Capítulo 6: Oficinas

Itachi sabía que aquello estaba mal, había roto la norma más importante del establecimiento pero también conocía el precio tan alto por el que estaba jugando... iba a darle la oportunidad de eliminar de la ciudad a una de las familias más importantes de la mafia. No podía dejar escapar esa oportunidad. Ni siquiera pensaba que ese chiquillo quisiera sexo, lo único que quería era tener algo con lo que poder chantajearle en el momento en que todo acabase. Necesitaba hechos en los que confiar en lugar de simples palabras. Sólo quería tenerle atado con algo para que no le abandonase cuando todo se terminase.

Las manos de Itachi bajaron desde los hombros del rubio por sus brazos hasta alcanzar sus muñecas. Tras acariciarlas unos segundos ruborizando al chico, las cogió con fuerza elevándolas hasta la altura de su rostro y empotrándole contra la pared de atrás sin dejar de besarle.

Un jadeo a medio reprimir fue lo único que Deidara dejó escapar al notar el golpe de su espalda contra la pared, pero también, una sonrisa se dibujó en sus labios dándose por satisfecho con aquello. Finalmente el director de la prisión había sucumbido ante sus encantos o en este caso... ante su chantaje.

El salvaje beso no cesó ni por un segundo en su intensidad. Ni tan siquiera las caricias se detuvieron pese a que ambos sabían lo forzado que era todo aquello debido al trato. No sentían nada el uno por el otro, tan sólo era un acuerdo, algo que en algún momento se rompería cuando todo acabase y, aun así, ambos se había dispuesto a disfrutar de aquel momento.

Para Deidara, era todo un alivio saber que Itachi era más joven de lo que pensaba en un principio, pero también sabía que podía ser un gran inconveniente. Pain jamás le dejaba acostarse con jóvenes para evitar que se enamorase pese a que Deidara sabía los riesgos que eso conllevaba. Él jamás pensó en enamorarse de nadie, para él, el amor sólo era un sentimiento absurdo que desconocía por completo. Nunca tuvo padres que le quisieran, ni amigos, ni hermanos, nunca tuvo novios y lo único que aprendió de la vida fue lo que Pain le había enseñado, manipular al resto para conseguir lo que se quería. En su vida no había hueco para el amor, sólo el sentimiento de hacer lo necesario para sobrevivir.

Itachi aprovechó su mano libre para bajar la cremallera del mono naranja de Deidara, dejando ver bajo él la camiseta blanca de tirantes. Ni Itachi podía evitar disfrutar con aquel cuerpo, era un chico joven, fogoso, descarado, capaz de hacer cualquier cosa con tal de salirse con la suya, era un chico que le haría disfrutar y lo sabía. Muchos en esa prisión habrían disfrutado con él, pero por suerte o por desgracia, había hecho un trato con Sasori. Quizá eso fuera lo único que le salvaría de ser el juguete sexual de la mitad de la prisión, pero no le salvaría del pelirrojo ni de sus secuaces.

El moreno sonrió al darse cuenta de que ese chico... iba a ser perfecto para sus juegos. Era una lástima que nunca trajera objetos o juguetes sexuales a su trabajo, pero debía empezar a traerse algunas cosas exclusivamente para ese chico. Hoy no le quedaba más remedio que improvisar y comprobar si el rubio sería capaz de aguantar su ritmo.

Le quitó la camiseta blanca con fuerza tirándola al suelo mientras soltaba sus muñecas y atrapaba su trasero acercándolo hacia su entrepierna. Deidara gimió al notar el impulso y sonrió al ver cómo Itachi restregaba su creciente miembro contra el suyo.

- Parece que tenías ganas de algo más que una simple charla – sonrió Deidara.

- Ya te he dicho que conmigo no te vas a aburrir – sonrió Itachi – tengo gustos muy raros y probarás cosas que tus otros amantes no han visto en la vida, pero no hoy, Deidara.

