Capítulo 9: Espionaje
Itachi observó con diversión aquel rostro enfadado del rubio. Sabía que había sido un riesgo darle aquello, pero también le excitaba el riesgo y ese chico no era capaz de negarse a algo con tal de salirse con la suya. Tantos chiquillos habían pasado por su prisión y sin embargo... Deidara parecía un mundo diferente pese a que tenía toques parecidos al resto. Itachi conocía muy bien cómo funcionaban esos adolescentes y Deidara no era una excepción. Arrogante, creyendo que podía lograrlo todo en la vida jugando bien sus cartas, creyendo en una lejana esperanza de estar fuera de esa prisión y dar un giro a su vida, o simplemente... de no volver a ser pillado en sus engaños, pero al fin y al cabo... Itachi sabía muy bien que sólo eran sueños y un día la realidad le golpearía con fuerza demostrándole que no todo se consigue trabajando duro y engañando al resto para poder lograr sus objetivos. Su hermano Sasuke tenía razón en algo... Deidara acabaría muy mal si seguía metido en la banda y todo policía de Tokio conocía perfectamente cómo terminaban esos chicos. Había un precio muy alto para salir de la banda, tu vida.
- No sabía que te iban esta clase de jueguecitos – sonrió Deidara cambiando su rostro de enfado, notando la vibración dentro de él.
- A mí me van muchos juegos – le sonrió Itachi – espero que tengas información útil que compartir conmigo.
- ¿Qué quieres saber? – preguntó Deidara.
Itachi se movió hacia su mesa y sacó un folio del cajón. Con sus dedos sobre él, lo deslizó por la madera hasta enseñárselo a un sorprendido Deidara que esperaba ver algo y sin embargo... sólo veía un folio normal y común. Itachi cogió uno de los bolígrafos del cuenco circular de su escritorio y lo dejó sobre el folio.
- Quiero que escribas todos los nombres de los secuaces de Sasori aquí dentro.
- Sí, claro – sonrió Deidara – primera, que no conozco a todos, llegué ayer – le aclaró – y segunda... si hago eso, estoy muerto. Nunca le han delatado, si haces algo contra ellos, sabrán que hay un topo y yo soy el nuevo. Atarán cabos y sabrán que soy yo el que les está vendiendo.
- ¿Quién ha dicho que voy a hacer algo? – preguntó Itachi con una sonrisa – sólo quiero saber las personas concretas en las que no puedo fiarme porque están comprados por él. No voy a hacer nada. Eres muy valioso para mí, Deidara – comentó Itachi acariciando con suavidad la mejilla del menor.
Sabía de sobra que las palabras bonitas y de valía era suficiente para convencer a cualquier niño solitario siempre y cuando éste buscase la aprobación de alguien. Ese chico sólo quería sentir que valía algo, que era importante y eso era la especialidad de Itachi. Puede que sólo quisiera pillar a toda la banda, era posible que Deidara acabase mal con todo aquello, pero para Itachi, sólo le servía ese chico mientras pudiera darle la información que quisiera, algo que Deidara aún no podía ver pese a ser un chico listo.
- No intentes convencerme de esa forma – apartó Deidara la mano de Itachi – yo no soy como el resto de los chiquillos con los que has tratado, no puedes convencerme con una leve caricia y una bonita sonrisa.
Por un segundo, Itachi se quedó atónito. Generalmente aquello funcionaba siempre. Eran chicos perdidos que buscaban reconocimiento, pero había algo raro en Deidara, algo diferente pese a ese sonrojo que tenía. Estaba claro que las palabras habían hecho el efecto deseado, se había ruborizado pero... era como si su mente se rehusase a creerlas.
- Sólo te soy útil ahora, sólo quieres a la banda, no a mí – le aclaró Deidara enfadado – y me parece bien, pero deja de mentir. No vuelvas a decirme que soy importante para ti, porque no es cierto. La información que puedo darte es lo único que te importa.
- Dei... - intentó pronunciar su nombre, pero Deidara le cortó.
- Da igual, lo sabía desde que empezó este trato. Yo nunca le he importado a nadie, sólo queréis lo que os puedo ofrecer. Pain quería chantajear y extorsionar gracias a mi cuerpo, tú sólo quieres la información, estoy acostumbrado a ello, no pasa nada.
