Capítulo 4. Leighton.

Había pasado una semana, puede que dos. Laura, a pesar de todo se había hecho cargo de las presentaciones y todo el rollo burocrático, o puede que no. Lo cierto es que no tenía ni idea de lo que estaba pasando a mi alrededor.

Solo podía recordar la llamada que hice al hospital para presentar una baja por tiempo ilimitado.

Realmente lo que sucedía a mí alrededor me importaba una mierda. Solo tenía en mente lo que había ocasionado con mi comportamiento.

¡Qué cojones! Fue su culpa. Si me hubiera escuchado...

-¿Otra vez bebiendo? —Laura se encontraba cruzada de brazos con un mohín en la boca.

La miré y pude ver la cara de preocupación con la que me observaba. Pero tras esa máscara de preocupación también pude ver una mueca de asco. No le gustaba la clase de persona en que me estaba convirtiendo... De todas formas, me importaba una mierda lo que pensase ella o cualquier otra persona.

Me llevé el vaso a los labios, tratando de no verter el contenido sobre mi camiseta. Aunque una mancha más tampoco se notaría.

-Si... "otra vez bebiendo" ¿Y qué?

-Leighton, cariño. Sabes que puedes confiar en mí.

Laura se acercó tratando de quitarme el vaso, pero me aparté como pude y caí de bruces en el sofá de la habitación del hotel, llenándolo todo de alcohol.

Me cogió de la mano, tiró de mí hacia la cama y caí a plomo en ella.

-¡Joder Leight! Ni siquiera puedes mantenerte en pie...

-¿Y qué cojones te importa? Si no vas a chuparme la polla, ya puedes largarte.

Si mi intención es que se largara y me dejase tranquilo, no estaba funcionando.

-Sabes que puedo hacerte olvidar. Sólo déjame ayudarte.

Se colocó a horcajadas sobre mi cuerpo y paseó sus manos por mi torso en forma de caricias. Caricias que no eran las que buscaba. Caricias ásperas para mi mente y mi cuerpo desquiciado.

Le aparté y caí al suelo, llevándome por delante la lámpara y el teléfono de la mesilla.

-Buscate tu propia habitación.

Conseguí decir antes de quedarme catatónico.

-Pero antes... Hazme un favor. Traeme otro vaso.

Abrí los ojos con un dolor permanente en la cabeza y el pecho.
Tras conseguir ponerme en pie heché un vistazo a la habitación y pude comprobar que nada había sido una pesadilla.

Botellas vacías por todos los sitios y muebles propiedad del hotel seriamente perjudicados por demasiados golpes.

-Búscate tu propia habitación. Quiero estar solo.

Ni siquiera la miré. Me dejé caer sobre la cama de nuevo, inconsciente.

Al menos esperaba no soñar. Últimamente, no había noche que no acudiesen a mi mente las imágenes de ella rodeada de cables y máquinas.

No podía evitar recrear, en mi mente, el accidente, una y otra vez y el resultado siempre era el mismo: Ella en aquella puta cama de hospital. Esa era mi pesadilla, mi alimento y mi castigo.

***

No sé cuánto tiempo pasó hasta que decidí hecharle huevos al asunto. Puede que estuviera amaneciendo, lo cierto es que no tenía ni idea. Miré la pulsera y leí las palabras escritas a rotulador casi borrosas. <<Te quiero, Rocío>>.

Puede que yo no fuese capaz de querer, quizá no como ella esperaba o se merecía. Puede que fuese un discapacitado en temas de relaciones y sentimientos, pero lo único que sabía es que la necesitaba.

Me arrastré fuera de aquella cama y como cada día, fui hacía la puerta de aquel hospital. Esa puerta que para mi, suponía una barrera que no era capaz de superar. Volví a recurrir a mi única fuente de información. Marqué el teléfono de Alma que respondió al primer tono. Supongo que ya lo había tomado como una rutina.

-Por última vez Leigh, No voy a decirte nada...

-¡Escúchame, por Dios!

-¿Qué quieres?

-Solo dime como está. Alma, por favor... Me estoy volviendo loco.

