Capítulo 30. Rocío
No me lo podía creer. Todo ese caos a mi alrededor, ver a Leighton y a Jaime detenidos dentro del coche patrulla, fue una bofetada de realidad. A pesar de ser consciente que era una mera formalidad, para rebajar la tensión, estaba al borde de un ataque de pánico. El tiempo se detuvo y fui incapaz de reaccionar a sus miradas, ni a las palabras, seguramente amenazantes, amortiguadas por el cristal. Leighton, tan sólo me observaba, siendo imposible descifrarle.
Sólo me quedé ahí de pie, mirando como se marchaban y sintiendo de alguna forma como se liberaba una parte de mí. La que había estado condicionada a la tiranía de Jaime.
Había tenido que intervenir la persona a la que más había odiado en los últimos meses, para darme cuenta que podría haber terminado con esto, si tan sólo hubiera sido más fuerte.
- ¡Tú, zorra! ¡Mira lo que has hecho!
Laura se lanzó contra mí, tirándome al suelo. El primer golpe, lo vi venir, pero no hice nada por detenerlo. El segundo, lo frenaron, quitándomela de encima.
Busqué a Susana y a mí hermano, mientras Laura seguía gritando, ante todos, que yo era la culpable, que no significaba absolutamente nada para el padre de su hijo y que me merecía todo lo que me había pasado hasta el momento. Lo cierto es que ni siquiera pude o quise seguir atendiendo su pataleta. Puede que me lo mereciese, puede que tuviese algo de razón y, sin embargo, ya nada importaba. Leighton, me había ofrecido una salida y tenía que aprovecharla, puesto que no tardarían en dejar libre a Jaime.
Tomé una decisión que iba a cambiar todo mi mundo y acercándome a mi amiga, la abracé con las lágrimas fluyendo libres por mi rostro.
-Te quiero. Vuelve cuando estés preparada.
Asentí. Iba a hacerlo. Iba a marcharme lejos, a cualquier lugar dónde nadie me conociese, dónde poder comenzar de cero. A pesar de dejar atrás personas que habían sido un pilar en mi vida, necesitaba darme un final feliz y tan sólo yo podía ofrecérmelo.
-Volveré, te lo prometo.
-Yo cuidaré de Juan.
-No. Es hora de retomar mi vida. Ahora que mi abuela no está, yo me encargaré de mantener a mi familia unida.
Me despedí de quienes necesitaba dar una explicación a todo lo que había pasado, aunque no hicieron falta las palabras.
Hice una pequeña maleta sin detenerme en ver qué me iba a llevar y saqué el sobre que aún llevaba en el bolsillo, como la última voluntad de mi yaya.
-Estoy preparada abuela.
Dos billetes de avión con destino a ninguna parte. Dos billetes que pensaba aprovechar y nada más. No había carta, no había un último mensaje de ella. Suspiré algo decepcionada, pensando que el mayor de los mensajes que podría haberme dejado eran esos billetes que me harían desaparecer de mi pesadilla.
Cuando bajé las escaleras despidiéndome de la casa y los rincones que me recordaban los momentos más maravilloso de mi infancia, le pedí a Susana que nos sacase de allí. Mi mirada viajó hasta Dylan, que acompañaba a Laura dentro del coche, con un ataque de ansiedad. Haciendo de tripas corazón, me acerqué a ella.
-Laura...
- ¡No te acerques a mí, maldita zorra! Sé lo que pretendes y lo que eres. No creas que me vas a engañar como al resto.
-Sé que no empezamos con buen pie, pero, lo siento. Leighton nunca te hará feliz. Nunca serás feliz con él, porque no puedes retener a tu lado a alguien que no sabe tener una relación. Laura, yo he vivido engañándome y mira como he acabado.
Una sonora carcajada salió de sus labios, desde lo más profundo de su interior.
-Que tú no seas suficiente, no quiere decir que yo no sepa cómo mantenerlo a mi lado.
Se acarició la tripa y sonrió, como un juramento de sus palabras.
-Te deseo suerte.
-No la necesito y menos de alguien como tú. ¿Te das cuenta? Llegaste tratando de arrebatarme lo que es mío y solo has conseguido ser patética. Hazte un favor y desaparece. Aquí ya no te queda nada.
Aunque debería sentirme herida por sus palabras, no sentí absolutamente nada. Estaba dispuesta a cambiar mi destino, a recuperarme, a respirar de nuevo y comenzar de cero, lejos de Riodeporcos, lejos de Jaime, lejos de mis amigos, lejos de él.
A pesar de todo, una lágrima se escapó de mis ojos. Iba a olvidarlo por fin, costara lo que costase, iba a sacarlo de mí. La decisión era inamovible.
...
Juan, miraba hacia todas partes del aeropuerto. Tanta gente y movimiento le aturdía. Aún así, estaba tan emocionado como yo nerviosa. Había decidido el destino, pero no la fecha de regreso.
-Todo va a estar bien. Estaremos juntos.
Entonces le vi. Ahí estaba, de pie en medio de toda la gente, con su teléfono en la mano, tratando de comunicarse con alguien. Corrí a su encuentro. Corrí, sin pensar en nada más, como una drogadicta frente a su camello. Él, tan perfecto, esperando que el avión no hubiera despegado.
-Leighton...
El hombre se giró cuando sintió mi mano en su brazo, bajó el teléfono al tiempo que Bajaba la vista y apartaba el teléfono de su oreja. No era él. Le había confundido con otra persona. Enseguida le solté y me disculpé, mientras volvía a su llamada. Mi corazón dejó de latir con fuerza, sintiendo un estremecimiento en el pecho y el estómago, como la resaca de nervios que se habían instalado en mi interior y no deseaban abandonarme.
Él, jamás volvería a mí. Tomó su decisión el día que eligió entre Laura y yo. Poner tiempo y distancia entre los dos, rompería lo que fuese que aún sentía por Leighton. No iba a mentirme, no, después de ver mi reacción.
La voz de mujer a través de los altavoces, indicaron que era mi hora de embarque. Empujando la silla de ruedas y las dos maletas de mano, sonreí a mi hermano, con la promesa de un nuevo comienzo y un futuro para ambos, lejos de todo y todos.
Ésta vez, no iba a fallarme. Ésta vez, no nos fallaría a ambos.
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