Itachi quiso decir algo pero no era capaz de encontrar las palabras adecuadas para una situación como aquella. No sabía cómo consolar a un chico que parecía inconsolable.
- Mientras me des mi libertad, me da igual lo que quieras – le dijo Deidara escribiendo algunos nombres en el folio en blanco, pese a que paraba varias veces tratando de pensar cómo se escribía.
Aquello fue evidente para Itachi. Iba tan lento como podía ir un niño de primaria al que acaban de enseñarle a hacer las primeras letras. Sus ojos se abrieron como platos al darse cuenta de lo evidente, era cierto que nadie se había preocupado por ese chiquillo.
- No te enseñaron a escribir – susurró Itachi.
- Me enseñaron lo justo – dijo Deidara tratando de recordar la siguiente letra.
- Demasiado justo – le dijo Itachi – creí que les interesaba alguien culto para poder seducir a los clientes.
Deidara sonrió como si aquello tuviera mucha gracia. Realmente ese chico, pese a sus grandes estudios y su profesionalidad y experiencia como policía, no sabía realmente nada del funcionamiento interno de las bandas.
- ¿Te crees que era una puta de lujo o qué? – preguntó Deidara – sólo era un cebo. Me enseñaban lo justo para que pudiera hablar con los clientes, no tenía que escribir ni que leer, sólo memorizar las noticias más llamativas para tener temas de conversación. Sólo necesitaba saber cómo seducir a alguien – le dijo acercándose hacia Itachi, rozando sus labios con los del moreno mientras acercaba el bolígrafo con el papel de nuevo hacia la mano inmóvil que Itachi había dejado en la mesa – aquí tienes tus nombres.
Durante unos segundos, ambos se miraron fijamente, pero cuando Deidara quiso marcharse, Itachi agarró con fuerza su muñeca y lo empujó de nuevo hacia él, atrapando sus labios entre los suyos y tumbándole sobre la mesa mientras presionaba el interruptor del mando que llevaba en la otra mano. El aparato que Deidara se había introducido en su celda empezó a vibrar una vez más con tanta violencia, que no pudo evitar gemir, regalándole a ese moreno sus mejores gritos, gritos que Itachi se ocupó de ocultar con su pasional beso.
- Ayúdame con esto – escuchó a Itachi observando cómo con la mano libre, subía la bolsa en la mesa y la dejaba junto a Deidara.
- ¿Has traído más juguetes? – preguntó Deidara con una leve sonrisa.
- Claro que sí. Desnúdate.
Itachi buscó entre los diferentes artilugios hasta dar con una funda para el pene. Deidara observó aquellas diversas formas que casi daba la sensación de ser pinchos pese a que no dolían cuando Deidara pasó la mano.
- ¿Nunca lo habías visto? – preguntó Itachi.
- No me acostaba con gente tan morbosa como tú – sonrió Deidara.
- Entonces conmigo vas a probar cosas nuevas.
De la bolsa, Itachi también sacó un arnés que captó la atención de Deidara al instante. Itachi le ordenó darse la vuelta, quedando tumbado sobre la mesa mientras con los dedos sacaba aquel aparato que no paraba de vibrar y le introducía el consolador incorporado en el arnés. Deidara suspiró al sentir cómo aquel aparato entraba en él ocupando el hueco donde antes había estado el otro aparato vibrador.
- Esto va a gustarte – le sonrió Itachi cogiéndole de la cintura para dejarlo sentado de frente a él y abrochando así el arnés a su cintura mientras metía el miembro del rubio por los tres anillos.
- No sabía que te gustaba tanto estas cosas.
- No has visto nada de mí, chico. Estos anillos harán que tu eyaculación se retrase más.
- No necesito retrasarla, no eres capaz de darme tanto placer.
- Créeme... hoy vas a necesitarlo – sonrió Itachi.
Deidara sonrió al ver aquella sonrisa orgullosa del moreno. Siempre creía que podía salirse con la suya y en parte, esa seguridad en sí mismo era una de las cosas que llamaba la atención del rubio. Ambos eran igual de descarados, igual de manipuladores, quizá igual de mentirosos con tal de obtener sus objetivos.