Ella no respondió que no. Al menos lo estaba pensando, pero las palabras que salieron de su boca terminaron de romper lo que queda de lo que fuese que tuviese dentro del pecho.

-No quiere saber nada de ti. Mira... Susana me ha prohibido que te de ningún tipo de información, pero, sí te puedo decir que Rocío no quiere saber nada de ti, y nada le va a hacer cambiar de opinión. Leight... esto no te está haciendo bien. Déjalo y vuelve a casa.

-¿Y quién coño es Susana para decidir que ella no quiere saber nada de mí?

Silencio.

-¡Joder! ¿Has vuelto a beber?

Mi risa sonó hueca.

-No, no desde hace...

Miré mi reloj.

-...diez minutos.

-¿Qué se supone que estás haciendo, Leight?

Mi cabreo volvió a salir a la superficie. Era un puto inútil al que una embarazada le estaba echando una bronca.

-Pues mira, hago lo que me sale de los cojones. PUNTO. Si no me vas a decir cómo está... ¡Que os jodan a todos! No os necesito.

Otra vez silencio, pero justo cuando iba a colgar escuché de nuevo su voz.

-Ha comenzado la rehabilitación. Pero, yo no te he dicho nada.

-No irá a su casa. Ella vendrá conmigo.

La voz de Alma sonó dura.

-No está en tú mano, Leight. Déjala por favor, cielo... Deja de hacerte daño y vuelve a casa... te necesi...

No la dejé acabar la frase.

-Alma, no te ofendas, pero, lo que vosotros necesitéis, me importa una mierda.

Colgué el teléfono y miré hacía aquella puerta que no tenía cojones a cruzar. Pero justo en ese momento, tenía un motivo.
Sí Rocío estaba comenzando la rehabilitación, quería decir que estaba consciente y que se podía mover. Por lo tanto tenía una posibilidad de poder hablar con ella.

No me lo pensé. Volví a entrar en aquel hospital que tan malos recuerdos me traía.

Cuando llegué a su planta, no vi a Susana por ninguna parte. Suerte para mí. Igual el destino estaba de mi parte y había dejado libre su puesto de perro faldero de Rocío.

En el momento en el que estaba a punto de traspasar el umbral de aquella puerta, sentí mi pulso desbocado. Era consciente de las pintas que llevaba.

<<Espero que al menos me deje explicarme. Necesito que me escuche>>.

Cogí el pomo de la puerta y lo moví lentamente. No quería despertarla en caso de estar dormida.

La imagen de ella tumbada en mi cama cruzó por mi mente. Quisiera volver a verla así.

Terminé de girar el pomo y por fin, conseguí abrir la puerta con el corazón en la garganta bombeando tan fuerte, que dolía, para ver... Una cama vacía. ¡En aquella habitación solo había una puta cama vacía!

Volví a salir para comprobar el número de la habitación y efectivamente, era correcto. Pero ella no estaba. En ese instante pasó a mi lado una de las auxiliares y con mala hostia, a punto de gritar, la detuve.

Pum pum , pum pum.

Podía sentir mi corazón en las sienes.

-¿Dónde han trasladado a la paciente Rocío Fernández?

Me miró sopesando si darme esa información, pero supuse que mis puños y mandíbula apretados le hicieron ver que era un hombre desesperado en ese instante.

-La paciente ha sido dada de alta voluntaria. Continuará con el tratamiento en su domicilio habitual.

Sin ni siquiera darle las gracias salí disparado hacia la calle. Necesitaba encontrar un taxi. Debía llegar a casa de Rocío.

***

Al menos el destino me sonreía por primera vez en estos días.

Encontré el portal abierto.

Subí directo al piso de Rocío y comencé a llamar desesperado. Llamé insistentemente, tenía que contenerme, si no quería tirar la puerta abajo.

Tras unos minutos que se me hicieron eternos, intenté persuadirla. Tenía que lograr que me escuchase. Era de vital importancia y podría hacerla entender que, todo lo que había pasado hasta ahora, no tenía ninguna importancia. Vale... Debía reparar demasiados platos rotos, demasiadas heridas abiertas, pero eso lo lograríamos juntos. Ella, era la única persona en el mundo capaz de hacerme sentir una persona no tan desgraciada y frívola.

