Capítulo 33: Rocío

Palermo, la ciudad de las mil posibilidades, el lugar que no me importaría llamar hogar, tras visitar las catacumbas de los Capuchinos o la Iglesia de San Ignacio, sin olvidar la preciosa playa de Mondello, con ese agua azul celeste y su increíble paisaje.

Respirar se volvía cada vez más sencillo, incluso Juan, parecía más relajado de lo normal; ahora, solo faltaba encontrar un lugar más asequible que el hotel, para reconstruirnos.

Consciente de que el dinero, que me había dejado mi abuela, se acabaría más pronto que tarde, tracé un plan, mientras degustaba la Granita famosa del lugar, disfrutando de la paz y tranquilidad del paseo marítimo.

Sobre la mesa, había desplegado varios folletos de casas en alquiler y un listado de los gastos que debería sufragar, antes de quedarme sin nada; también debería buscar trabajo, aunque dada mi condición, sabía que sería algo complicado, algo casi imposible.

—Mira Juan, este parece la mejor opción ¿Qué te parece?  —Le mostré el piso de cincuenta metros cuadrados en Castellammare-Loggia, pero enseguida lo tiró al suelo y trató de coger el otro, con vistas al mar. —¡Olvídalo! No podemos pagar ochocientos euros al mes. Tendrás que conformarte con ese. Se quejó, comenzando con una de sus pataletas, en la cual, las personas a nuestro alrededor nos observaban como si fuésemos bichos raros. —Te he explicado que no hay dinero para pagar ese. Debemos ajustarnos a lo que tenemos y tratar de ser felices con ello. Juan, mírame. —Traté de hacerle entrar en razón sin demasiado éxito. Odiaba ser el centro de atención y cada vez se estaba poniendo más nervioso. —Por favor. Olvida a la gente, mírame. Te prometo que en cuanto pueda, te llevaré a un lugar mejor. Ahora tenemos que apoyarnos y dar nuestro brazo a torcer. Esto es muy importante para mí. ¿Lo entiendes?

Mi hermano, tras romper los folletos de las casas, miró el que había elegido, el más barato y soplando, dejó de formar el espectáculo.  —Gracias por tu comprensión. 

Y así, comenzaba nuestra nueva vida. Llena de miedos, de emoción y de una sensación de locura extrema, probando nuevas experiencias, sin saber dónde nos llevaría el destino.

Después de un mes, ya me consideraba parte del lugar, estaba aprendiendo el idioma y trataba de empaparme de la personalidad y las costumbres de sus gentes, sintiendo que la presión a la que me vi inmersa con Jaime, se iba disipando, a pesar de sentir pavor por las noches, imaginando que me encontraría en cualquier momento o, incluso, que me lo encontraría en cualquier esquina.

Sumida en mis pensamientos, recibí un mensaje de texto.

Sussy:
Me encanta la playa, pero la próxima vez, envía una foto de tíos buenos en bañador. Los italianos tienen fama.

Sonreí con un atisbo de pesar. La echaba de menos, cuando por fin había recuperado su amistad, volvía a alejarme.

Yo:
Creo que no tengo intención de hacerlo. Estoy fuera del mercado. ¿Cómo estás? ¿Has hablado con Alma?

Sussy:
Me ha invitado a pasar unos días de vacaciones con ella, la niña está preciosa y creciendo cada día más. Ya sabes... y todos te mandan recuerdos. Se preocupan por ti.

Yo:
Lo sé...

Comencé a escribir, pero lo borraba una y otra vez. No me atrevía a preguntar por Jaime, por Leighton y por todo, por lo que estaba huyendo; pero al parecer, mi amiga me conocía mejor que nadie.

Sussy:
El bastardo desapareció el día que te marchaste. Brad presentó la denuncia contra él, reuniendo las demandas de las otras chicas, a las que hizo la vida imposible y ya tiene la orden de alejamiento interpuesta de todos nosotros y contigo. Lo siento, de verdad, me siento fatal...

Yo:
¿Por qué lo has de sentir? Tú no hiciste nada. No es tu culpa.

Sussy:
Yo le animé a conocerte, tenía todas las señales frente a mis narices y no las supe ver. Solo de pensar que te podría...

Yo:
Pero no pasó nada. Ya no podrá hacerme nada. No te culpes. Se terminó para siempre.

