Capítulo 19: confesiones.
Toda una semana transcurrió, pero pese a que Itachi iba todos los días al hospital al finalizar el trabajo, los médicos mantenían sedado a ese chico. Preferían que no sintiera el dolor mientras su situación siguiera crítica. Durante al menos cuatro días, su estabilidad pendió de un fino hilo. Los ataques parecían ir remitiendo, pero aun así, sucedían y debían entrar a estabilizarle. Ni siquiera estaban seguros de si resistiría aquella intervención.
Dos tiros, era lo que pensaba Itachi, dos tiros prácticamente mortales para un chaval de apenas diecisiete años. Demasiado joven para estar en una banda, demasiado joven para verse envuelto en todo aquello... pero incluso a menor edad entraban en bandas y Deidara llevaba demasiados años metido en aquello. Sólo esperaba que fuera tan fuerte como aparentaba y pudiera salir de aquella situación, que aguantase aquellos dos tiros que le habían perforado el estómago y el bazo. Los médicos seguían pendientes de su recuperación y tan sólo siete días después de la operación, con tres días sin sufrir ni un ataque más, decidieron que era hora de dejar su sedación.
Ese día, Itachi no se movió de la habitación. Quería estar allí cuando abriera los ojos, cuando pudiera hablar, quería ser lo primero que vieran sus cristalinos ojos.
Tras las cuatro primeras horas, Itachi se había bebido dos cafés y seguía inspeccionando ansioso si Deidara despertaría, sin embargo, no parecía tener intención de hacerlo. Harto de esperar, se levantó del sillón y se acercó a la ventana abriendo la persiana. La luz inundó la habitación pese a que el día estaba lluvioso.
Miró las gotas que golpeaban contra el cristal, dejándose llevar por aquel peculiar ruido. Siempre había odiado los días lluviosos. En parte porque no le gustaba ese cielo grisáceo que entristecía el ambiente y a las personas, tampoco le gustaba el tener que salir de casa para mojarse, ni el tener que cambiarse constantemente al regresar. Se sumergió por completo en aquellas gotas, observando cómo empapaban el cristal de la habitación del hospital hasta que un ruido ronco a su espalda le sacó de su propio reflejo en la ventana.
- Ey – se giró al ver que Deidara trataba de hablar tras haberse despertado – no deberías intentar hablar. Llevas una semana en cuidados intensivos. Te tuvieron que meter un tuvo en la garganta, debes de tenerla muy irritada aún. Te traeré algo para que puedas escribir, ¿vale?
Deidara asintió con la cabeza dejando que Itachi acariciase con suavidad su frente, apartando algún mechón de su cabello. Hacía mucho que Deidara no había visto sonreír de aquella forma a Itachi, era posible que ni siquiera le hubiera visto hacerlo jamás. Su sonrisa siempre era de superioridad, una sonrisa egoísta y egocéntrica, pero aquella... esa sonrisa le gustó, parecía sincera... parecía como si se hubiera quitado un gran peso de encima.
El silencio se mantuvo mientras Itachi salía de la habitación en busca de una enfermera que pudiera darle al menos un papel y un bolígrafo. Ya que la garganta de aquel rubio seguía afectada por los tubos, por lo menos podría escribir.
Deidara trató de escribir lo mejor que pudo en aquel folio. Nunca se le había dado bien la escritura, quizá porque nunca le habían terminado de enseñar del todo. Su mano además temblaba aún presa del dolor pese a los sedantes que tenía puestos, aun así, Itachi hizo un esfuerzo por comprender lo que ponía.
No pudo evitar dejar escapar una sonrisa al darse cuenta de que Deidara intentaba decirle que le gustaba aquella lluvia. Era un chico raro pero le gustaba así de raro.
- Oye, Dei... lo siento mucho, por mi culpa recibiste dos balazos y... no sé si eso llegaré a perdonármelo algún día. No debí ponerte a ti en peligro por mi trabajo.