-Rocío, por favor... Nena, vamos por favor. Abre esta maldita puerta...

Me sentía gilipollas hablando solo en mitad de un rellano, y era consciente que, más de un vecino me estaría observando a través de las mirillas de sus puertas.

"Que disfruten del espectáculo..."

Continué golpeando la puerta, pero no escuché ningún ruido dentro de aquel piso. Comenzaba a volverme loco, a desesperarme de tal forma que me sobraba hasta la piel, para dejar libre a la puta bestia que arañaba mis entrañas por salir.

-¡Joder Rocío! ¡Abre la puerta, por Dios!

Le di varios golpes con el puño. Ya sólo me quedaba darme cabezazos contra ella. En ese momento y para terminar de arreglarme el día se plantó a mi lado la vecina "tocacojones" del bajo.

¿Qué coño querría está ahora? Ni siquiera le dirigí la mirada, continué golpeando la puerta y fundiendo aquel timbre.

-No está...

Esta vez captó toda mi atención.

-¿Cómo dice?

Pude ver un brillo de triunfo en sus ojos mientras me hablaba.

-Ya te avise muchacho, que está chica era una pieza. Se ha marchado. Ha recogido todas sus cosas y se ha marchado... ¡Por fin podremos descansar en esta comunidad!

En ese momento me encantaría poder borrarle aquella estúpida sonrisa de su cara de estreñida. Pero no podía, no, si no quería tener que lidiar con otro problema más, así que pegué un puñetazo contra la pared, destrozándome la mano y consiguiendo borrar esa expresión de bruja, en un momento.

-¡Váyase o llamo a la policía!

Su amenaza no me daba miedo, pero era una gilipollez seguir allí. Rocío se había marchado y no tenía ni puta idea de donde estaría.

Salí del portal y volví a marcar el número de Alma.

-¿Dónde está? Dímelo ¡ya!

Parecía confundida y... Calmada, demasiado calmada.

-¿Dónde está quien?

-¡La hostia puta, Alma! ¡Rocío! ¡Dime donde cojones está! Le han dado el alta en el hospital y me han dicho que se iba a casa pero aquí no hay nadie y los vecinos dicen que se ha marchado...

-Leight... No sé como decírtelo ya. No sé donde está, pero si ha sido capaz de dejar su casa y no te ha dicho nada, es porque no quiere que la encuentres. Por favor regr...

Colgué, ya que no me interesaba seguir escuchando sus palabras. Todo estaba en mi contra y yo solo me lo había buscado.

Me arrastré perdido, como un perro abandonado y desahuciado de todo resquicio de esperanza y entré al bar más cercano.

***

No sé cuantas horas llevaría allí. Solo sé que bebí una copa tras otra, pero sin consiguir que el dolor desapareciese.

Escuché al camarero hablar con alguien.

- ...Lléveselo por favor... tenemos que cerrar y no hemos conseguido que se mueva de aquí...

¿Estaban hablando de mi? Levanté la cabeza, tratando de enfocar la mirada en quien tenía delante.

-¿Ro...cí...o?

Nada más abrir la boca supe quién era y toda visión de la mujer que abotargába mis sentidos, se esfumó.

-Leighton... vamos por favor. Déjame ayudarte. Regresa conmigo, Sabes que soy tu mejor opción... bueno, sabes que soy tu única opción.

La miré, tratando de no caerme de la barra. Todo era demasiado borroso.

-¿Cómo me has encontrado...?

-Te he estado llamando toda la noche. Éste hombre me dijo dónde encontrarte...

-Chivato-de-mierda...

-Así que aquí estoy, y como te digo soy tu única opción, porque no creo que ella venga a buscarte...

Ella. No, ella no iba a venir. Tenía que asumir que la había cagado tanto que no tenía ninguna posibilidad de arreglarlo.

Solo tenía a Laura, ella si estaba ahí, a pesar de todo.

-Ayúdame...

Ella sonrío, o eso me parecía, mientras me ayudaba a levantarme.

-Yo siempre estaré aquí para ti. Déjame demostrártelo. Haré que la olvides.

Y eso es lo que más anhelaba y deseaba con todas mis fuerzas. Olvidar.

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