Ahora era su turno de borrar y escribir, para volver a borrar algo que estaba escribiendo y tras un rato en el que no dijo nada. A punto de guardar el teléfono, recibí un nuevo mensaje.

Sussy:
¿Quieres hablar de él?

Me gustaría, pero enseguida aparté esa curiosidad de mi cabeza. No, no quería saber nada de él. Leighton ya no formaba parte de mi vida y nunca lo haría, de eso estaba más que convencida y hablar de él, no me hacía bien.

Yo:
No. Él tiene su vida con esa mujer y yo, estoy a tres mil kilómetros. Prefiero olvidarlo. Es lo mejor y lo que necesito.

Sussy:
¿Quieres que le diga algo a alguien?

Yo:
No. Está bien. Disfruta de tus días libres. Hasta pronto.

Sussy:
Hasta pronto. Te quiero.

Mi pecho se partía en dos cada vez que bajaba la guardia frente a mis pensamientos y emociones. Terminé la bebida y tratando de obviar el dolor de la pierna y el brazo, me dispuse a llamar al teléfono del anuncio del piso.

—Dimmi? Questo è Piero che parla. (¿Dígame? al habla Piero).

—¿Hola? Llamo por... Por un appartamento en... en la "estrada" Castellammare.

—Sì sì, l'appartamento in affitto. Vuoi vederlo? (sí, el piso en alquiler. ¿Quiere verlo?)

—Perdone, no entiendo bien...

—¿Española?

—Sí, me temo que sí...

—Perfecto, yo parlo un poco de spagnolo. A la una e un quarto le parece bien.

—¿La una y cuarto? Sí, estupendo.

—Bien, le doy la strada.

Mi corazón a mil por hora, me animaba a lanzarme a esta nueva aventura. Al final se estaba volviendo tan real... Yo, viviendo en Italia; ahora sólo necesitaba encontrar un trabajo para poder mantenernos.

<<Poco a poco y paso a paso>>.

—¿Preparado para ir a conocer nuestro nuevo hogar, piccolo amore?

De camino a conocer el apartamento, por primera vez, no pegué el rostro al cristal del taxi, para observar el paisaje; la maraña de emociones se acumulaban en mi estómago cómo miles de mariposas tratando de escapar. ¿Estaba segura de lo que quería hacer? Hasta el momento tuve la sensación de estar en unas largas e idílicas vacaciones y ahora, iba camino de comprometerme con un comienzo casi aterrador. Tan solo fui consciente de lo que estaba ocurriendo, cuando el taxista paró el coche frente a un bloque de pisos.

Solo con su ayuda conseguí bajar a mí hermano.

—Buona serata, Rocío ¿Verdad?

—Buona serata, sí, soy yo. Él es mi hermano, Juan.

—Soy Piero Bassoli, un placer. Seguidme, iremos en el ascensor, el piso está en la última planta.

Me gustaba el lugar, parecía tranquilo y perfecto para cubrir nuestras necesidades. Piero, resultó ser agradable, aunque me mantenía reticente y trataba de guardar las distancias, me confirmó que, a parte de ser mi casero, también sería nuestro vecino de enfrente. También me contó que trabajaba como contable en el hospital María Eleanora y que estaba a punto de terminar la carrera de economía, o que tenía un pequeño velero al que estábamos invitados cuando quisiéramos. Apenas me había dejado hablar, lo que agradecí en silencio.

Piero, trataba de apartar la atención a mi condición y las marcas de las cicatrices, aún así, no podía dejar de sentirme juzgada y aunque sabía que tenía curiosidad, no le di pie a preguntar algo que no podía ni quería responder en ese momento, así que, tras la visita, llegamos a un acuerdo de alquiler con un apretón de manos y un adelanto de doscientos cincuenta euros. 

Estaba emocionada; el alquiler era realmente bajo, comparado a lo que pagaba en Madrid, así que deseosa de empezar con mi nueva vida, no tardé ni veinticuatro horas en instalarnos a mi hermano y a mi. Un poco de pintura y limpieza bastaba para hacer de esos metros un hogar en condiciones. 

—Juan, esto va a ser perfecto. —Dije, observando el ventanal que ofrecía unas vistas preciosas de toda la calle principal. En verdad iba a ser perfecto y justo lo que necesitábamos.







Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top