La pierna de Deidara se enrolló a la cadera de Itachi atrayéndole hacia él mientras el moreno sonreía y se bajaba los pantalones dejando que el rubio viera aquel miembro que empezaba a despertarse poco a poco. Cogiendo un pequeño dildo anal de la bolsa, se lo dejó en la mano al rubio, quien lo miró sin entender nada.
- ¿Qué quieres que haga con esto? – preguntó mientras Itachi sonreía.
- Quiero que me lo introduzcas.
- ¿Vas en serio? – preguntó Deidara sorprendido.
- Sí. A veces me gusta ser penetrado también y más si además puedo penetrarte a ti. Doble placer – sonrió - ¿Puedes hacerlo o no?
- Claro que puedo hacerlo.
Deidara bajó de la mesa rozando su cuerpo contra el de Itachi hasta quedar a la altura del miembro del moreno. Con seducción, lamió el objeto que le había dado y después succionó sus dedos para ir introduciéndolos en Itachi. Ambos se besaron con pasión antes de que Itachi cogiera el cabello de Deidara y le indicase que se arrodillase frente a él. Mientras Deidara lamía el miembro del moreno, iba introduciendo lentamente aquel pequeño dildo consiguiendo así escuchar los leves gemidos de Itachi.
Pese a todas las relaciones que Itachi había llegado a mantener durante su vida, Deidara era el único capaz de hacerle sentir todas aquellas emociones, era el único con el que había logrado despertar todas las fantasías con las que siempre había soñado. Reconocía que ese chico tenía algo especial, algo que le hacía sacar su lado más excitante, su lado más morboso. Quizá empezaba a sentir cierto apego por ese chiquillo, o quizá sólo era la excitación por sus momentos juntos. Él ni siquiera creía en el amor, ni en los vanos sentimientos, él jamás se había enamorado y todo aquello... sólo era un beneficioso trato para ambos, un trato en el que no cabían los sentimientos de ninguna clase, porque Itachi Uchiha ni siquiera aceptaba la compasión o la piedad, no aceptaba la lástima. Ese chico había decidido por su cuenta aceptar aquel trato sabiendo que así podría tener la posibilidad de ser libre al fin.
Apartó con suavidad el rostro de Deidara de su miembro para colocarse aquella funda de diverso relieve, una funda que haría gemir de placer a ese chico rubio al que le obligó a darse la vuelta apoyando el pecho contra la mesa de la oficina. Con suavidad, le abrió las piernas que aún tenía apoyadas en el suelo y le apartó ligeramente el arnés sacando aquel aparato de su interior para poder introducir su miembro. Deidara tuvo que morderse la muñeca evitando así lanzar los gemidos que podrían haber puesto en peligro aquel extraño trato. Nadie jamás se enteraría de lo que ocurría en realidad en esas sesiones.
Deidara se dejó embestir escuchando los leves jadeos de Itachi que se movía cada vez con mayor rapidez dentro de él y, sin embargo, los ojos del rubio se fijaron en el papel con aquellos nombres escritos con una letra que semejaba a un niño de primaria. Por primera vez, al darse cuenta de aquellos malos garabatos, entendió dos cosas... la primera era que él nunca le había importado a nadie ni le importaría, tan sólo le utilizarían como lo hizo Pain y como lo hacía Itachi, nadie se molestaría jamás en darle una educación o en mostrarle una pizca de afecto o compasión, estaba solo y se sentía solo. En segunda, se dio cuenta de que acababa de vender a todos los presos que seguían a Sasori y eso le ponía en un serio peligro. Estaba espiando para Itachi y entregar esa clase de información siempre llevaba un riesgo.
El placer que sentía se mezclaba en aquel momento con los solitarios sentimientos que le abordaban, era extraño sentir el placer en su cuerpo y la soledad en su interior, pero no podía evitarlo. El anillo que Itachi le había puesto en su miembro evitaba que pudiera correrse con rapidez y fomentaba que Itachi continuase con sus embestidas. El moreno, al ver cómo Deidara no aguantaría mucho más y él estaba llegando, aprovechó con una de sus manos a desplazar el anillo por su miembro hasta quitárselo, consiguiendo así que Deidara se corriera instantes antes de que Itachi también lo hiciera.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top