Deidara negó con la cabeza antes de sonreír. Ni siquiera entendía por qué Itachi estaba allí en el hospital esperando a que despertase, era posible que sólo por la culpabilidad que sentía, nada más. Aquello le entristeció un momento. Habría deseado escuchar que estaba allí por él, porque le importaba, pero recordó que Itachi tenía a su novia, tenía la vida perfecta y él jamás encajaría en todo eso. Itachi pareció darse cuenta al ver aquella triste mirada que se le puso a Deidara en un instante.
- He roto con Mei... sé que ella me espiaba y por mi culpa te descubrió a ti. También lamento eso. Fui descuidado. Creí que era una buena agente y en realidad... sólo estaba infiltrada en el cuerpo de oficiales para sacar información para la banda. Gaara me contó todo, sé que tú le dijiste que viste a Mei... sé que ella estuvo esa noche allí cuando te dispararon y vino para saber si habías muerto. Puedes estar tranquilo, los de la banda no saben que sigues vivo.
Por unos instantes, Deidara intentó recabar toda esa información que le llegaba, pero aun así, no sabía dónde quería ir Itachi explicándole todo aquello. ¿Era acaso por su culpabilidad? ¿Por sentirse idiota al haber sido engañado? No terminaba de entender nada. Deidara negó con la cabeza y puso cara de total incertidumbre, no era capaz de pillar las cosas y al parecer, Itachi ni siquiera sabía cómo explicar lo que ocurría.
- Yo... ¡joder! Esto es más difícil de lo que pensaba – susurró poniéndose en pie y caminando por la habitación.
Deidara escribió entonces en su hoja al ver que Itachi no se decidía por las palabras para darse a entender. Itachi observó con detenimiento la hoja, pero entonces comprendió algo, ese chico no se había dado cuenta de lo que realmente trataba de decirle.
- "Estoy bien. No tienes por qué sentirte culpable. Te perdono"
Leyó Itachi en la nota. Sonrió por hacer algo, porque intentaba expresarle sus sentimientos y en cambio... había conseguido que Deidara pensase que intentaba disculparse con él por culpabilidad. Lo peor de todo... es que no conseguía sacar las palabras más importantes de todas.
- "Me iré en cuanto me recupere, no tienes por qué preocuparte más por mí. Gracias por tu ayuda con la banda" – volvió a escribir Deidara.
Ante aquello Itachi no supo cómo reaccionar. Le habría gustado abrazarle, decirle que todo estaba bien, que le quería... pero las palabras no salían de su boca. Se habían quedado atascadas y es que él jamás había mostrado esa clase de sentimientos. No se atrevía a sacarlos y menos en aquel momento.
Itachi acabó simplemente sonriendo y dejando pasar aquella oportunidad. No tenía valor para confesarse a ese chico y debía asimilarlo. Quizá en unos días pudiera hacer algo más, pero necesitaba encontrar las palabras y seguramente algo que hiciera feliz a ese joven. Ni siquiera sabía qué comprarle o qué hacer si le invitaba a una cita... apenas le conocía.
Dos meses después:
Todo estaba listo ya para su marcha. La pequeña mochila estaba llena con sus cosas, tampoco es que tuviera gran cosa que llevarse. Durante los últimos meses había acabado en un centro de menores pero hoy... hoy por fin era su cumpleaños y saldría de allí. Tenía dieciocho años y sabía que su libertad le esperaba, saldría fuera del sistema y aun así... la peor etapa comenzaba, porque ahora es cuando tendría que volver a valerse de sus artimañas para sobrevivir.
Revisó en los bolsillos laterales de su mochila y sacó el billete de autobús que había comprado. Se marchaba a Hokkaido, era lo más lejano que podía permitirse con el dinero que le habían ofrecido.
Al agacharse sobre el colchón para coger las asas de la mochila y colocarla en su espalda, un quejido salió de sus labios. Aún estaba algo convaleciente de aquella operación. A veces... hasta le daba la sensación de aún tener las balas en su interior aunque sabía que era imposible, los médicos las habían quitado. Se agarró el abdomen un segundo hasta que el dolor cedió y entonces empezó a caminar para salir fuera. Tenía el tiempo justo de coger el autobús de la ciudad y dirigirse a la estación.