- ¿Vas a traerme juguetitos? – preguntó divertido Deidara – me gusta la idea. No sabía que podías ser tan perverso. Me gusta – le dijo Deidara lamiendo una de las mejillas de Itachi – vamos a pasarlo bien entonces, nunca he tenido a nadie tan joven como tú.

Aquello sorprendió a Itachi. No podía creerse que la banda nunca le hubiera hecho acostarse con alguien joven. Quizá tenían miedo de que se enamorase y se hiciera más rebelde de lo que podían controlar o puede que sólo fuera el miedo a que tuvieran que matarle si se descontrolaba su carácter. El amor podía conseguir que un chico como él quisiera dejarlo todo para fugarse por un amor que sólo le traería la muerte. Enamorarse era un riesgo demasiado alto para esos chicos dominados por la banda.

- ¿Qué eras de Pain? – preguntó Itachi por curiosidad.

- No sé de qué me hablas – sonrió Deidara.

- Vamos... yo estoy jugándome mi puesto por ti... dime algo al menos. Sé que trabajas para ellos, no es necesario que me mientas ahora, me tienes controlado, si sales de aquí y te quejas de mí, podrías hundir mi carrera. Sabes que no puedo delatarte.

- Era su amante – dijo sin más – él sólo se acuesta conmigo por mera satisfacción personal, no siente nada por mí y yo no siento nada por él excepto agradecimiento. Me sacaron de la calle y me dieron un hogar, comida caliente, ropa... no sé. Seguramente ni siquiera entiendas por qué.

Itachi no dijo nada, pero lo entendía. Ese chico sólo estaba agradecido de haberle importado a alguien aunque no se daba cuenta de que le utilizaban o quizá sí se había dado cuenta, pero le daba igual que le utilizasen con tal de tener un hogar o alguien a quién mínimamente le importase. Estaba claro que Pain sólo tenía sexo con ese chico para enseñarle cómo fingir, para enseñarle todo lo que podían pedirle y complacer a sus clientes. Le utilizaba para hacer sus chantajes y ese chiquillo... debía ser un experto en cuanto al sexo, un profesional al que ya ni siquiera le emocionaba el sexo, sólo era un trabajo más. En parte, le daba lástima darse cuenta de cómo habían destrozado la vida de ese chico.

Ante aquella idea, Itachi prefirió dejar de pensar y le besó con fuerza una vez más, cogiéndole del trasero con fuerza y obligándole a enrollar sus piernas en la cintura para llevarlo sobre la mesa. Deidara quiso colocarse mejor en la mesa, pero lo único que consiguió al apoyar las manos en la tabla, fue que Itachi tuviera más rapidez y le colocase las esposas con suavidad inmovilizando sus muñecas en la pata de la mesa. Deidara se miró la muñeca sorprendido y sonrió.

- Así que te gustan los juegos – sonreía el rubio viendo cómo Itachi también sonreía – está bien, juguemos – le dijo levantando un poco el trasero para indicarle a Itachi que terminase de quitarle el mono naranja.

Itachi sonrió al ver los pies de ese chico encima de la mesa facilitándole el trabajo, pero una vez le quitó el mono y la ropa interior, cogió sus piernas bajándolas de la mesa. Deidara no podía dejar de sonreír y más cuando le puso bocabajo y le obligó a arrodillarse encima de la mesa dejando su trasero preparado para él. Itachi no perdió tiempo y terminó de agarrar la otra muñeca del chico a la pata que quedaba y volvió a la parte de atrás para agarrar sus piernas a una apertura perfecta para él poder jugar a sus anchas.

- Así que te gusta dominar – sonrió Deidara – está bien, me gusta.

- Yo siempre voy a dominar – sonrió Itachi – y tú acabarás haciendo todo lo que te pida.

- Claro que sí. Tú eres el director de la prisión, puedes hacer lo que quieras – le dijo en tono seductor el rubio excitando aún más a un Itachi que jamás había conseguido que nadie le siguiera el juego como ese chico.

