que simplemente toma recados y atiende el teléfono, está a tiempo parcial y solo cuando tengo demasiadas cosas que hacer.- Además he usado ese producto siempre, no entiendo qué pasó ahora.
- Tu piel se cansó. Trabajas demasiado. Vamos, ponte algo decente e iremos a ver a Leo.
- No iré a ver a un chino a que me ensarte pinchos. –Digo y me atrinchero en la cama.
- No es chino. – Dice Phoebe mientras tira de la sabana con la que me cubro.
- Japonés, tailandés... lo que sea ¡No iré!
- Tampoco es nada de eso.
- ¿Vietnamita entonces? – Insisto bajo el refugio de la sabana.
- Es una mezcla, una que hace que las chicas volteen a verlo, las mujeres se le lancen y las ancianas lo quieran por lo menos de nieto.
Eso hace que saque la cabeza de mi escondite.
- ¿Una mezcla?
- Inglés por parte de padre y coreano por parte de madre. El resultado es digno de verse... Créeme.
Me siento en la cama y escucho con interés, estoy enferma es cierto. Pero, la cultura asiática siempre me ha llamado la atención, un día iré y recorreré todo lo que pueda ese continente. Lo curioso es que últimamente los asiáticos los he visto desde otro ángulo, bueno, no últimamente, tengo años viéndolos con ojos lujuriosos (No a todos, que no estoy ciega, solo a los buenorros que los hay y muchos) ¿Qué donde los veo? Bueno, en películas, videos de música y doramas... sí, soy una friki, una calladita (Excepto con quienes comparten mis gustos) pero friki. Debo añadir que mi preferencia va hacia un pequeño país, que no es Japón, que no es China, es Corea...
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