Se despidió de las cuidadoras que había tenido esos últimos meses y no volvió a mirar atrás una vez pisó la calle. Era hora de irse, de volver a su soledad y a arreglárselas solo. Desde que salió del hospital, no había vuelto a ver a Itachi, pero sí vio a Naruto y a Sasuke, más que nada porque Sasuke seguía siendo su abogado y tuvo que lidiar con el asunto de haberse saltado su condicional. Por suerte para él, Itachi testificó a su favor en el juicio y Sasuke era un buen abogado que consiguió darle la vuelta a las cosas para que le dejasen irse con los de servicios sociales.
Caminó por las calles una vez bajó del primer autobús y se encaminó sin duda alguna hacia la estación de autobuses, aunque al pasar por una pastelería, se entretuvo unos segundos viendo los pasteles. Pocas veces había conseguido comer alguno. Pain no era precisamente de los que regalaban pasteles y simplemente cuando podía... robaba alguno, pero aquel día... frente a la tienda y sabiendo perfectamente cómo podía llevárselos... no quiso hacerlo, no quería volver a esa vida delictiva.
- Feliz cumpleaños – se susurró para sí mismo apartándose del cristal de la pastelería.
Continuó su camino haciendo gran acopio de su fuerza de voluntad para no sucumbir a esas irrefrenables ganas por girarse. Echaría de menos a Itachi en esa ciudad... pero no podía volver, sólo... quería alejarse lo más posible y llevarse el sufrimiento donde nadie pudiera verlo. Itachi jamás sería para él y debía aceptarlo.
Esperó sentado en uno de los bancos de madera hasta que el autobús hizo su aparición. Aún quedaba media hora para que saliera. Observó a los pasajeros bajar, al conductor marcharse a tomar un café y a los operarios terminar de poner a punto el autobús para el nuevo viaje. Le esperaba casi medio día de viaje y ni siquiera sabía qué haría allí al llegar.
A las seis en punto de la tarde, el conductor regresó para abrir el autobús. Hizo la cola observando cómo la gente dejaba sus grandes y pesadas maletas en la parte de abajo del autobús, sin embargo, él sólo llevaba esa pequeña mochila que recogía toda su vida, una vida escasa de cosas sentimentales. Algo de ropa, el libro que Gaara le regaló y poco más.
Sacó los billetes del bolsillo de su chaqueta y terminó de levantar un poco más la bufanda que le habían regalado las cuidadoras del centro social. Ese día hacía mucho frío, el invierno se acercaba y con él las bajas temperaturas y la nieve... ¡nevaba!, justo cuando iba a subir al autobús... empezaron a caer aquellos pequeños copos blancos llenando poco a poco su gorro oscuro en nieve que se iba pegando en el tejido. Miró el cielo y sonrió, quizá sería lo único bueno que vería el día de su cumpleaños.
- ¿El billete? – preguntó el conductor al ver que el chico se había detenido a la entrada del autobús.
Deidara salió de aquel trance para subir los tres peldaños del autobús y enseñar su billete. El conductor con una amable sonrisa le comunicó que su asiento era el número 43 y sin más, Deidara continuó por el pasillo buscando su asiento.
Le costó llegar hasta su asiento debido a la gente que colocaba sus pequeñas bolsas en lo alto de los asientos. Todos estaban de pie y el pasillo era tan estrecho que no le quedaba más remedio que esperar hasta que todos frente a él se iban sentando. Para cuando llegó y colocó su mochila en lo alto, se dio cuenta de que había algo en su asiento... un sobre con su nombre. Aquello le sorprendió todavía más porque no le había contado a nadie sobre su viaje excepto a Naruto y a su abogado. Quizá era de ellos, quizá era su manera de despedirse. Sonrió y la tomó entre sus manos sentándose finalmente.
No supo si abrir la carta o esperar a estar en Hokkaido... nunca le habían gustado las despedidas y tenía pinta de ser una carta que le haría llorar. No quería llorar durante el viaje. La carta simplemente, dio vueltas en sus manos mientras él pensaba si abrirla o no.
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