Itachi se quitó la corbata con cierta sonrisa en su rostro y vendó con ella los ojos de Deidara. La verdad era que era la primera vez que Deidara hacía algo no tan típico, estaba acostumbrado a que le pidieran lo justo y necesario, alguna mamada, dejar que se corrieran dentro de él o incluso en su rostro, pero nunca antes había probado nada como lo que aquel chico le proponía. Tampoco podía negar que aquella experiencia nueva le gustaba y le llamaba la atención, ese chico era simplemente extraño.

Sintió algo frío cerca de sus labios, algo que no sabía lo que era. Ni siquiera tenía un olor característico que pudiera reconocer. No supo muy bien qué hacer hasta que Itachi con una voz muy sugerente, le ordenó que abriera la boca y lo lamiera. Hizo caso y metió aquel extraño elemento en su boca, descubriendo entonces lo que podía ser, la porra que solía llevar Itachi en el cinturón.

- Chúpala bien, chico – susurró Itachi cerca de su oído apartando los rebeldes mechones rubios – porque voy a metértela hasta el fondo.

Deidara sonrió al escuchar aquella voz cargada de un toque divertido justo antes de sentir cómo ese chico mordía sensualmente el lóbulo de su oreja. Era extraño y hasta un poco irónico, pero por primera vez en su vida, creyó ver que finalmente le importaba a alguien, que no era simplemente sexo, sino que tenía ganas de verdad de divertirse y pasar un buen rato, por fin dejaba de ser simplemente un trabajo para poder disfrutar.

Aun así, por mucho que quisiera hacer aquello voluntariamente y pese a que Itachi le llamaba la atención como hombre, jamás se lo habría dicho. Itachi nunca sabría lo que podía despertar en él, o eso fue lo que Deidara se propuso. Ahora lo único que le preocupaba era que pillasen el pacto que había hecho con el mismo diablo, porque así lo veía el rubio, un pacto con Itachi era como un pacto con el mismo diablo, acababa de firmar su sentencia de muerte si los de la banda se enteraban de su traición.

Itachi sacó la porra de la boca del rubio dejando tras de sí toda aquella lubricación y con sumo cuidado, mientras él mismo se daba placer, empezó a introducir el mango de la porra en la entrada de Deidara. A medida que sus dedos abrían la entrada con suavidad, iba empujando aquel instrumento dentro del joven, hasta que finalmente, consiguió meter parte en él. Pese a que Deidara trató de mantenerse callado, no pudo hacerlo por mucho tiempo. Lo único que consiguió con sus leves jadeos, fue que Itachi se colocase frente a él.

- Toma – le susurró mientras agarraba su cabello con cierta fuerza y le introducía su erecto miembro en la boca – si tienes tiempo para gemir, es mejor que la chupes, no queremos que nos descubran con tus jadeos – sonrió Itachi al instante en que movía la cabeza del chico introduciendo más su miembro impidiéndole así hablar.

Deidara cerró los ojos dejándose llevar por el placer al sentir cómo Itachi iba moviendo ligeramente la porra dentro de él sin dejar de mover su cintura para que siguiera lamiendo su miembro. Un gemido escapó de Itachi al sentir cómo aquel rubio hacía círculos con su lengua rozando el frenillo y causándole doble de placer. Se agarró con mayor fuerza al cabello del rubio disfrutando de lo que le hacía mientras soltaba algunas maldiciones dándose cuenta... de que a ese chico le habían enseñado demasiado bien cómo dar placer.

Itachi se separó de Deidara agachándose para tenerle a la misma altura mientras sonreía. Estaba claro que había encontrado un buen juguete, ese chico le daría todo lo que siempre había buscado sin encontrarlo, era perfecto para probar todos sus juegos, todas sus perversiones, todos sus juguetes. Itachi sonrió.

- Si follas tan bien como la chupas, tú y yo nos lo pasaremos muy bien por las tardes – dijo Itachi.

- Vas a tener que traer muchos juguetes, porque soy mejor follando que chupándola – le sonrió Deidara.

- Eso... vamos a comprobarlo ahora mismo.

Un pasional beso por parte de Itachi consiguió que Deidara no pudiera volver a hablar ni siquiera para quejarse. Ambos sabían... que aquella tarde tan sólo había empezado.


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